Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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«El próximo parado… será un diputado»

Lo cantan a coro: «Y si es un senador… será mucho mejor». «Y si es la Cospedal… será fenomenal«. «¿Y si es Rajoy?… que sea para hoy».  Mientras la calle grita estos pareados, los anodinos diputados y senadores españoles, nombrados a dedo por sus partidos, y refrendados a ciegas por electores que no los conocemos ni de vista, no se enteran de que están a un paso del harakiri.

Presentación en Madrid el Manifiesto "Por una nueva ley de partidos"

Presentación en Madrid el Manifiesto «Por una nueva ley de partidos»

Ayer se presentó en Madrid «El Manifiesto por una nueva ley de partidos»El Pais de hoy titula así su información: «Un centenar de intelectuales proponen una reforma radical de la ley de partidos»

A primera vista, parece que se trata de un grupito de reformadores o soñadores de élite con más ingenuidad y buena fe que coraje.

Yo estuve allí, en una salita pequeña de la 5ª planta del Círculo de Bellas Artes. (Allí mismo nos reuníamos bajo la Dictadura, a escondidas claro, para arreglar España y parte del extranjero. Entonces, también nos llamaban ingenuos y miedosos.)

Por la ventana, a la misma hora, pudímos ver una manifestación por la calle Alcalá que se acercaba a la alcaldía.

Después de escuchar a los cuatro promotores (solo una mujer), y no sin cierta emoción, firmé el Manifiesto en www.porunanuevaleydepartidos.es. Las primeras 100 firmas (entre las que están Savater, Azúa, Alvarez Junco, Casajuana, Conthe, Cullel, Fidalgo, Garicano, Aristóbulo de Juan, Juliá, Molinas, Muñoz Molina, de la Nuez, Vargas Machuca, etc.) se habían convertido, en un par de horas, en siete mil. Casi seguro que pronto pasaremos del millón.

En este caso, el número de firmas carece de efectos legales. Solo cuenta para que los partidos políticos actuales tomen nota… y se asusten un poco.  La actual clase política está protegida por una ley orgánica anacrónica y viciada que impide ser reformada por la Iniciativa Legislativa Popular (ILP). Por tanto, aunque para la presentación del Manifiesto al Congreso no importa el número, creo que es bueno acompañar a los 100 con varios miles de firmas.

Recomiendo vivamente la lectura completa del Manifiesto de los dos folios. Pero, para convencernos de la urgencia y sentido democrático de esta reforma, basta con repasar estas

Siete propuestas

Las propuestas contenidas en el Manifiesto pueden resumirse en siete puntos.

1. Celebración de congresos cada dos años como mínimo y, en todo caso, a fecha fija.

2. Reunión de los órganos de control de las directivas y parlamentos internos a fecha fija, incluyendo en el orden del día la votación sobre la gestión de la directiva con voto secreto. Limitación del número de sus integrantes, entre los cuales no se contarán los de la directiva.

3. Composición de los congresos y de los órganos de control proporcionales al número de afiliados o de votos del partido en cada provincia o distrito. Limitación de mandatos al menos en los órganos de control.

4. Elección de los órganos ejecutivos, delegados a congresos y miembros de los órganos de control mediante voto secreto de los afiliados o delegados al congreso.

5. Elección de los candidatos a cargos representativos por elecciones primarias.

6. Mandato limitado de los tesoreros y encargados de las cuentas y elección de los interventores por parte de los distintos niveles del partido. Auditorías anuales por empresas independientes, previas a la presentación de las cuentas, que deberán ser aprobadas por los máximos órganos de dirección del partido.

7. Constitución de comisiones independientes para verificar los gastos de las campañas e inspecciones para verificar el cumplimiento de los límites de gasto electoral.

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La presentación del Manifiesto estuvo cargada de contención y prudencia.  No querían espantar a nadie. Y nadie osó hablar de ruptura. Solo de reforma. Pero se citaron nombres de reformadores muy potentes: Jovellanos, Joaquín Costa y Ortega y Gasset. Nada menos.

De pronto, me dió un ataque de nostalgia perniciosa (propia de abuelo cebolleta). Vi pasar por mi memoria un montón de manifiestos, impresos clandestinamente en la «vietnamita» que aún tengo en el sótano de mi casa, pidiendo democracia, derechos humanos, amnistía para los presos políticos, partidos políticos libres, etc., etc.

Con Franco no había libertad ni partidos. Por eso, dominando el arte del disimulo, florecieron multitud de cuasi partidos polítidos minúsculos y miniparlamentos: asociaciones de vecinos (como los ramilletes de barrio derivados hoy del 15-M), comunidades de cristianos de base, curas rojos, colegios profesionales, amigos de la Unesco, sindicatos ilegales de obreros y de estudiantes, células clandestinas embrionarias de los futuros partidos (hoy anquilosados), revistas, panfletos y multitud de asambleas y reuniones con vigilantes en la puerta para avisarnos por si venían «los grises» porra en mano.

En los últimos años de la Dictadura, toda aquella riquísima flora democrática que brotó en la catacumbas de la sociedad española se fue organizando en la Junta Democrática, en la Plataforma (luego fusionadas en la Plata-Junta) y en otras alianzas opositoras al régimen de Franco. Al final, las Cortes franquistas notaron la presión ciudadana en favor de la democracia y, por una mezcla de miedo y sentido común, favorecieron en harakiri (desde la Ley a la Ley) propuesto por Adolfo Suarez. Triunfó la reforma sobre la ruptura. Y no nos fue tan mal. Fue el arte de lo posible, gracias al espíritu de consenso que presidió la Transición de la Dictadura a la Democracia.

Los padres de la Constitución del 78 (y la mano izquierda de Alfonso Guerra y de Fernando Abril Martorell) optaron por una Ley de Partidos que, ante todo, garantizara la estabilidad. Hemos tenido estabilidad, quizás en demasía, y estamos pagando ahora un alto precio por ello. Como los políticos que están instalados en el sistema no parecen dispuestos al harakiri que supondría para ellos reformar la ley orgánica que les ampara («entre bueyes no hay cornás»), solo nos queda la presión de la sociedad civil para que espabilen y le vean las orejas al lobo.  De lo contrario, podríamos estar sembrando las bases de la ruptura que no se hizo al morir el dictador.

Este Manifiesto por una nueva ley de partidos es un primer grito para despertar a los diputados y senadores, a los líderes políticos, a los gobernantes. Cuanto mas fuerte sea el grito (con más y más firmas) mejor lo oirán los políticos que, por ahora, se hacen los sordos para no perder sus privilegios.

Los cuatro presentadores del Manifiesto dijeron que se trataba de un primer paso…

Les felicito por pasar de las palabras a los hechos.

¿Cual será el siguiente paso? ¿Tienen ya nombre para la nueva Plata-Junta, partido o partidos que ayuden a profundizar en muestra democracia?

Lo que no hay es vuelta atrás. «Los males de la democracia se curan con más democracia». Por eso, también me apunté a Foro + Democracia que proponen Jordi Sevilla y Josep Piqué. Algún día nos juntaremos todos (jóvenes y carrozas) con el 15-M.

La que se va armar aquí si la vieja clase política, tan desprestigiada y alejada de la sociedad, no se despierta y se regula por una nueva Ley de corte europeo…

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PS. Al salir del Círculo de Bellas Artes de Madrid, ayer a mediodia, pasé por Cibeles. Los manifestantes ya estaban apostados, con sus gritos y pancartas, en la puerta del  Ayuntamiento, bajo el despacho de la alcadesa Ana Botella (de Aznar).

Desde lejos, no supe distinguir por qué protestaban pero escuché un grito tan claro como ingenioso. Decían, a coro:

¡Esa Botella… al contenedor!

Pues eso.

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Otro revolcón a los conspiranoicos. Y Pedro Jota sin dimitir…

De vuelta a la normalidad laboral -después de la doble fiesta en una Almería de Primera División- me doy de bruces, otra vez, con la no participación de ETA en la matanza de Atocha ,según declaran los peritos el juicio del 11-M. ¡Qué aburrimiento! ¿No hay algún siquiatra disponible para los líderes de la AVT?

El País lo dice muy claro en su portada:

La obsesión de la AVT por meter a ETA en el 11-M se estrella otra vez con los hechos

Pese a la insistencia del trío Pinocho (Aznar-Acebes-Zaplana), la teoría conspirativa que trataba de relacionar miserablemente a ETA con el 11-M , para salvar cara de los mentirosos del Gobierno anterior, ha quedado de nuevo desacreditada en el juicio. Sin embargo, si uno lee El Mundo las cosas no están aún tan claras como muestra El País. Aquí están los titulares:

Indios y sociólogos

FERNANDO SAVATER en El País

22/05/2007

No sé si a ustedes les pasará igual: si a mí me tomasen por tonto Habermas o Vargas Llosa, por ejemplo, lo aceptaría con resignación puesto que a su lado probablemente lo soy; pero que me consideren idiota Conde Pumpido o López Garrido, por no hablar de Pepe Blanco… vaya, es algo que le humilla a uno. Y mi impresión general es que este Gobierno ha decidido que lo mejor es tratar a la clientela levantisca como si no tuviese demasiadas luces -«¡pero qué sabrá usted!»- incluso cuando se les está intentando dar en vez de liebre ya no gato, sino rata disecada.

El truco empleado es elemental aunque repetido con renovado énfasis: consiste en decir que en modo alguno se va a hacer o a consentir algo y luego hacerlo o consentirlo pero llamándolo de otro modo. Por tanto, el Gobierno nunca pactará con ETA un precio político del final de la violencia, pero ofrece una mesa política en cuanto acabe la violencia o si se suspende un rato suficientemente largo; no excarcelará a De Juana Chaos, pero se complacerá en verlo paseando fuera de la cárcel, que no es lo mismo; no absolverá de apología del terrorismo a Otegi, aunque no se extrañará de que no se le condene; no permitirá a Batasuna presentarse a las elecciones, pero autorizará decenas de listas de ANV que son «pacíficas y legales» aunque funcionen a todos los efectos como si fueran de Batasuna y por tanto parezcan de Batasuna, qué desconfiada es la gente; y por supuesto no se han reunido últimamente con los delegados etarras con fines de mercadeo, digan estos lo que digan, aunque de vez en cuando se les acerquen a buscar información, que no todo lo resuelve Google. Siguiendo así, el día que ETA pegue un tiro a alguien no se tratará de un asesinato propiamente dicho, sino todo lo más de otro afortunado que pasa a mejor vida…

Lo de las listas de ANV, sobre todo, está convirtiéndose en un auténtico máster de cómo tomar el pelo desde el Gobierno a la resignada grey de los gobernados. A cada telediario apretamos el cinturón de los embelecos un punto más. No sólo hay que creer que Batasuna no se presenta ni poco ni mucho a las elecciones gracias a la firme diligencia gubernamental, no sólo la parte autorizada de ANV nada tiene que ver con ETA pese a los apoyos que recibe de y brinda a los proetarras, sino que según el Fiscal General hasta se ha ido demasiado lejos en el celo prohibitivo. ¡Y aún hay quien pretende encerrar a la sufrida gente abertzale en un Guantánamo electoral! Es lo que viene a explicarnos a los duros de entendederas Javier Pérez Royo en Liquidación electoral de una minoría (EL PAÍS, 19 de mayo de 2007). Con la misma elocuente vehemencia con que otrora justificó a quienes iban a las puertas de la cárcel de Guadalajara para hacer la ola a los condenados del GAL, hoy denuncia que se está intentando ante nuestros ojos nada menos que la liquidación electoral de 150.000 o 200.000 ciudadanos españoles del País Vasco a los que se priva en la práctica del derecho de sufragio. Y así será, si se les impide votar de la manera que cada uno de ellos considere individualmente apropiada y se vean obligados a ejercerlo de la manera que los demás le imponen. A esos perseguidos solamente se les deja la opción de apoyar las candidaturas de los partidos que no les gustan o de abstenerse, es decir que se les condena al limbo electoral. ¡Menudo atropello! Por lo visto, no basta que haya candidaturas nacionalistas, nacionalistas radicales o francamente independentistas. Si el público lo demanda, es imprescindible que se autoricen también otras que no se desliguen de la violencia terrorista, que apoyen la estrategia de ETA y que recauden para ella financiamiento y audiencia política, abierta o encubiertamente. El derecho fundamental de elegir debe primar sobre la condición democrática o no de lo elegido, sea lo que sea. …Pues fíjense, yo no me lo creo. Puede que el derecho, sea constitucional o de otro tipo, no siempre coincida punto por punto con el sentido común del lego pero tampoco es una pieza absurda como las del teatro de Ionesco.

Y hay argumentaciones jurídicas que corroboran en este caso el escepticismo ante los razonamientos de Pérez Royo: remito al lector a la obra de otro catedrático de derecho, Carlos Fernández de Casadevante, La nación sin ciudadanos (ed. Dilex) cap. VIII, titulado «Ni todas las ideas, ni todos los proyectos políticos».

Pero si por un momento acepto el planteamiento de Pérez Royo, entonces yo también temo formar parte de la minoría electoral liquidada. Porque yo tampoco tengo un partido a mi gusto al que votar. Yo quisiera votar a un partido socialista con una firme posición de rechazo tanto ante el terrorismo de ETA como ante sus pretensiones políticas, un partido socialista que se atuviese al espíritu y la letra del Pacto Antiterrorista tal como fue redactado en su día, un partido socialista que buscara en este punto político fundamental el apoyo del resto de los constitucionalistas y que no debilitara el diseño unitario del Estado de Derecho para conseguir apoyos de los nacionalistas periféricos que no creen en él por mucho que tales concesiones garantizasen su hegemonía en el Congreso. Y como tal partido socialista de mi ideal no existe y por otra parte no puedo inclinarme por una derecha empeñada en el terreno educativo en preferir feligreses obedientes a ciudadanos conscientes, me veo obligado al limbo del voto en blanco. ¡Ay, que zapatética situación la mía! ¡Arnaldo, Pernando, cómo os comprendo y compadezco!

En una de las historietas del genial Fontanarrosa, el gaucho don Inodoro Pereyra se enfrenta a los indios que llegan en destructivo malón. «¿Qué pretendéis?», les pregunta y el jefe responde: «Vamos a arrasar vuestros campos, quemar vuestras casas y violar a vuestras mujeres». «Pero… ¡eso es una barbaridad!», comenta don Inodoro y el otro responde: «Ah, no lo sé, yo soy indio, no sociólogo». En el País Vasco, los indios del malón abertzale siguen manteniendo sus pretensiones tradicionales, pero ahora renovadas y reforzadas: intimidar a los oponentes políticos, extorsionar a la población social y económicamente, convertir su ideario de máximos en un trágala obligatorio para todos del que sólo están dispuestos como mucho a negociar los plazos de cumplimiento. Ya lo están demostrando en la campaña electoral en el País Vasco y hasta el ministro de Justicia lo ha experimentado en carne propia (como no hay mal que por bien no venga, al menos tras los incidentes de Sestao seguro que Fernández Bermejo no necesitó recurrir ese día a ningún laxante). Y después de las elecciones, podemos prepararnos para lo peor. Pero claro, los indios no tienen por qué ser sociólogos. Ese papel lo cumplen otros, que nos explican sus intenciones fundamentalmente pacíficas, su deseo de renunciar a la violencia aún no del todo maduro, las posibilidades futuras de entenderse con ellos porque entre gente de izquierda todo acaba arreglándose, sus derechos vulnerados por la inicua Ley de Partidos y los intolerables caprichos de la derecha montaraz que se empeña en hablar de terrorismo para que la gente no se pasme como es debido ante los logros económicos y sociales del Gobierno. Nunca les habían faltado a nuestros indios proetarras voces sociológicas de elucidación y encomio, pero nunca antes las habían tenido tan abundantes y situadas a tan alto nivel en el ordenamiento estatal.

Ya sé que estas elecciones municipales no son ni debieran ser unas primarias, pero me temo que en gran medida van a funcionar como tales. Porque algunos estamos preocupados sin duda por la corrupción urbanística y temas afines, pero por mero instinto de conservación sentimos otras cuestiones como prioritarias. Y no podemos dejar pasar esta oportunidad de mostrar con la ocasión de voto que se nos ofrece nuestro rechazo ante la explicación sociológica y la ambigüedad gubernamental que refuerza en lugar de impedir el peligro que corren nuestras cabelleras.

Fernando Savater es catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid.

Nacer mujer es terrorífico en más de medio mundo

Cuando leo detalles espeluznantes sobre comportamientos ignominiosos contra la mujer, reclamo el derecho a la injerencia externa, a la intervención judicial internacional en esos países salvajes. Si no quieren respetar la Declaración Universal de los Derehos Humanos para a la mitad de sus poblaciones, por tratarse de mujeres, pues se les obliga. Si las mujeres produjeran petróleo, esos países, atrasados e indignos, ya habrían sido invadidos por fuerzas occidentales.

Desde luego, pocas veces coinciden El País y El Mundo en sus temas de portada. Hoy tampoco. El País le echa una mano al presidente del PNV («El PNV propone…»). El Mundo le echa otra mano a Zapatero, pero en este caso a su cuello: («Zapatero calienta…»)

Sin embargo, hoy sí coinciden en defender a las mujeres malatradas y asesinadas en Afganistán e India, respectivamente. Ambos diarios dedican la portada de sus páginas de «Domingo» a denunciar lo terrorífico que es nacer mujer en esos países.

Me da la impresión de que ni hombres ni mujeres del resto del mundo mueven (perdón, movemos) un dedo para acabar con estas salvajadas, que nada tienen que ver con el respeto indebido a tradiciones bárbaras o religiones criminales que ponen los pelos de punta a cualquier persona decente.

Mira por donde, Internet, por su cuenta, puede suponer un rayo de esperanza, de libertad, para muchas mujeres presas de tradiciones religiosas bárbaras. Los ideales laicos de libertad, igualdad y fraternidad de la Ilustración y de la revolución francesa están llegando a esas mujeres, a través de los blogs y de las paginas web (Bloguistán«) con más de dos siglos de retraso. En esos casos, parece claro que Internet es libertad. Menos mal.

El País abre a cuatro columnas con la propuesta del PNV de un nuevo pacto antiterrorista. El Mundo no da ni una línea del asunto. Y es una pena, porque todos los demócratas deberíamos aprovechar la presidencia de Josu Jon Imaz, mientras dure, para buscar juntos el fin del terrorismo de ETA.

Imaz ha demostrado no ser una copia del fiero Arzalluz, ese vasco tan español, ni del iluminado Ibarretxe. Por lo que le tengo oído y leído, sería una pena perder esta oportunidad, quizás irrepetible, que nos brinda Imaz. Claro que quienes lean El Mundo no se habrán enterado de nada.

La Pantoja -que Hacienda guarde- se lleva hoy dos páginas ilustradas en El Mundo y más de media página en El País .

Los titulares no son, en ningún caso, inocuos.

Para El País «…canta bajo fianza» y para El Mundo lo hace «…en un acto de desagravio».

Los gritos de sus incondicionales recuerdan aquel triste «¡Vivan las cadenas!» de la España negra.

¿Qué tendrá que ver cantar bien o mal con robar o no robar?

Fernando Savater ha vuelto a escribir. Y no ha perdido, del todo, el humor. Bienvenido.

El espejo deformante de la crispación

Josep Ramoneda en El País

13/05/2007

La crispación política no deja siquiera espacio para el sentido común

DECÍA MIQUEL ROCA, en un acto de la Fundación Alternativas en Barcelona, que uno de los efectos negativos de la crispación es que reduce el impacto de la corrupción. Efectivamente, convertida la política en una batalla de reproches pintados con brocha gorda, la ciudadanía tiende a pensar que las acusaciones de corrupción forman parte del espectáculo. Y las coloca en las estanterías de las falsedades, las mentiras y las calumnias. Si un partido es capaz de acusar a otro de connivencia con ETA o de relación con el atentado del 11-M, para señalar los disparates más sonoros que hemos oído en los últimos tiempos, ¿por qué la ciudadanía ha de pensar que dice la verdad cuando le acusa de corrupción?

Ante esta situación, muchos ciudadanos toman el camino de en medio: qué más da, todos son iguales, todos van por la pasta. Lo cual, además de injusto para muchos políticos, no hace más que aumentar la desconfianza entre la ciudadanía y sus representantes. Entre las adhesiones incondicionales de las fuerzas de choque de los crispadores y la reactiva conversión de los políticos en chivos expiatorios de todos los males debería haber un espacio para la ciudadanía crítica, como base indispensable para una democracia de calidad: deliberación y confianza. Pero para ello, los políticos deberían ayudar un poco más. Y desde luego su contribución no sólo es nula, sino que es profundamente negativa cuando presentan a las elecciones, como está ocurriendo en las listas para el 27 de mayo, a muchos candidatos con problemas con la justicia. Tanto el PP como el PSOE, más el primero que el segundo, es cierto, pero sólo es un matiz, los tienen en sus candidaturas. Lo cual hace inevitable una pregunta: ¿qué tienen o qué saben estos señores candidatos, que sus partidos no se atreven a quitarlos de las listas? ¿O tendremos que entender que los partidos dan por hecho que la corrupción está amortizada a ojos de la opinión pública y hay margen para la impunidad? ¿Qué credibilidad tienen entonces las llamadas a la tolerancia cero en materia de corrupción?

La crispación degrada realmente la vida democrática, y por eso es tan irresponsable ponerla en marcha (PP) como alimentarla para arrinconar al adversario en la extrema derecha (PSOE). Pero, además, en la medida en que oculta y banaliza la corrupción, el número de interesados en que la crispación siga aumenta imparablemente. Y la dificultad de resolver un problema político -la crispación, en este caso- es directamente proporcional al número de gente que se beneficia de él. Me temo que hay mucha gente interesada en que el ruido continúe.

La corrupción tiene mucho que ver con la vida municipal. Sería lógico que se hablara en esta campaña de los modos de proteger los municipios de la agresión de los corruptores -no se olvide nunca que no hay corrupto sin corruptor- y de las amistades peligrosas, entre política y dinero a costa de la urbanización masiva de determinadas zonas del país. Pero probablemente se pasará de puntillas sobre ello, porque la crispación está en otra parte: en la cuestión vasca, en la participación de Batasuna en las elecciones. Y la crispación es la que manda en la política española. El monopolio que la cuestión terrorista ejerce sobre la escena política tenía una sola ventaja: había frenado la demagogia reaccionaria sobre la inmigración. Ya ni siquiera ésta: el PP catalán de Josep Piqué tiene el dudoso honor de haber abierto la puerta a la entrada de la xenofobia en campaña, con un vídeo sobre la ciudad de Badalona.

La crispación es un espejo deformante de la realidad. En el debate electoral con Ségolène Royal, Nicolas Sarkozy puso a España por tres veces como ejemplo de las cosas que piensa hacer como presidente. ¿Qué hubiese pensado Sarkozy si al día siguiente hubiera visto la prensa española con un tema común en todas las portadas: las listas de Batasuna? ¿Es ésta la verdadera realidad de España? La crispación no deja siquiera espacio para el sentido común. El Rey habla de Irlanda e insinúa que, en estos casos, merece la pena «intentarlo», y se le acusa de romper su neutralidad. Y el Rey añade otra cosa más importante, que ha pasado más desapercibida: «Si se consigue, se consigue». Es la razón por la cual la mayoría de los ciudadanos son siempre condescendientes con el que lo intenta. Aunque la crispación lo nuble todo. FIN.

Las manifestaciones de la AVT (las víctimas del PP), en plena campaña electoral, reciben un tratamiento muy di¡ferente en cada diario. Ya estamos acostumbrados. Banderas de colores y a toda página en El Mundo y un recuadrito a mitad de página en El País. Sobre esa mani he oido un espeluznante reportaje sonoro en la SER en el que se oían gritos coreados de «Zapatero al paredón! o ¡De Juana a la cárcel, con Polanco!, y cantados como el famoso himno infantil «Cara al sol», etc.

Todo muy old fashion. O sea, de sabor fascista. ¡Qué miedo!.

Me dieron ganas de volverme en bici a los campos de Segovia en busca de San Juan de la Cruz.

Magnífico fin de semana segoviano.

“El buen pastor”, Savater, la CIA y Aristóteles

Hoy, viernes santo, no hay periódicos. Antes tampoco había cine, ni bares, ni ruidos. Los niños teníamos prohibido cantar y levantar la voz en viernes santo. Hoy, nos queda el cine.

Si pueden, vayan a ver “El buen pastor”, una gran película dirigida por Robert de Niro. A mi me ha hecho pensar en cuestiones éticas y políticas, bastante incómodas, que tenía interesadamente archivadas, no se si por miedo o por pereza mental, en el baúl de los recuerdos.

Anoche, empezamos hablando de esta película de De Niro y acabamos hablando –cómo no!- del libro “Ética para Amador”, de Fernando Savater, que ha vuelto a estar de moda. Ambos (De Niro y Savater) abordan la cuestión, más vieja que Aristóteles, de si debemos sacrificar o no a una persona para salvar a varias o a muchas o a un país entero. Este es uno de los muchos asuntos que toca la película. Y no el menor. Pero no voy a reventar aquí el argumento.

Creo recordar que Aristóteles lo planteaba poniendo el ejemplo del barco que, en plena tormenta, se va a pique si no arrojan toda la carga al mar y, después de la carga, también a algunos marineros (¿por sorteo?) para que se salve el resto de la tripulación.

Mi mujer, que había leído recientemente un artículo científico sobre la influencia del factor emocional en decisiones racionales, nos cambió el paso a todos. Acabamos discutiendo sobre la influencia de la física y la química en cuestiones morales, económicas y políticas. O sea: ahí están ahora las ciencias experimentales marcándole el paso a las ciencias sociales. ¡Válgame Dios!

El caso es que estos científicos, que citaba la Westley, dicen haber probado que ciertas lesiones, presiones o perturbaciones en determinadas zonas del cerebro afectan a la influencia mayor o menor del factor emocional en decisiones que consideramos puramente racionales, desde el punto de vista de la lógica.

Aseguran que hay personas que, por razones físicas y químicas, tienen alterado el mecanismo de selección de prioridades emocionales y toman decisiones basándose sólo en la fría lógica.

1ª Pregunta: ¿Aprueba usted que maten a dos desconocidos para salvar a diez desconocidos?

Si responde “Sí”, acierta. Esta es la respuesta que esos científicos consideran correcta en el caso de que preguntemos a personas normales.

2ª Pregunta: ¿Aprueba usted que maten a su hijo para salvar a diez desconocidos?

Si la respuesta es “sí”, usted tiene un problema cerebral. En este caso, para personas normales, la respuesta que los científicos consideran correcta es “no”.

Sin embargo, por lo visto, hay personas tan frías que llevan la lógica (desprovista de carga emocional) hasta el final y prefieren que maten a su hijo para salvar a diez desconocidos.

En todas las culturas hay mitos y leyendas como la de Guzmán el Bueno en el siglo VIII. Dicen que el bravo soldado y pésimo padre arrojó su cuchillo desde la torre del Castillo de Tarifa para que los enemigos (moros y cristianos), que le tenían sitiado, pudieran matar con él a su propio hijo antes que rendir la plaza.

A mí también me enseñaron, en Formación del Espíritu Nacional, la leyenda de que el general franquista Moscardó dijo a los militares republicanos que prefería que mataran a su hijo, que tenían prisionero, antes que entregarles el Alcázar de Toledo. De ahí viene lo de “¡el Alcázar no se rinde!” tan jaleado por los militares golpistas de Franco.

Ahora vemos que estas personas, que deben ser menos que las que pregonan en las historias patrióticas, suelen tener perturbado el factor emocional debido a ciertas lesiones (derrames, ictus, heridas, etc.) en una zona localizada del cerebro.

En pleno debate sobre si el fin justifica o no los medios, terció mi hijo David, que es escalador, para complicar más aún la cuestión con esta pregunta:

“¿Debes cortar la cuerda que te ata a tu compañero de escalada si tienes que elegir entre su muerte o la de los dos?”

La respuesta correcta es:

(Continuará)

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P.S. 1ª:

Recuerdo que Paul Samuelson solía explicar ciertas decisiones económicas a la luz no sólo del cerebro sino también del corazón. ¿Es viable una economía sin cerebro (ineficacia) o sin corazón (inequidad)? Menudo debate.

P.S. 2ª:

Hice una parte de la mili en la Isla de la Palomas, en Tarifa, y subí algunas veces al torreón desde donde, según cuentan las crónicas, Guzmán el Bueno arrojó el cuchillo para que mataran a su hijo. Si alguna vez pasan por esta torre del Castillo de Tarifa comprobarán que seguramente fue el viento, fortísimo y casi crónico, quien arrancó el cuchillo de las manos de Guzmán, a partir de ahora, mal llamado «el Bueno«. Mejor le llamamos Guzmán «el enfermo cerebral«

Y aquí va copiado y pegado -para beneficio de los más incrédulos- el artículo al que se refería ayer la Westley sobre esos «daños cerebrales que dicen que afectan a decisiones (elecciones) morales», publicado el 22 de marzo en The New York Yimes. Lo pego entero, en lugar de su correspondiente enlace, porque es de pago.

March 22, 2007

Brain Injury Said to Affect Moral Choices

By BENEDICT CAREY

Damage to an area of the brain behind the forehead, inches behind the eyes, transforms the way people make moral judgments in life-or-death situations, scientists reported yesterday. In a new study, people with this rare injury expressed increased willingness to kill or harm another person if doing so would save others’ lives.

The findings are the most direct evidence that humans’ native revulsion to hurting others relies on a part of neural anatomy, one that evolved before the higher brain regions responsible for analysis and planning.

The researchers emphasize that the study was small and that the moral decisions were hypothetical; the results cannot predict how people with or without brain injuries will act in real life-or-death situations. Yet the findings, appearing online yesterday, in the journal Nature, confirm the central role of the damaged region, the ventromedial prefrontal cortex, which is thought to give rise to social emotions, like compassion.

Previous studies showed that this region was active during moral decision making, and that damage to it and neighboring areas from severe dementia affected moral judgments. The new study seals the case by demonstrating that a very specific kind of emotion-based judgment is altered when the region is offline. In extreme circumstances, people with the injury will even endorse suffocating an infant if that would save more lives.

»I think it’s very convincing now that there are at least two systems working when we make moral judgments,» said Joshua Greene, a psychologist at Harvard who was not involved in the study. »There’s an emotional system that depends on this specific part of the brain, and another system that performs more utilitarian cost-benefit analyses which in these people is clearly intact.»

The finding could have implications for legal cases. Jurors have reduced sentences based on brain-imaging results showing damage. The new study focused on six patients who had suffered damage to the ventromedial area from an aneurysm or a tumor. The cortex is the thick outer wrapping of the brain, where the distinctly human, mostly conscious functions of thinking and language reside. »Ventral» means »underneath,» and »medial» means »near the middle.» The area in adults is about the size of a large plum.

People with this injury can be lucid, easygoing, talkative and intelligent, but socially awkward, seemingly numb to the ebb and flow of subtle social cues and emotions. They also have some of the same moral instincts that others do.

The researchers, from the University of Iowa and other institutions, had people with the injury respond to moral challenges. In one, they had to decide whether to divert a runaway boxcar that was about to kill a group of five workmen. To save the workers they would have to flip a switch, sending the car hurtling into another man, who would be killed.

They favored flipping the switch, just as the group without injuries did. A third group, with brain damage that did not affect the ventromedial cortex, made the same decision.

All three groups also strongly rejected doing harm to others in situations that did not involve trading one certain death for another. They would not send a daughter to work in the pornography industry to fend off crushing poverty, or kill an infant they felt they could not care for. But a large difference in the participants’ decisions emerged when there was no switch to flip — when they had to choose between taking direct action to kill or harm someone (pushing him in front of the runaway boxcar, for example) and serving a greater good.

Those with ventromedial injuries were about twice as likely as other participants to say they would push someone in front of the train (if that was the only option), or suffocate a baby whose crying would reveal to enemy soldiers where the subject and family and friends were hiding.

The difference was very clear for all the ventromedial patients, said Dr. Michael Koenigs, a neuroscientist at the National Institutes of Health who led the study while at the University of Iowa. After repeatedly endorsing killing in these high-conflict situations, Dr. Koenigs said, one patient told him, »Jeez, I’ve turned into a killer.»

The other authors included Dr. Daniel Tranel of Iowa; Dr. Marc Hauser of Harvard; and other neuroscientists.

The ventromedial area is a primitive part of the cortex that appears to have evolved to help humans navigate social interactions. The area has connections to deeper, unconscious regions like the brain stem, which transmit physical sensations of attraction or discomfort; and the amygdala, a gumdrop of neural tissue that registers threats, social and otherwise. The ventromedial area integrates those signals with others from the cortex, including emotional memories, to help generate familiar social reactions.

»This area, when it’s working, will give rise to social emotions that we can feel, like embarrassment, guilt and compassion, that are critical to guiding our social behavior,» said Dr. Antonio Damasio, a co-author of the study and a neuroscientist at the University of Southern California.

Those sensations put a finger on the brain’s conscious, cost-benefit scale weighing moral dilemmas, Dr. Damasio said, creating a tension that even trained snipers can feel when having to pull the trigger on an enemy. This tension between cost-benefit calculations and instinctive emotion in part reflects the brain’s continuing adjustment to the vast social changes since the ventromedial area of the cortex first took shape.

The area probably adapted to help the brain make snap moral decisions in small kin groups — to spare a valuable group member’s life after a fight, for instance. As human communities became increasingly complex, so did the cortical structures involved in parsing ethical dilemmas. But the more primitive ventromedial area continued to anchor it with emotional insistence on an ancient principle: respect for the life of another human being.

»A nice way to think about it,» Dr. Damasio said, »is that we have this emotional system built in, and over the years culture has worked on it to make it even better.»

FIN /The End

¿Quién hace mejor el juego a ETA?

Elogio de Savater

JAVIER OTAOLA en El País

03/04/2007

«El filósofo Fernando Savater, espiado por el supuesto jefe del comando Donosti»: la lectura de esta noticia me ha sobrecogido -una vez más-, y me ha evocado la estirpe y la dignidad volteriana de nuestro filósofo donostiarra y su coraje civil, que todos podemos y debemos reconocer más allá de nuestros acuerdos o desacuerdos.

El ejemplo y las palabras de Voltaire -también en Euskal Herria- resuenan cargadas de razón a través de los siglos para advertirnos contra lo que él llamaba la «peste de las almas»; esa enfermedad moral en virtud de la cual quien la contrae pierde la noción de la realidad y no sólo eso sino que se siente tocado por la gracia del Destino -está tocado- y en virtud de esa gracia queda persuadido de que sus acciones quedan por encima de las leyes humanas, las leyes que se aprueban en los Parlamentos nada valen para el fanático, para él las «verdaderas leyes» son las «voces» que le hablan desde la sombra, la fatwa que se acuerda por comandantes sin rostro, la consigna que se impone por jerarquías encapuchadas. Así resulta que el fanático no comete asesinatos sino que realiza «intervenciones», no deja huérfanos y viudas: provoca efectos «contextuales», no extorsiona, no roba, no intimida, sino que recauda, no da palizas, no bravuconea, no amenaza, ni injuria: lucha. Su conducta no es criminal sino «combativa». No quema ni incendia bienes públicos: se enfrenta al Capital. No pretende imponer su voluntad minoritaria, pero terca, a sus conciudadanos, son sus conciudadanos los que por su propia ceguera no quieren escuchar al Pueblo que habla por su boca, a través de una minoría iluminada: a pesar de lo que diga la aritmética, porque el Pueblo (Volksgemeinschaft) no es la gente, concreta, de carne y hueso, sino una realidad virtual y abstracta intangible que sólo existe en la cabeza del fanático. Los que contradicen o critican a los imanes o profetas del Pueblo, no sólo contradicen o critican, no debaten o deliberan, sino que están «atacando» al Pueblo. La libertad de expresión es sólo para asentir a lo que dicen los fanáticos, la libertad para el fanático es sumisión, lo otro es libertinaje, desviacionismo, traición. Como dicen Horkheimer y Adorno refiriéndose al fanático: «El hecho de que otro tome la palabra le parece ya como una interrupción desvergonzada». Los Derechos Humanos son los derechos de «los nuestros», «los otros» no son humanos, son sólo perros. Los que no están con nosotros están contra nosotros.

Si los jueces condenan a los fanáticos entonces resulta que «reprimen», si las víctimas se rebelan, es que son «verdugos». El fanático puede propinar una paliza a alguien y luego es él el que se pone la venda: el matón es la víctima.

Los síntomas son graves.

Ya nos lo advirtió Voltaire: «Una vez que el fanatismo se ha apoderado de un cerebro, la enfermedad es casi incurable». Hay pues pocas esperanzas de recuperación. Cuando el fanatismo erradica los sentimientos normales de piedad y humanidad, del corazón de un hombre o de una mujer es difícil que ese corazón pueda volver a sentir de nuevo, le queda justo la capacidad para sentir afecto por sus propias crías, en eso no es peor que los tigres.

El fanático no puede vivir ya sin el delirio y la rabia de su fanatismo porque esos sentimientos han ocupado toda su capacidad de sentir, de modo que si se viera privado de ellos quedaría como privado de su víscera cordial, como «lobotomizado» de una parte esencial de su propia personalidad: sin estrategias vitales propias, sin proyectos personales, sin autoestima, ya que todo ha sido devorado por su pasión fanática.

Siendo todo este cuadro gravísimo, lo es más aún por otra circunstancia de la que nos advertía también el maestro de Cirey: «De ordinario son los bribones quienes manejan a los fanáticos y quienes ponen el puñal entre sus manos…». Parece lógico que siendo el fanatismo algo así como la encefalitis letárgica en lo que se refiere a los estragos que hace en las facultades de raciocinio de quienes lo padecen, no tengan éstos gran capacidad para manejarse, de modo que es fácil que los fanáticos sean «carne de cañón», manejados por otros, que no siendo fanáticos, se sirven de ellos, y no merecen sino el nombre de bribones.

¿Qué luces no envía Voltaire desde su cielo humanista?: extender el espíritu filosófico, es decir, lo que los fanáticos llaman la «funesta manía de pensar», acostumbrar a los hombres y mujeres a la conversación, y al debate al argumento y a la réplica, atenerse a razones y no a violencias, recomendar el viaje como forma de aumentar la tolerancia, aportar ejemplos de civilización y de humanidad de la antigüedad y de otros países, elogiar los placeres de la vida, ¡tan corta!, confiando en que la inteligencia y el placer dulcifiquen las costumbres de los seres humanos, y disuadan a los fanáticos. Más aún: no acobardarse, reivindicar el sentido heroico de la Democracia como hacen filósofos y ciudadanos como Fernando Savater usando de la razón y la palabra.

Javier Otaola es defensor del ciudadano del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz.

Jaque a Polanco II

Parece mentira, pero han pasado ya diez años del primer «Jaque a Polanco». Lo escribió un servidor, seguramente con excesiva rapidez (pues estaba recién salido del paro), en forma de libro/reportaje de poco o ningún éxito.

Aquí al lado he pegado la portada de aquel querido libro que tuvo la mala suerte (o la fortuna, ¿quien sabe?) de desagradar a las dos trincheras casi por igual. Apenas fue distribuido por la editorial y lo entiendo. Tuvo miedo. Y el miedo es libre.

La editorial «Temas de Hoy», del poderoso Grupo Planeta, inició la campaña de publicidad enviando una orden de inserción para un primer anuncio de pago que contenía una foto de la portada del «Jaque a Polanco«. La orden fue devuelta inmediatamente por el diario con una nota en la que rechazaba la publicación del anuncio de mi libro en El País.

El entonces responsable de «Temas de Hoy» me invitó a comer en un sitio fino, me contó lo ocurrido, me pagó lo convenido, como si se hubiera agotado, y me dijo que mi libro sería una especie de incunable clandestino. Sentí un extraño orgullo por haber engrosado las listas de un nuevo «indice».

Mi editor reconoció compungido que jamás, en toda su larga vida de editor, le habían prohibido la publicación del anuncio de un libro. Me convertí en pionero. Y eso que el libro era -al menos, eso pensaba yo al escribirlo- a favor de Polanco y en contra de Aznar.

La editorial no sabía qué hacer con tantos miles de ejemplares que temía anunciar y mucho más distribuir. Por eso, al cabo de una semana, apenas pude encontrarlo en las librerías. Como masoquista que soy, pregunté en varias librerías «Crisol» (propiedad e Polanco) y jamás pudieron darme noticia de mi libro.

¿Se habrá agotado tan pronto?, llegué a pensar, hinchado de vanidad, antes de conocer lo ocurrido con la prohibición de los anuncios en El País.

Antes de que tantos ejemplares fueran destruidos por la guillotina, pedí que me los enviaran a casa. Ocuparon medio sótano.

Los empleados y amigos de 20 minutos conocen muy bien mi pesada pasión por regalar esos libros, al igual que regalamos los ejemplares de nuestro diario. Los puse por cientos en la recepción de 20 minutos, en el Palacio de la Prensa de Madrid, y pronto se agotaron. Aún me quedan en el sótano unos pocos ejemplares de aquel incunable prohibido que pasó sin pena ni gloria.

Lo que más me sorprendió es que, bien o mal escrito, tratándose del tema que más miles de páginas había ocupado, sin ninguna duda, en El País y en El Mundo, en los últimos dos años, ningún diario español (a excepción de mi querido periódico «La Voz de Almería») hiciera jamás mención alguna de la existencia de este libro impreso, no anunciado y retirado convenientemente con destino a mi sótano. ¡Qué le vamos a hacer!

Mi maestro me felicitó por el trabajo y eso me llenó de satisfacción. Pero me advirtió que yo había pecado -a mi edad- de ingenuo. Le dije que no entendía la prohibición de la campaña de publicidad por parte de El País, teniendo en cuenta de que el saldo final del libro era favorable a Polanco. Me respondió como suelen hacer los maestros. Me dijo:

«Se te nota escaso fervor en el aplauso»

El País manda hoy a tres columnas con el segundo asalto del PP contra Polanco con este titular:

El PP promueve el boicot contra todos los medios del Grupo PRISA

Sumarios:

El partido de Rajoy exige a Jesús de Polanco una rectificación pública

La medida intenta coaccionar a «accionistas, anunciantes y clientes»

También anuncia en portada este editorial:

Ante el chantaje, el deber de informar

Para El Mundo este asunto es una «no noticia» y no lleva ni una línea en su portada, aunque le dedica un pequeño editorial y media página interior de información. Olvidé decir, quizás por innecesario, que la foto de Polanco con el dedo índice amenazador corresponde naturalmente a El Mundo.

El País le dedica un largo editorial y cinco páginas interiores de información.

En el lugar equivalente a la noticia de El País sobre el boicot del PP a Polanco, El Mundo lleva, arriba, de salida, con foto a todo color, a una columna, esta otra noticia blanda y bastante doméstica:

Ágatha Ruiz de la Prada: «Sólo puedes ser feliz si superas todos los complejos»

Y este sumario:

MODA: La sofitiscación vuelve a los armarios para vestir a una mujer nueva y poderosa

Hay otra desmesura en ambos diarios. El Mundo lleva arriba a toda pastilla este titular:

Los tres jueces dicen que había pruebas para condenar a Otegui pero que la Fiscalía lo impidió

El País despacha este asunto a una columna:

La absolución de Otegui desata un choque frontal entre fiscales y jueces de la Audiencia Nacional

Sumario:

El Gobierno ve defectos en la composición de la sala del Supremo que juzga a Batasuna

En lugar equivalente, El Mundo titula con mi admirado Fernando Savater, junto a su foto enun acto de protesta contra el Gobierno:

Savater denuncia la «negociación oculta» con ETA

Curiosamente, El País, diario en el que habitualmente publica sus artículos este filósofo, no da ni una línea de este acto en su portada. Su foto de primera -bonita, por cierto- es mucho más relajada: la natación sincronizada de nuestras heroínas Gemma y Paola.

Siempre nos quedará Savater… y El Roto

Los límites de la paz

FERNANDO SAVATER en El País10/01/2007

Hace unas semanas, José Blanco acuñó un apotegma taoísta: «Los que no saben, hablan, y los que saben, callan». Bueno, a partir del 30 de diciembre ya quedó claro en cuál de las dos categorías hay que apuntar al Presidente del Gobierno. Aunque la calificación puede extenderse -y con agravantes- a la pléyade de expertos en el asentimiento y el hosanna que se han apiñado últimamente para «asesorar» al prócer en lo tocante al fementido «proceso de paz». Rodeado de tantos empeñados en dar jabón, no es raro que el hombre haya resbalado. Y aún se les oye tocar el tambor a los más obstinados, como a los conejitos de las pilas incansables, llamando al somatén contra el PP, que no apoyó al Gobierno en su confusa aventura. Por cierto que no aclaran lo que hubiéramos ganado si la oposición hubiera brindado en este punto su adhesión inquebrantable al Ejecutivo, salvo que tras el atentado de Barajas se les habría quedado cara de tontos a dos líderes en lugar de sólo a uno. Seguir a estas alturas tratando de culpabilizar a los críticos de Zapatero en nombre de lo que hizo o dejó de hacer Aznar es cubrirse de ridículo, cuando no de alguna sustancia aún más fétida. Pero no cejan porque cuando se les acaba el sectarismo se les agotan las ideas. Incluso hay algún caradura ignorante que sigue llamando «enemigos del proceso de paz» a quienes hicieron desde el primer día las reservas y advertencias que luego se han revelado tan dolorosamente pertinentes.

Sin embargo, tampoco saldremos de pobres con quienes no cesan de bailar la danza de los siete velos pidiendo la cabeza del frustrado Pacificador. Convendría recordar, en cambio, su afirmación más errónea y reveladora: «Hoy estamos mejor que hace un año». Ningún no nacionalista residente en el País Vasco habría suscrito semejante aseveración. Y no sólo por la intensificación de la kale borroka, sino por el regreso de constantes formas de intimidación personal (incluso contra gente moderada del PNV), vuelta a las pintadas y ocupación de espacios públicos por panegíricos del terrorismo, etcétera. Pero también por la perpetuación de una situación de acoso a cuanto no recibe el euskolabel nacionalista en la cultura, la educación, la universidad, los festejos públicos… Si las cosas hubieran realmente mejorado, la gente menos adicta al régimen no seguiría marchándose y los partidos constitucionales no tendrían cada vez más problemas para encontrar voluntarios para las listas electorales. Los aspectos cotidianos que no chorrean sangre pueden hacer también la vida insoportable o humillante para los menos dóciles.

Uno se pregunta: ¿en cuántas localidades de mi tierra me está vedado comprarme una casita en el campo o ni siquiera irme a pasar una temporada? Pongo la ETB: aparece uno de los concursos más populares, Date el bote. Cada uno de los participantes se presenta a sí mismo con una breve cancioncilla y a mí me toca el que canta «ya no se puede ir a los bares a potear tranquilo, están llenos de policías, a ver si los mandamos a todos a Jamaica». Risitas, es lo normal. Luego el programa de debate Políticamente incorrecto, en el que aparecen en sobreimpresión mensajes de los telespectadores: «Los españoles son los terroristas, etcétera». Y si tropiezo con la retransmisión de la gran competición de bertsolaris en el palacio Euskalduna, ni cuento los loores a De Juana Chaos y similares que tendré que ver en pancarta y soportar en verso. La lista es interminable, pero por lo visto sólo interesa a quienes vivimos allí.

Y es que se está confundiendo desde comienzos del llamado «proceso» la paz con la tranquilidad. La paz es la Constitución, el Estado de derecho, los estatutos aprobados según las normas legales y los códigos penales y civiles que se aplican por igual a todos los ciudadanos españoles. Esa paz no pueden darla acuerdos subrepticios con los terroristas, ni con sus portavoces o servicios auxiliares ni con quienes se aprovechan del clima de intimidación para sacar adelante sus proyectos políticos presentados como derechos inamovibles e inalienables. Pero, en cambio, la tranquilidad (que viene de tranca, según nos decían de pequeños) sí es algo que los mafiosos pueden alterar o restituir. Lo que no tenemos desde hace décadas en el País Vasco es tranquilidad: y los más intranquilos de todos estamos quienes hemos luchado por mantener la paz y las libertades constitucionales. También en el resto de España el terrorismo ha sabido alterar criminalmente la tranquilidad de los ciudadanos, tomándoles como rehenes para conseguir sus objetivos en Euskadi. Y lo que ahora ETA y quienes la secundan han ofrecido desde un comienzo al Gobierno no es sino la restauración de la tranquilidad a cambio de modificar la paz constitucional al modo que a ellos les parezca más conveniente. Es decir, aumentando la hegemonía nacionalista y blindándola respecto a futuras intervenciones del Estado español, llámesele a eso independencia o de cualquierotra fórmula transitoria menos provocativa. Por ello tenía que haber una segunda mesa estrictamente política, en la cual figurarían los hasta ayer ilegales junto con los nacionalistas legales que han prosperado durante estos años bajo la sombra del terrorismo y también los no nacionalistas que allí firmarían su acatamiento al nuevo orden que les relegaba a un papel secundario… pero eso sí, mucho más tranquilo. Éste es el fondo del asunto y esto es lo que está en juego: sobre esto es sobre lo que se pretende que haya ese «diálogo» al cual los nacionalistas no quieren como es lógico renunciar (aunque bastantes de ellos deploren ahora los modos y el apresuramiento de los etarras, que pueden echarlo todo a perder con su exceso de celo: por eso dice Egibar que el ciclo de la violencia está «agotado»).

Y ahora ¿qué nos espera? Pues más de lo mismo, pero agravado. Josu Jon Imaz se ha convertido en la gran esperanza blanca de los que quieren a toda costa tranquilizarse asegurando que el PNV ya es más leal a la legalidad constitucional que la Vieja Guardia a Napoleón. No dudo de la buena intención de Imaz ni de muchos de sus correligionarios que le apoyan, pero los que mandan de veras son Ibarretxe, Urkullu, Egibar, Azkarraga y el resto de los convocantes de la manifestación del sábado, en la que los socialistas vascos harán el papel de mamelucos (Patxi López dice que irán porque no quiere que se repita la desunión vergonzosa de las honras fúnebres de Fernando Buesa… ¡como si de lo que ocurrió entonces hubieran tenido la culpa los socialistas!). Y luego vendrán las elecciones municipales. No sé si Batasuna logrará presentarse a ellas con uno u otro nombre, pero en cualquier caso -como siempre- los verdaderamente ilegales serán socialistas y populares, que no encontrarán gente para sus listas, no podrán hacer campaña electoral con la libertad de los demás, etcétera. Consecuencia: mayoría ampliada de los de siempre y viva el tripartito. Ibarretxe seguirá plan en ristre y dirá que más que nunca es necesaria una consulta popular porque los asuntos de los vascos los tenemos que resolver «los de aquí». Continuará la intimidación callejera y quizá también los asesinatos. Y mucha gente de la que aún no se ha ido pensará que con tal de alcanzar por fin cierta tranquilidad cualquier concesión parece razonable…

Sí, hay que hacer algo, claro que hay que hacer algo. Por supuesto, recuperar el Pacto Antiterrorista, sobre todo en su preámbulo, que condenaba el nacionalismo obligatorio estilo Lizarra (luego plan Ibarretxe) como precio al cese del terror. Pero es hora de ir decididamente más allá. Del famoso «proceso» queda en pie una frase que Zapatero repitió varias veces: primero el final de la violencia, luego la política. A lo largo de todos estos años hemos intentado hacer política en el País Vasco a pesar de la violencia y de su permanente adulteración de la voluntad ciudadana intimidada. Pero puede que el Presidente tenga razón y que debamos tomar su fórmula al pie de la letra. Es hora de que los constitucionalistas nos neguemos a participar en el juego político mientras dure el terrorismo. No más elecciones, no más fingimiento de que se puede ser normal en plena anormalidad y de que quienes sacan ventaja de la situación la padecen tanto como sus víctimas directas. La autonomía no puede beneficiar sólo a unos, no es un derecho divino sin contrapartidas ni obligaciones con el Estado. Ya que tanto se invoca el caso irlandés en otras ocasiones, podemos recordar que Blair no ha vacilado en suspender la autonomía mientras no se daban las condiciones políticas y la aceptación de la legalidad necesarias para la convivencia. La pervivencia del terrorismo y de quienes no lo condenan (o lo apoyan) y lo rentabilizan crea una situación excepcional que es preciso encarar con medios políticos excepcionales si queremos alguna vez romper el círculo diabólico en el que estamos metidos. Me parece que todos los ciudadanos que no esperan ventajas directas o indirectas de la coacción etarra o de la subasta política de su liquidación condicional pueden comprender, aceptar y apoyar estas medidas clarificadoras.

Un último recuerdo para nuestros hermanos de Ecuador, que vinieron a España con su esfuerzo y sacrificio para labrarse un futuro, colaborando al desarrollo de nuestro país (como la inmensa mayoría de los inmigrantes, conviene recordarlo), y murieron víctimas de un terrorismo en el que los ricos asesinan a los humildes en nombre de ideales xenófobos y retrógrados, a menudo con la comprensión política -cuando no con la complicidad- del izquierdismo más obtuso y falsario de Europa.

FIN

ETA manda en El Mundo; el Gobierno, en el El País

Actualizado el domingo 10 de diciembre a las 11:10h.

Por un par de comentarios, acabo de percatarme de que ayer marqué por error la casilla de «comentarios cerrados» y otra que dice algo así como «tracbacks cerrados» (que aún no se lo que significa).

Las marqué de forma automática, pensando que lo hacía en las casillas contiguas de «critica de prensa» y «personal«.

Lo siento. Si este blog tiene alguna gracia, procede de los comentarios abiertos y libres de quienes nos visitan.

Gracias por el aviso. Ni siquiera sabía que ciertos post pueden cerrarse a los comentarios. Mejor no saberlo.

Sigo en Almería con un sol espléndido, mala conexión a Internet y lejos de los diarios de papel. Temo la caravana de regreso. Suerte a los del puente.

Saludos

JAMS

—-

El Mundo manda con ETA como sujeto principal de su primera página y El País lo hace con el Gobierno.

Sólo coinciden hoy a la hora de ilustrar su portada con bellísmas fotos de San Sebastián. La ola ataca el Paseo Nuevo que bordea el Monte Urgull, bajo el cementerio de los ingleses. En Almería, el Mediterráneo está en calma y mi palmera ni se inmuta, tan quieta como una estatua.

El País:

El Munod:

Hoy apenas hay noticias, pero sí buenos artículos que intentaré copiar y pegar aquí para que nos aprovechen durante el fin de semana.

Ahí va uno del maestro Savater en El País:

Víctimas

FERNANDO SAVATER

09/12/2006

Las víctimas del terrorismo han tardado mucho en aparecer a la luz pública no sólo en el campo de la realidad social sino también en la literatura o el cine. La mayoría de las novelas y películas centradas en este prolongado horror tienen como protagonistas a etarras, amigos de etarras o familiares de etarras: con mejor o peor fortuna (en general peor, la verdad sea dicha) cuentan los problemas de conciencia, arrepentimientos o reafirmaciones ideológicas de estos voluntariosos criminales. Por lo visto todos tienen mucha «vida interior», aunque al tratarles se les note más bien poco, y desde luego mayor interés dramático que quienes les padecen. En tales narraciones pasa como en los films de Tarantino, donde los pistoleros están llenos de colorido pasional y los liquidados forman parte todo lo más del mobiliario urbano. Según mi criterio, y no quisiera ser injusto con nadie por olvido o desconocimiento, hasta ese admirable puñado de relatos que son Los peces de la amargura (ed. Tusquets), de Fernando Aramburu, las víctimas del terrorismo no habían encontrado un reconocimiento artístico de su humilde calvario a la altura exigible. Dejando aparte, por supuesto, las dos grandes novelas de Raúl Guerra Garrido, Una lectura insólita del capital y sobre todo La carta, pioneras en el tema. Por cierto, Raúl, felicidades por el Premio de las Letras y no permitas que las insidias de algún maledicente profesional enturbien tu merecida fiesta.

Las víctimas han recorrido un significativo trayecto, sin duda muy revelador de los vaivenes de la opinión pública en nuestras sociedades actuales: han pasado del desconocimiento y el desinterés al reconocimiento fervoroso y de éste al recelo político por un lado y a la sacralización mediática por otro. La propia noción de «víctima del terrorismo» es equívoca porque en la inmensa mayoría de los casos se trata más bien de familiares de víctimas que de víctimas en carne propia. En otros casos no existe esta ambigüedad: nadie llama «víctima de la circulación» a la madre o al marido de quien sufrió un choque o atropello, sino sólo a la propia persona damnificada. Claro que los accidentes de tráfico o laborales no están intencionalmente orientados contra la comunidad democrática en cuanto tal y los crímenes terroristas sí. Entre las víctimas de ETA hay de todo, puesto que la propia ETA ha golpeado a la sociedad en sus más diversos grupos y clases: vascos y ciudadanos de otras partes de España, funcionarios y simples particulares, personas destacadas por su lucha de años contra el terrorismo y gente que se enteró de que existía esa lacra sólo cuando les tocó sufrirla a ellos, etc… En cualquier caso, tienen cosas en común: necesitan apoyo social tanto en lo anímico como en los problemas materiales y exigen estricta justicia, es decir, que se aplique a sus agresores el rigor de la ley y no el oportunismo de la política. Quieren que la justicia de todos les ampare, puesto que renuncian a tomársela por su mano: ¿cómo no darles la razón? Cuando les oigo reivindicar «memoria, dignidad y justicia» entiendo muy bien la primera y la tercera de estas exigencias, no tanto la segunda: en efecto, ninguna víctima ni pariente de víctima ha visto nunca en cuestión su dignidad por serlo. Al contrario, los indignos son los asesinos, sus cómplices, sus justificadores teóricos, quienes se aprovechan del terror causado por otros o quienes se han despreocupado de las víctimas hasta que les ha sido políticamente rentable mostrarles estentórea veneración.

Cada una de las víctimas propiamente dichas y de sus familiares o herederos tienen sus propias ideas políticas, ni mejores ni peores por ser suyas que las del resto de los ciudadanos. Ser víctima del terrorismo, en cualquiera de los sentidos, no es haber hecho un máster en filosofía política. Sus opiniones en ese campo no son «respetables» sino «discutibles», como las de usted o las mías: lo respetable, en todo caso, serán las personas que las sostienen. De modo que es inútil insistir en que las víctimas están políticamente manipuladas cuando no dicen lo que quisiéramos oírles. Son mayores de edad y aciertan o se equivocan solas, sin necesidad de que ningún político les coma el tarro. Al contrario, suelen ser los políticos (y no digamos los hooligans mediáticos, aplicados a la rentabilidad del estruendo) quienes se arriman a su sombra para promocionarse a sí mismos mientras parecen jalearles a ellos. Bueno, ¿y qué? Así es la democracia. A mí me parece que el truculento mensaje sobre «traiciones» y «rendiciones» que maneja la AVT -por no hablar de la mezcla del llamado «proceso de paz» con la bazofia ridícula e inconsistente de la supuesta conspiración del 11-M- es una actitud equivocada, que daña la causa que pretende defender. Pero no supongo que al señor Alcaraz le tengan hipnotizado Acebes o Zaplana para decir lo que dice.¿Acaso alguien manipula, por ejemplo, a Suso de Toro cuando asegura sin dudar que Ciutadans representa «el más rancio españolismo»? No, de ningún modo, seguro que lo piensa de veras; bueno, si la palabra «pensar» resulta en este caso exagerada, digamos que lo cree de veras. ¿Que la mayoría de las víctimas confía más en la derecha que en la izquierda? Así parece y la culpa -si culpa hay- no es sólo suya. Recordemos que en este país está vigente la absurda superstición de que los nacionalismos separatistas y étnicos son de izquierdas… ¡y hasta forman mayorías de progreso! Hace poco, Santiago Carrillo decía públicamente: «La paz merece que, por un momento, nos olvidemos de las leyes». No hay mejor síntesis de lo que muchos temen, con razón, que el «proceso de paz» sea o pueda llegar a ser. Y como tienen a Carrillo o a Javier Madrazo por gente de izquierdas, pues prefieren a la derecha. Algunos lo sentimos mucho, pero así está el patio.

Sin embargo, la verdadera y peor manipulación política de las víctimas sigue sin ser denunciada. Porque no consiste en aprovecharse de tales o cuales personas sino del concepto mismo de víctimas del terrorismo. Hoy se prodigan los reconocimientos y las condolencias a las víctimas para hacer creer que la cuestión de ETA es un asunto que fundamentalmente se polariza entre terroristas y víctimas de atentados. Es decir, que se trata de resolver un problema «humanitario»: no más sufrimiento, ni más muerte, no más viudas ni huérfanos, enjuguemos las lágrimas de los dolientes y evitemos que se derramen más, etc… Por eso se habla de «paz», pese a la evidencia de que no estamos en ninguna guerra: porque ese término se presta más a los servicios de la Cruz Roja que la palabra «libertad». Cuando se diseña el acuerdo de convivencia que culminará el proceso de paz, nunca se olvida mencionar el debido respeto y homenaje a las víctimas. Y los representantes más altos del Gobierno vasco acuden a pedir perdón por su desinterés del pasado a las víctimas (sobre todo a las andaluzas: las víctimas son tanto más respetables cuanto más lejanas). Pero en cambio nunca harán el mismo acto de contrición respecto a quienes han sido el objetivo ideológico de ETA todos estos años: los no nacionalistas y sus representantes políticos.

No les he oído nunca decir en público que los no nacionalistas merecen una reparación política y social por la marginación y acoso que han sufrido durante el período de la peor violencia. Tampoco he oído que admitan las ventajas que han obtenido sobre ellos los partidos nacionalistas gracias al terror -lamentable pero útil- impuesto por ETA. Ni lo más importante: que yo sepa, nadie ha reconocido que cuando ETA desaparezca, la convivencia y el fair play democrático pasará por dar cancha a la opción no nacionalista en los campos en que hasta ahora ha sido hostilizada o excluida, no en apretar las tuercas del nacionalismo como pago al cese de la violencia. Porque el problema no está entre ETA por un lado y las víctimas por otro, sino entre el nacionalismo violento y quienes han padecido su agresión por no ser nacionalistas. No se trata de buscar un remedio humanitario, sino de defender derechos constitucionales conculcados.

Los sabios posmodernos que hoy abundan nos aseguran que el asunto es muy complejo y que las interpretaciones varían. No tanto, no tanto… Cuando a Clemenceau le preguntaron qué creía él que dirían los historiadores sobre la Primera Guerra Mundial, repuso: «Seguro que no dicen que Bélgica invadió a Alemania». Por muy flexibles que sean los criterios de interpretación, nadie sostendrá mañana que Irene Villa o Eduardo Madina mutilaron a Txapote o Valentín Lasarte. Ni suscribirán la versión de Ortuondo en Estrasburgo, según la cual la violencia terrorista proviene de la frustración sufrida por algunos nacionalistas ante sus reivindicaciones desatendidas. Nadie dirá que durante los pasados treinta años los no nacionalistas han controlado a su gusto el País Vasco, mientras los nacionalistas vivían en una hostigada semi-clandestinidad. Sin duda hay que «normalizar» políticamente Euskadi. Pero hoy lo anormal es la hipertrofia nacionalista entre una ciudadanía en la que tanto abundan quienes piensan de otro modo. En este conflicto no sólo ha habido muchas víctimas, sino que la principal víctima ha sido la libertad de muchos. ¿Cuántas veces más habrá que volver a decirlo?

FIN

Y este otro del profesor Tamayo en El País:

Estado laico, ¿misión imposible?

JUAN JOSÉ TAMAYO

09/12/2006

No vamos por buen camino en la construcción del Estado laico. Ya la propia Constitución Española de 1978 puede incurrir en cierta contradicción en el artículo 16,3 cuando, tras afirmar que «ninguna religión tendrá carácter estatal», a renglón seguido cita expresamente a la Iglesia católica. Era el primer paso en una dirección inadecuada, que no sólo no se ha corregido, sino que se ha ido agudizando. Todos los gobiernos, de centro, de derecha o de izquierda, han persistido en el error mandato tras mandato. Unos días después de la aprobación de la Constitución, se firmaban los Acuerdos con la Santa Sede, preconstitucionales en su elaboración y quizás anticonstitucionales en algunos puntos. Eran unos pactos de rango internacional que privilegiaban a la Iglesia católica en materias como la enseñanza del catolicismo en la escuela, la atención pastoral a las fuerzas armadas y en los hospitales, en asuntos jurídicos como el reconocimiento de efectos civiles para el matrimonio canónico, en cuestiones económicas como exención de impuestos y dotación para culto y clero, etcétera.

El 20 de diciembre de 1978 nos concentrábamos ante la Nunciatura Apostólica de Madrid 250 cristianos y cristianas para manifestar nuestra oposición a la firma de los Acuerdos. El Nuncio recibió a una comisión a quien comunicó que la firma no era inminente. Los primeros días de enero de 1979 saltaba a la prensa la noticia del acuerdo con la foto correspondiente.

Año y medio después se aprobaba la Ley Orgánica de Libertad Religiosa, con un amplio respaldo parlamentario. Lo más coherente hubiera sido haberla aprobado antes de los Acuerdos con la Santa Sede. Aquí el orden de factores sí alteró el producto. La precedencia de dichos Acuerdos sobre la Ley de Libertad beneficiaba a la Iglesia católica, quien no se sentía afectada por el articulado de la ley de 1980. A su vez, la ley, que apela al principio constitucional de igualdad, consagra la desigualdad y legitima la discriminación, al privilegiar a las confesiones religiosas «de notorio arraigo» sobre las otras religiones. La expresión de «notorio arraigo» resulta harto ambigua e indeterminada y ha dado lugar a un elevado grado de discrecionalidad por parte de la Administración. Algunos juristas creen que la actual Ley de Libertad Religiosa consolida una situación contraria al derecho común y vulnera los principios de laicidad del Estado y de igualdad de todos los ciudadanos.

Los Acuerdos con la Santa Sede, la Ley de Libertad Religiosa y los Acuerdos con la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España, con la Comisión Islámica de España y con las Comunidades Judías de España, establecen religiones de tres clases o categorías: de primera, la Iglesia católica; de segunda, las de notorio arraigo, judaísmo, iglesias evangélicas e islam; de tercera, aquellas a las que no se reconoce el notorio arraigo y no han firmado acuerdos con el Estado español.

La construcción del Estado laico se está convirtiendo en misión casi imposible. No vivimos, es verdad, en un Estado confesional como lo fuera el de la época del nacionalcatolicismo, pero tampoco en un Estado laico o sencillamente no confesional. Quedan todavía no pocos restos de confesionalidad. Algunas de las actuaciones recientes del Gobierno socialista nos alejan todavía más de la laicidad. Una es el acuerdo económico con la Iglesia católica de septiembre de 2006, ratificado en los Presupuestos Generales del Estado de 2007. Otra el borrador de Real Decreto de enseñanzas mínimas de secundaria obligatoria.

Cada vez estamos más lejos del objetivo de la autofinanciación, fijado en los Acuerdos del Estado y la Santa Sede de 1979 y ratificado en 1988 cuando entró en vigor el modelo de asignación tributaria. Si la Iglesia católica tenía privilegios económicos, con el acuerdo de septiembre de 2006 los incrementa, al subir el porcentaje de la asignación tributaria de 0,52% a 0,7%. El catolicismo es la única religión para la que el Estado recauda. El Gobierno ofrece, así, a la Iglesia católica unas condiciones de plausibilidad cada vez más favorables.

Otra prueba del alejamiento del Estado no confesional es el borrador del Real Decreto citado, que ha contado con el justificado regocijo general de las asociaciones católicas de padres de alumnos y con el no disimulado malestar de las asociaciones laicas de profesores y profesoras, de padres y madres de alumnos y alumnas. En materia de enseñanza de la religión, el Gobierno cede a las presiones de sectores católicos que se echaron a la calle para protestar contra la LOE en una manifestación apoyada por la Conferencia Episcopal Española y sigue la misma o similar política de privilegio que los gobiernos del Partido Popular. Mantiene la asignatura confesional de religión como materia evaluable y computable para pasar curso. Establece una alternativa. Deja en manos de los obispos la elección y el cese de los profesores de religión, cuyos salarios son abonados por el Estado. ¡Una excepción a la regla general que establece que «quien paga, manda»!

En conclusión, no estamos en un Estado laico, ni siquiera no-confesional. Tengo la impresión de que cada vez nos vamos alejando más de él. Y, sin embargo, el Estado laico es el marco político y jurídico más adecuado para el respeto al pluralismo ideológico, para el reconocimiento de la libertad de conciencia y para la protección de la libertad religiosa. Pero hay que tomar otra dirección, que pasa por la revisión de la Acuerdos con la Santa Sede y con las confesiones religiosas de notorio arraigo, porque la significación del catolicismo y de las otras religiones es hoy muy distinta a cuando se firmaron. Es necesario, igualmente, elaborar una nueva ley de libertad religiosa, dado que las circunstancias sociorreligiosas de la sociedad española han cambiado sustancialmente en el último cuarto de siglo con la presencia en nuestro país de nuevos movimientos religiosos y espirituales, el fortalecimiento de las religiones judía y evangélica, el crecimiento espectacular del islam y el imparable proceso de secularización.

FIN

Ladran, Sancho, luego cabalgamos
Los pecados se estudian en casa; los delitos, en clase

El largo silencio de los obispos me tenía preocupado. Llegué a pensar que Zapatero les había prometido más dinero de la cuenta, al subir del 0,5 al 0,7 % ciento en el «cepillo» confesional del IRPF.

También me traía un poco mosca el poco ruido eclesiástico en torno a esta asignatura que tenemos pendiente en España, desde los tiempos de Maria Castaña: Educación para la Ciudadanía.

La jerarquía católica ha roto el silencio con el peculiar estilo que le caracteriza cuando algo roza su cartera o su clientela: llamando a la desobediencia civil contra las leyes del Estado.

Solo El Mundo lo da en portada, a una columna:

Los obispos llaman a la desobediencia civil contra la nueva asignatura Educación para la Ciudadanía

Dentro lleva cuatro columnas, arriba, con una gran foto muy bien elegida del arzobispo de Granada en la que luce la típica sonrisa de la gracia de dios.

El País lo da en su interior con una foto pequeña y menos sonriente del mismo arzobispo rebelde.

La actitud tan irreverente del sector fundamentalista de la Iglesia católica me perturba y, a veces, me da miedo. Pero un Gobierno laico no puede dejarse asustar por estos fanáticos religiosos. No estamos en Irán, Arabia Saudita o Israel.

La arenga del arzobispo me ha recordado un artículo precioso e imprescindible de mi admirado Fernando Savater, publicado en El País de hace un par de semanas y que copio y pego aquí mismo:

En defensa propia

FERNANDO SAVATER

EL PAÍS – Opinión – 12-08-2006

Aunque el trazo grueso y la exageración truculenta son el pan nuestro de cada día en los comentarios políticos de los medios de comunicación españoles, las descalificaciones que ha recibido la proyectada asignatura de Educación para la Ciudadanía superan ampliamente el nivel de estridencia habitual. Los más amables la comparan con la Formación del Espíritu Nacional franquista y otros la proclaman una «asignatura para el adoctrinamiento», mientras que los feroces sin complejos hablan de «educación para la esclavitud», «catecismo tercermundista» y lindezas del mismo calibre. Muchos convienen en que si entra en vigor esta materia, el totalitarismo está a la vuelta de la esquina: como una imagen vale más que mil palabras -en especial, para los analfabetos, claro-, el suplemento piadoso Alfa y Omega del diario Abc ilustraba su denuncia de la Educación para la Ciudadanía con una fotografía de un guardia rojo enarbolando el librito también bermejo del camarada Mao. En fin, para qué seguir.

Con tales planteamientos, no puede extrañar que algunos clérigos y otros entusiastas recomienden nada menos que la «objeción de conciencia» docente contra semejante formación tiránica (desde que no hay leones en la arena, los voluntarios para el martirio se van multiplicando). Quienes abogamos desde hace años profesionalmente -es decir, con cierto conocimiento del tema- por la inclusión en el bachillerato de esta asignatura que figura en los programas de relevantes países democráticos europeos podríamos sentirnos ofendidos por esta retahíla de dicterios que nos pone quieras que no al nivel abyecto de los sicarios propagandistas de Ceaucescu y compañía. Pero lo cochambroso y raído de la argumentación empleada en estas censuras tremendistas demuestra que su objetivo no es el debate teórico, sino el más modesto de fastidiar al Gobierno y halagar a los curas integristas, por lo que haríamos mal tomándolas demasiado a pecho.

La objeción más inteligible contra esta materia viene a ser que el Estado no debe pretender educar a los neófitos en cuestiones morales porque ésta es una atribución exclusiva de las familias. Como ha dicho monseñor Rouco, la asignatura culpable no formaría a los estudiantes, sino que les transmitiría «una forma de ver la vida», que abarcaría «no sólo el ámbito social, sino también el personal». Francamente, no me resulta fácil imaginar una formación educativa que no incluya una forma de ver la vida, ni una educación de personas que omita mencionar la relación entre la conciencia de cada cual y las normas sociales que comparte con su comunidad. Pero de lo que estoy convencido es de que la enseñanza institucional tiene no sólo el derecho sino la clarísima obligación de instruir en valores morales compartidos, no para acogotar el pluralismo moral, sino precisamente para permitir que éste exista en un marco de convivencia. Los testigos de Jehová tienen derecho a explicar a sus hijos que las transfusiones de sangre son pecado; la escuela pública debe enseñar que son una práctica médica para salvar vidas y que muchas personas escrupulosamente éticas no se sienten mancilladas por someterse a ellas. Los padres de cierta ortodoxia pueden enseñar a sus hijos que la homosexualidad es una perversión y que no hay otra familia que la heterosexual; la escuela debe informar alternativamente de que tal «perversión» es perfectamente legal y una opción moral asumible por muchos, con la que deben acostumbrarse a convivir sin hostilidad incluso quienes peor la aceptan.

Los alumnos deben saber que una cosa son los pecados y otra los delitos: los primeros dependen de la conciencia de cada cual; los segundos, de las leyes que compartimos. Y sólo los fanáticos creen que no considerar delito lo que ellos tienen por pecado es corromper moralmente a la juventud. Por otro lado, es rotundamente falso que la moral sea un asunto estrictamente familiar: no puede serlo, porque nadie vive solamente dentro de su familia, sino en la amplia interacción social, y no serán sólo sus parientes quienes tengan

que soportar su comportamiento. Hace tiempo escribí que las democracias deben educar en defensa propia, para evitar convertirse en semillero de intransigencias contrapuestas y de ghettos incomunicados de dogmas tribales. Nada veo hoy en España ni en Europa que me incline a cambiar de opinión.

Resulta verdaderamente chocante que la oposición considere la Educación para la Ciudadanía un instrumento doctrinal que sólo puede beneficiar al Gobierno. Deberían ser los más interesados en preparar futuros votantes bien formados e informados que no cedan a seducciones demagógicas. En un artículo que analiza muy críticamente la situación política actual en nuestro país («Cómo se estropean las cosas», Abc, 18/7/06), Álvaro Delgado-Gal se pregunta: «¿Estamos los españoles educados democráticamente? La pregunta es pertinente, ya que la buena educación democrática no se adquiere así como así, ni florece, como las malvas, en terrenos poco trabajados». No parece por tanto que tronar contra la asignatura que pretende remediar estas carencias sea demasiado lógico.

Al menos los críticos deberían distinguir entre la necesidad de este estudio, que es evidente, y la orientación temática que finalmente reciba, sobre la que puede haber mayores recelos y objeciones. En cualquier caso, la menos válida de éstas es sostener que cada familia tiene el monopolio de la formación en valores de sus vástagos… mientras se expresa preocupación por la posible apertura de escuelas de orientación islámica en nuestro país. O nos preocupa el silencio de Dios o nos alarma el guirigay de los dioses, pero todo a la vez, no. Los mismos que reclaman homogeneidad entre los planes de estudio de las diferentes autonomías no pueden negar al ministerio su derecho a proponer un común denominador ético y político en que se base nuestra convivencia. También por coherencia, quienes exigen a Ibarretxe que sea lehendakari de todos los vascos y no sólo de los nacionalistas no deberían censurar que Gallardón se comporte como alcalde de todos los madrileños y no sólo de los heterosexuales. Por lo tanto, produce cierta irritada melancolía que el líder de la oposición, tras una conferencia en unos cursos de verano dirigidos por el cardenal Cañizares, afirmase (según la prensa) que «la laicidad y la Educación para la Ciudadanía llevan al totalitarismo». Vaya, hombre: y seguro que la electricidad y el bidé son causantes de la decadencia de Occidente.

Sin duda, hay muchos malentendidos en torno a la asignatura polémica que deberán ser cuidadosamente discutidos. Como vivimos en una época enemiga de las teorías, cuyo santo patrono es Campoamor («nada es verdad ni mentira, todo es según el color…, etc.»), es de temer que predomine ante todo el afán práctico de lograr comportamientos recomendables. Pero a mi juicio, la Educación para la Ciudadanía no debería centrarse en fomentar conductas, sino en explicar principios.

Para empezar, en qué consiste la ciudadanía misma. Podríamos preguntárselo a los inmigrantes, por ejemplo, pues lo que vienen a buscar en nuestros países -sean más o menos conscientes de ello- no es simplemente trabajo ni aún menos caridad o amparo, sino precisamente ciudadanía; es decir, garantía de derechos no ligados a la etnia ni al territorio sobre los que poder edificar su vida como actores sociales. Los neófitos oyen hablar a todas horas de las carencias de nuestro sistema, pero no de sus razones ni de la razón de sus límites. La ciudadanía exige constituir un «nosotros» efectivo que no sea «no a otros», por utilizar el término propuesto antaño por Rubert de Ventós. Ser ciudadano es estar ligado con personas e instituciones que pueden desagradarnos: obliga a luchar por desconocidos, a sacrificar nuestros intereses inmediatos por otros de gente extraña pero que pertenece a nuestra comunidad, y a asumir como propias leyes que no nos gustan (por eso es imprescindible intervenir en política, ya que luego el «no en mi nombre» es un subterfugio retórico y equívoco). Vivir en democracia es aprender a pensar en común, hasta para disentir: algo que con la moda actual de idolatrar la diferencia no resulta precisamente fácil ni obvio.

No soy de los que dan por hecho el despedazamiento de España a corto plazo, pero la verdad es que también veo apagarse más luces de las que se encienden. Con una izquierda cautiva de los nacionalistas y una derecha cautivada por los obispos, la imbecilización política del país es más que probable. Afortunadamente, gran parte de la ciudadanía no se siente obligada al cien por cien a alinearse con unos o con otros. Hay votantes del PSOE que consideran injustificable la mesa de partidos que nadie se molesta en justificar y votantes del PP que prefieren el teléfono móvil a las palomas mensajeras, a pesar del comprobado parentesco de éstas con el Espíritu Santo. A los hijos de todos estos relapsos les vendrá muy bien aprender Educación para la Ciudadanía, aunque no sea la panacea mágica de nuestros males. Para tantos otros, ay, llega la asignatura demasiado tarde.

Fernando Savater es catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid.

La metedura de video del PP sobre violencia en los tiempos de su propio gobierno recibe un distinto tratamiento informativo.

El País, arriba, a cuatro columnas, recoge la imágenes de 1996 y 2002 -con Rajoy de ministro de Interior- que han dejado en ridículo a los dirigentes del PP.

El Mundo pasa de puntillas sobre el caso y publica un cuarto de columna con este titular tan taurino:

Palmas y silencios ante el vídeo de la polémica

No puedo remediar el interés con el que sigo el caso de elmundobórico.es y los dos jueces (Garzón y Gallego).

Me recuerda bastante al caso Bono/caso Hidalgo , en el que aparecen polémicos jueces, dudosas falsificaciones, ataques a policías, y todo ello, casualmente, en beneficio de las tesis conspirativas del PP sobre ETA en el 11-M.

Por eso, copio y pego este interesante artículo de Javier Pradera en El Pais de hoy en el que aclara algunos puntos oscuros de «elmundobórico.es»:

Un viaje de ácido bórico

Javier Pradera

Al tiempo que cuatro jefes policiales son imputados por varios delitos, el PP pide una comisión de investigación parlamentaria para dilucidar las responsabilidades políticas del Gobierno.

EL TRAYECTO RECORRIDO por el caso del ácido bórico entre el juzgado número 5 de la Audiencia Nacional -cuyo titular es Baltasar Garzón- y el juzgado número 35 de Madrid -a cargo de Gemma Gallego- ha sido un viaje psicodélico que ha transportado al sumario desde la realidad verificable hasta la incontrolada fantasía. Más allá de las implicaciones procesales de un conflicto menor de orden policial-administrativo, seguramente sin trascendencia penal, la transformación alucinógena sufrida por la causa judicial al cambiar de manos la instrucción de sus diligencias se debe a un maligno virus político: el obstinado empeño del PP -con Eduardo Zaplana a la cabeza- y de un grupo afín de periodistas y locutores por atribuir la dirección de la matanza del 11-M a un batiburrillo criminal formado por ETA, agentes de servicios de inteligencia extranjeros y miembros de las fuerzas de seguridad teledirigidos por el PSOE.

Ni uno sólo de los abundantes indicios reunidos por la policía, analizados por la fiscalía e incorporados por el juez Juan del Olmo al sumario de los trenes de la muerte avaló esa extravagante tesis. Los maliciosos fabricantes de la teoría de la conspiración, sin embargo, no se resignan al terco desmentido de los hechos y ofrecen todo tipo de conjeturas absurdas y paranoides como interpretación alternativa a la explicación sumarial del 11-M, descargando sobre los demás la imposible tarea de probar la falsedad de sus retorcidas fantasías. En ese recalentado escenario, El Mundo y la radio de los obispos recibieron el pasado septiembre la filtración de un informe elaborado el 21 de marzo de 2005 por tres peritos de la policía sobre una sustancia intervenida en diciembre de 2004 a Hassan el Haski (imputado por los atentados de Casablanca y Atocha); el papel filtrado a la prensa era una copia del original impresa y firmada el 11 de julio de 2006 por sus autores (un dato omitido por la difusión periodística). Ese documento de trabajo de los expertos, sin embargo, no había pasado en su día de manera íntegra al informe oficial enviado al juez. Los jefes de la Comisaría de Policía Científica reprodujeron fielmente la respuesta de los peritos a la pregunta que les había sido dirigida (la sustancia analizada era ácido bórico), pero suprimieron sus extravagantes observaciones acerca de una posible conexión entre el islamismo y ETA basada sólo en que también se encontró ácido bórico en 2001 durante el registro de un piso franco de la banda armada en Salamanca.

El juez Garzón, que se hizo cargo del asunto el pasado septiembre como instructor de un sumario donde figuraba como imputado Hassan el Haski, llegó a la conclusión de que los jefes de la Comisaría de Policía Científica habían actuado correctamente, pero que los tres peritos podían ser culpables de un delito de falsificación por la copia impresa y firmada el 11 de julio de 2006 que sería luego filtrada a la prensa. Garzón se inhibió de la causa por razones de competencia, no sin advertir antes de la manipulación política llevada a cabo por los tres peritos para «generar una apariencia sin sustento real alguno» que permitiera vincular a ETA con el 11-M. Tras hacerse cargo a comienzos de octubre de la instrucción del caso, la juez Gallego -candidata de la conservadora Asociación Profesional de la Magistratura para una vocalía del nuevo Consejo del Poder Judicial- ha tomado medidas diametralmente opuestas a las decisiones adoptadas por Garzón: la exoneración de los tres peritos y la imputación de los jefes policiales por falsedad documental y falso testimonio.

El PP no ha querido perderse la fiesta del desquite de los tres peritos. Como portavoz del Grupo Popular, Eduardo Zaplana ha asomado de nuevo la cabeza para exigir una comisión de investigación sobre el caso del ácido bórico. Se reanuda así el baile parlamentario en torno al 11-M: ahora se trata de sostener que el Gobierno ordenó a la policía borrar los indicios sobre la conexión de ETA con el atentado. Pero se pongan como se pongan la juez, el PP, El Mundo y la radio de los obispos, continúa siendo indiscutible que el ácido bórico no es un explosivo, sino sólo un producto de limpieza utilizado por cientos de miles de amas de casa.

Me ha salido un poco largo. Pero es domingo y aún me dejo en el tintero la página 48 de El País de hoy, en la que anuncia mejoras en su versión digital elpais.com que estrenará mañana lunes.

Me apuesto algo a que se parece un poco a 20minutos.es. ¡Ojo al parche!

Arsenio suele decir que «quien te copia te homenajea».

Pues, así sea. Gracias, colegas de elpais.com, por homenajearnos.

Y suerte en el ciberespacio abierto y libre para todos. Dicen que, como nosotros, van a aceptar comentarios en todas sus informaciones. Veremos lo que aguantan… en libertad.

Mañana comentaré otra perla publicada por El Pais en su página 45 del sábado. En esa rara información (ELPAIS.es duplica su audiencia en un año), el ex líder de la prensa española reconoce a sus dos principales competidores digitales (elmundo.es y 20minutos.es) pero nos atribuye unos datos sacados de la manga.

Me preocupa que El País nos tema como competidores que vamos pisándole los talones digitales. Era mejor vivir con su indiferencia. Así pudimos alcanzarle y superarle en medio millón de lectores en papel.

A veces, me pregunto, como los niños, ¿que es mejor: mala atención o indiferencia?

Mañana comentaré los datos que da El País. Los míos están en la oficina.

P.S. Me acabo de enterar por Periodistadigital que ha salido un libro del general Rodríguez Galindo sobre el GAL en el que incluye historias curiosas de Pedro Jota Ramírez, hoy director de El Mundo.