Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Gobierno «niega»; Defensa «investiga»

Me produce náuseas todo el debate político y mediático generado en torno a los soldados españoles asesinados en Líbano, mientras sus cadáveres están aún calientes. Qué voracidad y qué falta de pudor muestran algunos líderes políticos y algunos colegas de la prensa…

No me apetece entrar por ahora en ese debate.

ETA y 11-M, abonados a la portada de El Mundo

El Mundo tiene, desde luego, cierto arte o habilidad para incluir a ETA y al 11-M en un mismo titular, o en titulares distintos pero dentro de la misma página.

El efecto «yuxtaposición» suele jugar malas pasadas al subconsciente de quienes miran el diario sin prevención. No viene mal advertirlo, por si acaso.

Hoy, por ejemplo, domingo sin apenas noticias, es un día muy propicio para rellenar las portadas con imaginación, naturalmente en la línea que marca la cultura corporativa del medio que queramos analizar.

El Mundo abre su portada, a dos columnas, mandando con ETA:

Telesforo Rubio redujo a la mitad los infiltrados en Francia contra ETA

Y cierra la portada, también a dos columnas, con el 11-M:

Lavandera: «Quiero contarlo todo antes de que me maten»

Y este sumario:

El Mundo empieza mañana la prepublicación del libro del testigo clave de la trama asturiana de 11-M

O sea, ETA por arriba y 11-M por abajo, abriendo y cerrando la portada, en titulares separados.

En cambio, ayer iban ETA y el 11-M muy unidos en un sospechoso titular a toda página.

Anteayer, ETA iba a la derecha, de entrada, a cuatro columnas, y el 11-M a la izquierda, de salida, a una columna.

Y así, muchos días.

Son insaciables.

En realidad, si repasamos la hemeroteca, o este mismo blog, observaremos que, desde que el PP perdió las elecciones, el 14 de marzo de 2004, El Mundo ha publicado numerosísimas portadas con titulares conteniendo ETA y el 11-M juntos, separados o revueltos, muy del gusto del «trío Pinocho«:Aznar-Acebes-Zaplana

En un alarde de compensación, que le honra, El Mundo dedica el resto de su portada de domingo, con foto familar, al ex ministro de Defensa:

José Bono rompe su silencio como «ex»

«Tengo las manos limpias y los bolsillos de cristal»

El País tampoco tiene noticias de primera y hoy la rellena con una enorme foto de Gunter Grass y un titular a dos:

Grass habla sobre su paso por las SS

«Era joven y en en fondo estaba de acuerdo»

Y abre su portada con un titular gubernamental que nos pone la tirita antes de que se nos produzca la herida:

Los servicios de inteligencia alertan del riesgo de ataque a las tropas en Líbano

Me ha sorprendido que El País se lanzara hoy por el edificante camino de la comparación de noticias y «no noticias», tal como venimos haciendo aquí, entre todos nosotros, desde hace casi un año.

Pero ha empezado tímidamente, comparando anuncios (presumimos que de pago) de esquelas de muertos de los dos bandos en la Guerra Civil española.

Ya lo hicimos nosotros antes de las vacaciones («Hordas fascistas y horadas rojas. Una cosa es la guerra y otra, la postguerra») y con numerosos comentarios (183) a favor y en contra.

Obsérvese que las esquelas superiores de la página 28 y la central de la página 29 (publicadas en El País) son de carácter laico y no llevan cruces, sino una antetítulo que dice «In memoriam» o «En memoria de».

En cambio, las esquelas inferiores (en sentido sólo físico, quiero decir, de posición en la página), publicadas por El Mundo y ABC, llevan cruces, ruegan oraciones por su alma y ofrecen misas.

Este es el texto del reportaje de Nuria Tesón en El País:

70 años de la Guerra Civil

REPORTAJE

Esquelas de las dos Españas

La polémica por la ley de memoria histórica propicia la publicación en periódicos de necrológicas de víctimas de la Guerra Civil

NURIA TESÓN

– Madrid

EL PAÍS – España – 10-09-2006

Pie de foto superior:

Varios de los recordatorios de republicanos víctimas de la guerra publicados recientemente en EL PAÍS.

Pie de foto inferior:

Esquelas en memoria de fallecidos del bando nacional publicadas en El Mundo (las dos primeras) y Abc (a la derecha).

Sumarios:

Una mujer publicó una esquela en memoria de su tío en la que cuenta quién le delató

«Durante 40 años no pudimos hacer nada. Me sentí paralizado», explica José Toribio

La esquela de Primo de Rivera, fundador de Falange Española, se publica desde 1937

Texto:

Primero fueron las de los hijos y nietos de los represaliados por los nacionales. Después las de los muertos a manos de los republicanos. Decenas, en las últimas semanas, en las páginas de los diarios de mayor tirada: EL PAÍS, El Mundo, y Abc; y, en menor medida, en algunos periódicos de provincias, como El Diario de Ávila. Desde el 17 de julio pasado, fecha en la que se publicó a media página en este periódico la esquela del comandante de la base de hidroaviones del Atalayón de Melilla, Virgilio Leret, fusilado al amanecer del 18 de julio de 1936, el goteo no ha cesado.

Su hija Carlota fue la que desencadenó esta polémica batalla: «Quise darle un reconocimiento a mi padre, a sus suboficiales y a todos los que estaban con él aquel día en la base de Hidros», explica telefónicamente desde Caracas (Venezuela). El 17 de julio, se cumplía el 70 aniversario de la primera batalla de la Guerra Civil, en Melilla, en la que Leret defendió la legalidad de la República frente al ejército de regulares indígenas, sublevados al mando del Comandante Mohammed Ben Mizzian, y Carlota pensó que «ahora o nunca».

«El mismo sentimiento de impotencia, de injusticia y abandono que yo sentía está dentro de la España de los vencidos y humillados, yo lo único que hice fue quitarle el tapón a la botella; prender la mecha de una bomba de tiempo». Y la mecha prendió.

Apenas un mes después, otros periódicos empezaban a publicar esquelas de fallecidos en el bando nacional o a manos de los republicanos. Algunos de los familiares que lo hicieron no quisieron abundar, en conversaciones con este periódico, sobre los motivos que tuvieron. Uno de ellos, que no desea revelar su nombre, explicó que «sería mejor no haber empezado con esto y haber dejado las cosas como estaban». Pero respeta a los republicanos que lo hacen, y señala que él tiene el mismo derecho a poner la esquela de su padre, «que fue asesinado por los rojos sin tener nada que ver con la política».

Sin duda, la más controvertida que ha aparecido es la de un sacerdote víctima de los republicanos. Carmen Bonell publicó en memoria de su tío, Jesús María y Arroyo, una esquela en la que cuenta con todo lujo de detalles quien le delató y la condena que le fue impuesta.

Juan Toribio Bravo, el padre de José, de 84 años, fue detenido en Aguilar de Campoo (Palencia), sometido a juicio sumarísimo y fusilado en la noche del 19 al 20 de agosto, justo cuando la Guerra Civil estaba quemando sus primeros cartuchos. Él tiene claro cuales fueron sus motivos: «Durante 40 años no pudimos hacer nada. Me sentía paralizado por esa dictadura horrible. Aunque con la democracia hemos ido avanzando un poquito, tenía que empezarse a hablar para que nosotros nos atreviéramos a sacar lo que llevábamos dentro». Se le quiebra la voz y uno se lo imagina escribiendo la esquela que publicó en EL PAÍS del 19 de agosto: «Te perdimos en el brumoso amanecer del 20 de agosto de 1936…»

Han pasado 70 años y las heridas parecen seguir abiertas. El proyecto de ley de memoria histórica, que a nadie satisface, la apertura de fosas de republicanos asesinados, películas y documentales parecen haber abonado el terreno para que se abra un nuevo frente entre vencedores y vencidos. La voz, que en ocasiones se les ha negado a las víctimas de esa guerra, se ha alzado en los periódicos a través de un medio inusual o cuando menos, sorprendente. Pero, ¿por qué surge la polémica en este momento?

«El debate sobre la memoria histórica se está diseminando en muchos soportes. Y está penetrando en todo el tejido social. Las esquelas no son sino un elemento, un espacio simbólico más donde continuar esta guerra de guerrillas», señala Francisco Ferrándiz, titular de Antropología Social de la Universidad de Extremadura, no muy satisfecho con la metáfora bélica que emplea. «La generación de nietos de la derrota no está conforme con los pactos de la transición. Hay un vértigo por rescatar sobre todo testimonios». Al ponerse en marcha este rescate de los vencidos se pone en marcha también un proceso de revisionismo por parte de los vencedores. «Cuando empezaron a producirse estas manifestaciones de reivindicación de memoria hubo conciencia por parte de los otros de que están perdiendo una guerra que ya habían ganado».

Emilio Silva, presidente de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica considera normal que se publiquen estos homenajes familiares. «Yo mismo hice una cuando enterré a mi abuelo en octubre de 2003. Mi familia decidió hacer una esquela, porque es una forma de normalizar la muerte de una persona».

El fenómeno de la contienda en las páginas necrológicas es nuevo, pero la publicación de recordatorios de este tipo no lo es. La de José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange Española, fusilado en 1936, aparece publicada en un diario de tirada nacional cada 19 de noviembre desde 1937.

Desde hace algún tiempo la sociedad española está siendo golpeada con imágenes de cráneos agujereados por las balas, enterrados en fosas que podría imaginar en otras partes del mundo, pero nunca aquí. «Eso ha removido algo que durante años se había cubierto y hay gente que quiere hablar claramente sobre lo que sucedió», concluye Ferrándiz.

«Es bueno que se acabe con el tabú y que se acabe con los miedos de la guerra. Que haya una libre expresión y que la gente recuerde a sus muertos», señala Antonio Elorza, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid. «El momento es bueno, el problema es que sigue habiendo mentalidad de guerra en algunos sectores». Elorza recuerda una esquela en la que se llamaba asesino al nacional Queipo de Llano. «Me pareció muy bien, porque si ese señor era lo que era, no está mal que alguien lo recuerde. No me parecería mal tampoco que alguien recordase que [el dirigente militar republicano] Enrique Líster, también lo fue o que se hable de las checas, porque existieron, pero ya lo de las hordas marxistas…»

De la guerra se puede decir que fue cruel, sangrienta o despiadada pero no se puede decir que fuera justa. Las guerras nunca lo son y en el caso de la que se libró en España entre 1936 y 1939, los sentimientos se llevan al extremo. Eso se ha podido ver también en las esquelas. El lenguaje que resuena entre líneas recuerda al que retumba en la memoria de los que la sufrieron. «Hay una gran diferencia entre esquelas y es algo que hemos estado estudiando», asegura el antropólogo Francisco Ferrándiz. «En las de familiares de nacionales se usa una retórica determinada y que ya estaba establecida durante el régimen franquista. ‘Vilmente asesinado por las hordas marxistas’. ‘Las hordas rojas’. Todo eso es un lenguaje usado durante la dictadura. Disponen de un repertorio. En las esquelas republicanas se ve un tono mucho más intimista».

De un modo u otro esta guerra, aún hoy, no deja a nadie indiferente. Y muchos coinciden en que la historia está desequilibrada. «Los vencedores también sufrieron ejecuciones injustas, pero tuvieron 40 años para rendir homenaje a sus muertos. Esta gente no tuvo oportunidad», afirma José Antonio Martín Pallín, magistrado emérito del Tribunal Supremo. Para Antonio Elorza, «la clave es que sustituyamos las condenas y las reprobaciones por el diálogo y el análisis». (FIN del reportaje)

El Mundo continua publicando (ayer mismo) numerosas esquelas del bando franquista, mientras ha decaído el ritmo de publicación de esquelas del bando republicano en El País.

Lo dicho: una cosa es son los crímenes de la guerra y otra, muy distinta, son los crímenes de la postguerra.

Perdonar, todo

Olvidar, nada

Para que no se repita.

Siente a un etarra a su mesa (o déle un altavoz)

No puedo entender la deriva morbosa y sensacionalista del diario El Mundo, a menos que su director, Pedro J. Ramírez, esté decidido a convertirlo definitivamente en un diario amarillo que excite las más bajas pasiones del ser humano.

Esta semana ha dado un triple salto en esa dirección. Los dueños del ABC y de La Razón pueden dormir tranquilos ya que Pedro Jota no parece ir, de momento, a por sus educados lectores de derechas de toda la vida. Por sus recientes portadas, da la impresión de que el nuevo El Mundo quiere explotar otros yacimientos populistas muy distintos y arriesgados en el largo plazo.

Primero, lanzó al estrellato, durante cuatro portadas consecutivas, a un presunto criminal -eso sí, con cara de santo- sobre quien recae una petición judicial de 3.000 años de cárcel, por suministrar a los terroristas islamistas los explosivos para la matanza de Atocha. Pedro Jota presta su altavoz a un presunto terrorista asociado por la Justicia al 11-M. Todo aprovecha para el convento.

Hoy –si no lo veo no lo creo- regala casi todo el altavoz de su portada a Iñaki Bilbao, un criminal confeso de la banda terrorista ETA. Y lo hace a un tamaño que considero desproporcionado: a cuatro columnas, mandando, arriba y con una frase típicamente propagandista de ETA entre comillas que, por pudor profesional, no quiero reproducir en negrita.

En realidad, más que a informar del suceso, el titular y los subtítulos de El Mundo van dirigidos como torpedos contra el eventual diálogo del Gobierno Zapatero con ETA para acabar con la violencia.

Las emisoras de radio y televisión y los diarios on line ya dieron sobrada cuenta ayer de los insultos y amenazas bravuconas del etarra en la Audiencia Nacional. Y te ponía los pelos de punta comprobar la impotencia del tribunal (y de los dos policías) para reducir y callar, en el acto, a este criminal de ETA.

Al día siguiente, los diarios nacionales han dado la información del triste y enervante acontecimiento con cierta perspectiva y algún análisis. El País, por ejemplo, da en primera, centrada, la misma foto de EFE que El Mundo, pero el tamaño de su titular no pasa de ser un descriptivo pie de foto:

El etarra Iñaki Bilbao insulta y amenaza a los magistrados durante una hora

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El País manda, a cuatro columnas, con el envío de tropas a Líbano y la columna de salida la dedica a la próxima pérdida del empleo de Tony Blair por su “alineamiento sin fisuras” con Bush y la guerra de Irak.

Junto al gran titular del etarra, y por yuxtaposición, a su misma altura, El Mundo lleva a su primera página, arriba, en la columna de salida, otro titular sobre el juez del Olmo y el 11-M.

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La segunda noticia de esa columna de El Mundo va dedicada a Botín, el presidente del Banco Santander, para quien Anticorrupción pide cinco años de cárcel.

Sorprende que El País no haya considerado esta noticia digna ni siquiera de un pequeño sumario en su portada. En su lugar, aparece este otro titular:

Pepe Rubianes retira la obra “Lorca era todos” del Teatro Español por amenazas

Igualmente sorprende igualmente que esta noticia de primera de El País no haya sido considerada digna de la portada de El Mundo. Ni una línea.

También resulta evidente la distinta valoración que cada diario hace de la noticia de Botín en sus páginas interiores:

El Mundo la da a cuatro columnas, con foto del primer banquero de España, y dice que “por defraudar a Hacienda”.

El País la da una columna, sin foto, y finamente dice que “por el reparto del 1% de Banesto”. ¿Qué querrá decir eso?

Hay que hilar muy fino cuando topamos con la Iglesia o con la Banca, segunda y tercera profesión, respectivamente, más antigua del mundo.

EE UU mira a Israel y Europa, a Líbano ¿Por qué?

El International Herald Tribune (propiedad del New York Times) publica hoy este dibujo (reproducido de un diario austriaco). Plantea gráficamente un dilema interesante sobre la cultura corporativa de la prensa, radio y TV norteamericana en comparación con la europea.

¿Es esto cierto?

Y, si es así, ¿por qué la cámara de EE UU mira a Israel y la de Europa mira a Líbano?

¿Existe algo así como una cultura corporativa que, a nivel nacional, impregna a toda la prensa?

No hay soberbia buena y soberbia mala

«¡Es bárbara la guerra!». Lo leí en unos versos de Machado (don Antonio).

¿Son bárbaras todas las guerras?

Mi padre luchó contra Franco y mi suegro luchó contra Hitler. Ambos solían decir que sus guerras eran justas, que defendían ideales de libertad y de justicia. Y les creo.

También tengo amigos cuyos padres y suegros lo hicieron al revés: lucharon por los «ideales» (aún me cuesta aplicar aquí esta palabra, por eso la pongo entre comillas) de Franco y de Hitler.

¿Acaso hay guerras buenas y guerras malas?

¿Cómo se mide el grado de maldad de una guerra?

Glosando el conflicto árabe-israelí, Rafael Sánchez Ferlosio (a quien admiro desde que leí su Alfanhuí) me acaba de dar esta mañana una clave más para responder a esta pregunta imposible.

En su articulo «Glosa sobre Israel» (cuya lectura lenta recomiendo) escribe hoy en El País (pág. 13):

«El conflicto es, como siempre, fundamentalmente, entre soberbias: lo terrible de esta forma de parangón está en que la magnitud comparativa de dos soberbias enfrentadas nunca guarda proporción con lo que los clásicos llamaban «la correlación de fuerzas en presencia»; la soberbia del débil es muy a menudo de igual magnitud o hasta mayor que la del fuerte. (…) La soberbia del débil, dicho sea de paso, no es menos siniestra que la del fuerte (…)»

También añade Sánchez Ferlosio otra clave cuando cita una respuesta del general guatemalteco Mejía Víctores, acusado de genocidio, terrorismo, asesinato, torturas, etc:

«Quien negocia, pierde»

Y la relaciona con la consigna del «victimato español»:

«Dialogar es claudicar»

Precisamente hoy los dos grandes titulares de ambas portadas se refieren a diálogo, mediación, y negociación para un proceso de paz en España o para un alto el fuego en Oriente Medio.

En El Mundo:

El PSOE intentó que la Santa Sede mediara entre el Gobierno y ETA

En El País:

EE UU y Francia presentan a la ONU un plan para el alto el fuego en Líbano

Decía anoche en un breve comentario que me voy un rato fuera de la civilización ADSL y, al regresar, me encuentro con un montón de comentarios provocadores e interesantes en el blog sobre la guerra tan desigual en Oriente Medio que tanto me perturba.

Me gustaría participar más en este debate, pero cada día la realidad supera cualquier ficción. Cada día las noticias son peores que las de ayer y, desgraciadamente, mejores que las de mañana.

A ver si cambia esta mala racha…

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Para quienes no tengan a mano El País, copio y pego el largo artículo de Sánchez Ferlosio:

Glosa sobre Israel

RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO EL PAÍS – Opinión – 06-08-2006

Don Mario Vargas Llosa, en la séptima y última entrega de su reportaje «Israel / Palestina: paz o guerra santa», titulada ‘Los justos’ (EL PAÍS, 8 de octubre de 2005), tras contarnos su entrevista con un historiador israelí, Illan Pappe, escribe lo siguiente: «Fue una de las últimas entrevistas que tuve en Israel, en esas dos semanas enloquecidas, en las que, constantemente, tenía que luchar contra la tremenda impresión que me había causado la situación del país. Un país que ha crecido, se ha enriquecido y se ha vuelto tan poderoso que -ojalá me equivoque- podría seguir viviendo así muchos años, sin la menor urgencia de resolver su problema con los palestinos. Porque lo cierto es que, por dolorosos y terribles que sean, en lo individual y familiar, los atentados terroristas sólo son unos pequeños rasguños en la piel de ese elefante que es ahora Israel, algo que no amenaza su existencia, ni sus altos niveles de vida, ni, ay, su conciencia. Todavía peor: en cierto sentido, a diferencia de lo que ocurre con los palestinos -donde el conflicto se plantea en términos de supervivencia, de vida o de muerte- para los israelíes el conflicto ha pasado a ser más bien marginal, una rutina en la que el poderoso Ejército se entrena, actualiza y refuerza. Como escribió alguna vez Shlomo Ben Ami, Israel se ha vuelto un país que no sabe vivir en paz, sólo en la guerra».

Desde luego que, en líneas generales, mal podría yo dejar de estar de acuerdo con Vargas Llosa sobre la cuestión: los palestinos jamás podrán destruir Israel; y cada día que pasa están más lejos de ello; no sólo por su propia delirante insensatez, sino porque Israel, con el incondicional apoyo de los americanos, está dispuesto a que se destruya el mundo antes que perecer. El conflicto es, como siempre, fundamentalmente, entre soberbias: lo terrible de esta forma de parangón está en que la magnitud comparativa de dos soberbias enfrentadas nunca guarda proporción con lo que los clásicos llamaban «la correlación de fuerzas en presencia»; la soberbia del débil es muy a menudo de igual magnitud o hasta mayor que la del fuerte. Los fuertes, naturalmente, cuentan con esa soberbia y juegan con ella a su capricho. Últimamente es un capítulo esencial del arte diplomático; un ardid ilustrativo es, por ejemplo, el de saber aquilatar las condiciones de un ultimátum en la medida justa para que desborde el límite de soportación de la soberbia del contrario. (La soberbia del débil, dicho sea de paso, no es menos siniestra que la del fuerte: si los americanos se niegan a pagar rescate por los secuestrados, alegando que eso sería «darles una victoria a los terroristas», los jefes de Hamás siguen negándose a entregar su rehén cuando pasan ya de 150 los palestinos matados en Gaza por los israelíes, mientras que Hezbolá rechaza como «humillante» un alto el fuego que comporte la entrega de sus dos rehenes israelíes «sin contrapartidas»).

La diplomacia de los israelíes parece seguir las pautas de la de los americanos, ya sea a causa de su acrisolada amistad y complicidad, ya sea por tener ambos países, cada uno en su terreno, un potencial militar inmensamente superior al de sus eventuales enemigos. Ya dos grandes periodistas norteamericanos, Walter Lippmann y James Reston, señalaron -en distintos tiempos- los especiales condicionamientos de la diplomacia americana, relacionados con el vector cardinal sobre el que gira, más que en ningún otro país del mundo, la vida y el afán de los americanos: el de ganar o perder. La diplomacia no produce un ganador y un perdedor; el que puede ganar con las armas se hace de menos si se pone a pactar con la palabra, porque las armas son el medio natural, directo, noble, bello, honroso, viril, valiente, patriótico y, finalmente, «histórico». Tan grande es hoy la decadencia y, sobre todo, el desprestigio de la diplomacia, que no ha faltado quien equipare un pacto con la aceptación de una derrota: el general guatemalteco don Óscar Humberto Mejía Víctores -recientemente demandado por un juez español por los delitos de genocidio, terrorismo, asesinato, torturas y detenciones ilegales-, entrevistado por los periodistas cuando fue elegido presidente del país, a la pregunta de si pensaba negociar con la guerrilla, contestó que no y añadió acto seguido: «Quien negocia, pierde»; me lo ha recordado estos días de atrás la consigna, de palabras muy afines, esgrimida en una manifestación del victimato español: «Dialogar es claudicar». Pero donde la degradación de la diplomacia ha tocado extremos de abyección ha sido en la reciente farsa de Roma, en la que todos han fingido no saber que el juego estaba ya hecho y concertado a tenor de la consigna fijada ya el 18 de julio por la ministra de Exteriores de Israel, Tzipi Livni, con la autorizada legitimación incondicional, emitida tal vez menos de 24 horas después, de su «homóloga» Condoleezza Rice: el proceso diplomático -decía Livni- «no deberá acortar el plazo para la campaña del ejército».

Aceptando ahora la opinión de Vargas Llosa de que Israel es «un elefante» frente a los palestinos, diré que la valoración de «pequeños rasguños» para las heridas que éstos le infligen me parece demasiado leve al menos con respecto a la época de los grandes atentados suicidas y teniendo en cuenta que la población de Israel rebasa apenas la de la Comunidad de Madrid. Pero ese diagnóstico de «pequeños rasguños» sí que me parecería, en verdad, un hallazgo cumplidamente aprovechable para un diagnóstico proporcionado de las heridas infligidas por el terrorismo islamista a ese otro elefante, muchísimo ma-yor, que solemos comprender como «Occidente». La obra del terrorismo en los países del Occidente cristiano, incluido el derribo de los dos rascacielos iguales, no pasa, en efecto, de ser un epifenómeno que hace completamente ridículo el altísimo diapasón de los clamores que los intereses políticos interiores y exteriores han levantado y, sobre todo, siguen levantando.

En otro artículo, titulado «Israel y los matices» (EL PAÍS, 16-7-2006), se queja Don Mario de que el título de una reseña aparecida en el Ha’aretz, al «cambiar el matiz» de lo que él dijo en una reunión, haya desatado una andanada de 199 cartas dirigidas al mismo periódico, con improperios tan malévolos como disparatados, que él atribuye a que la actual elementalidad de los antagonismos no sabe o no quiere ya pararse a matizar; pero, siendo esto muy cierto, yo le añadiría otro factor: la creciente pasión, totalmente desatada, de encontrar cualquier pretexto para darse por ofendido: todo el mundo anda con un par de orejas como las de una liebre levantadas al viento atentas a captar cualquier mínimo soplo que de algún modo podría interpretarse como una grave ofensa a su persona, y ya se sabe que los israelíes son especialistas en semejantes susceptibilidades.

Vargas Llosa trata de reivindicarse como «un leal amigo de Israel», y, a mi juicio, concibe muy cabalmente el sentido de la lealtad: un amigo leal no puede nunca ser incondicional, porque la incondicionalidad connota una solidaridad ciega, una adhesión totalmente indiferente a las cualidades del amigo y a sus cambios de conducta. La lealtad, la no-incondicionalidad, es lo que hace de la amistad un vínculo virtuoso, frente a los vínculos del parentesco o la consanguinidad, que no comportan ningún valor moral. Pero citemos al autor: «… el periodista Gideon Levy, crítico severo del Gobierno de su país, dijo que él militaba contra la ocupación de Cisjordania porque no quería sentirse avergonzado de ser israelí. Yo, por mi parte, al clausurar el evento, parafraseando a Levy, dije que mis críticas a la política con los palestinos de los dos últimos gobiernos de ese país se debían a que tampoco quería sentirme avergonzado de ser amigo de Israel». Lo curioso del caso es que el propio Gideon Levy fuese el autor de la reseña del Ha’aretz, cuyo título decía: «Vargas Llosa tiene vergüenza de ser amigo de Israel».

No obstante, para mantenerse «amigo leal de Israel», tiene que interponer Don Mario tan gran número de «matices», reservas y condicionamientos que no es del todo extraño que los siempre dispuestos a darse por ofendidos lleguen a tacharlo hasta de «comunista». En efecto, sus críticas y recriminaciones tocan extremos de lealtad dignos de la mayor aprobación, pero a la vez sumamente difíciles de aceptar y agradecer para los que están -no digo solamente por sus propios errores y pasiones, sino también por los de sus enemigos y aun de sus amigos- cada vez más trágica e ineluctablemente inmersos en las servidumbres de la violencia y la soberbia. Tomemos unas muestras literales. De las condiciones de vida en los territorios ocupados dice: «Son inaceptables, indignas de un país civilizado y democrático. Lo afirmo porque lo he visto con mis ojos. Los amigos de Israel tenemos la obligación de decirlo en alta voz y censurar a sus gobernantes por practicar en esos territorios una política de intimidación, de acoso y de asfixia que ofende las más elementales nociones de humanidad y de moral». También recrimina la reacción militar de Israel por la captura de un soldado israelí, «que ha causado ya decenas de muertos civiles en Gaza». En Los justos manifiesta sus mayores simpatías por el historiador judío Illan Pappe, que tiene en su tierra merecida fama de feroz antisionista; de él nos cuenta que se doctoró en Oxford con una tesis sobre la guerra de 1948, que asentó la independencia de Israel. «Es un tema -cito ahora literalmente a Vargas Llosa- sobre el que ha publicado varios estudios, defendiendo la idea de que, contrariamente a lo sostenido por la versión canónica del sionismo, aquella guerra constituyó una auténtica limpieza étnica en la que la inmensa mayoría de la población palestina fue expulsada y sus aldeas destruidas a fin de ganar territorios para el Estado de Israel».

Compartiendo esas ideas de Illan Pappe, Vargas Llosa pone en grave entredicho nada menos que «la legitimidad de origen» del Estado de Israel, e incriminando de «inhumano e inmoral» el comportamiento de varios gobiernos (no excluyo que le parezcan más plausibles los de Barak o el asesinado Rabin) con los palestinos, menoscaba acerbamente su «legitimidad de ejercicio». Sin embargo, a despecho de tamañas amonestaciones, no ceja Don Mario en sus empeños amistosos y lanza dos párrafos tan abstractos y hasta ambiguos como convencionales, que no acreditan más que su buena voluntad conciliatoria: «Muchas veces he escrito que visitar ese país hace treinta y pico de años fue una de las experiencias más emocionantes que he tenido y que sigo creyendo que construir un país moderno, en medio del desierto, de lineamientos democráticos, con gentes provenientes de culturas, lenguas, costumbres tan distintas y rodeado de enemigos, fue una gesta extraordinaria, de enorme idealismo y sacrificio». Y, unas líneas más abajo: «Para mí, el derecho a existir de Israel no se sustenta en la Biblia, ni en una historia que se interrumpió hace miles de años, sino en la gestación del Israel moderno por pioneros y refugiados que, luchando por la supervivencia, demostraron que no son las leyes de la historia las que hacen a los hombres, sino éstos, con su voluntad, su trabajo y sus sueños, los que le marcan a aquélla unas pautas y una dirección. Ningún país existía allí, en esa miserable provincia del imperio Otomano, cuando nació Israel».

¿Y cómo se compadece semejante sarta de gratuidades flotantes -a la que, como a toda apología ideológica, no le falta tampoco su grano de miseria- con el detrimento de los importantísimos «matices» que la profesada lealtad hacia Israel le ha exigido a Vargas Llosa reconocer con toda honestidad? Apenas veo que se salve una cosa desde luego tan fundamental como la libertad de expresión, que hace a Illan Pappe jurídicamente intocable, a despecho de que socialmente llegue incluso a ser tenido por traidor a la patria.

Pero en su afectado acto de conciliación recurre Vargas Llosa a la consabida estética de «lo histórico»: admira -o dice admirar- la «gesta» de unos hombres que, «luchando por la supervivencia» (struggle for life), fundaron un Estado. En verdad, choca un poco que un «antiestatista» declarado como Don Mario se entusiasme con el que es el trance más duro, más coactivo y más violento de un Estado: su instauración, y más si, como aquí, va acompañada por una guerra feroz para el pleno dominio del territorio. Pero, además, Israel no fue, como sugiere la pintura de Vargas Llosa, obra de gentes dispersas y heterogéneas: fue un Estado europeo fundado a ciencia y conciencia por europeos; por numerosas que fueran las comparsas adheridas, el núcleo protagonista fueron los sucesores de las comunidades judías que habían constituido la flor y nata cultural, profesional e intelectual de las elites de la media y alta burguesía europea. Lo que se fundó en Palestina respondió casi exactamente a lo que, en 1895, había prospectado Theodor Herzl en su obra Der Judenstaat, concebida a raíz del caso Dreyfus: «Para Europa constituiríamos allí un lienzo de muralla contra Asia; seríamos el centinela avanzado de la civilización contra la barbarie» (aunque no habían sido, ciertamente, «asiáticos», sino europeos, los que persiguieron a Dreyfus, como europeos serían los autores del espantoso genocidio que Herzl tuvo la suerte de no conocer).

Y eso es lo que parece volver a ser hoy en la mente de muchos occidentales, españoles incluidos, que aseguran que la defensa de Israel es la de Occidente.

Rafael Sánchez Ferlosio es escritor, premio Cervantes 2004.

¡Qué aproveche!

Feliz domingo.

Israel «vuela» o «aisla» y «provoca otra matanza»

Los matices al informar sobre una guerra son muy reveladores, sobretodo si sabemos que la primera víctima de cualquier guerra siempre es la información sobre lo que realmente está ocurriendo.

Ambos diarios ilustran sus portadas del sábado con la foto de EFE del nuevo bombardeo sobre Beirut.

Los titulares que la acompañan son muy distintos.

El Mundo, a una columna:

Israel vuela todos los puentes que conectan Beirut con Siria por el norte del país

El País, a tres columnas:

Israel aísla Beirut y provoca otra maanza de civiles

Con Israel vamos a tres contra una en el número de columans que dedican El País y El Mundo, respectivamente.

En el caso de Cuba ocurre exactamente todo lo contrario: cuatro columnas en El Mundo contra dos columnas en El País.

El Mundo, a cuatro, mandando arriba:

El Gobierno cubano dice que en su vocabulario no existe «transición»

El País, a dos columnas, abajo:

Cuba responde a Bush que la palabra «transición» no figura en su vocabulario

Salsa en Miami y tanques en Líbano

El contraste de las fotos de portada nos puede dar buenas pistas sobre las intenciones de cada diario.

El Mundo:

Salsa y «reggaeton» en la pequeña Habana

El País:

Israel afronta la mayor lluvia de misiles de Hezbolá

Los titulares que acompañan a la foto también nos ayudan a adivinar por dónde nos quiere llevar cada uno.

El País:

La familia de Fidel Castro asegura que se recupera bien

El Mundo:

El comunismo cubano trata de explotar el miedo a las celebraciones en Miami

Naturalmente, no podía faltar, a cuatro columnas, un gran titular con las investigaciones de El Mundo sobre el 11-M. El País no da ni una línea sobre eso en primera.

Si comparamos las informaciones que ambos diarios dan sus páginas interiores, observamos diferencias de fondo y forma muy reveladoras.

Leyendo el texto, da la impresión de que toda la información es vieja. Al cabo de sopotocientas portadas sobre el 11-M , con la retorcida intención de salvar la cara de Pinocho que se le quedó a Aznar cuando nos quiso convencer de que fue la ETA la autora del 11-M, vemos que la montaña parió un ratón.

En este sólo párrafo de El País se resumen muchas portadas de El Mundo.

La matanza de los niños inocentes (en Líbano)

Ambos diarios coinciden hoy en su portada con el mismo acontecimiento, a 4 columnas.

El País:

La matanza de 27 niños en Líbano desata la ira mundial contra Israel

El Mundo:

Idignación mundial por la matanza de 37 niños en un bombardeo israelí

¿Antijudío? no. Gracias

Y esta son las portadas de hoy. Coinciden en la foto. ¡Ah! y en el anuncio.

Sonrisas y bombas

Las fotos de hoy son tan expresivas como los titulares que las sostienen.

Bajo las sonrisas de saludo del primer ministro israelí y la secretaria de Estado de EEUU va este titular en El Mundo:

Israel anuncia que vuelve a crear una franja de seguridad en el Líbano

Bajo las bombas «listas para ser colocadas en aviones de combate F-16» va este titular en El País:

Cuatro observadores de la ONU mueren en un bombardeo israelí sobre Líbano

Y, naturalmente, la portada de El Mundo nos sirve su habitual ración de 11-M que Javier Pradera comenta hoy en El País con extraordinaria claridad y contundencia en su artículo De Atocha a Bombay.