Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Algo huele a podrido en la Justicia

«En España no hay leyes; solo orientaciones». Lo aprendí de unos guiris escandalizados por la ineficacia y lentitud de nuestro sistema judicial y por la pasividad de la ciudadanía ante injusticias y/o delitos flagrantes.

El Roto, en El País, 27/04/13

El Roto, en El País, 27/04/13

Gurtel, la financiación del PP, Bárcenas, Undargarín, los ERE del PSOE, las dietas de UPN, las ITV de Pujol

Los casos de «presunta» corrupción de los políticos se eternizan hasta que caen en el olvido o se archivan por triquiñuelas técnicas, como ocurrió con Naseiro, el único tesorero de la historia del PP aún no imputado por corrupción.

La escasa confianza de los españoles en la Justicia viene lejos. Así la define el refranero: «Tengas pelitos y los ganes», «Vale más un mal acuerdo que un buen pleito», etc.

No es de ahora. Durante la Dictadura de Franco pasaba más de lo mismo. Las leyes fascistas promulgadas por el dictador apenas se cumplían, excepto para castigar a los disidentes políticos,

Un ejemplo: durante la Dictadura había una ley en vigor que calificaba el adulterio como delito. ¿Cuantas sentencias dictaron los jueces franquistas condenando a los adúlteros? Busquen en los archicos y se llevarán una enorme sorpresa. ¿Llegarán a la docena?

Ahora hay leyes democráticas en vigor que califican la corrupción como delito.

¿Cuantas sentencias han dictado los jueces condenando a los corruptos? Busquen en los archivos y se llevarán otra enorme sorpresa. ¿Llegarán a la docena?

¿Acaso no había miles y miles de casos de adulterio en la España de Franco?

¿Acaso no hay miles y miles de casos de corrupción en la España democrática?

Las leyes de antes como las de ahora no son leyes, son sólo orientaciones.

Si el Legislativo legisla será para algo. El Ejecutivo debería ejecutar, es decir, hacer cumplir las leyes que dictan los legisladores desde Las Cortes. Y si ambos poderes hicieran bien su trabajo, suponemos que el Judicial debería juzgar a quienes incumplieran las leyes y los condenaría o absolvería mediante las correspondientes sentencias. Digo yo.

Peridis, en El País, 27/04/13

Peridis, en El País, 27/04/13

¿Donde están las sentencias de nuestros jueces condenando o absolviendo los casos de corrupción política?

Deben estar en el mismo limbo en el que se ocultan las escasísimas sentencias de los jueces franquistas contra los adúlteros.

¿Acaso no había adúlteros cuando mandaba el dictador? ¿Acaso no hay corruptos ahora que manda el pueblo soberano?

Creo que lo que no había antes ni hay ahora son jueces que hagan bien su trabajo, amparados por políticos que tampoco hacen bien el suyo.

Por eso, no me extraña nada la saludable irrupción en España de los «escraches» (¡qué palabra lunfarda tan bonita en boca de Carlos Gardel!). El pueblo soberano y desesperado busca salidas contra los políticos que no hacen bien su trabajo. Y ha encontrado una muy luminosa en la Argentina que luchó dignamente contra la Dictadura asesina de Videla y compañía: los «escraches».

Nada de violencia física. Solo pancartas y gritos a la cara, en honor a la libertad de expresión.  A ver si nuestros políticos, casi anónimos, elegidos en listas cerradas por la estructura de sus partidos, se avergüenzan y despiertan de una vez…

Y, de paso, mal que les pese, hacen leyes que se cumplan (incluida una Ley Electoral de listas abiertas) y reforman la Justicia, esa palabra tan extranjera en España.

Gracias Erik por recordarnos con tu comentario de ayer lo que está consiguiendo la fiscal general de Guatemala, Claudia Paz y Paz, al sentar en el banquillo al general Efraín Ríos Montt, uno de los asesinos más crueles de América. Precisamente hoy, El Pais publica un excelente artículo de Prudencio García titulado «Ríos (de sangre) Montt» que te recomiendo. Ahí va el link:

http://elpais.com/elpais/2013/03/01/opinion/1362139369_928689.html

El trabajo heróico de Claudia Paz nos reconcilia con la condición humana en medio de tanta injusticia e ignorancia.

 

 

 

¿De qué o de quién se ríen nuestros políticos?

Mi compadre me ha enviado una imagen (algo forzada) que vale más que mil palabras. Dicen que «quien ríe el último ríe dos veces». Quizás en Gran Bretaña.

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Recomiendo la lectura de este artículo publicado hoy por El Pais. Pienso que acompaña muy bien a esta imagen.

 La corrupción no debe quedar impune

Debemos acordar la expulsión precoz de la política de quienes sean encausados
Joan J. Queralt

(7 FEB 2013)

La lucha contra la corrupción política no es fácil; menos si lo hacemos con las manos atadas a la espalda. Cuando la corrupción se hace por sistémica insoportable, nos percatamos de que los mecanismos de respuesta no funcionan adecuadamente, pues, o no son asumidos por quienes deberían, o ponerlos en marcha, especialmente los judiciales, es tarea ímproba.

En cierta medida, pedimos peras al olmo. En efecto, implementar los mecanismos políticos y jurídicos de respuesta depende en buena media de aquellos que habitan los espacios donde se referencia la corrupción. Como ha señalado el Greco (Grupo de Estados contra la corrupción) en sus análisis sobre España, no falla tanto la legislación como su aplicación.

Aquí, el déficit de medios personales y materiales es clamoroso. Así, por el Juzgado de Nules, tras cinco años instruyendo el caso Fabra, han pasado siete jueces y cuatro fiscales. Olvidado el entusiasmo institucional del 11-M, los jueces de instrucción de la Audiencia Nacional reclaman más auxilio pericial por parte del Ministerio de Hacienda y de la Intervención del Estado para evitar que se eternicen las causas. Dos muestras.

La presunción de inocencia es un derecho fundamental que vale para el proceso, no fuera de él

El Roto, en el País de hoy

El Roto, en el País de hoy

Se alzan voces que claman contra, en su opinión, breves plazos de prescripción. Salvo el delito fiscal que prescribe a los cinco años, la mayor parte de las infracciones que hoy nos aquejan prescriben entre 5 y 10 años. Tiempo, entiendo, más que suficiente. Dilatar los plazos sin poner medios es un brindis al sol. Lo que debemos preguntarnos es por qué Hacienda, la Intervención del Estado y las de las comunidades autónomas, al igual que los diversos Tribunales de Cuentas, van con tal retraso en la verificación ordinaria de las cuentas públicas y de las de los partidos políticos, lo que hace muchas previsiones inútiles. Debemos preguntar cuáles son sus planes de trabajo, si son realistas, si se cumplen y especialmente porqué sus recomendaciones y observaciones resultan reiteradamente incumplidas. En no poca medida cabe hablar de una cierta impunidad de facto; eso sin hablar del indulto regio.

La otra cuestión relevante es que los encausados apuran hasta las heces su cargo, enarbolando la sagrada presunción de inocencia. Interesadamente confunden dos cosas. La primera, la presunción de inocencia es un derecho fundamental que vale para el proceso, no fuera de él. Por eso la responsabilidad penal y la política son diversas.

Dicho esto, hay que ir un paso más allá: la precoz expulsión de quien aparezca como corrupto. Sin embargo, el político imputado, al son de quiméricas conspiraciones en su contra y contra la patria, se resiste a ello, se equipara al ciudadano común y se muestra más doliente que este. Si el ciudadano no se ve privado de sus derechos hasta que es condenado, pues es presumido inocente hasta ese momento, por qué, inquiere el encausado-político, él ha de verse privado de esa presunción y ser despojado de sus cargos. Por dos razones muy sencillas. La primera: es falsa esa pretendida igualdad. La función pública comporta prerrogativas y cargas para garantizar la limpieza de su ejercicio que no son necesarias en la vida común. O sea: en lo desigual no hay igualdad a proteger.

El grupo político que no promueva la dimisión de sus imputados quedará ante la ciudadanía como un ventajista

La segunda razón es esencialmente política. Cuando un político es encausado, se le genera un profundo conflicto de intereses: el ejercicio de su función se ve alterado por su legítimo derecho de defensa. Ya no puede prestar la atención y ponderación que el cargo le impone. Por ello, mientras se reforman las leyes, hay que esperar de nuestros políticos un paso al frente que dignificaría su actuación: políticamente es obligada la dimisión de los cargos electos, por más que no sea obligada aún legalmente, desde que se produce la imputación formal, esto es, desde el momento en que el juez de Instrucción le comunica el auto de imputación y le da conocimiento íntegro de las actuaciones.

Estas resoluciones judiciales de imputación, por lo que alcanzo a ver, están más que suficientemente motivadas, por encima de la media, e ilustran plenamente al interesado y a la ciudadanía por qué se atribuye indiciariamente un delito o un haz de delitos. En fin, la imputación satisface todos los derechos y garantías procesales. Cabe objetar que, en caso de absolución, un daño cuando menos honorífico se ha inferido al procesado. Puede ser. Pero no pasa de ser un inherente riesgo profesional, que el ejercicio sin tacha de la función pública evita.

También se aduce que un grupo político podría requerir a sus integrantes la dimisión y otros no; así, tal conducta sería perjudicial para los más cumplidores. Nada menos cierto. Una cualidad políticamente olvidada es la generosidad, hija como es de la inteligencia. El grupo político que no promueva la dimisión de sus imputados quedará ante la ciudadanía como un ventajista. Tal percepción cotiza muy a la baja en la actualidad y sería un primer, pequeño, pero primer, paso en la dirección de una regeneración política. El segundo paso, reitero, ha de ser la dotación de medios personales y materiales a la justicia; si no hubiera dinero, anúlense partidas superfluas, que aún hay muchas, sin perjudicar los derechos ciudadanos. La causa pública lo vale.

Joan J. Queralt es catedrático de Derecho Penal en la Universidad de Barcelona e investigador principal del grupo “Estrategias preventivas y reactivas contra la corrupción”.

Presidente insoportable: ¡Váyase Sr. Rajoy!

 

Portada de El Pais, 31-1-2013

Portada de El Pais, 31-1-2013

Esta vez se irán, sí, pero no de rositas. Estos caraduras y presuntos delincuentes han ido demasiado lejos. «Don Trancredo» Rajoy debe dimitir inmediatamente para dedicarse «full time» a defender en los tribunales lo que pueda quedarle de honorable.

Tras conocerse «Los papeles secretos de Bárcenas«, que ha publicado hoy El Pais, necesitamos ya mismo un Gobierno honorable, libre de sospechas, aunque sea del Partido Popular que ganó las últimas elecciones con dinero presuntamente tan pecaminosoO bien, quizás mejor, nuevas elecciones generales.

El ex tesorero Bárcenas, nombrado por Rajoy, abrió las puertas del hasta ahora inexpugnable castillo del PP. ¡Y qué mal huele! Bárcenas cumplió con la vieja tradición de los despechados o traicionados por su jefe: abrió las puertas (y la caja de los truenos) del PP naturalmente desde dentro.

Ahora, mientras los tribunales deciden qué hacer con estos papeles que queman las manos de cualquier persona decente, ¿con qué cara va a pedir este Gobierno que los españoles paguemos a Hacienda lo que nos corresponde?

Para que conste a quienes no les consta, ahí van los titulares y sumarios del diario El País de hoy:

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LAS CUENTAS MANUSCRITAS DE LOS TESOREROS DEL PARTIDO POPULAR ENTRE 1990 Y 2008 »

Los papeles secretos de Bárcenas

1359562148_791161_1359562200_noticia_normalEn los extractos figuran numerosas donaciones de constructores, entre ellos tres imputados en el ‘caso Gürtel’
Dolores de Cospedal, Rodrigo Rato, Mayor Oreja , Javier Arenas, Ángel Acebes y Álvarez Cascos niegan haber recibido los pagos
Las anotaciones reflejan entregas al presidente del Gobierno de 25.200 euros anuales durante 11 años

LA CONTABILIDAD OCULTA. Los extractos de los papeles secretos del extesorero del PP Luis Bárcenas reflejan las anotaciones de supuestos pagos a políticos de la cúpula del partido, como Rodrigo Rato, Mariano Rajoy, Francisco Álvarez-Cascos, Jaime Mayor Oreja, Ángel Acebes o Dolores de Cospedal.

La contabilidad interna que manejaron Álvaro Lapuerta y Luis Bárcenas, tesoreros del PP entre 1990 y 2009, a la que ha tenido acceso EL PAÍS, refleja pagos periódicos, trimestrales o semestrales, a toda la cúpula del partido (secretarios generales y vicesecretarios generales). Las mayores entregas registradas son a Javier Arenas y Francisco Álvarez-Cascos
La caja registró donativos e ingresos por 7,5 millones.

Empresarios de la construcción, algunos imputados en casos de corrupción, figuran como los que realizaron mayores ingresos.

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Las corruptelas del ex presidente del Tribunal Supremo, el sivergonzón meapilas Carlos Dívar, que le costaron el cargo, serán minucias si los papeles secretos del despechado Bárcenas resultaran ser tan ciertos como parecen.

Cobran actualidad -¡qué pena!- los versos clásicos:

«En tiempos de las bárbaras naciones

de las cruces colgaban los ladrones

hoy en en el siglo de las luces

del cuello del ladrón cuelgan las cruces».

«Pues eso», que diría nuestro buen Forges.

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Por una corrupción soportable

La corrupción cero es un sueño inalcanzable, un objetivo utópico. No es cosa de humanos. Ya sabemos que la corrupción, alentada por la avarica, es el lubricante del capitalismo. Por eso, lo que importa no es liquidarla sino cambiar la tendencia para que la corrupción apunte al cero y no, como hace ahora, al infinito. Invertir la actual tendencia diabólica nos hará mejores personas, más libres y más justos. Quizás, incluso, más felices,

Manifestación de "indignados" en Madrid

Manifestación de «indignados» en Madrid

¿Quién puede estar en desacuerdo con esta propuesta tan noble y democrática? ¿Alguien se atreve a oponerse publicamente a este objetivo? Ni los políticos más cínicos lo harían. Seguirían como hasta ahora: diciendo una cosa y haciendo la contraria. Cambiar esa tendencia va en contra de sus intereses económicos y políticos a corto plazo. Por lo que vemos, el Indice de Corrupción Ambiental (ICA), tan dificil de medir, está triplicando a la prima de riesgo y tiene difícil arreglo. Los principales responsables son seguramente los líderes políticos que nos representan a casi todos. Pero, del rey abajo, nadie puede ni debe escurrir el bulto: el Indice de Corrupción Ambiental, como Hacienda, es cosa de todos.

¿Qué hacer?

La observación de la realidad nos ha demostrado que los principales enemigos del cambio de tendencia hacia la «corrupción cero» son precisamente los encargados de dicha tarea: los partidos políticos y sus dirigentes. Acabo de repasar los 10 casos principales de corrupción, en manos de los tribunales, que publica nuestra web. En todos ellos, aparecen los partidos políticos de uno u otro signo. Varían las cantidades robadas (cutres en la izquierda, faraónicas en la derecha) pero las intenciones que mueven a los políticos corruptos son muy semejantes, al margen de su ideología.

Decia Durremat: «Triste la época en la que hay que luchar por cosas evidentes».

Entre todas las propuestas que he leído últimamente me ha llamado la atención la que José A. Gómez Yañez y César Molinas hacen en El País. ¿Quien regula al regulador? Ellos proponen que sean regulados desde fuera, como en Alemania. Vale la pena su lectura. Aunque mejor sería que empezaramos a recoger firmar al pie de un manifiesto benéfico titulado: Por una corrupción soportable.

Alguien debería tirar la primera piedra… como cuando luchábamos contra la Dictadura por la Democracia. Claro que entonces éramos más jóvenes y seguramente más generosos. Algo habrá que hacer desde fuera de los partidos políticos (que son, sin duda, la base de la Democracia) para salvarlos de ellos mismos y para que nuestros hijos y nietos (los del 15-M) no nos echen en cara -y con razón- la mierda de herencia que les estamos dejando.

Copio y pego:

Qué hacer con la corrupción

Hay que regular a los partidos políticos desde fuera, como en Alemania

José Antonio Gómez Yañez / César Molinas

22 ENE 2013 – El País

El funcionamiento de los seres vivos, de los motores de explosión y de los organismos sociales produce, inevitablemente, residuos tóxicos que se deben eliminar. Si no se hace, sobrevienen la muerte y la descomposición. De ahí la existencia de los riñones, de los tubos de escape y de la regulación de los partidos políticos, por ejemplo.

En todos los sistemas políticos hay corrupción: es tan consustancial con la política como el monóxido de carbono con el automóvil. Por ello, en las democracias avanzadas, existen leyes que regulan la actividad interna de los partidos políticos. Esta regulación impone los mecanismos de reciclaje de toxinas que permiten que la democracia siga funcionando de manera saludable. El nivel insoportable que ha alcanzado la corrupción política en España se debe a la ausencia de reciclaje de los residuos tóxicos que generan nuestros partidos. La democracia española es como un cuerpo sin riñones o un coche sin tubo de escape.

La ley española de partidos políticos está vacía de contenido y permite que, en la práctica, los partidos se autorregulen. Esto es una anomalía gravísima e insólita en las democracias avanzadas. Los partidos políticos no deben autorregularse porque son entidades especiales a las que se les reconoce el monopolio de la representatividad política y se financian con recursos públicos. Este reconocimiento no debe darse sin un riguroso control legal para evitar que los partidos acaben, como en España, convirtiéndose en élites extractivas. En Alemania, por ejemplo, la ley obliga a los partidos a celebrar congresos bienales, a que los delegados en estos congresos sean elegidos por votación secreta entre los militantes, a que los candidatos a cargos electos sean elegidos en primarias, a someterse a auditorías externas… El sistema genera competencia entre los dirigentes y los candidatos a serlo. Como no puede ser de otra manera, los mecanismos de reciclaje de residuos son la democracia interna, la transparencia y la competencia. ¿Hay corrupción política en Alemania? Por supuesto que la hay, pero los mecanismos legales previstos evitan una espiral degenerativa y contagiosa como la española. La corrupción puede llegar al tobillo, pero el drenaje impide que llegue al cuello.

No hay que esperar que el sistema actual se regenere de manera endógena

En España los congresos los convocan las direcciones partidarias cuando les conviene, los candidatos son nombrados por cooptación, gran parte de los afiliados son cargos públicos o allegados, las auditorías las hace el Tribunal de Cuentas —cuyos miembros son nombrados por los partidos— con años de retraso… ¿Por qué no hay sistemas de dragado de residuos en la política española? Porque en la Transición se decidió potenciar la estabilidad de los partidos cediendo un poder casi ilimitado a sus cúpulas dirigentes. Pesaba mucho el recuerdo de la inestabilidad política durante la II República y se confiaba en que partidos estables dieran lugar a una democracia estable. Además, se creía que este tipo de partidos era una garantía de unidad política ante el proceso descentralizador del Estado de las Autonomías. Hoy hay que reconsiderar esa decisión, porque el precio que se ha pagado por ella ha sido excesivo.

La falta de competencia interna y de control externo en los partidos españoles ha tenido dos consecuencias. Primera, una corrupción a la que no es posible poner límites y que tiene efectos cancerígenos. No se trata de cargos cometiendo delitos o de partidos buscando dinero extra. Se trata de empleados y políticos integrados en los aparatos que los utilizan para enriquecerse sin control o para conseguir ingresos adicionales escapando al control de Hacienda. De la corrupción individual se ha pasado a una fase institucional. La segunda consecuencia ha sido la degeneración de la competencia técnica y capacidad de liderazgo de nuestros políticos, cooptados en base a su fidelidad a las cúpulas en cada vuelta del torno electoral con grave detrimento de su iniciativa e independencia de pensamiento, pese a la supervivencia en los engranajes partidarios de muchas personas capaces y honestas.

¿Qué hacer? No hay que esperar que el sistema actual se regenere de manera endógena. No lo hará. Y la solución no pasa por más fiscalía y más tribunales. Eso es necesario, pero insuficiente. Hay que regular a los partidos españoles desde fuera, como en Alemania. Hace falta una nueva ley de partidos políticos que imponga la democracia interna y la transparencia, es decir, que obligue a tener mecanismos de reciclaje de residuos tóxicos. Esto es lo último que hará una élite extractiva porque vive de la opacidad y de la cooptación. La reforma habrá que hacerla contra la resistencia numantina de las élites partidarias, que antes prefieren pasar por el juzgado de vez en cuando que someterse a controles externos. Es necesario un amplio movimiento ciudadano para exigir una Ley de Partidos como la alemana, que imponga congresos periódicos, que obligue a que los delegados se elijan por sufragio secreto entre la militancia, que obligue a hacer primarias para elegir a todos los candidatos a cargos representativos, y que obligue a auditorías externas independientes. Se tendría que recoger firmas para llevar una propuesta de ley en este sentido al Congreso de los Diputados. ¿Quién se va a oponer públicamente?

(José Antonio Gómez Yáñez y César Molinas son politólogos.)

Entre bueyes (políticos) no hay «cornás»

No se lo pierdan. La metástasis de los partidos políticos nos ha llevado, en gran parte, a esta situación de crisis económica tan profunda, de descomunal corrupción política y de regreso al clientelismo, nepotismo desvergonzado y caciquismo rampante a nivel nacional, autonómico y local.

Cánovas y Sagasta

Cánovas y Sagasta (incluso el golfo Romero Robledo) se morirían de envidia si levantaran la cabeza.

Muerto el ominoso dictador Francisco Franco en su cama, la doble transición política (de la dictadura a la democracia) y económica (del tercer mundo al primer mundo) recibió el apoyo de casi toda una generación.  Fue una conspiración nacional para sobrevivir en paz. Por nobleza o por miedo a otra guerrra civil, gentes extraordinarias de la derecha, del centro y de la izquierda dieron lo mejor de sí mismos para conquistar y consolidar la libertad, esa joya tan rara en la historia de España. En situaciones extraordinarias, la sociedad produce líderes extraordinarios.

En pocos años, esos grandes políticos (Suárez, Felipe, Carrillo, Abril Martorell, Guerra, Tarancón, Gutierrez Mellado, Sabino, etc.), asistidos por un aluvión de voluntarios no profesionales, se fueron retirando y/o perdiendo posiciones y fueron dejando paso a los nuevos jóvenes profesionales de la política.  No me cabe duda de que, al principio, muchos idealistas, con vocación de servicio al interés general, acudieron a las eleciones libres (y tenemos miles de ejemplos de alcaldes y concejales, incluso diputados honrados) con la intención de resolver los problemas de los ciudadanos.

Desgraciadamente, demasiado pronto, la frágil y joven democracia española  (saltándose los 40 años de tenebrosa guerra incivil y dictadura franquista) entroncó con lo peor de nuestra reciente historia seudodemocrática: el turno de dos grandes partidos a nivel nacional y el poder caciquil enquistado a nivel local. Un mal retrato de la Restauración de Cánovas y Sagasta. De esta degeneracion de la democracia no nos libramos casi ninguno: ni el PP ni el PSOE ni CiU ni PNV. Ni siquiera Izquierda Unida (allí donde hayan tocado poder real) ni los grandes sindicatos CC.OO y UGT.

Nuevos profesionales se arrimaron a la política en busca de fortuna («para forrarse») y otros porque no valían para la empresa privada o para sacar las oposiciones a la función pública. Una lástima y una gran oportunidad perdida.

Un documentado artículo de , publicado hoy en El País (pag. 29), me ha provocado estas tristes reflexiones. Recominedo su lectura. Copio y pego:

Los partidos, ¿el núcleo de todo esto?

La política se ha salido de sus raíles. La raíz del mal funcionamiento de las instituciones ha de buscarse en los grupos políticos, que han evitado ponerse normas de democracia interna y legislar sobre sí mismos

Seguro que les ha pasado, en alguna reunión reciente alguien reelabora la pregunta de Vargas Llosa sobre Perú en su “Conversación en La Catedral”: “¿cuándo se gripó España?”. Propongo dos días: el 1 de julio y el 2 de agosto de 1985, fechas de las Leyes Orgánicas de reforma del sistema de elección del CGPJ pasando a elegirse sólo por las cámaras; y de reforma de las Cajas de Ahorro, entregando el 89% de sus asambleas a partidos y sindicatos (mediante la representación de ayuntamientos y comunidades; impositores y empleados), lo que suponía darles sus consejos de administración. Entonces se desbordó la política. Después vendrían otras leyes que desparramaron los partidos por los entresijos de la sociedad: la elección parlamentaria o por el Gobierno de las comisiones reguladoras de los mercados, del Tribunal de Cuentas, la propuesta al CGPJ por las Asambleas Autonómicas de candidatos a los Tribunales Superiores de Justicia de las comunidades, la financiación por múltiples vías a partidos y sindicatos (¡cuánto habremos gastado en formación profesional!), la creación de montones de organismos, una ley de Función Pública (30/84, de otro 2 de agosto, pensada como “provisional”) que hace que las carreras de los funcionarios directivos dependan sobre todo de sus relaciones personales y políticas (con honrosísimas excepciones), se facilitó a jueces y fiscales circular por la política lo que han utilizado algunos con grave daño para la credibilidad de la Justicia, etc. La combinación de esta omnipresencia de la política con una larga expansión económica y con la creación de 17 administraciones autonómicas era explosiva: basta sumar los altos cargos y parlamentarios autonómicos y el crecimiento de empleados públicos y organismos vinculados a la política (excluida la prestación de servicios).

Este entramado es cómodo para las direcciones nacionales y regionales –clave- de los partidos, pone a su disposición muchos recursos con los que controlar sus organizaciones y el proceso de toma de decisiones políticas. Con el tiempo se oxidó, por ejemplo, sobre las cajas de ahorros en esta crisis, J. M. Campa, exsecretario de Estado de Economía, escribía (El País, 29-6-12): “la cajas de ahorros tenía(n) … carencias en sus órganos de gestión que cuestionaban su profesionalidad”. El CIS muestra la preocupación creciente por “la política”, hay que pensar que los ciudadanos pensamos que este diagnóstico se puede extender a muchas instituciones.

España es la democracia más rígida de Occidente y la que más gravita sobre las cúpulas partidarias

Es claro que el diseño institucional del país está fallando y es una de las claves de la crisis. Sobredimensión, ineficacia, costes disparatados, deslealtades institucionales, comportamientos deplorables ante los que la Justicia se atasca, en fin, la política se ha salido de sus raíles. Tras el mal funcionamiento de las instituciones hay una raíz: los partidos. El país se ha gripado por la política, y la política se ha gripado porque los partidos han evitado ponerse normas sobre su funcionamiento interno.

El diseño de la política de la Transición respondió al temor a la inestabilidad y a la prioridad de consolidar los nuevos partidos. Se amontonaron instrumentos para reforzar el poder de sus cúpulas: moción de censura constructiva, listas electorales cerradas y bloqueadas, sin que las leyes electoral o de partidos previeran cómo se seleccionan los candidatos, quedando al arbitrio de los partidos; falta de una ley que regule la actividad interna de los partidos, reglamentos parlamentarios que gravitan sobre los grupos, financiación a cargo de los presupuestos públicos, etc. Los procesos de cooptación de los candidatos a las instituciones, a consejos de las cajas, del CGPJ, Tribunales Constitucional o de Cuentas, a magistrados en los Tribunales Autonómicos, consejos consultivos, defensores del pueblo, etc., son materia reservada. Prolongar durante décadas una política dominada por estos usos ha producido su metástasis.

La evolución de los grandes partidos es común. PP, PSOE, PCE-IU, CDC, UDC y PNV desde 1978, han dilatado los periodos entre congresos de uno o dos años a tres o cuatro prolongando así los mandatos de sus dirigentes, sus procedimientos para elegir cargos internos han pasado de listas abiertas a cerradas y bloqueadas, los órganos de control de sus direcciones son inoperantes por el elevado número de miembros y sus esporádicas reuniones, todos han sido salpicados por escándalos sobre su financiación (o de algunos de sus miembros), las ejecutivas se reservan el derecho de expulsar a los afiliados y son más ágiles para echar a irreverentes con la dirección que a sospechosos de corrupción. Si se comparan los partidos españoles con los de otros países europeos atendiendo a criterios como los plazos entre congresos, la duración del mandato de los dirigentes, la discrecionalidad de las direcciones para nombrar candidatos y ordenarlos en las listas, la laxitud de sus estatutos y la influencia de los votantes para decidir quiénes ocuparán los escaños, se concluye que España es la democracia más rígida de Occidente y la que más gravita sobre las cúpulas partidarias, salvo Italia.

Con la competencia interna a los presuntos corruptos les sería más difícil sobrevivir

Tanta rigidez provoca disfunciones. En los 80 y 90 sus crisis se cronificaron (PSOE, 1991-96 y 2010-11), acabaron en escisiones (PCE-IU, PNV-EA) y/o con una estabilización burocrática que eliminaba las alternativas internas basadas en proyectos o dirigentes con perfiles distintos, ahogándolas por los largos periodos entre congresos, la supresión de los espacios de debate, y la exclusión de las listas. Las alternativas internas a las direcciones solo pueden proceder de reductos de poder territorial (comunidades) en manos de rivales de la dirección. Los congresos de algunos partidos recuerdan las guerras de bandas mercenarias medievales.

En su funcionamiento ningún partido español cumple con las normas de la Ley de Partidos alemana o los usos de Gran Bretaña, sin mencionar las primarias estadounidenses abiertas a los ciudadanos para elegir todos los cargos. En Alemania la ley de partidos establece que los congresos se celebren al menos cada dos años, que los candidatos para las instituciones representativas se elijan por elecciones primarias con voto secreto de los afiliados (reguladas por la Ley Electoral), regula la financiación de los partidos y el control de sus cuentas mediante auditorías externas, el voto secreto de los afiliados y delegados a congresos para elegir los cargos internos y la composición de los tribunales internos y sus incompatibilidades. En Gran Bretaña, las conferencias son anuales. En Austria, en el Boletín Oficial se publican los estatutos, las auditorías anuales y el informe de los gastos en publicidad electoral supervisados por una comisión de jueces y expertos del sector publicitario.

Tras el mal funcionamiento de las instituciones laten la política tejida en los partidos y los políticos seleccionados por ellos (la mayoría honestos y personas de valía). La experiencia de otros países dice que la mejor manera de prevenir este fallo sistémico de la política es tener leyes que obliguen a los partidos a garantizar la competencia entre sus dirigentes. La competencia interna es la que obliga a un ministro alemán a dimitir por haber copiado una tesis doctoral, porque sabe que vendrán rivales internos a explotar su pérdida de credibilidad. Esto es sano, renueva la política y obliga a los políticos a desarrollar habilidades para ganar apoyos propios y definir propuestas, sin tener que arrimarse a la dirección. Con la competencia interna a los presuntos corruptos les sería más difícil sobrevivir, y ambiciosos compañeros de partido controlarían las sombras en la gestión de los cargos públicos e internos. En España la competencia en los partidos, en términos democráticos, ha sido aplastada, lo que ha producido lo que estamos viviendo. Que esta política “desregulada”, tejida sin normas ni contrapesos se extendiera a todas las instituciones sólo podía terminar de esta mala manera. En esta metástasis de la política radica el agotador desasosiego que arrastra la sociedad española. España afronta algo más profundo que subir o bajar impuestos o prestaciones, requiere una radical reforma de su política e instituciones, o sea, sencillas reglas de funcionamiento.

José Antonio Gómez Yáñez es profesor de Sociología de la Universidad Carlos III.

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Como si fuera libre: Dolor en España («Pain in Spain»)

Paul Solman, colega y amigo de Harvard, me ha pedido opinión sobre «el dolor en España» (Pain in Spain) para la la TV (PBS) en EE.UU. Le contesté como si fuera libre. Pido disculpas por haber olvidado pegar ayer la versión española de mi carta. Lo siento. Ahí va:

Querido Paul,

Disculpa mi retraso en contestar a tu pregunta “¿Qué está pasando en España?” Lo que está pasando en España (I told you so) es mucho peor de lo que pensé hace unos años tras la doble crisis: la financiera de las subprime, Lheman Brothers, etc. (que atacó a casi todos los países) y la explosión de la burbuja inmobiliaria (que atacó sobretodo a España).

Es una crisis grave pero no es peor que la que sufrimos y superamos entre 1975 y 1985, la década que siguió a la muerte del dictador.  Entonces tuvimos que cerrar masivamente industrias básicas que emigraban a países emergentes (siderurgia, naval, textil, calzado, etc) y un tercio de los 150 bancos , lo que elevó el paro al 23 % de la población activa. Al mismo tiempo, en un ejercicio de malabarismo político, tuvimos que construir las bases de la democracia, una palabra casi extranjera en España.  Como decía el primer presidente de la Democracia, Adolfo Suárez, “cambiamos las cañerías sin cortar el agua”.  Sobrevivimos como la décima economía del mundo y como ejemplo de transición pacífica de la dictadura la democracia. Y no estábamos aún en la Unión Europea.

Ahora tenemos el mismo porcentaje de parados que en 1984 y, además, cientos de miles de viviendas vacías  (¿te acuerdas de nuestra visita al imperio fantasma de El Pocero?) y de solares rústicos (activos tóxicos valorados tramposamente como urbanos en los balances de los bancos y cajas de Ahorro) que han llevado a la quiebra a casi la mitad del sistema financiero español.

La manta de la expansión económica suele ocultar los vicios e ineficiencias. La crisis tira de la manta y descubre las vergüenzas: despilfarro público y privado, nepotismo, economía sumergida, corrupción, abusos contra el Estado del Bienestar, injusticias, impunidad de los delincuentes de guante blanco, etc. En estos momentos, percibo un gran desprestigio de la clase política (pocos jóvenes piensan dedicarse a la política como algo honroso) y lo que yo llamo el Indice de Corrupción Ambiental (el ICA) resulta hoy insoportable.

Los datos macroeconómicos de la crisis son muy conocidos (cae el PIB, se hunde el consumo, crece el endeudamiento público y privado, caen los ingresos públicos, sube el déficit, cae la Bolsa, sube la prima de riesgo, etc., etc.). O sea, todos los indicadores parecen conjurados para favorecer el circulo vicioso de la recesión.

Sin embargo, y aunque España no es Grecia, hay algo distinto en esta crisis económica que me perturba: el deterioro de la confianza de los ciudadanos en las instituciones democráticas que representan los poderes del Estado (Legislativo, Ejecutivo y Judicial).

Hay ejemplos terroríficos: los partidos políticos se financian ilegalmente –e impunemente-, mediante la corrupción generalizada del sector inmobiliario y bancario, el Gobierno ha perdido su poca credibilidad ya que está haciendo exactamente todo lo contrario de lo que prometió antes de las elecciones del 20-N de 2011, y los jueces híper politizados y sesgados están en el escalón mas bajo de la estima social.

Se dan situaciones grotescas y ridículas: el presidente de la Corte Suprema, Carlos Divar, se ha desprestigiado por sus 22 viajes, acompañado por “un cargo público” desconocido, a hoteles de lujo en la costa de Málaga y Cádiz, (largos fines de semana de viernes a martes) pagados con los impuestos de los españoles.

La impunidad del golfo presidente del Tribunal Supremo (causa archivada) contrasta con la persecución inquisitorial contra el juez Garzón (quien mandó detener al general Pinochet, investigar los crímenes de la Dictadura del “generalísimo”  Franco y una red de corrupción ligada al Partido Popular gobernante). Jueces partisanos han expulsado a Garzón de la carrera Judicial  en base a minucias y tecnicalities en el procedimiento.

Hasta la Monarquía -que era respetada tras su papel contra el fallido golpe de Estado militar del 23-F de 1981- ha perdido el norte mientras el Rey mata elefantes en África y su yerno está procesado por robar dinero público.

Y lo peor es el paro juvenil (casi el 50%) y la consiguiente sangría de jóvenes bien preparados que están emigrando en masa a otros países. Se está descremando España. Como suele ocurrir con los movimientos migratorios, los mejores se van fuera. Afortunadamente, dos de mis tres hijos ya están trabajando y viviendo en Estados Unidos (Erik en Hollywood y David en Santa Fe). Es posible que si todo sigue en Europa por el camino actual toda la familia acabemos pronto en tu país del que guardo tan maravillosos recuerdos.

No me gusta nada el renacimiento de los nacionalismos (especialmente, otra vez, el alemán) y la abundancia de líderes europeos mediocres. También crecen los ataques casi racistas contra Portugal, Italia, Grecia y España (los PIGS, países del Sur a los que unen a la católica Irlanda, que no veneran la ética del trabajo ni practican la milla extra ni comparten el espíritu del capitalismo destacado por Max Weber). No por casualidad, los PIGS son los más dañados por la crisis.

Lo peor es que, después de lo que pasó no hace mucho con la ex Yugoslavia, no veo claro el futuro en paz de Europa. La primera gran crisis del euro (¿la moneda de la paz?) ha destapado las vergüenzas ocultas y la insolidaridad tribal de la Unión Europea en donde el grito de moda parece ser “sálvese quien pueda”.

El péndulo económico y social  lleva demasiado tiempo parado en el lado de la avaricia y muy lejos de la compasión o la solidaridad. La confrontación ente los socios europeos está superando a la necesaria y urgente cooperación.

Como ves, pese a mi optimismo suicida, la respuesta a tu difícil pregunta es prácticamente imposible de resumir.

—————–

Esta es la version inglesa de la TV PBS de EE.UU.
http://to.pbs.org/KreQo9
In Spain, a Disturbing Lack of Confidence | The Business Desk with Paul Solman | PBS NewsHour | PBS

www.pbs.org
In Spain, a Disturbing Lack of Confidence



REGION: North America
TOPIC: Business & Economy
PBS NewsHour
The Business Desk with Paul Solman
Not a blog but a «q-and-a» (pronounced «quanda»), this page is about the basics of economics. Its premise: there are no stupid q’s. And if some a’s seem dim, take heart: I can brighten them up in response to objections, corrections, refinements. Comments on posts feature yours, and my responses. Enough of you now frequent and query the quanda that I post most every day. Haven’t seen your q yet? Send it again. All a’s should be taken with a shaker of sodium chloride, if not a Lot’s-wife’s-worth. And speaking of salt, the mustache and «hair» in the photo has a lot less of that condiment, and rather more pepper, than can be seen on TV. Think of it as time travel.

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In Spain, a Disturbing Lack of Confidence

 

Bank of Spain in Madrid. Photo by Dominique Faget/AFP/Getty Images.

It’s «Pain in Spain» week here at Making Sen$e. Thus far we’ve featured a two-part dispatch from former New York Times correspondent Ana Westley. Today, her husband takes center stage.

Jose Antonio Martinez Soler had the longest name in our Nieman Fellowship class of 1976-77, the heartiest laugh and the most harrowing history, having been tortured by the Franco regime for his reporting, which you can read about here. («Inside,» he writes, «there is an English version.»)

Soler has been a major newspaper writer and foreign and business editor at Spain’s leading daily, El Pais, and a well-known television presenter on Spanish public television, forced out for political reasons, as covered by the New York Times and others. Most recently, he co-founded and ran the Spanish daily «20 Minutos» as CEO for 12 years. He now is a member of the board. His blog, in Spanish, is here.

He and Westley were also our hosts when we visited Spain two summers ago to report on the economic situation there. I had asked both of them to update us on the reign of pain. Here’s Soler’s response:

What is happening in Spain (I told you so) is much worse than what I thought a few years ago after the double crises: the financial one of the subprime mortgages, Lehman Brothers, etc. (which attacked almost all countries) and the implosion of the real estate bubble (which attacked Spain above all).

At right, Jose Antonio Martinez Soler talks to Paul Solman in Madrid.

It’s a serious crisis but not as bad as what we suffered and overcame between 1975 and 1985, the decade that followed the death of dictator Francisco Franco. Back then we had to massively close down basic industries that emigrated to emerging countries (steelworks, shipyards, textiles, shoes, etc.) and a third of 150 banks, all of which raised unemployment to 23% of the active population. At the same time, in a feat of political juggling, we had to build the foundations of democracy, a word that was practically foreign in Spain. As the first Prime Minister of post Franco Democracy, Adolfo Suarez said, «we have to change all the plumbing without turning off the water.»

We survived as the 10th largest economy of the world and as an example of peaceful transition from dictatorship to democracy. And we were not yet in the European Union. Now we have the same percentage of unemployed as in 1984 and, in addition, hundreds of thousands of empty houses and apartments. Do you remember our visit to the ghost empire of El Pocero? But there are also rural property lots — toxic assets deceitfully and illegally valued as urban in the balances of banks and savings banks- that have carried almost half of the Spanish financial system to bankruptcy. Rural land with a value of x went into bank balances as a value of 100x, an overestimated end value of the property — as if it had been developed, and at the highest of real estate boom values. The authorities — politicians, bankers, officials at the Bank of Spain, all looked the other way.

In good times, the blanket of economic expansion usually hides vices and inefficiencies. The crisis pulls away the blanket and our disgraces are exposed: public wastefulness, nepotism, underground economy, corruption, welfare abuses, enormous tax evasion, injustices, impunity of white glove delinquency, etc.

In these troubled times, I perceive a huge disrespect for the political class – few young people consider working in politics as something honorable. And what I call the Index of Surrounding Corruption (ISC) has become now unbearable.

The macroeconomic data of the crisis are very well known (GNP falls, consumption sinks, public and private debt grow, public revenue falls, the deficit rises, the stock market plunges, interest rates to finance our debt surge, etc. etc.) That is, all the indicators seem set to favor the vicious circle of the recession.

However — and although Spain is not Greece — there is something different in this economic crisis that disturbs me: the deterioration of confidence in the democratic institutions that represent the powers of the State (Legislative, Executive, and Judicial).

We have horrific examples: the political parties finance themselves illegally -and with total impunity — via generalized corruption in the real estate and banking sector; the conservative government has lost what little credibility it had as it is doing exactly the opposite of what it promised before the elections of November, 2011; judges are hyper politicized and partisan and rank the lowest in social esteem.

Grotesque and ridiculous situations take place: Carlos Divar, the president of the Supreme Court, has lost all prestige after his 22 trips, accompanied by an unknown «public official,» (whom he appointed) to deluxe coastal hotels in Malaga and Cadiz (long weekends of Friday to Tuesday with poolside lunches and dinners dubbed «Carribbean weekends» by the press), all paid for by Spanish taxpayers.

The Prosecutor General, who is appointed by the government, not surprisingly dismissed charges of misconduct. Furthermore, the majority of the Council of Judicial Power, which Divar also presides over, predictably defeated calls for his resignation. The impunity of the sleazy Supreme Court President contrasts with the inquisitional persecution against Judge Baltasar Garzon (who ordered the arrest of General Pinochet of Chile, investigated post civil war crimes of «Generalissimo» Franco, and a network of corruption linked to the governing conservative Popular Party). Partisan members of the Council of Judicial Power, the institution that oversees judicial matters, disbarred Garzon from the judicial career on the basis of minutia type technicalities of procedure, routinely practiced by investigating magistrates.

Even the Monarchy — which was very respected by all sectors of society after the king’s role in thwarting the failed military coup of February 23, 1981 — has lost its luster while the king kills elephants in Africa on a hunting safari and his son in law is indicted for embezzlement of public money. Not very edifying royal behavior.

The worst is unemployment among young people which is almost 50% and the consequential hemorrhage of well prepared young adults who are emigrating en masse to other countries. This is what happens with migratory movements — the best, the brightest, the most enterprising — go abroad. I have two of my three children working and living in the United States (Erik in Hollywood and David in Santa Fe). Fortunately my daughter Andrea has a good job in her field in Spain.

I do not like the resurgence of nationalism (especially, again, German nationalism) and the abundance of mediocre European leaders. Also on the rise are quasi racists attacks against the «PIIGS» (Portugal, Italy, Ireland, Greece and Spain) — all under suspicion for being lazy, profligate spendthrifts.

The worst is that, after what happened not so long ago with the former Yugoslavia, I don’t see a future of peace in Europe very clearly. The first great crisis of the euro (the currency of peace?) has exposed our secret ignominies and the tribal lack of solidarity of the European Union where the slogan of the day seems to be every man for himself.

The economic and social pendulum has been stuck too long at the greed side and far from the other side of compassion and solidarity. The confrontation between European partners is more forceful than the necessary and urgent cooperation needed. As you see, despite my suicidal optimism, the answer to your difficult question is practically impossible to summarize.

This entry is cross-posted on the Rundown– NewsHour’s blog of news and insight. Follow Paul on Twitter.

— Posted June 8, 2012 | Comments ( 0 ) | Permalink

 

Acoso a Garzón: ¿Venganza política y/o corporativa?

En los últimos días, he recibido varias llamadas de lectores y amigos preguntando donde podían apuntarse y firmar para manifestar su solidaridad con el juez Baltasar Garzón.

De pronto, he tenido sensaciones cruzadas, perturbadoras, nostálgicas y agriduldes. Como en los tiempos de la ominosa dictadura de Franco, volvemos a la recogida de firmas (¡ahora en libertad!) a favor o en contra de algo o de alguien. Me sucedió algo parecido a lo del 11 de marzo de 2004 (el 11-M) cuando, como en los tiempos de Franco, tuve que sintonizar, de pronto, la BBC para saber lo que estaba pasando en España. El gobierno democrático español nos engañaba, como en la Dictadura. Para arañar desesperadamente unos votos, el Gobierno Aznar atribuía persistente y falsamente a la ETA la matanza provocada por los terroristas islamistas en los trenes de Madrid. En el sexto aniversario de aquella tragedia descomunal no puedo evitar aún un sentimiendo doble de tristeza y decepción.

«Hay circunstancias – le dijo el sabio Unamuno al general fascista Millán Astrayen las que callarse es mentir». Considero el actual acoso politico/judicial contra el juez Garzón una de esas circunstancias. Por eso, también yo quiero apuntar mi nombre y estampar mi firma en esa lista de demócratas solidarios con el juez Garzón, indignados por el acoso (¿político y/o corporativo?) que está sufriendo en los últimos meses, especialmente desde que golpeó el avispero de corrupción del PP en el caso Gürtel.

¿Pretende el PP repetir, con el mismo triste éxito, el caso Naseiro?

Por si acaso, lo primero que voy a hacer es ampliar e imprimir esta viñeta de nuestro Eneko (publicada en 20 minutos el pasado 17 de febrero) y ponerle un marco para no olvidar el origen de los tropiezos y las desdichas de Garzón. Hace poco, leí la declaración de una persona principal, cuyo nombre no recuerdo, que confirmaba públicamente su solidaridad con Garzón «a pesar de Garzón». Me gustó.

El propio Javier Pradera dice en su artículo («Garzón ante sus jueces«), copiado y pegado más abajo, que «al mejor escribano se le escapa un borrón», versión castellana del célebre latinajo «aliquando bonus dormitat Homerus» («En ocasiones, hasta el gran Homero se duerme»).

¿Acaso es Garzón un juez perfecto?

De ninguna manera. No existe tal cosa en nuestra judicatura ni en profesión alguna. Cometió errores en el pasado (¿por venganza, afán justiciero, vanidad, desaforada independencia?) como el que le recordó ayer mismo Margarita Robles, vocal del Consejo General del Poder Judicial, recusada por Garzón, al anunciar que se abstendrá de votar en este caso. Robles añadió que Garzón debió abstenerse «y no lo hizo» en la instrucción del «caso Gal«. Y no le falta razón a la vocal de CGPJ.

Ya sea por el controvertido «caso GAL», por su heróica persecución del terrorismo de ETA o de Al Qaeda, por su lucha contra el narcotráfico, contra el tráfico ilegal de armas, contra los crímenes de lesa humanidad de los dictadores argentinos o del general Pinochet y por un largo etcétera de logros conseguidos por Garzón para la causa de la Justicia (con mayúscula), el acoso actual del Partido Popular y de determinados jueces de su área de influencia contra este juez tan relevante es desvergonzado y esperpéntico.

Existe la sospecha extendida de que toda esta persecución contra Garzón trata simplemente de tapar la corrupción del caso Gürtel y, también, de paso, enterrar las ansias de Justicia de las víctimas del franquismo, que aún tienen los restos de sus seres queridos esparcidos por las cunetas.

Con todos mis respetos, los jueces (sobretodo los del Supremo) no sólo deben ser imparciales sino también parecerlo.

Ya veremos.

Camps «no tomó ninguna decisión», pero su amigo le «salva»

Quien esté libre de regalo… ¿Ha triunfado la Justicia o la hipocresía nacional?. Dicen en mi pueblo:

«Quien regala bien vende si quien lo recibe así lo entiende»

Desde luego, los dos primeros diarios de pago regalan cada día sus titulares a sus fuentes y a los ídolos de sus feligreses. Pasen y vean:

El sujeto principal para El Mundo, a toda página, es «Camps«.

El sujeto principal para El Pais, a cuatro columnas, es «El Tribunal valenciano».

El verbo utilizado por los defensores de Camps

es «exculpar».

El verbo utilizado por los detractores de Camps es «salvar».

El sujeto de cada gran sumario también lleva, naturalmete, su sesgo de regalo:

En El Mundo: «El Tribunal de Valencia…»

En El País: «Dos de los tres magistrados…»

Nacer mujer es terrorífico en más de medio mundo

Cuando leo detalles espeluznantes sobre comportamientos ignominiosos contra la mujer, reclamo el derecho a la injerencia externa, a la intervención judicial internacional en esos países salvajes. Si no quieren respetar la Declaración Universal de los Derehos Humanos para a la mitad de sus poblaciones, por tratarse de mujeres, pues se les obliga. Si las mujeres produjeran petróleo, esos países, atrasados e indignos, ya habrían sido invadidos por fuerzas occidentales.

Desde luego, pocas veces coinciden El País y El Mundo en sus temas de portada. Hoy tampoco. El País le echa una mano al presidente del PNV («El PNV propone…»). El Mundo le echa otra mano a Zapatero, pero en este caso a su cuello: («Zapatero calienta…»)

Sin embargo, hoy sí coinciden en defender a las mujeres malatradas y asesinadas en Afganistán e India, respectivamente. Ambos diarios dedican la portada de sus páginas de «Domingo» a denunciar lo terrorífico que es nacer mujer en esos países.

Me da la impresión de que ni hombres ni mujeres del resto del mundo mueven (perdón, movemos) un dedo para acabar con estas salvajadas, que nada tienen que ver con el respeto indebido a tradiciones bárbaras o religiones criminales que ponen los pelos de punta a cualquier persona decente.

Mira por donde, Internet, por su cuenta, puede suponer un rayo de esperanza, de libertad, para muchas mujeres presas de tradiciones religiosas bárbaras. Los ideales laicos de libertad, igualdad y fraternidad de la Ilustración y de la revolución francesa están llegando a esas mujeres, a través de los blogs y de las paginas web (Bloguistán«) con más de dos siglos de retraso. En esos casos, parece claro que Internet es libertad. Menos mal.

El País abre a cuatro columnas con la propuesta del PNV de un nuevo pacto antiterrorista. El Mundo no da ni una línea del asunto. Y es una pena, porque todos los demócratas deberíamos aprovechar la presidencia de Josu Jon Imaz, mientras dure, para buscar juntos el fin del terrorismo de ETA.

Imaz ha demostrado no ser una copia del fiero Arzalluz, ese vasco tan español, ni del iluminado Ibarretxe. Por lo que le tengo oído y leído, sería una pena perder esta oportunidad, quizás irrepetible, que nos brinda Imaz. Claro que quienes lean El Mundo no se habrán enterado de nada.

La Pantoja -que Hacienda guarde- se lleva hoy dos páginas ilustradas en El Mundo y más de media página en El País .

Los titulares no son, en ningún caso, inocuos.

Para El País «…canta bajo fianza» y para El Mundo lo hace «…en un acto de desagravio».

Los gritos de sus incondicionales recuerdan aquel triste «¡Vivan las cadenas!» de la España negra.

¿Qué tendrá que ver cantar bien o mal con robar o no robar?

Fernando Savater ha vuelto a escribir. Y no ha perdido, del todo, el humor. Bienvenido.

El espejo deformante de la crispación

Josep Ramoneda en El País

13/05/2007

La crispación política no deja siquiera espacio para el sentido común

DECÍA MIQUEL ROCA, en un acto de la Fundación Alternativas en Barcelona, que uno de los efectos negativos de la crispación es que reduce el impacto de la corrupción. Efectivamente, convertida la política en una batalla de reproches pintados con brocha gorda, la ciudadanía tiende a pensar que las acusaciones de corrupción forman parte del espectáculo. Y las coloca en las estanterías de las falsedades, las mentiras y las calumnias. Si un partido es capaz de acusar a otro de connivencia con ETA o de relación con el atentado del 11-M, para señalar los disparates más sonoros que hemos oído en los últimos tiempos, ¿por qué la ciudadanía ha de pensar que dice la verdad cuando le acusa de corrupción?

Ante esta situación, muchos ciudadanos toman el camino de en medio: qué más da, todos son iguales, todos van por la pasta. Lo cual, además de injusto para muchos políticos, no hace más que aumentar la desconfianza entre la ciudadanía y sus representantes. Entre las adhesiones incondicionales de las fuerzas de choque de los crispadores y la reactiva conversión de los políticos en chivos expiatorios de todos los males debería haber un espacio para la ciudadanía crítica, como base indispensable para una democracia de calidad: deliberación y confianza. Pero para ello, los políticos deberían ayudar un poco más. Y desde luego su contribución no sólo es nula, sino que es profundamente negativa cuando presentan a las elecciones, como está ocurriendo en las listas para el 27 de mayo, a muchos candidatos con problemas con la justicia. Tanto el PP como el PSOE, más el primero que el segundo, es cierto, pero sólo es un matiz, los tienen en sus candidaturas. Lo cual hace inevitable una pregunta: ¿qué tienen o qué saben estos señores candidatos, que sus partidos no se atreven a quitarlos de las listas? ¿O tendremos que entender que los partidos dan por hecho que la corrupción está amortizada a ojos de la opinión pública y hay margen para la impunidad? ¿Qué credibilidad tienen entonces las llamadas a la tolerancia cero en materia de corrupción?

La crispación degrada realmente la vida democrática, y por eso es tan irresponsable ponerla en marcha (PP) como alimentarla para arrinconar al adversario en la extrema derecha (PSOE). Pero, además, en la medida en que oculta y banaliza la corrupción, el número de interesados en que la crispación siga aumenta imparablemente. Y la dificultad de resolver un problema político -la crispación, en este caso- es directamente proporcional al número de gente que se beneficia de él. Me temo que hay mucha gente interesada en que el ruido continúe.

La corrupción tiene mucho que ver con la vida municipal. Sería lógico que se hablara en esta campaña de los modos de proteger los municipios de la agresión de los corruptores -no se olvide nunca que no hay corrupto sin corruptor- y de las amistades peligrosas, entre política y dinero a costa de la urbanización masiva de determinadas zonas del país. Pero probablemente se pasará de puntillas sobre ello, porque la crispación está en otra parte: en la cuestión vasca, en la participación de Batasuna en las elecciones. Y la crispación es la que manda en la política española. El monopolio que la cuestión terrorista ejerce sobre la escena política tenía una sola ventaja: había frenado la demagogia reaccionaria sobre la inmigración. Ya ni siquiera ésta: el PP catalán de Josep Piqué tiene el dudoso honor de haber abierto la puerta a la entrada de la xenofobia en campaña, con un vídeo sobre la ciudad de Badalona.

La crispación es un espejo deformante de la realidad. En el debate electoral con Ségolène Royal, Nicolas Sarkozy puso a España por tres veces como ejemplo de las cosas que piensa hacer como presidente. ¿Qué hubiese pensado Sarkozy si al día siguiente hubiera visto la prensa española con un tema común en todas las portadas: las listas de Batasuna? ¿Es ésta la verdadera realidad de España? La crispación no deja siquiera espacio para el sentido común. El Rey habla de Irlanda e insinúa que, en estos casos, merece la pena «intentarlo», y se le acusa de romper su neutralidad. Y el Rey añade otra cosa más importante, que ha pasado más desapercibida: «Si se consigue, se consigue». Es la razón por la cual la mayoría de los ciudadanos son siempre condescendientes con el que lo intenta. Aunque la crispación lo nuble todo. FIN.

Las manifestaciones de la AVT (las víctimas del PP), en plena campaña electoral, reciben un tratamiento muy di¡ferente en cada diario. Ya estamos acostumbrados. Banderas de colores y a toda página en El Mundo y un recuadrito a mitad de página en El País. Sobre esa mani he oido un espeluznante reportaje sonoro en la SER en el que se oían gritos coreados de «Zapatero al paredón! o ¡De Juana a la cárcel, con Polanco!, y cantados como el famoso himno infantil «Cara al sol», etc.

Todo muy old fashion. O sea, de sabor fascista. ¡Qué miedo!.

Me dieron ganas de volverme en bici a los campos de Segovia en busca de San Juan de la Cruz.

Magnífico fin de semana segoviano.

Las corrupciones del PP, en El País; las del PSOE, en El Mundo

Hoy he visto, de golpe, los diarios del viernes y del sábado. En ambos destacan temas sobre la corrupción urbanística que, como se sabe, es uno de los pilares básicos, consensuado bajo cuerda, para la financiación ilegal de los partidos políticos.

Lo curioso es que, tan cerca ya de las elecciones municipales, ambos diarios han abandonado su disimulo tradicional y se han lanzado a airear descaradamente los traspos sucios del partido que inspira la línea editorial de su directo competidor. También, por supuesto, a poner en letra pequeña y en página par -o incluso a silenciar- los abusos de sus amigos o inspiradores políticos.

Por eso, podemos leer con pelos y señales páginas completas, naturalmente con titular en portada, sobre la corrupción de PP en Baleares (Andratx) en el diario El País , así como sobre la corrupción del PSOE en Baleares (Ibiza) en el diario El Mundo.

Cuando queramos hacer la enciclopedia de la corrupción urbanística y/o municipal de España no tendremos más remedio que recurrir a los dos diarios mencionados. Uno sólo no basta. Cada oveja con su pareja.

El jueves me enteré por 20minutos.es de la muerte de Fernando Gutierrez, ex jefe de prensa del Rey durante casi toda la transición política de la dictadura a la democracia.

Hoy, al ver la noticia en los diarios impresos y leer el obituario publicado en El Mundo por el general Sabino Fernández Campo, me han venido a la mente muchos buenos recuerdos de estos dos hombres del Rey a quienes nunca agradeceremos suficientemente los servicios que prestaron a la causa de nuestra frágil democracia, en tiempos tan difíciles que se me ponen los pelos de punta con sólo recordarlos.

Me sumo al recuerdo cariñoso que hace Sabino y doy desde aquí el pésame a la familia de Fernando.

Muchos periodistas de la transición guardamos recuerdos entrañables de Fernando Gutierrez. Yo conservo dos, como oro en paño, y que cuento a mis hijos a la primera de cambio.

Como está lloviendo, ya he quitado la mala hierba que ahoga a mis tomateras y hoy no hay bici, trataré de resumir aquí un par de anécdotas que nos hicieron sonreir más de una vez a Fernando Gutiérrez y a mi. Una de ellas, según supe más tarde, hizo reir incluso al Rey.

Hace casi diecisiete años (¿mayo de 1990?), Jesús de Polanco, presidente de Prisa, fue recibido por el Rey. Era yo entonces director-fundador del recién nacido diario El Sol. Mi jefe, presidente de la compañía editora, era Germán Sánchez Ruipérez, un gran editor de libros, como Polanco, y fundador de la editorial Anaya.

Don Germán entró (naturalmente sin llamar) en mi despacho de la plaza de Colón (entonces la llamábamos la nueva Puerta de El Sol) y me dijo que quería ser recibido cuanto antes por el Rey:

«Si Polanco, editor de El País, ha visto al Rey, yo también quiero verle como editor de El Sol». Y que sea pronto.

.

Dicho lo cual se fue de mi despacho. Ahí empecé a notar que mi jefe, que ya se había separado de sus socios Berlusconi y la ONCE, padecía un principio de «polanquitis«, dolencia altamente contagiosa entre editores.

Inmediatamente pensé en Fernando Gutierrez. Ni corto ni perezoso le telefoneé a la Zarzuela. Uno de sus ayudantes (¿Gil?) me dijo que estaba fuera y me preguntó por el motivo de mi llamada. Se lo expliqué tal cual.

Al buen hombre le dió por reir:

«Parece mentira, me dijo. ¿Acaso no sabes que las audiencias del Rey hay que pedirlas con meses, incluso años, de antelación?»

Le pregunté cuando regresaba Fernando y me dijo que al día siguiente, que le enviara un fax respetuoso conla petición de audiencia y que me llenara de paciencia.

Así lo hice. Al instante, le envié un fax, cuya copia debo tener guardada en mi sótano junto a los recuerdos de aquel querido y fracasado diario.

Decía algo así:

«Querido Fernando:

Rios Rosas nunca pidió audiencia al general Espartero, regente de España, cuando fundó el diario El Sol en 1842.

José Ortega y Gasset y Nicolás María de Urgoiti tampoco pidieron audiencia al rey Alfonso XIII cuando refundaron el diario republicano El Sol en 1917.

Hoy es, por tanto, la primera vez en la reciente historia de España que un director del diario El Sol pide audiencia a un Rey de España.

A la tercera va la vencida.

Espero que me sea concedida esta audiencia para poder decirle a Su Majestad que compartimos los ideales de libertad y solidaridad de nuestra Monarquía parlamentaria… etc. etc.»

Bla, bla bla…

O algo así hasta la despedida protocolaria.

Al día siguiente, por la mañana, recibí la llamada de Fernando:

-«¿Te has vuelto loco, José Antonio?¿Tú crees que yo puedo enseñarle este fax al Rey? Has perdido la cabeza. Yo no pienso despacharlo así. Mándame otro más respetuoso o te quedas sin audiencia. Desde luego… no tienes remedio».

Y se le escapó una risa. Le contesté algo así:

– Tú verás lo que haces con ese fax. Es parte de nuestra historia: Ríos Rosas fundó El Sol para atacar al regente Espartero y a Isabel II. Ortega y Urgoiti lo refundaron para acabar con la Monarquía de la Restauración y traer la II República, lo que hicieron con éxito. Yo, en cambio, estoy refundando, por tercera vez, El Sol, para apoyar los ideales democráticos que compartimos con nuestro Rey. Aunque muchos de nosotros llevemos a la República en nuestro corazón, los ideales democráticos de la República coinciden ahora con los de la actual Monarquía. Es una ocasión histórica e irrepetible. Inténtalo. No seas más papista que el Papa. Estoy seguro de que el Rey se echará a reir cuando lo lea».

A los pocos días, volvió a llamarme Fernando y me dijo:

-Estás loco de remate. Lo se. Pero ahora dime si podéis venir la semana que viene al Palacio de la Zarzuela, con tu Presidente -y si quieres también con todo tu Consejo-, para ser recibido en audiencia por Su Majestad. Y lo dicho, contigo no se puede. ¡Ah! y, ya sabes, llámale siempre señor».

Le di las gracias y, al despedirnos, se le volvió a escapar otra risa. Antes de colgar de oí decir: «estos chicos…»

Me llaman para preparar la cena. ¡Jo! qué tarde. Me errollé con los recuerdos.

Otro día contaré la anécdota 23-F. con Fernando. Ese día yo era redactor-jefe de El País y acababa de oir por la radio los disparos en el Congreso.

—-

Qué buen tipo fue Fernando Gutiérrez. El Rey lo sabe mejor que nadie.

Descanse en paz.

¿Independencia, para qué?

MANUEL MONTERO en El País

27/04/2007

Dice el nacionalismo que el problema vasco consiste en que un pueblo milenario dotado de una identidad propia está enfrentado a España (al Estado español, por usar su jerga), pues quiere volver a ser independiente, a lo que tiene pleno derecho constitutivo. Del planteamiento se derivan algunas consecuencias que pueden hacer estragos, en un país harto de la cuestión vasca y quizás predispuesto al síndrome de Estocolmo, a los diálogos y a lo que sea para quitarse de encima la pesadilla. Se deduce la idea nacionalista de que todo se arreglaría si el «Estado español» diera la independencia al pueblo vasco; y si de momento no se reclama tanto -hay mucha tela que cortar-, se reivindica algún punto intermedio, «dialogado» y «negociado», atendiendo no al peso de los votos, sino al de la voluntad nacionalista. O sea, que si se eternizan los problemas se debe a la cerrazón de España, pues se niega a buscar la «solución democrática» (en tal esquema el reconocimiento de los «derechos nacionales» que imagina el nacionalismo constituye la esencia de la democracia).

Todo reside en la pugna entre el pueblo vasco y España, de creer al nacionalismo. De modo que lo nuestro tiene una solución sencilla. Si persisten conflictos, violencias, tensiones… es sólo por las ínfulas españolas, uniformistas, opresoras e incapaces de reconocer a un pueblo vasco con identidad propia, una evidencia histórica, política, antropológica, lingüística, cultural, biológica… un hecho objetivo. ¿No termina la violencia en el País Vasco y perdura la agitación nacionalista? Se debe al empecinamiento de España por no restituir el natural orden de las cosas.

Las argumentaciones expuestas son de raigambre nacionalista e innegable éxito social, pero sin pies ni cabeza. No entro en las figuraciones milenaristas o en esas pintorescas visiones de los vascos sosteniendo contra viento y marea su identidad desde hace 7.000 años, que ya ha llovido, pues cada cual es libre de soñar lo que quiera (otra cuestión es que haga la pascua a los demás por sus alucinaciones). Tampoco en la costumbre nacionalista de imaginar que sus reivindicaciones son derechos, incluso derechos democráticos. Sí me refiero a su corolario, argumentalmente, el punto de partida, la idea de que la conquista de algún soberanismo relajaría al nacionalismo y eliminaría la violencia. Hasta donde podemos colegir es un supuesto falso.

Imaginemos que algún proceso de negociación, infernal o placentera, lleva a la conclusión de que nuestro destino idóneo es convertirnos en el Estado Libre Asociado que proponía el fracasado plan Ibarretxe y, llenos de alborozo, a él nos encaminamos. ¿De verdad cree alguien que en tan dichoso momento ETA, emocionada, decidiría dejarlo y desaparecer? ¿Por qué iba a hacerlo, tras comprobar que la extorsión resulta rentable? Más bien le serviría de estímulo para perseguir más prometedoras metas. Y lo que se da en llamar nacionalismo moderado, ¿rebajaría su agresividad contra la parte de la sociedad vasca que no es nacionalista, o agudizaría sus planes de euskalduni-zación compulsiva y de excluir de la función pública a quienes no se ajustan a sus criterios lingüísticos, en la línea emprendida ya hace años, o alguna nueva ocurrencia para seguir rebajando los derechos de quienes no son de la tribu, o convirtiéndolos a ésta?

Tampoco se piense que llegados a la dicha de la independencia, el día de la paz y de la gloria, se habría acabado todo, una vez que se izaran las ikurriñas más alto si cabe y se quemara la última bandera española y demás símbolos opresores. No se habría acabado nada y todo -la agresividad nacionalista y el gusto por el terror, cada uno en lo suyo- seguiría como estaba, bien que en un peldaño superior de la escala, reconfortados porque se sube la escalera cada vez más rápido. El nacionalismo no es sólo un proyecto político, que se consumaría con la independencia y con ella quedaría plenamente satisfecho. Constituye sobre todo un proyecto de transformación de la sociedad vasca, por la vía de terminar con las pluralidades actuales. ¿Independencia, para qué? ¿Llevamos estas décadas de enloquecimiento sólo para mandar embajadores por doquier y dotarnos de los escasos símbolos de soberanía que quedan? No resulta creíble.

Sucede que para el nacionalismo el enfrentamiento pueblo vasco-España es sólo uno de los aspectos del problema vasco, y no el fundamental. Su principal objetivo no consiste en la independencia y la autodeterminación, que en sentido estricto son sólo instrumentos para conseguir el fin ansiado. ¿En qué consiste éste? En algo aparentemente inocuo, pero demoledor. El nacionalismo vasco busca la construcción nacional, es su finalidad última. «Euzkadi necesita hoy la autonomía para su propia reconstrucción nacional», explicaba el PNV cuando se ponía en marcha el proceso que desembocaría en el Estatuto de Gernika. Lo corroboraba el Parlamento vasco en 1990: «El ejercicio del derecho a la autodeterminación tiene como finalidad la construcción nacional de Euskadi». Para el nacionalismo, la autonomía y la autodeterminación constituyen el medio. El fin es la construcción nacional.

«¿Libertad, para qué?», se preguntaba en una ocasión la dirección del PNV, casi como Lenin a Fernando de los Ríos. Y su respuesta no era «libertad para ser libres». Era (es) para algo más. «Libertad para restaurar nuestra personalidad colectiva a partir de valores creados a lo largo de una historia de milenios, (…) para restaurar la vigencia de nuestra lengua y de nuestra cultura a todos los niveles de la vida y en toda la extensión de la geografía vasca. Libertad para ordenar nuestra sociedad según nuestra propia y responsable voluntad (…)». Libertad (nacional) para la construcción nacional. En otras palabras, para amoldar la sociedad conforme a los esquemas que según los criterios nacionalistas son los propios de la identidad vasca. Suenan placenteros, pero no son planteamientos amables. Implican una notable agresividad. «Restaurar nuestra personalidad colectiva» constituye un proyecto de actuación social, que pasa por eliminar pluralidades e identidades, hasta que quede tan sólo la «personalidad colectiva» del gusto del nacionalismo.

En esta lógica, a los vascos que no son nacionalistas les toca construirse nacionalmente. El nacionalismo combate sobre todo contra ellos -más que contra España-, como responsables inmediatos de que la identidad (nacionalista) vasca no sea completa. Lucha por su conversión nacional, que no es sólo mudanza política, sino también metamorfosis identitaria. Construcción nacional no quiere decir sólo hegemonía nacionalista, que por supuesto va implícita. Significa sobre todo nacionalización plena de la sociedad vasca. Por eso el mundo feliz al que aspira el nacionalismo no es sólo el de la autodeterminación o independencia. Por eso su modelo político no está formado por ciudadanos en el sentido propio del término, sino por vascos con identidad (nacional vasca). Por eso no hay ninguna razón para imaginar que el logro de aspiraciones políticas redujese la agresividad nacionalista o los modos coercitivos. No tendría por qué relajarlos, mientras no se consumase la construcción identitaria de la nación vasca. Reeducación, se decía en otros sitios. La de quienes no se ajusten a los auténticos criterios nacionales.

Manuel Montero es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco.