Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

Archivo de agosto, 2013

El PP tira al monte…

La bandera franquista (con la gallina imperial) me sigue dando miedo. Seguramente no hay razón para ello, pero no lo puedo evitar. Me trae demasiados malos recuerdos de la Dictadura.

Jóvenes fachas del PP exhibiendo la bandera franquista anticonstitucional.

Jóvenes fachas del PP exhibiendo la bandera franquista anticonstitucional.

Los jóvenes de Nuevas Generaciones del Partido Popular, quizás con alguna copa de más, nos restriegan públicamente la bandera fascista de los vencedores de la Guerra Civil y garantes de la paz de cementerio de la postguerra. ¿Qué más quieren?

La dirección del PP responde que sancionará a los militantes de su partido que exhiban símbolos fascistas. Sin embargo, uno de ellos -alto dirigente del PP– sigue echando leña al fuego. Se trata de Rafael Hernando, diputado nada joven por Almería y uno de los portavoces del PP, cuya lengua afilada y su talante cínico-chulesco ya no sorprende a casi ninguno de mis paisanos.

Rafael Hernando ha jaleado a los jóvenes fascistas de sus Nuevas Generaciones (que él mismo presidió durante tres años) diciendo que «las consecuencias de la bandera de la República fueron un millón de muertos».    ¡Ahí queda eso! Ha dicho. además, que la bandera republicana está fuera de la legalidad. Ignacio Escolar le ha contestado en Facebook citando a eldiario.es: «Es completamente legal»

¡Qué poca y retorcida memoria tienen algunos hijos de los vencedores de aquella masacre!

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PS. Recomiendo la lectura de este articulo de Joaquín Estefanía en El Pais de hoy. Bastante clarito…

LA CUARTA PÁGINA

Hacia los siete años de crisis

Ya hay una generación de jóvenes que no ha conocido más que esto: creciente desigualdad, movilidad social descendente y, sobre todo, una profunda contradicción entre democracia y capitalismo

Pasó casi inadvertido, pero a principios del verano se cumplieron los seis primeros años desde que quebraron varios fondos de alto riesgo del banco de inversión Bear Stearns y la compañía Blackstone, y el décimo banco hipotecario americano, el American Home Mortgage, despidió a todo su personal. Estos acontecimientos fueron el disparadero de la Gran Recesión. Por tanto, acabamos de empezar el séptimo año de la crisis más duradera del capitalismo si se exceptúa a la Gran Depresión de los años treinta. Por su profundidad, la situación que se padece hoy es menos mala que aquella (excepto en aspectos como el desempleo en países como España, cuyo porcentaje es más representativo de una depresión que de una recesión), pero por su extensión ambas crisis se parecen mucho.

Ya hay una generación de jóvenes —los que merodean por arriba o por abajo los 20 años— que se ha hecho adulta con una falta crónica de perspectivas sociales, una política de desigualdad creciente, de contorsionismo ideológico y de corrupción política (y en algunos países, de fuerte represión), cuyos componentes serán testigos críticos de una época, la de la revolución conservadora. Que han llegado a la mayoría de edad en medio de problemas críticos para ellos y sus padres, y que pocas veces han conocido Gobiernos que defiendan con coherencia los principios de una verdadera economía mixta (en la que se combina el dinamismo del mercado con la igualdad democrática), la regulación ante los fuertes abusos financieros y una redistribución de la renta y la riqueza más equilibrada. Que no han encontrado los escasos empleos de la antigua clase media, con cierta seguridad y salarios proporcionales a la calidad de su trabajo, en unas sociedades en que la “carrera cuesta abajo” es evidente en casi todos los ámbitos: relaciones laborales, protección social, política fiscal, legislación medioambiental, regulación financiera, etcétera.

La “carrera cuesta abajo” es evidente en relaciones laborales, protección social o política fiscal

Además, las dificultades les llegaron de sopetón. Esos jóvenes, como sus antecesores, creían estar más o menos seguros, y que una marcha atrás era imposible dados los avances que se habían producido con lo que se denominó “nueva economía” (14 años y medio de crecimiento constante) y las tecnologías de la información y la comunicación que, se decía, habían acabado con los ciclos económicos. El economista norteamericano Hyman Minsky, famoso por su tesis de la inestabilidad natural del sistema financiero, planteó a mediados de los años ochenta (los que inauguran una forma de política, con Thatcher y Reagan) una pregunta crítica: “¿Puede ESO [refiriéndose con temor a una Gran Depresión] volver a ocurrir?”. Le contestó 20 años después un famoso científico universitario, estudioso de la Gran Depresión, llamado Ben Bernanke, que en 2002 dio una conferencia con un título tan significativo como Deflación: asegúrese de que ESO no ocurra aquí. Bernanke sostenía que existían medios más que suficientes para que ESO no volviese a suceder en el nuevo milenio, a pesar de la creciente inestabilidad financiera. “El Gobierno de EE<TH>UU”, dijo Bernanke, “tiene una tecnología llamada imprenta (o su equivalente electrónico en la actualidad) que le permite producir tantos dólares como desee a coste cero”. Cuando Bernanke fue nombrado para un puesto tan poderoso como la presidencia de la Reserva Federal (la que regula el precio del dinero en el mundo) y no dudó en recurrir a la máquina de imprimir billetes para reanimar a la economía americana, dio seguridad a los inquietos y se ganó el apodo de Helicóptero Ben, pues se decía que su política monetaria era básicamente equivalente al famoso lanzamiento de dinero con un helicóptero, de Milton Friedman. Bernanke está ahora a punto de dejar la Fed y todavía no hemos salido del atasco.

Pese a estos y otros escarceos teóricos, ni los organismos multilaterales tipo Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico… ni los servicios de estudio privados, ni los Gobiernos han estado en general muy finos con sus previsiones en los últimos tiempos, lo que todavía ha generado más inseguridad y desapego entre los ciudadanos. Para cada vez más gente, esas instituciones no tienen apenas legitimidad en sus pronósticos, ni los Gobiernos, sean del signo ideológico que sean, tienen credibilidad por su práctica política. La creciente decepción de los ciudadanos de muchas partes del planeta con la capacidad de sus dirigentes políticos para conseguir algo positivo relacionado con el bienestar ciudadano a corto plazo, no es precisamente el mejor caldo de cultivo para la democracia. En los sondeos se manifiesta cada vez más ampliamente que los Gobiernos hacen muchas menos cosas de las que la mayoría quiere que hagan (educación, sanidad, pensiones, infraestructuras, protección medioambiental, amparo al desempleado estructural…) y en cambio existe la sensación creciente de que sus actuaciones se acercan siempre mucho más a lo que demandan las élites económicas: las patronales y los lobbies empresariales y financieros. Que trabajan en torno a los objetivos intermedios (el déficit, la deuda, ayudar a los bancos en dificultades…), pero no aseguran el bienestar final de los ciudadanos, que es la verdadera utilidad de la economía política.

Ello lleva a acrecentar el número de detractores del capitalismo, los cuales sostienen que el mismo está al servicio de la codicia, explota la vulnerabilidad de la gente, impone la desigualdad de la renta y el patrimonio, elimina la movilidad social, expolia el medio ambiente y, sobre todo, gobierna a la democracia. Como escribe Jeffrey Sachs, el capitalismo global es una gigantesca fuerza implacablemente productiva que introduce de modo permanente en el mercado nuevos bienes y servicios, pero que divide de forma despiadada a la sociedad en función del poder, el nivel de estudios, y los ingresos y el patrimonio; los ricos son cada vez más ricos y tienen más poder político, mientras se deja atrás a los pobres, sin empleos decentes, sin seguridad, sin una red que asegure los ingresos o sin una voz política. Y este escenario se reproduce en todo el mundo a medida que ese capitalismo incorpora a un país tras otro a sus sistemas de producción y los integra en su red de influencia política.

Existe la sensación de que la actuación de los Gobiernos se acerca más a las demandas de las élites

Hay quienes dicen que del mismo modo que en el año 1989 el capitalismo derrotó al comunismo, a partir de 2007 ha vencido a la democracia. Un triunfo, en apariencia, totalizador. Por ejemplo, el sociólogo francés Alain Touraine defiende que la crisis fue provocada por aquellos que, persiguiendo su exclusivo beneficio a corto plazo, hicieron de las finanzas un coto opaco sin relación con la economía real, y que el comportamiento de los muy ricos ha desempeñado el papel principal en la disgregación del sistema social, es decir, “de toda posibilidad de intervención del Estado o de los asalariados en el funcionamiento de la economía”. Las teorías de la conspiración florecen porque las conspiraciones parecen reales.

La mayoría de las protestas que ha habido en muchas partes del mundo, vinculadas de un modo u otro a esta forma de ver las cosas, han tenido lugar en países que se caracterizan por altos niveles de desigualdad económica. El mínimo común denominador de la ira de ese segmento creciente de la población del planeta, muy bien conectado y que cree que Wall Street no es solo una calle de Nueva York, sino un estado de ánimo (véase el libro Occupy Wall Street. Manual de uso, editorial RBA) es monocausal: una forma de progreso económico que, orientado a la creación de riqueza privada, es indiferente a la idea de bienestar colectivo, justicia social y protección medioambiental.

Ahora, a las críticas centrales al sistema —la creciente desigualdad, una movilidad social descendente, el debilitamiento de la red de protección social, y la creciente influencia del sector financiero ante la supuesta capacidad de las democracias representativas para frenar y regular sus excesos— han añadido otra: la rapidez con la que muchos bancos y grandes empresas están recuperando la senda de la rentabilidad y de los beneficios sin que ello se note en el nivel de empleo, la renta disponible y la provisión de bienes públicos. Por ello hay que tener cuidado ante las declaraciones de que lo peor ha pasado y que se ha tocado fondo. Si ellas no van acompañadas de realidades tangibles, la irritación crecerá, se extenderá aun más en el tiempo y se seguirán contando cumpleaños de la gran crisis de nuestro tiempo.

FIN

 

Ha muerto Pilo, nuestro gato más anciano

Un día triste. De niño, apedreábamos a los gatos callejeros de Almería y hoy, casi jubilado, echo unas lágrimas al dar sepultura a nuestro gato más anciano. Así ha cambiado España y así hemos cambiado nosotros. Para bien.

Pilo, en sus buenos tiempos, posando junto a un amarilis rojo.

Pilo, en sus buenos tiempos, posando junto a un amarilis rojo.

Más de uno dirá –y no le faltará razón- que la muerte de un gato no es nada si lo comparamos, por ejemplo, con la muerte de cientos de personas presuntamente gaseadas por el tirano de Siria. He visto en el telediario las imágenes terribles –y lejanas- de esos cadáveres envueltos en sábanas y me han impresionado.

Durante años, he trabajado en cientos de telediarios y he recibido imágenes bélicas terroríficas, que no dudábamos en censurar por su crudeza. Esas noticias gráficas, fruto de la crueldad humana, siempre me impresionaron, sí, y me perturbaron. Pero no me han hecho llorar como cuando, hace un rato, eché unas palas de tierra sobre el cadáver de nuestro gato.

¿Debo sentirme culpable por afectarme y entristecerme más la muerte de un gato, tan próximo, que la muerte diaria y trágica de tantos seres humanos, tan lejanos?

Quizás sólo pueda compartir mi duelo con quienes hayan cuidado y mimado durante años a sus mascotas –gatos, perros, etc.- y hayan sufrido su pérdida. Son paradojas y/o contradicciones del ser humano.

Con apenas dos años y sin identificación alguna, en el verano de 1996, Pilo se coló en nuestro jardín cuando fue abandonado en la calle o en el campo. No encontramos a su dueño.

Pilo, antes de enfermar.

Pilo, antes de enfermar.

Acabábamos de regresar de Nueva York, tras mi despido improcedente como corresponsal de TVE en EE.UU.

No hubo forma de echar al joven siamés de nuestro lado. Los niños nos obligaron a recogerlo, vacunarlo y cuidarlo. Su historia es también parte de la vida de nuestros tres hijos. Pilo era un animal singular. Mi hija Andy decía que nuestro nuevo gato era «una persona, no humana». Pacífico, cariñoso y muy sociable. Se comportaba más como perro que como gato. Todo lo contrario que su jefa, la ya vieja Gatis, una gata callejera tricolor que. algunos años después, recogimos en Almería.  Gatis es muy mandona y gruñona, incluso arisca.

El siamés, en cambio, era como un osito de peluche que parecía darnos permanentemente las gracias por haberle dado cobijo. Padecía el síndrome de inmunodeficiencia (el sida de los gatos) y, por su avanzada edad, tenía el riñón destrozado.

Este verano, apenas podía comer, beber y caminar. Se refugió y acurrucó en la chimenea, casi inmóvil, hasta que hoy, aconsejados por Lidia, su veterinaria, decidimos aplicarle la eutanasia y darle sepultura en un rincón umbrío del jardín donde le gustaba esconderse últimamente.

Como digo, hoy es un día triste para toda la familia.

No dejo de pensar en el gato que acabo de enterrar. Ya se que no es noticia. Y que, para muchos, la imagen de Pilo les resultará más lejana e indiferente que la de los muertos de Siria. Por supuesto. Lo entiendo.

Pilo junto a Truso (diminutivo de Intruso), otro gato callejero recién  adoptado.

Pilo junto a Truso (diminutivo de Intruso), otro gato callejero recién adoptado.

Ya se que solo era un gato. Sí. De acuerdo. «Una persona, no humana».

Quizás va a ser verdad eso de que quieres a quien cuidas mucho más que a quien te cuida. Incluso podría ser cierto que, cuando muere algún ser querido (humano o no), lo que muere también es una parte de nosotros mismos, un anticipo de nuestra propia muerte y que, lo queramos o no, se aproxima inexorablemente. Quien sabe.

Ahora ya no se si hoy lloré por la muerte de mi gato o lo hice por mi. Con la desaparición del viejo y querido Pilo se ha ido también un trozo de mi mismo y de toda mi familia.

Lástima.

 

 

 

Pilo quedó inmortalizado por Ana Westley en este óleo que cuelga en una pared de nuestra casa. Buena imagen para el recuerdo.

Pilo junto a un varios ejemplares del diario 20 minutos. Óleo de Ana Westley, la cuidadora principal de Pilo.

Pilo junto a un varios ejemplares del diario 20 minutos. Óleo de Ana Westley, la cuidadora principal de Pilo.

 

La Inquisición no pudo con ellos

Los símbolos paganos, prohibidos por la Inquisición, retoñan en La Alberca (Salamanca). Abundan los pájaros «enamorados», que miran hacia atrás, y los bicéfalos, que celebran el matrimonio precristiano.

Par de gemelos de los amish con pájaros enamorados que miran hacia atrás.

Par de gemelos de los amish con pájaros enamorados que miran hacia atrás.

Hace 40 años, durante una visita inquietante al Lancaster County (Pensilvania), la tierra de los Amish, me compré estos gemelos. Los encontré en un viejo almacén que los amish tenían en el pequeño pueblo de Intercourse. El nombre del pueblo (en inglés: cruce de caminos, lugar de conversación y… coito) suele provocar una sonrisa casi inevitable en los visitantes.

Pese al significado erótico del nombre del pueblo donde los compré, nunca relacioné con el amor a los pájaros que miran hacia atrás sobre corazones rojos de mis gemelos favoritos. Milagrosamente, pese a usarlos con frecuencia, aún no los he perdido. Y, como no soy supersticioso porque trae mala suerte, la semana pasada los llevé en la boda de mi hija Andy con Eduardo.

Una reciente visita turística a La Alberca, refugio de judios que huían de la Inquisición, en Las Batuecas salmantinas, me ha servido para descifrar este  viejo y emocionante enigma. Hace más de 40 años que me lo pregunto:

-¿Qué representan los pájaros que miran hacia atrás?

Carmen Requejo, de joven, bordando pájaros que miran hacia atrás y que -según ella- "representan a la mujer enamrada".e

Carmen Requejo, de joven, bordando pájaros que miran hacia atrás y que -según ella- «representan a la mujer enamorada».

Si alguien sabe algo más de este asunto me gustaría que lo aportara al blog. He buscado la respuesta por doquier (en varias enciclopedias, incluso en Google) pero sin éxito.

Nunca lo supe hasta que hablé con Carmen Requejo, mientras ella bordaba primorosamente unos pájaros que, con toda naturalidad, llamó «enamorados». Allí conseguí la primera pista. Y había más.

Su minúscula tienda de artesaría albercana, frente al osario de la Iglesia (que luce una calavera entre dos velas), estaba repleta de símbolos paganos.

Artesanía albercana

Artesanía albercana

Me quedé perplejo. Había docenas de pájaros que miran hacia atrás: en manteles, vidrieras, tazas, platos… Sus hijos colaboran con ella y recuperan y mantienen la tradición, casi extirpada por la Inquisisón, pintando en tazas y platos de cerámica pájaros que también miran hacia atrás, símbolo del amor, o truchas penetrando una flor, símbolo pagano de la fertilidad.

Tuve una sabrosa conversación con la señora Requejo sobre su afán por recuperar las tradiciones de la artesanía de La Alberca y por explicar su significado.

«La Inquisición intentó extripar todo los símbolos paganos, precristianos o judíos, de la tradición albercana. Y casi lo consiguió…», me dice Carmen Requejo.

No lo dice en broma. Me indica como llegar al local del Santo Oficio y a la cárcel inquisitorial:

Escudo de la Inquisición en la puerta de su cárcel en La Alberca.

Escudo de la Inquisición en la puerta de su cárcel en La Alberca.

Vaya usted a la calle de atrás y verá el escudo de la Inquisición que aún se conserva en la puerta de la cárcel donde torturaban a los sospechosos de herejía. Parece mentira que, pese a la persecución que sufrieron nuestros símbolos paganos, hayan sobrevivido tantos siglos en la clandestinidad.»

Naturalmente, le compré algunos objetos de artesanía, con pájaros enamorados.

Al regresar a casa lo primero que hice fue buscar aquellos gemelos comprados hace cuatro décadas en Intercorse, a más de 6.000 kilómetros de La Alberca.

Los dibujos y los colores, utilizados en ambos lados del Atlántico, en los gemelos de los amish y en los tazones de La Alberca, se parecen de manera sorprendente.

Los colores y los pájaros de los amish y de los albercanos mantienen su parecido a través de siglos y océanos.

Los colores y los pájaros de los amish y de los albercanos mantienen su parecido a través de siglos y océanos.

Ordenando ahora mi sótano -algo que intento hacer cada principio de verano, por cierto, sin mucho éxito- encontré casualmente un regalo que mi suegra. Geraldine Westley, hizo a mi hijo David (el pintor).

Pájaro tallado en madera comprado en Nueva Inglaterra.

Pájaro tallado en madera comprado en Nueva Inglaterra.

El pájaro de madera fue comprado por ella hace muchos años en un «flea market» (un rastrillo de antiguedades y objetos usados) de Nueva Inglaterra, no muy lejos de Boston.

Desde que he regresado de mi visita mágica a La Alberca, de pronto, se me aparecen por todas partes pájaros que miran hacia atrás.

Puertas de mi cocina compradas hace décadas en Arevalo...

Puertas de mi cocina compradas hace décadas en Arevalo…

Estoy seguro de haber visto estas figuras durante años sin percatarme de su simbología pagana y de su parecido con mis gemelos amish… hasta que Carmen Requejo me dio la primera clave de su origen pagano y enamoradizo.

¡A donde vamos a ir a parar!

Para mi sorpresa, me acabo de dar cuenta de que las puertas viejas de unos armarios de mi cocina, que compré hace décadas a Ana y Belén, unas anticuarias de Arévalo (Avila), tienen tallados dos pájaros con sus cabezas mirando tan hacia atrás como los de los gemelos que compré en América a los amish.

Ya no se qué pensar…

Quizás va a tener razón el sabio José María Pérez, el gran Peridis, cuando dice que en mi casa hay… espíritus. Desde que regresé de La Alberca, me veo rodeado de pájaros paganos. Afortunadamente, paganos o no, son símbolos del amor.

¡Que sean bienvenidos!

Con todo lo que se ahora, he vuelto mis ojos ociosos a Google. Encontré varios cientos de pistas, hasta hoy ocultas para mi, que hablan de los pájaros como símbolos de la luz, de la vida y del amor. Aunque Google no siempre es una fuente recomendable, en uno de los enlaces dicen que los romanos precristianos y los judios representaban a los pájaros (símbolo del espíritu) mirando hacia atrás.  El mismísimo Espiritu Santo (ya no se si, a partir de ahora, debo escribirlo con minúscula) se representa con un pájaro, una paloma, aunque no recuerdo haberlo visto nunca… enamorado.

En Wikipedia acabo de aprender que el colibrí -que puede quedarse quieto en pleno vuelo- simboliza el poder del amor y la alegría. Y, por fin, y ya no busco más  porque es la hora de hacer la comida, encontré una referencia directa a un dios romano: el pájaro carpintero, mirando hacia atrás, está consagrado nada menos que a Marte, el dios de la Guerra. Nada mas alejado del amor. Paradojas de la historia. Menos mal que Marte, hijo de Júpiter, era también el dios de la Agricultura y los «paganus», en latín, eran los campesinos.

Me rindo.

Felices vacaciones.

P.S: No salgo de mi asombro. Ha refrescado y mi chica se ha puesto un chal sobre sus hombros. ¿Qué dirán que lleva ese chal, comprado hace poco en Zara? Véanlo: pájaros enamorados que miran hacia atrás… (Made in India).

Pájaro que mira hacia atrás. (Chal comprado en Zara y hecho en India)

Pájaro que mira hacia atrás. (Chal comprado en Zara y hecho en India)

 

 

 

Los dos pájaros miran hacia atrás y están dentro de un corazón...

Los dos pájaros miran hacia atrás y están dentro de un corazón…