


Las portadas de hoy son antológicas. A nadie sorprende, a estas alturas, comprobar que El Mundo mira la realidad con una gafas que sacan muy feo a Zapatero.
Algo parecido hace El País con Aznar.
El titular más sorprendente -y espeluznante- es el que manda en El País a cinco columnas. Como se trata, a todas luces, de una exclusiva -fruto de la investigación periodística o de la filtración de una fuente interesada – sólo la publica El País.
No sabemos cómo hubiera publicado El Mundo esta noticia, de haberla tenido en sus manos. Pero podemos imaginarlo con bastantes posibilidades de acertar.
El escándalo político provocado por las ilegalidades del Gobierno Aznar ha sido mayúsculo y a partir de mañana veremos las reacciones en el resto de la prensa, en el Parlamento y, posiblemente, pese a su extrema politización, en los Tribunales de Justicia.
Me interesa resaltar hoy el efecto de los pequeños recuadros, de apariencia inofensiva, que acompañan, sesgan y aderezan a la noticia principal. Son noticias que nunca recibirían los honores de primera página de no ser por su efecto interesado sobre la noticia principal
Aunque se trate de noticias distintas, la influencia se produce por simple yuxtaposición.
El gran titular de El País lleva por compañía este otro:
La renuncia del «zar» antiterrorista europeo agrava la crisis por los vuelos secretos
Al parecido ocurre con el gran titular de El Mundo, aderezado por este otro, como aviso a navegantes:
Escándalo en Alemania por la libertad de una terrorista tras 24 años de prisión



EDITORIAL de El País
Investigar Guantánamo
13/02/2007
Un grupo de policías españoles interrogó en 2002 a una veintena de presos ilegales en Guantánamo, un hecho que junto a las últimas revelaciones de que Estados Unidos utilizó las bases de Torrejón, Morón y Rota, además de otras escalas ya conocidas, para llevar a prisioneros al centro de detención americano en la isla cubana, debe obligar al Congreso de los Diputados a abrir una comisión de investigación sobre estos hechos sórdidos, que dejan en entredicho el funcionamiento de los resortes de preservación de nuestros más básicos valores democráticos.
La democracia española no puede contentarse con que sea el Parlamento Europeo el que políticamente investigue todas estas cuestiones. La dimisión del holandés Gijs de Vries, encargado de la cooperación antiterrorista en la UE, en plena crisis sobre los vuelos de la CIA, no basta para aplacar ánimo alguno.

Al contrario, debe servir para localizar con precisión dónde están las responsabilidades. Los procedimientos judiciales, a su vez, deben avanzar de forma implacable frente a lo que constituyen a todas luces violaciones de la legalidad española y europea.
Los policías españoles interrogaron a 20 marroquíes, además del ceutí Hamed Abderramán, luego liberado. Los interrogatorios tuvieron lugar en 2002, es decir, en tiempos del Gobierno de Aznar y meses antes del ataque terrorista del 11-M de 2004. Pero los vuelos prosiguieron al menos hasta noviembre de 2005, es decir, con Zapatero en La Moncloa. Las explicaciones dadas hasta ahora sobre estos últimos son insuficientes y requerirían por sí mismas una investigación parlamentaria a fondo.
No es un atenuante que agentes de otros países europeos fueron también en esas fechas a interrogar a presos a Guantánamo. Francia lo hizo con presos de su nacionalidad, tal como acabó sabiéndose en un juicio en París contra seis acusados de terrorismo. El alemán de origen turco Murat Kurnaz, que posteriormente fue liberado, también relató cómo recibió la visita de agentes alemanes mientras estaba en Guantánamo.
Los policías españoles mandados por el Gobierno de Aznar interrogaron, en cambio, a ciudadanos de un país vecino, algo que introduce un elemento mucho más inquietante a la hora de evaluar la actitud oficial ante la actividad ilegal desarrollada en Guantánamo.

La hipocresía de muchos Gobiernos europeos parece no tener límites. Estamos ante una serie de desvergüenzas y violaciones de los derechos por parte de servicios europeos que requieren, además de la investigación judicial que corresponda, una depuración de responsabilidades políticas, aunque sea a toro pasado. Debe quedar claro que lo peor que puede hacerse en la lucha contra el terrorismo es doblegarse a lo que quieren los terroristas, y esto es que los Estados de derecho abandonen el camino de la ley y se adhieran a los mismos métodos de aquellos a quienes persiguen. FIN
