Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Nacer mujer es terrorífico en más de medio mundo

Cuando leo detalles espeluznantes sobre comportamientos ignominiosos contra la mujer, reclamo el derecho a la injerencia externa, a la intervención judicial internacional en esos países salvajes. Si no quieren respetar la Declaración Universal de los Derehos Humanos para a la mitad de sus poblaciones, por tratarse de mujeres, pues se les obliga. Si las mujeres produjeran petróleo, esos países, atrasados e indignos, ya habrían sido invadidos por fuerzas occidentales.

Desde luego, pocas veces coinciden El País y El Mundo en sus temas de portada. Hoy tampoco. El País le echa una mano al presidente del PNV («El PNV propone…»). El Mundo le echa otra mano a Zapatero, pero en este caso a su cuello: («Zapatero calienta…»)

Sin embargo, hoy sí coinciden en defender a las mujeres malatradas y asesinadas en Afganistán e India, respectivamente. Ambos diarios dedican la portada de sus páginas de «Domingo» a denunciar lo terrorífico que es nacer mujer en esos países.

Me da la impresión de que ni hombres ni mujeres del resto del mundo mueven (perdón, movemos) un dedo para acabar con estas salvajadas, que nada tienen que ver con el respeto indebido a tradiciones bárbaras o religiones criminales que ponen los pelos de punta a cualquier persona decente.

Mira por donde, Internet, por su cuenta, puede suponer un rayo de esperanza, de libertad, para muchas mujeres presas de tradiciones religiosas bárbaras. Los ideales laicos de libertad, igualdad y fraternidad de la Ilustración y de la revolución francesa están llegando a esas mujeres, a través de los blogs y de las paginas web (Bloguistán«) con más de dos siglos de retraso. En esos casos, parece claro que Internet es libertad. Menos mal.

El País abre a cuatro columnas con la propuesta del PNV de un nuevo pacto antiterrorista. El Mundo no da ni una línea del asunto. Y es una pena, porque todos los demócratas deberíamos aprovechar la presidencia de Josu Jon Imaz, mientras dure, para buscar juntos el fin del terrorismo de ETA.

Imaz ha demostrado no ser una copia del fiero Arzalluz, ese vasco tan español, ni del iluminado Ibarretxe. Por lo que le tengo oído y leído, sería una pena perder esta oportunidad, quizás irrepetible, que nos brinda Imaz. Claro que quienes lean El Mundo no se habrán enterado de nada.

La Pantoja -que Hacienda guarde- se lleva hoy dos páginas ilustradas en El Mundo y más de media página en El País .

Los titulares no son, en ningún caso, inocuos.

Para El País «…canta bajo fianza» y para El Mundo lo hace «…en un acto de desagravio».

Los gritos de sus incondicionales recuerdan aquel triste «¡Vivan las cadenas!» de la España negra.

¿Qué tendrá que ver cantar bien o mal con robar o no robar?

Fernando Savater ha vuelto a escribir. Y no ha perdido, del todo, el humor. Bienvenido.

El espejo deformante de la crispación

Josep Ramoneda en El País

13/05/2007

La crispación política no deja siquiera espacio para el sentido común

DECÍA MIQUEL ROCA, en un acto de la Fundación Alternativas en Barcelona, que uno de los efectos negativos de la crispación es que reduce el impacto de la corrupción. Efectivamente, convertida la política en una batalla de reproches pintados con brocha gorda, la ciudadanía tiende a pensar que las acusaciones de corrupción forman parte del espectáculo. Y las coloca en las estanterías de las falsedades, las mentiras y las calumnias. Si un partido es capaz de acusar a otro de connivencia con ETA o de relación con el atentado del 11-M, para señalar los disparates más sonoros que hemos oído en los últimos tiempos, ¿por qué la ciudadanía ha de pensar que dice la verdad cuando le acusa de corrupción?

Ante esta situación, muchos ciudadanos toman el camino de en medio: qué más da, todos son iguales, todos van por la pasta. Lo cual, además de injusto para muchos políticos, no hace más que aumentar la desconfianza entre la ciudadanía y sus representantes. Entre las adhesiones incondicionales de las fuerzas de choque de los crispadores y la reactiva conversión de los políticos en chivos expiatorios de todos los males debería haber un espacio para la ciudadanía crítica, como base indispensable para una democracia de calidad: deliberación y confianza. Pero para ello, los políticos deberían ayudar un poco más. Y desde luego su contribución no sólo es nula, sino que es profundamente negativa cuando presentan a las elecciones, como está ocurriendo en las listas para el 27 de mayo, a muchos candidatos con problemas con la justicia. Tanto el PP como el PSOE, más el primero que el segundo, es cierto, pero sólo es un matiz, los tienen en sus candidaturas. Lo cual hace inevitable una pregunta: ¿qué tienen o qué saben estos señores candidatos, que sus partidos no se atreven a quitarlos de las listas? ¿O tendremos que entender que los partidos dan por hecho que la corrupción está amortizada a ojos de la opinión pública y hay margen para la impunidad? ¿Qué credibilidad tienen entonces las llamadas a la tolerancia cero en materia de corrupción?

La crispación degrada realmente la vida democrática, y por eso es tan irresponsable ponerla en marcha (PP) como alimentarla para arrinconar al adversario en la extrema derecha (PSOE). Pero, además, en la medida en que oculta y banaliza la corrupción, el número de interesados en que la crispación siga aumenta imparablemente. Y la dificultad de resolver un problema político -la crispación, en este caso- es directamente proporcional al número de gente que se beneficia de él. Me temo que hay mucha gente interesada en que el ruido continúe.

La corrupción tiene mucho que ver con la vida municipal. Sería lógico que se hablara en esta campaña de los modos de proteger los municipios de la agresión de los corruptores -no se olvide nunca que no hay corrupto sin corruptor- y de las amistades peligrosas, entre política y dinero a costa de la urbanización masiva de determinadas zonas del país. Pero probablemente se pasará de puntillas sobre ello, porque la crispación está en otra parte: en la cuestión vasca, en la participación de Batasuna en las elecciones. Y la crispación es la que manda en la política española. El monopolio que la cuestión terrorista ejerce sobre la escena política tenía una sola ventaja: había frenado la demagogia reaccionaria sobre la inmigración. Ya ni siquiera ésta: el PP catalán de Josep Piqué tiene el dudoso honor de haber abierto la puerta a la entrada de la xenofobia en campaña, con un vídeo sobre la ciudad de Badalona.

La crispación es un espejo deformante de la realidad. En el debate electoral con Ségolène Royal, Nicolas Sarkozy puso a España por tres veces como ejemplo de las cosas que piensa hacer como presidente. ¿Qué hubiese pensado Sarkozy si al día siguiente hubiera visto la prensa española con un tema común en todas las portadas: las listas de Batasuna? ¿Es ésta la verdadera realidad de España? La crispación no deja siquiera espacio para el sentido común. El Rey habla de Irlanda e insinúa que, en estos casos, merece la pena «intentarlo», y se le acusa de romper su neutralidad. Y el Rey añade otra cosa más importante, que ha pasado más desapercibida: «Si se consigue, se consigue». Es la razón por la cual la mayoría de los ciudadanos son siempre condescendientes con el que lo intenta. Aunque la crispación lo nuble todo. FIN.

Las manifestaciones de la AVT (las víctimas del PP), en plena campaña electoral, reciben un tratamiento muy di¡ferente en cada diario. Ya estamos acostumbrados. Banderas de colores y a toda página en El Mundo y un recuadrito a mitad de página en El País. Sobre esa mani he oido un espeluznante reportaje sonoro en la SER en el que se oían gritos coreados de «Zapatero al paredón! o ¡De Juana a la cárcel, con Polanco!, y cantados como el famoso himno infantil «Cara al sol», etc.

Todo muy old fashion. O sea, de sabor fascista. ¡Qué miedo!.

Me dieron ganas de volverme en bici a los campos de Segovia en busca de San Juan de la Cruz.

Magnífico fin de semana segoviano.

¿Son intocables los «empresarios» puestos por Aznar?

Las declaraciones, un poco indecentes y muy tardías, de Manuel Conthe -para lo que me queda en el convento, me cago dentro- demuestran que la permanencia de los hombres de Aznar en las grandes empresas (desde donde reparten más sueldos que todos los ministros juntos; es decir, poder real) ha sido fruto de la ingenuidad y/o de la bisoñez de Zapatero. Endesa, BBVA…

Muchos españoles tuvimos una sensación de alivio cuando Zapatero, recién elegido presidente del Gobierno, ordenó la retirada inmediata de las tropas españolas que participaban, por orden de Aznar, en la invasión ilegal de Irak. Nos pareció que cumplía una promesa electoral y nos pareció también una decisión valiente y patriótica contra el Imperio actual.

¿Ha resultado Zapatero ser tan valiente como nos pareció entonces o a sido un auténtico «bambi» con los poderes fácticos auténticos?

¿Qué hizo cuando se topó con los intereses mundanos de la Iglesia Católica? Se plegó a sus demandas.

¿Qué hizo Zapatero con los presidentes de las grandes empresas, puestos a dedo por Aznar (en sustitución de los de Felipe González), que financiarán a sus adversarios politicos? Nada de nada.

¿Ha sido Zapatero respetuoso con esos dos poderes fácticos (el eclesiásitco y el económico) o simplemente se ha caído de un guindo como un ingenuo colosal?

Hasta ahora sólo han salido dos caballeros aznaristas tocados por la varita mágica de Conthe: Manuel Pizarro, aún presidente de Endesa, y Francisco González, aún presidente del BBVA.

¿Hace falta más valor para enfrentarse al presidente Bush, sacando las tropas de Irak, o para enfrentarse a los obispos de la COPE, tocándoles el bolsillo, o a los «empresarios» puestos por Aznar?.

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Esta carta de una lectora de El País nos ofrece un perfil bastante inédito del ex presidente Aznar.

¡Qué peligro! Ahora vemos en manos de quién estábamos durante ocho años… A Aznar le gustaba la velocidad y ahora comprobamos que también le gusta el alcohol mezclado con ella.

La concejala Botella ha salido -como tantas veces- al rescate galante de Aznar declarando que su marido «no bebe más de la cuenta«.

¿Se habrá enamorado Aznar de su esposa, Ana Botella, por el apellido?

¿Qué trabajo le cuesta al ex presidente Aznar pedir disculpas, decir que se equivocó al increpar al cartel de la Dirección General de Tráfico diciéndole «¿Y quién le ha dicho a usted que yo quiero que conduzca por mi?» Glup.

Ya vemos que el principio que inspira a nuestro ex presidente Aznar es el de «sostenella y no enmendalla«. Se hubiera ahorrado muchos problemas y muchas críticas si hubiera reconocido que comentió un error. Bastaba con decir que intentó hacer un chiste y que -como es habitual en él- le salió mal. Pero Aznar -erre que erre- es de los que piensa, luego insiste.

Lo siento por él. A los ciudadanos españoles -y a nuestra malherida España– ya no puede hacernos más daño del que nos hizo.

Es un consuelo. Algo es algo.

La fiscalía “impugna” o la Fiscalía “sólo impugnará”

Para El Mundo está claro que la Fiscalía se queda corta. Por eso titula así, a tres columnas, arriba, en su portada:

La Fiscalía sólo impugnará las listas con 3 o más candidatos ligados a ETA

El País también titula a tres columnas, pero abajo, y con el verbo “impugna” en tiempo presente. Sin decirlo expresamente, considera bastante adecuada la medida:

La fiscalía impugna las 244 listas que promueve Batasuna

Lo que no acabo de entender es por qué El Mundo habla de ETA y le da a la “Fiscalía” tratamiento de mayúscula y, en cambio, El País habla de Batasuna y reduce a la fiscalía a minúscula.

La libertad de prensa, en el punto de mira

MARÍA DOLORES MASANA en El País

03/05/2007

Si no hablamos, no existe. Si no se cuenta, no ha pasado. Es casi un axioma, aplicable desde los sucesos más nimios a los acontecimientos más importantes. Y cobra especial relieve en un mundo globalizado, intercomunicado por los más diversos sistemas, desde la incontrolable red de redes hasta los sofisticados satélites y telecomunicaciones inalámbricas.

En el plano internacional, esta extraordinaria facilidad de transmisión de noticias preocupa extraordinariamente a quienes se hallan fuertemente interesados en que algo no se divulgue, no se sepa, no llegue al conocimiento público. Generalmente por motivos espurios. En el mundo de hoy, más que nunca, existen un gran número de causas por las que luchar, de injusticias que eliminar, de crímenes que denunciar. Pero solamente una prensa libre permite a esas causas existir, ser conocidas, situarlas en un primer plano y, consecuentemente, movilizar a la sociedad en su favor.

Es en este contexto que arrecian año tras año las agresiones a la libertad de prensa y a los periodistas en el ejercicio de su trabajo. Desde el 1 de enero, 24 periodistas y cinco colaboradores han perdido la vida por explicar aquello que diversos poderes fácticos quieren ocultar. El año pasado fueron 113 los profesionales de la comunicación abatidos. Actualmente, 125 periodistas, cuatro colaboradores y 67 ciberdisidentes se hallan encarcelados en 21 países.

En Reporteros sin Fronteras causa gran preocupación el secuestro de periodistas. En estos momentos, el corresponsal de la BBC Alan Johnston lleva 55 días desaparecido en Gaza, sin otra noticia que un comunicado de un grupo desconocido, las Brigadas de la Unidad y la Yihad, que asegura haberle ejecutado. Agradecemos a Al-Zayd Ibrahim, director del Centro Cultural Islámico de Madrid así como a Hassan Hal Houl, secretario general del Consejo Islámico de Cataluña, que hayan unido su firma al llamamiento de diversas personalidades del mundo musulmán en Europa para pedir a sus captores que le liberen con vida. Reporteros sin Fronteras condena firmemente esta práctica que precisamente atenta contra el mensaje del Islam basado en valores de tolerancia, humanismo y respeto. Johnston dedicó tres años de su trabajo como corresponsal a interesarse por la suerte de los palestinos y a contar las tremendas condiciones que sufre diariamente este pueblo bajo la ocupación de Israel.

Con la existencia de esta inaceptable realidad se cerró el 2006, un año funesto para la prensa. El 31 de diciembre dimos la señal de alarma con la presentación de nuestro informe anual de agresiones contra la libertad de prensa y contra los periodistas y por primera vez censamos el número de profesionales secuestrados en ese periodo: 56. La cifra habla por sí sola. Además de que cuatro países retienen en sus calabozos a más de la mitad de nuestros 200 colegas encarcelados en juicios sin ninguna garantía: China, Cuba, Eritrea, Etiopía, por este orden.

¿Dónde se oye la voz de la Unión Europea denunciando tales ataques? ¿Ni para pedir una comisión de investigación internacional por el asesinato de Ana Politkovskaïa? La tarea primordial ahora es aprobar leyes, una tras otra, que limitan la libertad de expresión. Todo en aras de la seguridad.

En el caso de Estados Unidos, los reiterados encarcelamientos de periodistas por negarse a revelar sus fuentes, el mantenimiento al margen de toda legalidad del camarógrafo Sami Al-Haj en el gulag de Guantánamo, la negación a que comparezcan ante la justicia española los tres oficiales que comandaban el tanque que disparó contra el hotel Palestina de Bagdad, matando a José Couso y a Taras Protzyuk, no precisan comentario.

Desde Reporteros sin Fronteras apoyamos hoy, XVII Día Internacional de la Libertad de Prensa, a cuantos profesionales sufren intimidaciones a causa del ejercicio de su profesión porque el espacio público debe estar abierto al diálogo y a la polémica. Nunca este derecho fundamental ha sido tan necesario y urgente como cuando los puntos de referencia de la vida económica, social y política se hallan sometidos a una confusión extrema.

Por ello, en nuestro mundo actual, los medios de comunicación tienen una misión urgente e ineludible: derribar las pantallas falsificadoras con las cuales se pretende desviar la atención de la sociedad de las verdaderas causas de un desorden generalizado que las estructuras de poder pretenden esconder. Sin una prensa verdaderamente libre, hablar de democracia, de derechos humanos, no tiene ningún sentido.

María Dolores Masana es presidenta de Reporteros sin Fronteras-España.

De Juana, en El País y el Príncipe Felipe, en El Mundo ¿?

Tengo la impresión, favorecida quizás por el puente, de que el mundo está hoy al revés. Díganme, si no, qué hace la foto del sanguinario terrorista De Juana Chaos paseando con su novia en la portada de El País (y no en la de El Mundo). Y qué hace esta gran foto institucional del Príncipe don Felipe en la portada de El Mundo (y no en la de El País). Ambas fotos van a todo color, arriba y a tres columnas de salida. O sea, en el lugar de honor a donde primero se dirigen nuestros ojos.

Hay varias teorías para explicar el comportamiento de los portadistas/directores de ambos diarios en un día como hoy.

La más razonable se basa, naturalmente, en la disponibilidad de un material periodístico tan exclusivo. Es decir, que Pedro Jota no pilló a tiempo esa foto (o no se la filtraron sus fuentes) y El País, en cambio, sí tuvo acceso a ella o supo con antelación la hora y el lugar del paseo del terrorista y se infló de hacer fotos.

De la lectura del pie de foto podemos deducir que la fuente tuvo interés en que El País obtuviera la exclusiva de esa información gráfica. No en vano se dice que:

«El etarra estaba vigilado por cuatro ertzainas a pie y un vehículo policial. Los paseos han sido recomendados por el equipo de tres médicos que le atiende. . .»

A eso lo llamamos desinflar o pinchar un globo. Ahora ya puede publicar Pedro Jota todas las fotos quiera de tan medicinal y policial paseo por las cercanías del hospital Donostia, donde el etarra está recluido.

Además de la foto del Príncipe, El Mundo lleva de primera y tercera noticia del día (¡cómo no!) una del 11-M y otra de ETA, respectivamente. Quizás lo hace para que sus lectores no se olviden de las mentiras de Aznar, relacionando maliciosamente ambos temas para ganar tiempo hasta el 14-M…

El País, a su manera, también recuerda esas mentiras, pero lo hace en página interior del domingo y con sumarios destacados:

La foto de Reuters de este precioso niño, superviviente del cayuco, me ha impactado.

Creo que vale la pena mirarla durante un rato, para no olvidar sus ojos, y pensar en el futuro de este niño en Africa o entre nosotros. ¡Vaya mierda de mundo!

Y estas que han pasado fueron las portadas que olvidé incluir ayer.

El País titula:

Maragall comunicó a Montilla…»

El titular de El Mundo, sobre el mismo asunto, es un poco sospechoso de mezclar deseos, intenciones y doctrina con rumores difíciles de probar:

El PSC teme que Maragall haga declaraciones polémicas de nuevo antes de las elecciones

¿Que tipo de titular informativo es éste? Me recuerda aquel presunto periodismo de «investigación» que decía:

«Mientras se duchaba, Mario Conde estaba pensando que…»

¿Estaba el periodista en la ducha o dentro de la mente del ex banquero?

El País (cuatro columnas) y El Mundo (una columna) difieren mucho en el tratamiento que dan a las palabras del presidente de Venezuela sobre el ex presidente Aznar

Y no digamos cuanto difieren en el tratamiento que ambos diarios dan a la exposición que Agatha Ruiz de la Prada ha inaugurado en Burgos.

El País ha considerado tal acontecimiento como una «no noticia«. Ni una línea. Ni siquiera una foto.

El Mundo, en cambio, se desvive por destacar las excelencias de «su galaxia creativa». Y lo hace a cuatro y a cinco columnas, el viernes y el domingo, respectivamente.

El Mundo ha cometido, sin embargo, un pequeño fallo gráfico que habrá molestado a Pedro Jota: en ambas fotos, Agatha lleva el mismo vestido. Alguien se va a llevar un paquete. Digo yo.

Las corrupciones del PP, en El País; las del PSOE, en El Mundo

Hoy he visto, de golpe, los diarios del viernes y del sábado. En ambos destacan temas sobre la corrupción urbanística que, como se sabe, es uno de los pilares básicos, consensuado bajo cuerda, para la financiación ilegal de los partidos políticos.

Lo curioso es que, tan cerca ya de las elecciones municipales, ambos diarios han abandonado su disimulo tradicional y se han lanzado a airear descaradamente los traspos sucios del partido que inspira la línea editorial de su directo competidor. También, por supuesto, a poner en letra pequeña y en página par -o incluso a silenciar- los abusos de sus amigos o inspiradores políticos.

Por eso, podemos leer con pelos y señales páginas completas, naturalmente con titular en portada, sobre la corrupción de PP en Baleares (Andratx) en el diario El País , así como sobre la corrupción del PSOE en Baleares (Ibiza) en el diario El Mundo.

Cuando queramos hacer la enciclopedia de la corrupción urbanística y/o municipal de España no tendremos más remedio que recurrir a los dos diarios mencionados. Uno sólo no basta. Cada oveja con su pareja.

El jueves me enteré por 20minutos.es de la muerte de Fernando Gutierrez, ex jefe de prensa del Rey durante casi toda la transición política de la dictadura a la democracia.

Hoy, al ver la noticia en los diarios impresos y leer el obituario publicado en El Mundo por el general Sabino Fernández Campo, me han venido a la mente muchos buenos recuerdos de estos dos hombres del Rey a quienes nunca agradeceremos suficientemente los servicios que prestaron a la causa de nuestra frágil democracia, en tiempos tan difíciles que se me ponen los pelos de punta con sólo recordarlos.

Me sumo al recuerdo cariñoso que hace Sabino y doy desde aquí el pésame a la familia de Fernando.

Muchos periodistas de la transición guardamos recuerdos entrañables de Fernando Gutierrez. Yo conservo dos, como oro en paño, y que cuento a mis hijos a la primera de cambio.

Como está lloviendo, ya he quitado la mala hierba que ahoga a mis tomateras y hoy no hay bici, trataré de resumir aquí un par de anécdotas que nos hicieron sonreir más de una vez a Fernando Gutiérrez y a mi. Una de ellas, según supe más tarde, hizo reir incluso al Rey.

Hace casi diecisiete años (¿mayo de 1990?), Jesús de Polanco, presidente de Prisa, fue recibido por el Rey. Era yo entonces director-fundador del recién nacido diario El Sol. Mi jefe, presidente de la compañía editora, era Germán Sánchez Ruipérez, un gran editor de libros, como Polanco, y fundador de la editorial Anaya.

Don Germán entró (naturalmente sin llamar) en mi despacho de la plaza de Colón (entonces la llamábamos la nueva Puerta de El Sol) y me dijo que quería ser recibido cuanto antes por el Rey:

«Si Polanco, editor de El País, ha visto al Rey, yo también quiero verle como editor de El Sol». Y que sea pronto.

.

Dicho lo cual se fue de mi despacho. Ahí empecé a notar que mi jefe, que ya se había separado de sus socios Berlusconi y la ONCE, padecía un principio de «polanquitis«, dolencia altamente contagiosa entre editores.

Inmediatamente pensé en Fernando Gutierrez. Ni corto ni perezoso le telefoneé a la Zarzuela. Uno de sus ayudantes (¿Gil?) me dijo que estaba fuera y me preguntó por el motivo de mi llamada. Se lo expliqué tal cual.

Al buen hombre le dió por reir:

«Parece mentira, me dijo. ¿Acaso no sabes que las audiencias del Rey hay que pedirlas con meses, incluso años, de antelación?»

Le pregunté cuando regresaba Fernando y me dijo que al día siguiente, que le enviara un fax respetuoso conla petición de audiencia y que me llenara de paciencia.

Así lo hice. Al instante, le envié un fax, cuya copia debo tener guardada en mi sótano junto a los recuerdos de aquel querido y fracasado diario.

Decía algo así:

«Querido Fernando:

Rios Rosas nunca pidió audiencia al general Espartero, regente de España, cuando fundó el diario El Sol en 1842.

José Ortega y Gasset y Nicolás María de Urgoiti tampoco pidieron audiencia al rey Alfonso XIII cuando refundaron el diario republicano El Sol en 1917.

Hoy es, por tanto, la primera vez en la reciente historia de España que un director del diario El Sol pide audiencia a un Rey de España.

A la tercera va la vencida.

Espero que me sea concedida esta audiencia para poder decirle a Su Majestad que compartimos los ideales de libertad y solidaridad de nuestra Monarquía parlamentaria… etc. etc.»

Bla, bla bla…

O algo así hasta la despedida protocolaria.

Al día siguiente, por la mañana, recibí la llamada de Fernando:

-«¿Te has vuelto loco, José Antonio?¿Tú crees que yo puedo enseñarle este fax al Rey? Has perdido la cabeza. Yo no pienso despacharlo así. Mándame otro más respetuoso o te quedas sin audiencia. Desde luego… no tienes remedio».

Y se le escapó una risa. Le contesté algo así:

– Tú verás lo que haces con ese fax. Es parte de nuestra historia: Ríos Rosas fundó El Sol para atacar al regente Espartero y a Isabel II. Ortega y Urgoiti lo refundaron para acabar con la Monarquía de la Restauración y traer la II República, lo que hicieron con éxito. Yo, en cambio, estoy refundando, por tercera vez, El Sol, para apoyar los ideales democráticos que compartimos con nuestro Rey. Aunque muchos de nosotros llevemos a la República en nuestro corazón, los ideales democráticos de la República coinciden ahora con los de la actual Monarquía. Es una ocasión histórica e irrepetible. Inténtalo. No seas más papista que el Papa. Estoy seguro de que el Rey se echará a reir cuando lo lea».

A los pocos días, volvió a llamarme Fernando y me dijo:

-Estás loco de remate. Lo se. Pero ahora dime si podéis venir la semana que viene al Palacio de la Zarzuela, con tu Presidente -y si quieres también con todo tu Consejo-, para ser recibido en audiencia por Su Majestad. Y lo dicho, contigo no se puede. ¡Ah! y, ya sabes, llámale siempre señor».

Le di las gracias y, al despedirnos, se le volvió a escapar otra risa. Antes de colgar de oí decir: «estos chicos…»

Me llaman para preparar la cena. ¡Jo! qué tarde. Me errollé con los recuerdos.

Otro día contaré la anécdota 23-F. con Fernando. Ese día yo era redactor-jefe de El País y acababa de oir por la radio los disparos en el Congreso.

—-

Qué buen tipo fue Fernando Gutiérrez. El Rey lo sabe mejor que nadie.

Descanse en paz.

¿Independencia, para qué?

MANUEL MONTERO en El País

27/04/2007

Dice el nacionalismo que el problema vasco consiste en que un pueblo milenario dotado de una identidad propia está enfrentado a España (al Estado español, por usar su jerga), pues quiere volver a ser independiente, a lo que tiene pleno derecho constitutivo. Del planteamiento se derivan algunas consecuencias que pueden hacer estragos, en un país harto de la cuestión vasca y quizás predispuesto al síndrome de Estocolmo, a los diálogos y a lo que sea para quitarse de encima la pesadilla. Se deduce la idea nacionalista de que todo se arreglaría si el «Estado español» diera la independencia al pueblo vasco; y si de momento no se reclama tanto -hay mucha tela que cortar-, se reivindica algún punto intermedio, «dialogado» y «negociado», atendiendo no al peso de los votos, sino al de la voluntad nacionalista. O sea, que si se eternizan los problemas se debe a la cerrazón de España, pues se niega a buscar la «solución democrática» (en tal esquema el reconocimiento de los «derechos nacionales» que imagina el nacionalismo constituye la esencia de la democracia).

Todo reside en la pugna entre el pueblo vasco y España, de creer al nacionalismo. De modo que lo nuestro tiene una solución sencilla. Si persisten conflictos, violencias, tensiones… es sólo por las ínfulas españolas, uniformistas, opresoras e incapaces de reconocer a un pueblo vasco con identidad propia, una evidencia histórica, política, antropológica, lingüística, cultural, biológica… un hecho objetivo. ¿No termina la violencia en el País Vasco y perdura la agitación nacionalista? Se debe al empecinamiento de España por no restituir el natural orden de las cosas.

Las argumentaciones expuestas son de raigambre nacionalista e innegable éxito social, pero sin pies ni cabeza. No entro en las figuraciones milenaristas o en esas pintorescas visiones de los vascos sosteniendo contra viento y marea su identidad desde hace 7.000 años, que ya ha llovido, pues cada cual es libre de soñar lo que quiera (otra cuestión es que haga la pascua a los demás por sus alucinaciones). Tampoco en la costumbre nacionalista de imaginar que sus reivindicaciones son derechos, incluso derechos democráticos. Sí me refiero a su corolario, argumentalmente, el punto de partida, la idea de que la conquista de algún soberanismo relajaría al nacionalismo y eliminaría la violencia. Hasta donde podemos colegir es un supuesto falso.

Imaginemos que algún proceso de negociación, infernal o placentera, lleva a la conclusión de que nuestro destino idóneo es convertirnos en el Estado Libre Asociado que proponía el fracasado plan Ibarretxe y, llenos de alborozo, a él nos encaminamos. ¿De verdad cree alguien que en tan dichoso momento ETA, emocionada, decidiría dejarlo y desaparecer? ¿Por qué iba a hacerlo, tras comprobar que la extorsión resulta rentable? Más bien le serviría de estímulo para perseguir más prometedoras metas. Y lo que se da en llamar nacionalismo moderado, ¿rebajaría su agresividad contra la parte de la sociedad vasca que no es nacionalista, o agudizaría sus planes de euskalduni-zación compulsiva y de excluir de la función pública a quienes no se ajustan a sus criterios lingüísticos, en la línea emprendida ya hace años, o alguna nueva ocurrencia para seguir rebajando los derechos de quienes no son de la tribu, o convirtiéndolos a ésta?

Tampoco se piense que llegados a la dicha de la independencia, el día de la paz y de la gloria, se habría acabado todo, una vez que se izaran las ikurriñas más alto si cabe y se quemara la última bandera española y demás símbolos opresores. No se habría acabado nada y todo -la agresividad nacionalista y el gusto por el terror, cada uno en lo suyo- seguiría como estaba, bien que en un peldaño superior de la escala, reconfortados porque se sube la escalera cada vez más rápido. El nacionalismo no es sólo un proyecto político, que se consumaría con la independencia y con ella quedaría plenamente satisfecho. Constituye sobre todo un proyecto de transformación de la sociedad vasca, por la vía de terminar con las pluralidades actuales. ¿Independencia, para qué? ¿Llevamos estas décadas de enloquecimiento sólo para mandar embajadores por doquier y dotarnos de los escasos símbolos de soberanía que quedan? No resulta creíble.

Sucede que para el nacionalismo el enfrentamiento pueblo vasco-España es sólo uno de los aspectos del problema vasco, y no el fundamental. Su principal objetivo no consiste en la independencia y la autodeterminación, que en sentido estricto son sólo instrumentos para conseguir el fin ansiado. ¿En qué consiste éste? En algo aparentemente inocuo, pero demoledor. El nacionalismo vasco busca la construcción nacional, es su finalidad última. «Euzkadi necesita hoy la autonomía para su propia reconstrucción nacional», explicaba el PNV cuando se ponía en marcha el proceso que desembocaría en el Estatuto de Gernika. Lo corroboraba el Parlamento vasco en 1990: «El ejercicio del derecho a la autodeterminación tiene como finalidad la construcción nacional de Euskadi». Para el nacionalismo, la autonomía y la autodeterminación constituyen el medio. El fin es la construcción nacional.

«¿Libertad, para qué?», se preguntaba en una ocasión la dirección del PNV, casi como Lenin a Fernando de los Ríos. Y su respuesta no era «libertad para ser libres». Era (es) para algo más. «Libertad para restaurar nuestra personalidad colectiva a partir de valores creados a lo largo de una historia de milenios, (…) para restaurar la vigencia de nuestra lengua y de nuestra cultura a todos los niveles de la vida y en toda la extensión de la geografía vasca. Libertad para ordenar nuestra sociedad según nuestra propia y responsable voluntad (…)». Libertad (nacional) para la construcción nacional. En otras palabras, para amoldar la sociedad conforme a los esquemas que según los criterios nacionalistas son los propios de la identidad vasca. Suenan placenteros, pero no son planteamientos amables. Implican una notable agresividad. «Restaurar nuestra personalidad colectiva» constituye un proyecto de actuación social, que pasa por eliminar pluralidades e identidades, hasta que quede tan sólo la «personalidad colectiva» del gusto del nacionalismo.

En esta lógica, a los vascos que no son nacionalistas les toca construirse nacionalmente. El nacionalismo combate sobre todo contra ellos -más que contra España-, como responsables inmediatos de que la identidad (nacionalista) vasca no sea completa. Lucha por su conversión nacional, que no es sólo mudanza política, sino también metamorfosis identitaria. Construcción nacional no quiere decir sólo hegemonía nacionalista, que por supuesto va implícita. Significa sobre todo nacionalización plena de la sociedad vasca. Por eso el mundo feliz al que aspira el nacionalismo no es sólo el de la autodeterminación o independencia. Por eso su modelo político no está formado por ciudadanos en el sentido propio del término, sino por vascos con identidad (nacional vasca). Por eso no hay ninguna razón para imaginar que el logro de aspiraciones políticas redujese la agresividad nacionalista o los modos coercitivos. No tendría por qué relajarlos, mientras no se consumase la construcción identitaria de la nación vasca. Reeducación, se decía en otros sitios. La de quienes no se ajusten a los auténticos criterios nacionales.

Manuel Montero es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco.

¿Milagro? Los sindicatos felicitan a la patronal. Y viceversa.

Suena a milagro, pero fue una realidad. Los sindicatos felicitaron públicamente a la patronal y viceversa. Este singular intercambio de parabienes se produjo anoche en un país llamado España y en una cena llamada de la Concordia.

Los agentes sociales (UGT, CC OO y CEOE) recibieron anoche el «IX Premio Fernando Abril Martorell a la Concordia» .

País de contrastes. Mientras los políticos se tiran los trastos a la cabeza por mantenerse en el poder o por recuperarlo, a toda costa y a cualquier precio, los sindicatos y la patronal («los curritos de la concertación», como los llamó José María Cuevas) se echaban flores mutuamente en un acto cargado de historia y de emociones.

Marcelino Camacho, Antonio Gutierrez, Nicolas Redondo, José María Zufiaur y José María Cuevas compartieron mesa y mantel junto con Fidalgo y Méndez, con Pedro Solbes y con Ana Pastor. Fue una reunión interesante y tan llena de mensajes tan constructivos que no me pareció que estuvieramos cenando en España sino en otro planeta.

Es un poco tarde, pero mañana, después del trabajo, intentaré recoger en este blog algunas de las ideas que me llenaron de recuerdos y emociones ligados a los tiempos más duros de la transición de la Dictadura a la Democracia y, a la vez, del Tercer Mundo al Primer Mundo. Nos conviene no olvidar algunos hechos claves de nuestra historia reciente. Otros, en cambio, más nos vale olvidarlos lo antes posible.

Hasta mañana.

¡Qué buena y terrible foto publica hoy El País en su primera:

¿Todos contra Rajoy? No, contra Sarkozy
Palabritas de JAMS en video casero

He pasado varios días fuera de Madrid (desconectado de Internet) en dos congresos: uno en Guadix, de Periodismo Digital, y otro en Marbella, de Editores de Publicaciones Periódicas). Haré un resumen de las conclusiones en cuanto pueda.

Cuando regresé anoche a casa y leí los 80 comentarios (y de tan buena calidad) al último post de «Periodismo basura…» me quedé tan impresionado como cuando vuelvo a 20 minutos después de pasar unos días fuera de la compañía.

Tengo la convicción de que la empresa que dirijo funciona mejor cuando yo no estoy. Y lo mismo me ha pasdo con el blog. En cuanto dejo de escribir unos días, los comentaristas se sueltan el pelo y enriquecen el blog por su cuenta. Me encanta. Y les agradezco mucho su participación y el debate sosegado y constructivo que han aportado Pericles, Imagina, Saltaparapetos y hasta David, el malaguita, entre otros.

Lo que siento es no disponer hoy de tiempo para contribuir al debate del último hilo. Pero lo repasaré mañana.

Hoy apenas he leído los diarios pero me han gustado el editorial de El País y el artículo de Santos Juliá. Corto y pego ambos aquí abajo y me pongo a plantar pensamientos y petunias por el jardín y tomates y pimientos en la huertecilla (de dos caballones, oiga). Si lo hago ahora mismo moriran durante la semana.

Además, tengo que rebajar el tamaño de mi ego, que ha vuelto muy inflado del Congreso de Guadix, donde he recogido el Primer Premio Arroba de Periodismo Digital que me ha concedido los jóvenes de la Asociación de Periodistas Digitales de Andalucía (APDA) pero, que en realidad, se lo ha ganado a pulso el equipo que hace 20minutos.es .

El Presidente de la APDA, Antonio Mafredi, me entregó una copa accitana preciosa con una arroba como esta «@» en medio. Pero no quedó ahí la cosa: también me dieron una arroba auténtica (de las de antes del sistema métrico decimal)

equivalente a 16 litros de vino del país.

Nos beberemos esa arroba de vino en 20minutos.es para celebrar el éxito en usuarios únicos obtenido en la úlitma medición de OJD Interactiva .

Nuestro 20minutos.es, con más de 4 millones de usuarios únicos en marzo, quedó como el segundo diario on line de información general más leído de España, después de elmundo.es.

Ese mismo vino de la tierra fue el que tomamos en la cena de gala celebrada en la cueva de «La venta del Tío Tobas» en Alcudia de Guadix. Era tan bueno que, en los agradecimientos, me dió por hablar como si fuera libre.

A una colega, Sonia Blanco, profesora de la Universidad de Málaga, se le ocurrió grabarlo todo y ponerlo en su blog. Que dios se lo pague. Esto es como volver a la tele… Si le dan un click en este enlace lo verán (a lo mejor).

Cruzo los dedos porque no estoy seguro de saber pegar esto en el blog. Si no sale bien, vayan al blog de Sonia Blanco. Pero, ojo, es un parlamento, como casi todos los míos, de por lo menos 20 minutos. El que avisa no es traidor.

}»>Palabritas de JAMS tras recoger el Premio Arroba de Periodismo Digital en el Congreso de la Asociación de Periodistas Digitales de Andalucía (APDA) celebradoen Guadix (Granada)

Miseria política

Santos Juliá en El País

22/04/2007

El cambio social ha reanimado a una profesión que había entrado en decadencia.

NO SON únicamente los sociólogos, felices porque el cambio social de las últimas tres décadas ha reanimado a una profesión que, a falta de revoluciones, había entrado en cierta decadencia; tampoco se limita la euforia a los demógrafos, que disfrutan de renovada notoriedad gracias al inmenso campo de trabajo abierto por el espectáculo insólito de una sociedad hasta ayer mismo emisora de emigrantes convertida de la noche a la mañana en receptora de cuatro millones de inmigrantes; ni siquiera acaba el festín con los historiadores, que por fin pueden contar la historia de España no como un fracaso, sino como un logro cuando comparan la sociedad que entró en el siglo XX arrastrando su pesada carga de analfabetismo y ruralismo con la sociedad que pisa fuerte el umbral del siglo XXI, convertida en octava potencia mundial.

Son todos ellos, pero son además los economistas, que por vez primera desde que se inventó la profesión se han sumado alegremente a la fiesta: ni los más escépticos vislumbran el final del periodo de crecimiento más largo y sostenido que conoce nuestra economía. Navegamos en la cresta de la ola desde hace años: si ayer íbamos bien, hoy vamos mejor, y mañana, para qué te cuento, resume el presidente del Gobierno en su informe económico ante lo que, en tiempos más menesterosos, se llamaba la crema de la sociedad. Sí, hay algunas nubes en el horizonte: baja productividad, síntomas de desaceleración en el sector de la construcción, déficit creciente de la balanza comercial, pero nada que no pueda solventarse con las oportunas reformas, y de reformistas es de lo que anda bien servido el país. De manera que no hay por qué inquietarse demasiado.

Y entonces, si la crónica social, demográfica, histórica y económica -entre otras posibles- es la novela de un éxito, ¿por qué es tan miserable la crónica de la política? ¿Por qué llevamos tanto tiempo condenados a presenciar cada semana, cada día, ese estúpido ritual del rifirrafe que nuestros dirigentes políticos se creen en la obligación de representar en el Congreso? El fatalista dirá que tratándose de España es imposible que el invento del éxito no rompiera por alguna de sus costuras. Pero los fatalistas no gozan de mucho prestigio en las sociedades satisfechas, y precisamente una de las facetas del éxito es que nos hemos sacudido de encima la maldición del fracaso inevitable. Si finalmente fracasáramos en lo político, no será posible recurrir a explicaciones metahistóricas ni al cuento de las dos Españas perennes. Habrá que buscar por otro lado.

Política es, naturalmente, poder, y las batallas políticas son, claro está, batallas en torno al poder. La deriva a ninguna parte emprendida por el Partido Popular desde su derrota, tan malamente digerida, en las elecciones de marzo de 2004 no tiene ningún propósito más allá de confundir y fatigar al electorado suponiendo que así desgasta a su adversario. Cabalgando a lomos del apocalipsis -España se deshace, el Gobierno se entrega a los terroristas-, el trío dirigente del PP lleva tres años pretendiendo ocultar bajo el manto de una mentida conspiración su desastrosa administración del terrible atentado que el Ministerio del Interior, del que era titular Ángel Acebes, fue incapaz de prevenir y que su Gobierno en pleno descargó sobre las espaldas de ETA porque pensó durante aquellos tres aciagos días de marzo que le iba en ello su permanencia en el poder.

Lo sorprendente es que la apertura y desarrollo del juicio -y va de éxitos: en España, los presuntos responsables y colaboradores de crímenes masivos acaban sentándose en el banquillo- no haya sido suficiente para poner punto final a tanto despropósito. Y aquí es preciso incorporar, para encontrar una explicación plausible de esta creciente miserabilización de la política, el chantaje al que cada día, cada hora, someten a los dirigentes del PP los medios de comunicación muñidores de la fábula conspirativa. Desde la emisora de la Conferencia Episcopal -que se ha saltado los límites no ya del decoro, sino de la simple decencia-, y desde las páginas del diario El Mundo, cuyo director acusa de «rendirse preventivamente» a quien se atreva a sugerir que ETA no aparece por ningún lado, hay ya demasiados intereses en juego como para retornar a la cordura.

Contra ese chantaje sólo hay un antídoto: social y económicamente, llevamos años metidos en una historia de éxito colectivo. Pongan ustedes otra cara, señores del PP, que el personal que llena bares y restaurantes, que se va de vacaciones a París y a la Cochinchina, que celebra con boato bodas y comuniones, comienza a estar un poco harto de gestos adustos y de historias truculentas.

FIN

Ética y política (con humildad) para Savater

Querido maestro:

Hoy no se si comer o escribir. Cualquier cosa menos pensar. En cualquier otra circunstancia, quienes me conocen saben muy bien que, en caso de duda, optaría por comer. Sin embargo, ya es muy tarde y he tomado un par de copas de rioja con lomo para celebrar con los compañeros los 4,18 millones de usuarios únicos que ha tenido 20minutos.es en marzo.

¡Muchas gracias a todos los lectores y usuarios de 20minutos.es!

¡Tiembla Pedro Jota!

Ya puesto, creo que voy a escribir unas líneas como si fuera libre. Además, El País y El Mundo coinciden hoy en el sujeto principal (Batasuna) y casi en el verbo (“desafía” y “renueva”). ¡Qué aburrimiento de portadas!

Aprovecharé, querido y admirado Fernando, la ayuda que me prestan las dos copitas de rioja para intentar resolver algunas dudas que tengo, desde hace algún tiempo, sobre tu comportamiento ético y político y que no me dejan dormir tranquilo.

Si no lo digo, reviento: únicamente los fósiles no evolucionan. No seré yo, por tanto, quien te niegue a ti, ni a nadie, la capacidad para evolucionar y cambiar como os venga en gana y, a ser posible, sin hacer daño innecesariamente a terceros. Estás y están en su derecho.

No obstante, los maestros, por encima de los demás mortales, tenéis la obligación adicional de explicar a los discípulos a qué obedecen vuestros cambios de comportamiento (incluso de teorías), por extraños que sean, especialmente en vuestras áreas de conocimiento: la ética y la política.

Soy profesor universitario y, tanto en mis clases como en mi vida, trato de aplicar el espíritu universitario que me enseñaron maestros como tú: eso significa sencillamente que “quien ha sido enseñado debe enseñar”.

Mis hijos han leído “Ética para Amador» y «Política para Amador» (dedicados personalmente por tí) como si fueran nuestros evangelios laicos. Ahora ven a su filósofo favorito en los periódicos, perseguido y vigilado por los terroristas de ETA, que quieren matarle, y me preguntan:

“¿Es éste el mismo Savater cuyos libros siempre nos has recomendado leer y cuyos artículos vas recortando y repartiendo por toda la casa?”

Creo que he leído, con fruición, un montón de libros y de artículos tuyos, desde cuando defendías con fervor las “ikastolas” del nacionalismo vasco rampante, contra el centralismo franquista, hasta hoy que defiendes tu alianza, escasamente explicada, con los nacionalistas españoles del PP para derrotar a los terroristas de ETA y, de paso, a los nacionalistas vascos.

Trato, honestamente, de entenderte y me pongo en tus zapatos. Con poco éxito, reconozco. Y, como yo, observo a muchos de tus discípulos que deambulan por estos blogs huérfanos de maestro.

Al salir de la adolescencia, cuando cambié la fe por la razón, me empecé a definir como “erasmista” (una pedantería “sofomórica” sólo soportable a esa edad, y siendo un ignorante “de ciencias”). Ya en la universidad, cuando empecé a leer de verdad a Erasmo, a Voltaire y, más tarde, tus propias deliciosas obras, presumí impúdicamente de “volteriano” por no decir “savateriano” (o ¿savaterino? o ¿savolteriano?).

Más de una vez, eché de menos tus artículos en momentos claves de la vida española –tus provocaciones son como una droga, o una vitamina, según se mire, para excitar o zarandear la inteligencia- y también lo he dicho en este blog, que me es tan útil para compartir con otros descarriados estos desahogos personales. Largo silencio.

Desde que ETA rompió su tregua con el bombazo criminal de Barajas apenas había leído nada tuyo sobre la política española hasta anteayer, con tu artículo «Los ideólogos del Carnaval». Entonces supimos que los asesinos miserables de ETA te pisaban los talones para atentar contra tí, el donostiarra más relevante de nuestro tiempo.

Hace tiempo que te siguen. Y lo sabes. Y no te callan. De lo que me alegro.

Me recuerdas a un compatriota andaluz, Ibn Hazem, (cito de memoria y con vino) cuando le replicaba al reyezuelo de Sevilla que había mandado quemar sus versos:

«Podéis quemar todos mis libros, pero no conseguiremos borrar lo que encierran, porque lo llevo grabado en mi pecho»

.

Sin embargo, tengo una desazón cuando ahora te leo, pues lo hago con prevención, buscando los tres pies al gato. Me temo, Fernando, que, últimamente, los terroristas y los más fanáticos nacionalistas vascos están consiguiendo desgraciadamente, quizás sin proponérselo, una parte de su propósito.

Acorralándote, te están cambiando tus humores y te llevan al extremo político conservador donde tus tradicionales enseñanzas racionalistas -construidas con más cerebro que tripas- difícilmente pueden germinar.

Dudo que los ideales éticos y políticos del Savater que yo he leido y envidiado puedan encontrar terreno abonado en el estado de fanatismo actual del PP, del Foro de Ermua, de la AVT de Alcaraz, de la Conferencia Episcopal o de la COPE.

Tus palabras en favor de la lucha por la libertad, la justicia y la paz podrían estar cayendo en un desierto oportunista, pero desierto. Y es, créeme, una pena. Estás en tu derecho, pero veo más corazón que cerebro -y, ¿por qué no decirlo?, algo de resentimiento comprensible- en tus últimas declaraciones y artículos.

Entre unos, con sus halagos debilitadores, y otros, con sus amenazas terroríficas, te están amortizando y amordazando. Y esto, creo yo, es lo peor que nos podía pasar: perder tus referencias éticas y políticas que son las de nuestro tiempo.

¿Hacia dónde miramos ahora, Fernando?

Tú apenas nos conoces. En cambio, nosotros, tus lectores, te conocemos muy bien y seguimos con atención tus cambios de humor y hasta las trampas que, sin éxito, tratas de hacerte cuando juegas al solitario. Reconozco, no obstante, que tu honradez intelectual te ha obligado siempre a dejarnos pistas para que podamos justificar –ya que no compartir- tus cambios de comportamiento. Y te lo agradecemos.

Aún me cuesta –incluso con las dos copitas de rioja- entrar en el tema de fondo. Me voy a la maquinita del Departamento Comercial de 20 minutos a por un café.

Esto ya es otra cosa.

Lo que quiero decirte, Fernando, –y no se cómo- es que no entiendo cómo un intelectual –un sabio tan crítico y tan libre- como tú, a quien tanto he admirado y con todo lo que llevas a cuestas, puede estar apoyando ahora, de la forma en que lo haces, las posiciones radicales, algunas de ellas fanáticas y desmembradoras, del Partido Popular, del Foro de Ermua o de la AVT de Alcaraz, como tu propia alternativa para acabar con el terrorismo de ETA, y en contra de todas las demás fuerzas políticas de España. Sencillamente no lo entiendo. Si tú no puedes hacerlo, que alguien me lo explique, por favor.

Tengo un gran amigo de la infancia –una de las personas que más quiero en este mundo- con quien apenas puedo hablar –sin caer en la bronca- de la situación política de España y del País Vasco. Es socialista y mantiene posiciones próximas a tí, a Rosa Díez, a Gotzone Mora, a Nicolás Redondo Terreros, a Maite Pagaza… y a tantos otros demócratas admirables que jamás habéis conocido ni disfrutado la libertad de expresión en el País Vasco.

Creo recordar que empecé a notar esta tristísima fractura política en tiempos del Gobierno de Aznar. Entonces, el líder socialista vasco, Nicolás Redondo Terreros, y el líder del PP vasco, Jaime Mayor Oreja, iban de la mano con la intención -a mi juicio, utópica- de vencer y desalojar del Gobierno al nacionalismo vasco. No fue posible.

Aquella difícil y frágil alianza «frentista» de vasco-españoles frente a vascos-no-españoles fue un fracaso y ambos líderes cedieron el testigo –con no pocas heridas internas- a sus sucesores. Como sabes, hubo purgas y navajeos miserables aún no resueltos.

La caída deshonrosa de Aznar/Rajoy y la victoria electoral de Zapatero, el 14 de marzo de 2004, agravaron esa fractura tan dolorosa entre quienes viven sin vivir –y sin libertad- acorralados en su propio País Vasco, aliados con los nacionalistas españoles del PP, y quienes, en el resto de España, precisan del apoyo de los nacionalistas (vascos y/o catalanes) para seguir en el poder y para acabar con ETA por la vía de la negociación si abandonan las armas.

Endiablada encrucijada.

Sabemos que sin el concurso del PP no habrá paz duradera en el País Vasco, pues este partido representa a nueve millones de votantes y, tarde o temprano, volverá a gobernar. También sabemos que la vía negociadora abierta por Zapatero, con el apoyo de todos los demócratas, salvo el PP, fracasó con el bombazo de Barajas.

Y, ahora, Fernando ¿qué hacemos?

¿Puede romperse el maleficio que separa las posiciones de Rajoy y Zapatero para que puedan diseñar juntos un Plan B para acabar con ETA?

Juntos, sí, contigo y con mi amigo de la infancia, tirando todos del mismo carro y en la misma dirección.

¿Por dónde empezamos, Fernando?

¡Jo! ¡Qué envidia me dan los de Irlanda del Norte! Tienen a un antiguo terrorista del IRAa punto de entrar a formar parte del Gobierno.

Se me está pasando el efecto, tan benéfico y optimista, del rioja y el café me devuelve ya a una realidad durísima en la que veo por doquier banderas de España, que deberían emocionarme como a cualquier “abertzale” (como sabes, esta palabra significa “patriota” en euskera).

Soy un mal “abertzale” español ya que, quizás por efectos retardados del fascismo sufrido en mi propia piel, aún me dan repelús los colores de la bandera, incluso sin la gallina de Franco. Te prometo que hago esfuerzos por superarlo. Pero los “abertzales” del PP no me ayudan mucho. Y lo que me faltaba: ahora mismo, tú tampoco me aclaras nada. Todo lo contrario.

Una buena amiga medio-vasca/medio-maqueta me recordó ayer la escena más terrible y pedagógica de la excelente película “Cabaret”:

Sentados en una bellísima terraza de un merendero alemán de la preguerra mundial, unos jóvenes cachorros de Adolf Hitler, vestidos de caqui, comenzaron a entonar una no menos bella canción nazi (creo que era “El mañana nos pertenece”). Por miedo o por amor desenfrenado a Alemania, casi todos los allí presentes acabaron cantando la misma canción y muchos de ellos, en pie, con el brazo el alto. Faltaría más.

Eso mismo hacía yo de niño, cada mañana, en el patio del colegio, antes de entrar en clase: cantaba el Cara al Sol (u otras similares, también bellísimas canciones fascistas o nazis), con el brazo el alto, mientras el hermano prefecto izaba la bandera de Franco y daba los gritos fascistas de rigor:

¡Paña! Una, ¡Paña! Grande, ¡Paña! Libre. ¡Viva Franco! ¡Arriba España!

Aún me da un no se qué en las tripas al recordar la escena. Supongo que los hijos de los vencedores lo recordarán de otra manera.

En la película «Cabaret«, cuando los cachorros de Hitler terminan de cantar el himno «abertzale” alemán, el británico le pregunta al ricachón alemán si lo le asusta el ascenso imparable de los nazis en Alemania. El conservador alemán –recuerdo con mi pésima memoria- le contestó algo así:

“Dejemos que los nazis acaben ahora con los comunistas y luego acabaremos nosotros con los nazis”.

La historia nos enseñó, poniendo millones de terroríficos asesinatos masivos sobre la mesa, que ni los nazis acabaron con los comunistas ni los conservadores pudieron acabar con los nazis.

Demasiado tarde para la Europa del siglo pasado.

Pero creo que no es tarde para nosotros, si aún podemos reflexionar juntos sobre un futuro común en libertad, justicia y paz.

Para acabar con los terroristas de ETA (y sueño con ello) no vale cualquier alianza ni a cualquier precio ni en cualquier tiempo y lugar.

A mi me siguen dando miedo algunas amistades peligrosas de la derecha radical (“Conozco al monstruo, porque viví en sus entrañas”, que diría José Martí), pero estoy dispuesto a hacer un esfuerzo sincero por acercar mis posiciones, en este asunto, con la de los conservadores y compañeros de viaje que tengo más cerca de mi. Ahí puedo aportar mi granito de arena.

¿Nos remangamos, Fernando, para unir, uno a uno, a todos los demócratas en contra de ETA sin hipotecar nuestra libertad ni ponerla en peligro con alianzas que podrían producirnos más tarde daños irreparables?

¿Es posible aún invertir la tendencia actual que agranda pavorosamente la brecha entre maestro y discípulos?

¿Podremos volver a leer tu “Ética para Amador” y tu “Política para Amador” sin que, por la noche, los duelos y quebrantos perturben nuestro sueño?

Dinos algo, Fernando.

Y, digas lo que digas, te queremos. Cuídate de los bárbaros.

Un abrazo

JAMS

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Zapatero paga su café, pero eso no va en primera

Arsenio Escolar ha escrito en su blog de aquí al lado que los cien ciudadanos “normales”, seleccionados para entrevistar a Zapatero, habían dado en TVE una lección a los periodistas. Ya lo creo.

Casi todos ellos fueron al grano. Me gustó la chica (creo recordar que se llamaba Rocío) que le recordó aquel célebre “no nos falles” del día de su victoria sobre los mentirosos del PP.

Zapatero estuvo bastante regular: pesado, lento, soso, bastante rollo, pero se sabía la lección y dijo todo lo que tenía pensado decir. Ha tenido mejores tardes. Lorenzo Milá estuvo correcto y Antonio Casado, el realizador, fue el mejor al pinchar los primeros planos de quienes hicieron las preguntas mientras escuchaban las respuestas del presidente. Sus caras eran todo un poema.

En televisión, los políticos y predicadores se saben bien la lección. Cualquiera que sea la pregunta que les hagan, ellos dicen, primero, lo que van a decir; luego, lo dicen y, al final, dicen lo que han dicho. Así se aseguran el mensaje por triplicado.

En todo caso, el resultado fue extraordinario, seguramente por la identificación del público con los entrevistadores: ¡casi seis millones de espectadores!

Ya no podemos decir que los españoles no se interesan por la política real, es decir, por sus propios problemas. No se interesan ý hacen bien- por los malos políticos que sólo van a lo suyo, tomando por todos a sus votantes.

Al día siguiente, las portadas de los principales diarios de pago vuelven a dar la razón a los entrevistadores de TVE`pues sólo titulan con la anécdota de los 80 céntimos del café que todos conocemos. O sea, una frivolidad insignificante, una gracieta que da, a mi juicio, para una columna, pero no para ir a cuatro columnas como en El País, antaño tan sobrio:

Antetitulo:

CIEN CUIDADANOS EXAMINAN A ZAPATERO

Títular:

«¿Cuanto vale un café? Unos ochenta céntimos»

O a tres columnas en El Mundo:

Un «muy optimista» Zapatero dice que un café «cuesta 80 céntimos»

Lo que ninguno destaca es que el precio del café que suele tomar Zapatero en la cafetería del Congreso -o sea, en su principal lugar de trabajo, después de su despacho en La Moncloa– parece ser de 80 céntimos.

También tiene otro significado, que nadie destaca: Zapatero paga sus cafés en el bar del Congreso pues sabe lo que cuestan.

Fuera máscaras

IGNACIO SÁNCHEZ-CUENCA en El País

28/03/2007

Tres años después de la derrota del PP, su estrategia está meridianamente clara. La derecha introduce ruido y furia en ciertos temas que debilitan el voto a la izquierda. El Gobierno del PSOE, con unos resultados económicos excelentes, con reformas sociales de gran calado y gran aceptación entre la ciudadanía, debería tener unas perspectivas razonables de ganar cómodamente las próximas elecciones. De ahí que el PP trate, por todos los medios a su alcance, de que no se hable de esos temas. El objetivo es ensombrecer esos logros y dirigir la atención hacia otros asuntos, como el juicio del 11-M, los nuevos Estatutos de autonomía y, sobre todo, la política antiterrorista. Si la gente se harta de la bronca permanente, si algunos se persuaden de que verdaderamente este Gobierno amenaza la supervivencia de España, si muchos se creen que este Gobierno es débil con los terroristas, la derecha no lo tiene todo perdido por buena que sea la situación del país.

En su empeño por recuperar el poder cuanto antes, la derecha ha llevado a cabo estrategias peligrosísimas para la convivencia y las instituciones. Vale la pena repasarlas sumariamente. El PP ha alentado una teoría conspirativa y paranoica sobre el atentado del 11-M para erosionar la legitimidad del Gobierno socialista. Ha recurrido al insulto de forma sistemática. Ha transformado las Cortes en un gallinero. Ha lanzado acusaciones gravísimas con harta frecuencia: que si este Gobierno se ha arrodillado ante ETA, que si ha triturado la Constitución, que si ha roto el Estado de derecho, que si ha traicionado a las víctimas, que si ha balcanizado España, etcétera. El PP, además, ha hecho del terrorismo un asunto electoral. Ha profundizado en el enfrentamiento entre territorios mediante una campaña histérica contra el Estatuto catalán. Ha organizado un boicoteo contra el Grupo PRISA. Ha promovido el resurgir de un nacionalismo español que parecía superado. Ha realizado maniobras indignas con grave daño para el Tribunal Constitucional y el Consejo General del Poder Judicial. Ha solicitado la convocatoria de un referéndum populista. Y ha llevado la crispación a la propia sociedad. En algunos lugares se advierte un odio político que no se corresponde con la situación objetiva del país.

Por supuesto, que la situación política haya degenerado tanto no es sólo mérito de la oposición. Es verdad que en ocasiones el Gobierno, con su incapacidad para establecer una estrategia política clara ante la ciudadanía, ha contribuido a enrarecer el ambiente. Ahí está el proceso errático del Estatuto catalán, las inexplicables palabras de Zapatero en la víspera del atentado del 30-D, la gestión vacilante del proceso de paz, o los sustos que dan de vez en cuando los socios parlamentarios de Esquerra Republicana.

Además, hay un ámbito al menos en el que la crispación del PP ha contado con el apoyo, quizá no pretendido, pero desde luego crucial, de asociaciones ciudadanas, grupos de presión e importantes intelectuales y analistas. Me refiero, evidentemente, al caso del terrorismo. Con la ayuda inestimable de colectivos como ¡Basta Ya!, el PP ha podido construir un discurso que divide el mundo en dos grupos: por un lado, quienes defienden la dignidad de la democracia, luchan por la libertad, respetan a las víctimas y son intransigentes ante el chantaje terrorista; por otro, quienes, huérfanos de principios morales, no valoran la libertad, ceden ante el chantaje terrorista, humillan a las víctimas y pretenden alcanzar la paz, ese concepto afeminado propio del pensamiento débil de los progresistas. Los primeros quieren la derrota de ETA; los segundos quieren satisfacer las demandas de ETA.

Para dar verosimilitud a un relato tan atrabiliario, se utiliza un lenguaje grandilocuente («la paz es la Constitución», «no queremos una paz sin libertad», «no dejaremos que se mancille la memoria de las víctimas», «una mesa de partidos es una traición a la democracia», etcétera) y se manipulan las emociones a cuenta del tremendo sufrimiento que los terroristas vascos han producido en España durante décadas. Sin ir más lejos, al PP, a la AVT, al Foro de Ermua o a ¡Basta Ya! nunca, en todos estos años, se les había ocurrido montar homenajes a los caídos en la plaza de la República Dominicana de Madrid en el atentado del 14 de julio de 1986. Hemos tenido que esperar más de veinte años, cuando ETA está planteándose de una vez su final, para ver esos homenajes en los que sus promotores sobreactúan como los peores actores de una tragedia convertida en astracanada.

Las asociaciones que en los años noventa se constituyeron para luchar contra el terrorismo y contra el nacionalismo obligatorio, y que desempeñaron un papel decisivo en el acorralamiento civil de ETA, hoy siguen actuando, pero no ya para combatir a una ETA en estado terminal, sino para arremeter contra el Gobierno y para dar plausibilidad a los argumentos desquiciados de la derecha. Al situarse contra el Gobierno y no contra el terrorismo, se exponen a críticas no menos furibundas que las que ellos realizan, perdiendo el aura de pureza y desinterés con que se presentaron inicialmente ante la sociedad.

No estoy diciendo que no se pueda estar en desacuerdo con la política antiterrorista del Gobierno. Hay gente sensata que lo está y que expresa sus reparos y objeciones de manera razonable. Aquí estoy hablando de otra cosa. Me refiero a ese lenguaje duro en las formas y en el contenido que cada semana eleva las exigencias (suspensión de la autonomía vasca, rebelión cívica contra un Gobierno claudicante, manifestaciones espontáneas contra decisiones judiciales…) y que, por muchos aspavientos que hagan sus autores negando lo evidente, no hace sino favorecer a los elementos más reaccionarios de la derecha española.

El contraste entre tanta gesticulación y la realidad es elocuente. En los últimos tres años ha habido menos asesinatos terroristas que en cualquier otro periodo de nuestra historia democrática. Hay síntomas, todavía confusos tras el atentado de la T-4, de que ETA está interiorizando la inutilidad de la violencia. Batasuna ha dado muestras de su voluntad de hacer política. El PNV ha rectificado los errores del Pacto de Estella y hoy se muestra firme frente al chantaje de la violencia.

En estas condiciones, resulta sencillamente incomprensible que quienes encabezaron una iniciativa cívica de rebelión contra ETA ahora marchen contra el Gobierno. Han generado un nuevo fundamentalismo, de signo contrario al nacionalista, que en estos momentos no ayuda sino a quienes desde posiciones interesadas tratan de utilizar el terrorismo para acabar con el Gobierno socialista.

Ignacio Sánchez-Cuenca es profesor de Sociología de la Universidad Complutense y coautor, con José María Calleja, de La derrota de ETA.

Los socialistas «advierten» o «prometen por escrito»

El País anunciaba hoy a toda página (cinco columnas) la manifestación contra la guerra de Irak.

El Mundo, en cambio, da la información sobre la misma man¡festación contra la guerra de Irak a una columna. Cuestión de tamaño y de matices.

En el caso de la manifestación convocada para hoy por el Gobierno conservador navarro y el PP, la diferencias son también notables pero al revés.

El País dedica una página interior y un editorial a Navarra .

El Mundo le dedica una página interior de información, con el gráfico del intinerario, más un comentario editorial («Navarra, una manifestación justificada») y un largo artículo de opinón («Navarra, en primera línea»). Cada uno arrima el ascua a su sardina.

En portada, El País manda con Navarra a cuatro columnas con un titular que podría enfríar la protesta:

Los socialistas prometen por escrito rechazar la unión de Navarra y Euskadi

Sumario:

El PP mantiene hoy su protesta en Pamplona contra una supuesta cesión a ETA

El Mundo lleva Navarra de segundo tema de portada, a dos columnas, con un titular completamente distinto:

El PSOE advierte que no pactará el «futuro de Navarra» con UPN por la manifestación de hoy

Sumario:

De la Vega: «Rajoy protesta por un fantasma»

Muy notable es también la diferencia de trato que ambos diarios dan hoy al conflicto entre el Poder Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial.

El País lo da una columna, con este titular:

El Gobierno quiere evitar que el actual Poder Judicial en funciones tome decisiones relevantes

El Mundo manda con ello, a toda pastilla, arriba con cuatro solumnas y tres sumarios, y con este titular:

El Gobierno cambiará la ley para bloquear el actual Poder Judicial

Pedro Jota no puede evitar comenzar la presunta información de los hechos con esta frase:

«Madrid.- El Gobierno prepara una nueva maniobra para…»

A partir de esa presunta información aseptica, ya se pueden imaginar como va el comentario editorial de El Mundo bajo este titular:

El Gobierno sigue cambiando las reglas para controlar la Justicia

El editorial de El País va dedicado a Navarra:

EDITORIAL de El País

Ataque preventivo

17/03/2007

La plana mayor del PP estará presente en la manifestación convocada para hoy en Pamplona por el Gobierno de la comunidad foral bajo el lema «Fuero y libertad; Navarra no se negocia». Es un nuevo eslabón en la cadena de movilizaciones de ese partido con el pretexto de las concesiones que el Gobierno estaría dispuesto a hacer a cambio de la disolución de ETA. Se trata de una adaptación de la doctrina del ataque preventivo a la política interior: si no lo ha hecho, que demuestre que no piensa hacerlo.

Es una lógica perversa. Hay un deslizamiento desde la negativa a ceder al chantaje etarra hasta el cuestionamiento de las previsiones de la Constitución (en la disposición transitoria cuarta), que deja abierta la posibilidad de integración en una autonomía conjunta con el País Vasco, pero condicionándola a la aprobación por mayoría absoluta del censo, y reservando la iniciativa en exclusiva al Parlamento navarro, también por mayoría absoluta. Las fuerzas que negociaron ese planteamiento en 1979, UCD, PSOE y PNV, se comprometieron además a no propiciar consulta alguna bajo la presión del terrorismo. Esa disposición es una garantía permanente de que no habrá cambio de situación si no lo quieren los navarros, cosa que es evidente que no quieren, según demuestran tanto las elecciones (los nacionalistas suman en torno al 20% en promedio) como las encuestas: sólo el 10% es abiertamente partidario de la integración. Luego la respuesta dada por Zapatero es la que le corresponde al presidente del Gobierno: que el futuro de Navarra será el que decidan los navarros. Es demagógico decir que no es una respuesta contundente.

El planteamiento de los convocantes, encabezados por UPN, es interesado. Partiendo del lógico rechazo a aceptar el chantaje de Otegi en relación con las posibilidades de un final dialogado de la violencia («Sin Navarra, nada»), se desemboca en la denuncia (preventiva) de cualquier acuerdo con fuerzas nacionalistas democráticas que pueda conformar una mayoría alternativa a la que lleva una década gobernando Navarra. Los socialistas navarros han dicho con claridad que no pactarían con Nafarroa Bai (la coalición que ahora aglutina a PNV, EA y Aralar) si el acuerdo implica cuestionar el actual marco institucional. Una de las garantías de que ese compromiso será respetado es que no hacerlo supondría con toda probabilidad para el PSN la pérdida de gran parte de su electorado, según revelan las encuestas. De ahí el interés de UPN en sembrar la sospecha por adelantado.

Si percibiera un peligro real de anexión nacionalista, UPN habría intentado asociar a los socialistas a la movilización. Pero ha hecho todo lo posible por evitarlo, y el desembarco de los dirigentes del PP revela que la motivación principal no es la que indica la pancarta que hoy portarán, sino su traducción en gritos de desconfianza hacia el Gobierno.

FIN