Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Sebastián «abandona»; Zapatero «sacrifica»

El viernes, 1 de junio, mandan con distinto sujeto y muy distinto verbo:

El País, 1ª noticia:

Sebastián abandona…

El Mundo, 2ª noticia:

Zapatero sacrifica…

El Mundo, 1ª noticia:

De Juana logra…

El País, 2ª noticia:

Interior analiza…

Sarkozy y el honor de la Nación, en la portada de El Mundo

¿Todos contra Rajoy? No, contra Sarkozy
Palabritas de JAMS en video casero

He pasado varios días fuera de Madrid (desconectado de Internet) en dos congresos: uno en Guadix, de Periodismo Digital, y otro en Marbella, de Editores de Publicaciones Periódicas). Haré un resumen de las conclusiones en cuanto pueda.

Cuando regresé anoche a casa y leí los 80 comentarios (y de tan buena calidad) al último post de «Periodismo basura…» me quedé tan impresionado como cuando vuelvo a 20 minutos después de pasar unos días fuera de la compañía.

Tengo la convicción de que la empresa que dirijo funciona mejor cuando yo no estoy. Y lo mismo me ha pasdo con el blog. En cuanto dejo de escribir unos días, los comentaristas se sueltan el pelo y enriquecen el blog por su cuenta. Me encanta. Y les agradezco mucho su participación y el debate sosegado y constructivo que han aportado Pericles, Imagina, Saltaparapetos y hasta David, el malaguita, entre otros.

Lo que siento es no disponer hoy de tiempo para contribuir al debate del último hilo. Pero lo repasaré mañana.

Hoy apenas he leído los diarios pero me han gustado el editorial de El País y el artículo de Santos Juliá. Corto y pego ambos aquí abajo y me pongo a plantar pensamientos y petunias por el jardín y tomates y pimientos en la huertecilla (de dos caballones, oiga). Si lo hago ahora mismo moriran durante la semana.

Además, tengo que rebajar el tamaño de mi ego, que ha vuelto muy inflado del Congreso de Guadix, donde he recogido el Primer Premio Arroba de Periodismo Digital que me ha concedido los jóvenes de la Asociación de Periodistas Digitales de Andalucía (APDA) pero, que en realidad, se lo ha ganado a pulso el equipo que hace 20minutos.es .

El Presidente de la APDA, Antonio Mafredi, me entregó una copa accitana preciosa con una arroba como esta «@» en medio. Pero no quedó ahí la cosa: también me dieron una arroba auténtica (de las de antes del sistema métrico decimal)

equivalente a 16 litros de vino del país.

Nos beberemos esa arroba de vino en 20minutos.es para celebrar el éxito en usuarios únicos obtenido en la úlitma medición de OJD Interactiva .

Nuestro 20minutos.es, con más de 4 millones de usuarios únicos en marzo, quedó como el segundo diario on line de información general más leído de España, después de elmundo.es.

Ese mismo vino de la tierra fue el que tomamos en la cena de gala celebrada en la cueva de «La venta del Tío Tobas» en Alcudia de Guadix. Era tan bueno que, en los agradecimientos, me dió por hablar como si fuera libre.

A una colega, Sonia Blanco, profesora de la Universidad de Málaga, se le ocurrió grabarlo todo y ponerlo en su blog. Que dios se lo pague. Esto es como volver a la tele… Si le dan un click en este enlace lo verán (a lo mejor).

Cruzo los dedos porque no estoy seguro de saber pegar esto en el blog. Si no sale bien, vayan al blog de Sonia Blanco. Pero, ojo, es un parlamento, como casi todos los míos, de por lo menos 20 minutos. El que avisa no es traidor.

}»>Palabritas de JAMS tras recoger el Premio Arroba de Periodismo Digital en el Congreso de la Asociación de Periodistas Digitales de Andalucía (APDA) celebradoen Guadix (Granada)

Miseria política

Santos Juliá en El País

22/04/2007

El cambio social ha reanimado a una profesión que había entrado en decadencia.

NO SON únicamente los sociólogos, felices porque el cambio social de las últimas tres décadas ha reanimado a una profesión que, a falta de revoluciones, había entrado en cierta decadencia; tampoco se limita la euforia a los demógrafos, que disfrutan de renovada notoriedad gracias al inmenso campo de trabajo abierto por el espectáculo insólito de una sociedad hasta ayer mismo emisora de emigrantes convertida de la noche a la mañana en receptora de cuatro millones de inmigrantes; ni siquiera acaba el festín con los historiadores, que por fin pueden contar la historia de España no como un fracaso, sino como un logro cuando comparan la sociedad que entró en el siglo XX arrastrando su pesada carga de analfabetismo y ruralismo con la sociedad que pisa fuerte el umbral del siglo XXI, convertida en octava potencia mundial.

Son todos ellos, pero son además los economistas, que por vez primera desde que se inventó la profesión se han sumado alegremente a la fiesta: ni los más escépticos vislumbran el final del periodo de crecimiento más largo y sostenido que conoce nuestra economía. Navegamos en la cresta de la ola desde hace años: si ayer íbamos bien, hoy vamos mejor, y mañana, para qué te cuento, resume el presidente del Gobierno en su informe económico ante lo que, en tiempos más menesterosos, se llamaba la crema de la sociedad. Sí, hay algunas nubes en el horizonte: baja productividad, síntomas de desaceleración en el sector de la construcción, déficit creciente de la balanza comercial, pero nada que no pueda solventarse con las oportunas reformas, y de reformistas es de lo que anda bien servido el país. De manera que no hay por qué inquietarse demasiado.

Y entonces, si la crónica social, demográfica, histórica y económica -entre otras posibles- es la novela de un éxito, ¿por qué es tan miserable la crónica de la política? ¿Por qué llevamos tanto tiempo condenados a presenciar cada semana, cada día, ese estúpido ritual del rifirrafe que nuestros dirigentes políticos se creen en la obligación de representar en el Congreso? El fatalista dirá que tratándose de España es imposible que el invento del éxito no rompiera por alguna de sus costuras. Pero los fatalistas no gozan de mucho prestigio en las sociedades satisfechas, y precisamente una de las facetas del éxito es que nos hemos sacudido de encima la maldición del fracaso inevitable. Si finalmente fracasáramos en lo político, no será posible recurrir a explicaciones metahistóricas ni al cuento de las dos Españas perennes. Habrá que buscar por otro lado.

Política es, naturalmente, poder, y las batallas políticas son, claro está, batallas en torno al poder. La deriva a ninguna parte emprendida por el Partido Popular desde su derrota, tan malamente digerida, en las elecciones de marzo de 2004 no tiene ningún propósito más allá de confundir y fatigar al electorado suponiendo que así desgasta a su adversario. Cabalgando a lomos del apocalipsis -España se deshace, el Gobierno se entrega a los terroristas-, el trío dirigente del PP lleva tres años pretendiendo ocultar bajo el manto de una mentida conspiración su desastrosa administración del terrible atentado que el Ministerio del Interior, del que era titular Ángel Acebes, fue incapaz de prevenir y que su Gobierno en pleno descargó sobre las espaldas de ETA porque pensó durante aquellos tres aciagos días de marzo que le iba en ello su permanencia en el poder.

Lo sorprendente es que la apertura y desarrollo del juicio -y va de éxitos: en España, los presuntos responsables y colaboradores de crímenes masivos acaban sentándose en el banquillo- no haya sido suficiente para poner punto final a tanto despropósito. Y aquí es preciso incorporar, para encontrar una explicación plausible de esta creciente miserabilización de la política, el chantaje al que cada día, cada hora, someten a los dirigentes del PP los medios de comunicación muñidores de la fábula conspirativa. Desde la emisora de la Conferencia Episcopal -que se ha saltado los límites no ya del decoro, sino de la simple decencia-, y desde las páginas del diario El Mundo, cuyo director acusa de «rendirse preventivamente» a quien se atreva a sugerir que ETA no aparece por ningún lado, hay ya demasiados intereses en juego como para retornar a la cordura.

Contra ese chantaje sólo hay un antídoto: social y económicamente, llevamos años metidos en una historia de éxito colectivo. Pongan ustedes otra cara, señores del PP, que el personal que llena bares y restaurantes, que se va de vacaciones a París y a la Cochinchina, que celebra con boato bodas y comuniones, comienza a estar un poco harto de gestos adustos y de historias truculentas.

FIN