Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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De Juana, en El País y el Príncipe Felipe, en El Mundo ¿?

Tengo la impresión, favorecida quizás por el puente, de que el mundo está hoy al revés. Díganme, si no, qué hace la foto del sanguinario terrorista De Juana Chaos paseando con su novia en la portada de El País (y no en la de El Mundo). Y qué hace esta gran foto institucional del Príncipe don Felipe en la portada de El Mundo (y no en la de El País). Ambas fotos van a todo color, arriba y a tres columnas de salida. O sea, en el lugar de honor a donde primero se dirigen nuestros ojos.

Hay varias teorías para explicar el comportamiento de los portadistas/directores de ambos diarios en un día como hoy.

La más razonable se basa, naturalmente, en la disponibilidad de un material periodístico tan exclusivo. Es decir, que Pedro Jota no pilló a tiempo esa foto (o no se la filtraron sus fuentes) y El País, en cambio, sí tuvo acceso a ella o supo con antelación la hora y el lugar del paseo del terrorista y se infló de hacer fotos.

De la lectura del pie de foto podemos deducir que la fuente tuvo interés en que El País obtuviera la exclusiva de esa información gráfica. No en vano se dice que:

«El etarra estaba vigilado por cuatro ertzainas a pie y un vehículo policial. Los paseos han sido recomendados por el equipo de tres médicos que le atiende. . .»

A eso lo llamamos desinflar o pinchar un globo. Ahora ya puede publicar Pedro Jota todas las fotos quiera de tan medicinal y policial paseo por las cercanías del hospital Donostia, donde el etarra está recluido.

Además de la foto del Príncipe, El Mundo lleva de primera y tercera noticia del día (¡cómo no!) una del 11-M y otra de ETA, respectivamente. Quizás lo hace para que sus lectores no se olviden de las mentiras de Aznar, relacionando maliciosamente ambos temas para ganar tiempo hasta el 14-M…

El País, a su manera, también recuerda esas mentiras, pero lo hace en página interior del domingo y con sumarios destacados:

La foto de Reuters de este precioso niño, superviviente del cayuco, me ha impactado.

Creo que vale la pena mirarla durante un rato, para no olvidar sus ojos, y pensar en el futuro de este niño en Africa o entre nosotros. ¡Vaya mierda de mundo!

Y estas que han pasado fueron las portadas que olvidé incluir ayer.

El País titula:

Maragall comunicó a Montilla…»

El titular de El Mundo, sobre el mismo asunto, es un poco sospechoso de mezclar deseos, intenciones y doctrina con rumores difíciles de probar:

El PSC teme que Maragall haga declaraciones polémicas de nuevo antes de las elecciones

¿Que tipo de titular informativo es éste? Me recuerda aquel presunto periodismo de «investigación» que decía:

«Mientras se duchaba, Mario Conde estaba pensando que…»

¿Estaba el periodista en la ducha o dentro de la mente del ex banquero?

El País (cuatro columnas) y El Mundo (una columna) difieren mucho en el tratamiento que dan a las palabras del presidente de Venezuela sobre el ex presidente Aznar

Y no digamos cuanto difieren en el tratamiento que ambos diarios dan a la exposición que Agatha Ruiz de la Prada ha inaugurado en Burgos.

El País ha considerado tal acontecimiento como una «no noticia«. Ni una línea. Ni siquiera una foto.

El Mundo, en cambio, se desvive por destacar las excelencias de «su galaxia creativa». Y lo hace a cuatro y a cinco columnas, el viernes y el domingo, respectivamente.

El Mundo ha cometido, sin embargo, un pequeño fallo gráfico que habrá molestado a Pedro Jota: en ambas fotos, Agatha lleva el mismo vestido. Alguien se va a llevar un paquete. Digo yo.

El Mundo y El País coinciden… en los anuncios

Imagino que El Mundo pilló la noticia de la prisión atenuada para el terrorista De Juana Chaos en el último minuto y por los pelos.

Antes, nos enterabamos de lo que publicaba nuestra competencia en su portada al comprar los diarios en el VIP. Inmediatamente llamábamos al encargado de cierre de nuestro periódico para que pararan la máquina y metieran un «alcance» (eufemismo para noticia robada tras el cierre).

No se si éste es el caso de la portada de El Mundo de hoy. No quiero ser malpensado. Pero, sorpendentemente, concede a De Juana un titular minúsculo a una columnita escondida bajo un luto.

De ser así, interpretaría que las fuentes bien informadas del ministerio de Rubalcaba no premian a El Mundo con sus revelaciones (nunca desinteresadas ni,por supuesto, inocuas) como lo hacen con El País. Justo al revés de lo que hacen ahora las fuentes bien informadas del PP o lo que hacían las del ministerio del Interior cuando mandaba Acebes.

Al margen del apoyo apasionado y retorcido que Pedro Jota parece estar prestando, a toda página, a los acusados por la masacre del 11-M, la noticia-bomba de la salida del hospital del sanguinario etarra es, a todas luces, mucho más relevante que lo que ayer dijo Trashorras sobre lo que le dijo «El Chino» y que todo el mundo sabe.

Con estos ingredientes, cualquier estudiante mediocre de Periodismo hubiera hecho mejor portada que Pedro Jota. Una pena.

Mañana corregirá el error y pondrá, a toda pastilla, las protestas de la AVT del PP contra la prisión atenuada del etarra.

Pero olvidará, quizás (¡ay!), dar la lista de los etarras excarcelados por enfermedad por el Gobierno Aznar, alguno con más de 3.000 años de cárcel y más de 20 asesinatos de inocentes a sus espaldas.

El País no lo ha olvidado hoy y dedica un titular muy oportuno sobre los gestos humanitarios de José María Aznar con los asesinos etarras. Un detalle.

Lo que sí olvidó El País (pero no El Mundo) fue pedirle a su corresponsal en Berlín una crónica urgente, y muy oportuna para sus intereses corporativos, sobre el rechazo de Alemania a dar beneficios penitenciarios a un terrorista de la Baader-Meinhof. ¡Qué cosas tiene la prensa!

Las portadas, como se ve, sólo coinciden en la fecha y en la publicidad.

¿Ha publicado algo mi admirado Fernando Savater sobre ETA, Batasuna, País Vasco , nacionalismos, separatismos y/o la política antiterrorista de España desde el atentado terrorista de Barajas?

Por tratarse de las vacaciones de año nuevo, quizás me he perdido sus opiniones, siempre provocadoras de reflexión, sobre estos asuntos de vital importancia para nuestro futuro en libertad.

Si alguien ha leído algo de Savater sobre estos temas, agradecería que pusiera aquí el enlace o la cita. Gracias.

No me suelo perder niguno de sus artículos (y casi ninguno de sus libros). Por eso me extraña que que no nos haya dado publicamente doctrina desde la bomba de Barajas. Me habré despistado contando páginas de publicidad.

Hoy nos regala Savater este magnífico artículo sobre la carcundia nacionalcatólica, con alusión antiseparatista (aunque de rondón) en el último párrafo.

Sin fe, ni fu ni fa

FERNANDO SAVATER en El País 01/03/2007

A menudo, las indignaciones o escándalos de nuestra sociedad recuerdan bastante a los caprichos apasionados de la multitud en el circo romano. Por ejemplo, el pataleo suscitado porque una agraciada señora que se presenta a un concurso de belleza (ocasión paradigmáticamente machista) sea tratada, oh sorpresa, de modo paradigmáticamente machista al discriminarla por su maternidad. Eso es como ir al campo de fútbol y luego protestar ante el griterío porque levanta dolor de cabeza (no quiero dar ideas pero ¿acaso los propensos a la jaqueca no tienen derecho a frecuentar los estadios? Interesante problema jurídico). De parecido tenor me parece -dejando aparte pormenores del derecho laboral que conozco poco- la irritación suscitada porque el obispo correspondiente haya cesado a una profesora de religión que convive con quien quiere y como quiere. Precisamente la doctrina que ella está profesionalmente obligada a enseñar prohíbe tal libertad de costumbres. De hecho, la Iglesia para cuya propaganda ha sido elegida -a costes pagados por el Estado, eso sí- ha tenido a lo largo de los siglos y aún quisiera retener dentro de lo posible el ordenamiento por medio de premios y castigos (algunos sobrenaturales y otros no tanto) de la vida privada de los ciudadanos. No puede por tanto extrañar que trate al menos de controlar a quienes hablan en su nombre y según su nombramiento, ya que el resto de la sociedad parece estar cada vez menos por la labor. Sería sorprendente que los obispos eligieran para transmitir su reglamento teocrático a los jóvenes a quienes tienen ideas parecidas a las de los jóvenes y no a las suyas.

El caso suscita interesantes reflexiones sobre la evidente impropiedad de mantener una asignatura confesional -sea obligatoria, voluntaria o mediopensionista- en la enseñanza pública. En un artículo aparecido como es lógico en Abc («Profesores de religión», 24-2-2007), Juan Manuel de Prada compara el caso de la profesora expulsada con el de un militar que, tras haberse graduado en la academia con calificaciones sobresalientes, se negara a ir al campo de batalla alegando convicciones pacifistas. Según Prada, nadie se escandalizaría de que fuese destituido puesto que «profesar la milicia y negarse a empuñar un arma son circunstancias incompatibles». En este último punto, desde luego, es imposible no estar de acuerdo con él. Pero el símil plantea cuestiones inquietantes. A ningún profesor de geografía se le puede echar de su plaza por ser remiso a viajar, a ningún profesor de literatura se le cesa por preferir leer El Código da Vinci a En busca del tiempo perdido y ni siquiera son privados de su doctorado tantos médicos destacados que fuman, beben y perjudican alegremente su salud como si la ministra Elena Salgado no hubiera venido jamás a nublar nuestras vidas. En cambio, a la profesora de religión amancebada -perdonen el término anticuado, tan barojiano- se la pone de patitas en la calle… sin que el Tribunal Constitucional logre presentar objeción válida. ¿Cómo puede ser eso? Pues lo explica Prada muy clarito: «Siendo la asignatura de religión de naturaleza confesional, nada parece más justo que exigir a quienes la transmiten una coherencia entre las enseñanzas que transmiten y su testimonio vital, (…) que exigir a los docentes que prediquen con el ejemplo y profesen efectivamente y no sólo de boquilla la fe que se disponen a transmitir». Sigue teniendo razón desde su perspectiva, aunque precisamente sea esa perspectiva la que nos plantea problemas a quienes deseamos una educación pública digna de tal nombre y por tanto inevitablemente laica.

Veamos: para empezar hay que hablar con propiedad. No estamos refiriéndonos a los profesores de religión en abstracto, de historia de las religiones o de creencias religiosas comparadas, ni siquiera a docentes que enseñen los principios del cristianismo y sus múltiples variedades instituidas, sino a personas designadas por las autoridades eclesiásticas para impartir doctrina católica con más o menos adornos. No es una asignatura relacionada con el conocimiento sino con la devoción. De ahí que -a diferencia de lo que ocurre en las materias de sustancia científica- se pida militancia a quienes la imparten, como bien subraya Juan Manuel de Prada: los profesores de catolicismo deben ser mitad monjes y mitad soldados, para utilizar otra expresión antañona. Lo que importa no es la autenticidad de lo enseñado (me temo que bastante discutible) sino la autenticidad de la fe con que se enseña. Se trata no de saber sino de creer o de aprender lo que hay que creer y a qué principios se debe obediencia. Es la fe quien mueve toda esta montaña pedagógica. De aquí también la dificultad intrínseca de evaluar semejante materia como las demás. Para ser rigurosos y coherentes con lo que se exige a los docentes, deberían puntuarse las buenas obras de los alumnos y su entrega piadosa al culto divino, no las respuestas a ningún tipo de cuestionario. Lospecados veniales restarían puntos y tres pecados mortales -por ejemplo- podrían bastar para suspender el curso. En esta asignatura no debería haber otros exámenes que los exámenes de conciencia…

Hay que reconocer que todo esto suena bastante raro, pero por lo visto es lo que dispone el Concordato firmado con la Santa Sede. Supongo que por eso la sentencia del Tribunal Constitucional establece que «si la impartición en los centros educativos de una determinada enseñanza religiosa pudiera eventualmente resultar contraria a la Constitución, ya fuere por los contenidos de dicha enseñanza o por los requisitos exigidos a las personas encargadas de impartirla, lo que habría de cuestionarse es el acuerdo en virtud del cual la enseñanza religiosa se imparte, no la forma elegida para instrumentarlo». En efecto, es ese acuerdo lo que urge revisar (por cierto, se firmó en el año 1979 -como una herencia de la época franquista que por entonces más valía no meterse a discutir- y según creo sólo por tres años). Porque resulta por lo menos inusual que una materia figure en el programa de bachillerato no por decisión libre de las autoridades educativas sino como concesión a una entidad foránea. Además, ¿qué consideración institucional merece la Santa Sede? Si se trata de una autoridad eclesiástica, la cabeza de la Iglesia Católica, ¿por qué debe mantener con ella nuestro Estado no confesional un tratado especial y comprometedor? Si se trata de un Estado extranjero con todas las de la ley, es hora de recordar que en él no se respetan derechos fundamentales en lo tocante a la libertad religiosa, igualdad de sexos para acceder a cargos públicos, etc… En una palabra, es una teocracia al modo de Arabia Saudí y no parece por tanto la influencia más deseable en el plan de estudios de un país democrático. Ese Concordato venido del franquismo concuerda muy mal con nuestras instituciones actuales y muchos católicos lo reconocen abiertamente así. Aquí y no en otra parte está el verdadero problema y el auténtico escándalo.

El adoctrinamiento confesional, sea católico, protestante, musulmán, judío o lo que se quiera, no ha de tener lugar en la enseñanza pública, ni como asignatura opcional pero pagada por el erario público ni mucho menos como obligatoria. Defender así el laicismo indispensable para el funcionamiento democrático no es un tema menor y hoy menos que nunca. Desde la ultramontana Polonia, pasando por Bélgica, Italia o España y hasta la admirable Francia, ahora amenazada en el horizonte por las propuestas neointegristas de Sarkozy, es raro el país europeo que no padece conflictos con el regreso invasor de la mentalidad religiosa en el siempre vulnerable redil educativo. Entre nosotros, suele trivializarse el tema o convertirse en palestra partidista, en ambos casos al modo de la discusión sobre el nacionalismo. Para los pro-nacionalistas actuales, cualquier reivindicación de la unidad de España como Estado de Derecho es «rancia»… como si los derechos históricos impertérritos ante el paso de los siglos y la segregación étnica fuesen conquistas de la modernidad. También para los actuales abogados del clericalismo el laicismo es progresismo trasnochado y, según Rouco Varela, el ateísmo resulta decimonónico (por lo visto la transubstanciación eucarística y la resurrección final de los muertos es lo que más va a llevarse la próxima temporada). Otros pretenden que el laicismo es un perverso invento de Zapatero y sus adláteres, lo mismo que hay quien cree que denunciar el separatismo reaccionario (todos lo son) es una maniobra al servicio del PP o del tradicional fascismo hispánico. Quiero pensar que la mayoría de este país -aunque desde luego la menos estentórea- no vive políticamente empobrecida por semejantes tópicos sectarios.

Fernando Savater es catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid.

Ahí va un bonito artículo sobre cosas que me interesan mucho, aunque no en ese orden:

Cervantes y las mujeres

JUANA VÁZQUEZ en El País

01/03/2007

Don Miguel de Cervantes fue un hombre que se adelantó a su tiempo, y al que su pasión por la libertad llevó a configurar la mayoría de los personajes femeninos de Don Quijote según sus principios de independencia y libertad.

El escritor manchego estaba muy lejos de los modelos de mujeres que presentaban los autores de entonces. Su actitud ante la vida era avanzada. Sobre todo, si lo comparamos con Lope de Vega, Tirso de Molina, Quevedo… y no digamos con el posterior Calderón de la Barca, quienes proyectaban en sus obras una concepción de la mujer cavernícola.

Consecuencia de esta actitud avanzada es que la mayoría de los personajes femeninos de este libro de libros saben leer y escribir. Sólo son analfabetas Teresa Panza, Sanchica, Aldonza Lorenzo y Maritornes. Sin embargo, las damas de aquellos siglos, en un 90%, no estaban alfabetizadas.

Letradas o analfabetas, señoras o criadas, ricas o pobres, campesinas o aristócratas, las féminas de Don Quijote son sujetos de pensamientos y actitudes autónomas, viven dignamente en el nivel que les corresponde por su origen, y aunque éste se sitúe en el peldaño más bajo de la escala cultural y social, se muestran seguras de sí mismas y lo viven con gallardía y autoestima. Cervantes les da vida como sujetos y por tanto no están atadas a ningún convencionalismo social o cultural que se sitúe por debajo de su dignidad como personas. No era así para las mujeres de carne y hueso de aquellos siglos. Y es que con Cervantes la mujer cambia su papel de objeto pasivo a sujeto activo.

Entre estas damas cultivadas y seguras de sí mismas de Don Quijote, en donde se cumple de una forma más radical el pensamiento de un Cervantes anticipado a su tiempo, está el personaje de Marcela, que encabeza su manifiesto con el famoso grito: «Yo nací libre». La zagala reivindica el privilegio de vivir sin trabas, sea soltera, casada u holgando a su antojo de lo que llama su libre condición.

Este que sigue es un fragmento de su discurso a los amigos del fallecido Crisóstomo, que se suicidó porque ella no lo aceptaba como futuro marido: «El cielo aún hasta ahora no ha querido que yo ame por destino, y el pensar que tengo que amar por elección es excusado. (…) Yo como sabéis tengo riquezas propias y no codicio las ajenas; tengo libre condición, y no gusto de sujetarme (…) Y en diciendo esto, sin querer oír respuesta alguna, volvió las espaldas y se entró por lo más cerrado de un monte».

¿Dónde en un siglo de analfabetismo, existen unas mujeres, además de libres, con destrezas propias de letradas e instruidas, iguales que los personajes femeninos de Don Quijote? Pues las féminas de este tiempo, como manifiesta el padre de una dama casadera en la comedia de Calderón No haya burlas con el amor, debían prescindir del terreno intelectual, ya que les estaba prohibido por pertenecer al hombre. Lo suyo era la vida cotidiana ubicada en el espacio privado y atender a sus labores caseras. De esta forma tan sintetizada lo dice el citado padre acerca de su «querida» hija: «Bordar, labrar y coser/ sepa sólo: deje al hombre/ el estudio».

Hoy todavía quedan flecos en la idea de que la mujer es la apropiada para realizar trabajos caseros. Por ejemplo, hace poco se leía en la prensa que una compañía aérea ha rechazado contratar hombres como auxiliares de vuelo en sus aviones. Alegan que prefieren que sean mujeres las que atiendan a los pasajeros. Seguramente, piensan que se les da mejor que a los hombres servir las comidas, las bebidas, traer una mantita al viajero, una almohada, algún analgésico, en fin, servicios domésticos…

En resumen, si la libertad que otorga Cervantes a las damas en Don Quijote, que las hace salir a los caminos «solas y señeras», hubiera servido de ejemplo para muchos escritores de todos los tiempos e incluso para los medios de comunicación de nuestros días -que todavía hoy deslizan en sus páginas frases como «mujeres cuota», «ministras Vogue», etcétera- mejor nos hubiera ido. Seguramente, mucha de la violencia machista estaría extinguida, pues ésta se basa, sobre todo, en utilizar a la mujer como un objeto que pertenece al marido, algo así como el coche, el vídeo o el ordenador, y no como sujeto de acción y libre albedrío.

En la comedia El castigo sin venganza, de Lope de Vega, se aprecia esta actitud machista, que por desgracia, hoy, cuatro siglos después, sigue existiendo. Así se queja una fémina de los maridos: «En tomando posesión (de la esposa)/ quieren en casa tener/ como alhaja la mujer,/ para adorno, lustre y gala,/ silla o escritorio en sala…/ y es término que condeno…».

Para muchos no ha cambiado esta concepción de la mujer, y siguen sin admitir su libertad como sujetos. Hace poco leía en una entrevista que le hacían en Mujer Hoy a una psiquiatra, Marie-France Hirigoyen, experta mundial en maltrato y acoso, en la que decía: «Se supone que cuanto más libertad tengan ellas, menos violencia debería existir dentro de la pareja, pero esto no es así, porque los hombres se resisten a aceptar esta libertad de la mujer». ¿Hasta cuándo?

Juana Vázquez es catedrática de Lengua y Literatura y escritora.

No me da tiempo a comentar otra maldad de las portadas de hoy:

«Enel admite…» en El Mundo. Cuando alguien «admite» algo, no suena a nada bueno. «¡Admítelo!», decimos.

El País, en cambio, utiliza un verbo mucho más convincente y positivo para la eléctrica italiana:

Enel sostiene…

¡Qué gran diferencia entre admitir o sostener!

Mucho interés debe tener Pedro Jota en descatar al tal Trashorras a toda página como para esconder no solo al terrorista De Juana Chaos sino al notición del vergonzoso botellazo en la cabeza del entrenador del Sevilla.

Pedro Jota: ¡Despierta, hombre!

Y ahora me voy de «finde» para Canarias con mis comerciales favoritos. Sorry. En la penísula no se puede tener todo.