Muchas personas vienen a mi práctica de coaching con la creencia que la vida les ha tratado mal. Ignacio carpintero, a sus sesenta y pocos, mira su vida atrás con resentimiento y pena. Él que se sabe buena persona, cansado de trabajar demasiado y vivir en una casa vacía, se pregunta perplejo ¿Por qué la vida me ha tratado así? Mila siente otra versión de lo mismo. A sus cuarenta y muchos siente que la vida es injusta. Ella no se merecía todo lo que le ocurrió. Ni sus fracasos amorosos, sus jefes incompetentes, ni tan siquiera el divorcio de sus padres. Ignacio y Mila viven inconscientemente en el resentimiento y la amargura lo que no hace más que empeorar las cosas.
ESPERANZA NAIF
Si resuenas con Ignacio y Mila tal vez al igual que ellos, junto a reprocharle a la vida las cartas que te dio, coexista la esperanza boba de que alguien venga a salvarte. Tal vez un nuevo trabajo, tu coach o una nueva pareja. En este sentido, la esperanza mal orientada refuerza la falsa creencia – de que la vida no es justa-, apuntando a algo externo para la resolución de todos tus males.
SÍ, ES TU KARMA
Sin embargo, tras examinar las vidas de muchas personas – y por supuesto la mía – la conclusión es la misma: una parte de la responsabilidad de lo que ocurrió, por terrible que fuera, estaba en nuestras manos. Un 100% de las veces. Bien no se quiso ver aquello que era evidente en el primer momento. Bien no se habló, cuando se tenía que hacerlo. Bien se descuidó una relación. Bien no se escuchó al cuerpo cuando daba las primeras señales. Y un sinfín actos como estos.
El concepto de karma encapsula la ley de la causa y efecto. Es decir que cualquier acción que realices tiene sus efectos. Estos pueden tardar a llegar – incluso pueden saltarse generaciones – pero siempre llegan. Por otro lado está la suerte, buena o mala. Circunstancias ajenas a tí que contribuyen en un sentido u otro a lo que nos pasa. Mientras que la suerte no se puede controlar, sí que puedes responsabilizarte de tus acciones. De hecho es lo único que está en tus manos. Tomar conciencia de las mismas y darte cuenta de cómo tus circunstancias presentes, son un resultado más o menos directo de tus acciones anteriores.
DA IGUAL QUE NO LO VEAS
Si no ves el vínculo entre tu situación actual y tus acciones pasadas, esfuérzate un poco y terminarás por verlo. Y si no lo logras, da igual. Toma la premisa de que lo que ocurre en cualquier momento es correcto. En cierto modo te lo mereces. Hacerlo es la vacuna perfecta contra el victimismo, el pelotas fuera y el resentimiento de serie. Sobretodo te inocula sobre la dañina esperanza naif de que la salvación vendrá de afuera. Es, definitivamente, el primer paso para tomar responsabilidad radical sobre tu vida, y transformarla. Más en mi próximo post.
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El karma es también positvo.
A mí me llegó como salvación desde afuera, cuando no esperaba ya nada. En muchas ocasiones es dañino pensar que vendrán a salvarte, pero en mi caso lo fue. EL karma positivo es mágico, impresionantemente milimétrico en sus acciones. Ya no me da miedo, pero las experiencias que he tenido en esta vida pondrían los cabellos de punta. Han sido ciertas; intentar buscarles una razón lógica te llevaría al manicomio directamente. Ya no tengo miedo a ese estado superior de conciencia, o como quiera llamarse, que hace cosas imposibles, inverosímiles, y sin pedir cuentas.
17 diciembre 2021 | 12:16 pm
Muchas cosas depende de tu actitud, si vives de forma pesimista solo atraes lo negativo.
18 diciembre 2021 | 7:20 pm
Es la teoría del pensamiento positivo: la realidad no importa; si deseas con suficiente fuerza algo, el universo se conjurará para entregártelo. Un mecanismo muy efectivo para mantener a los psicólogos a salvo de toda crítica, ya que la culpa es siempre del sujeto que no se esfuerza lo suficiente.
20 diciembre 2021 | 2:46 pm