Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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El «Ángel de Varsovia» sigue su vuelo…

El recuerdo de la heroína Irena Sendler, que no ganó el Nobel en 2007 y falleció en 2008, me ha llegado hoy en forma de e mail en cadena. Este mensaje, que me envía mi amigo, el poeta Antonio Crespo Massieu, lleva varios años dando la vuelta al mundo y los promotores quieren llegar a 40 millones de personas. Ya les faltará poco.

Irena Sendler, en 1942

Me piden que lo reenvíe a mis amigos. No suelo seguir los mensajes en cadena. Sin embargo, esta vez, no lo pude remediar y lo reenvié solo a mis hijos. Los demás pueden copiarlo, si quieren, de este blog y seguir la cadena. Recordar a Irena Sendler, que falleció a los 98 años en 2008, es un homenaje a uno de los mejores seres humanos del siglo XX.

Podemos perdonar a los criminales, pero no debemos olvidar lo que hicieron y, sobre todo, debemos recordar a personajes como Irena Sendler, el Ángel del Gueto de Varsovia.

Este es el mensaje completo traducido que acabo de recibir hoy:

—–

«Irena Sendler
Una señora de 98 años llamada Irena acaba de fallecer. Durante la Segunda Guerra mundial, Irena consiguió un permiso para trabajar en el Ghetto de Varsovia, como especialista de alcantarillado y tuberías.
Pero sus planes iban mas allá…
Sabía cuáles eran los planes de los nazis para los judíos (siendo alemana).
Irena pasaba niños  escondidos en el fondo de su caja de herramientas y llevaba un saco de arpillera en la parte de atrás de su camioneta (para niños de mayor tamaño). También llevaba en la parte de atrás un perro al que entrenó para ladrar a los soldados nazis cuando salía y entraba del Ghetto.
Por supuesto, los soldados no querían tener nada que ver con el perro y los ladridos ocultaban los ruidos de los niños.
Mientras estuvo haciendo esto consiguió sacar y salvar a 2500 niños.
Los nazis la atraparon y le rompieron ambas piernas y los brazos…
Irena mantenía un registro de los nombres de todos lo niños que sacó y lo guardaba en un tarro de cristal enterrado bajo un árbol en su jardín.
Después de la guerra, intentó localizar a los padres que pudieran haber sobrevivido y reunir a la familia. La mayoría habían sido llevados a la cámara de gas. Aquellos niños a los que ayudó encontraron casas de acogida o fueron adoptados.
El año pasado Irena fue propuesta para recibir el Premio Nobel de la Paz.
Pero no fue seleccionada.
Ese premio se lo llevó Al Gore, por unas diapositivas sobre el Calentamiento Global… y en 2009, Obama sólo por buenas intenciones.
¡ESTA SEÑORA ES MI NOBEL!
Gran mensaje. ¡No permitamos que se olvide nunca!
63 años después
In Memoriam

La intención de este e-mail es llegar a 40 millones en todo el mundo. Únete a nosotros, sé un eslabón de esta cadena conmemorativa y ayúdanos a distribuirlo por todo el mundo.
Por favor, envía este e-mail a las personas que conoces y pídeles que continúen la cadena. Por favor, no lo borres simplemente.
Sólo te llevará un minuto reenviarlo.
Gracias.»

——

Esta señora, que sin duda mereció el Premio Nobel de la Paz mucho más que Al Gore, fue un ejemplo de esos que necesitamos para reconciliarnos, un poco más, con el género humano.

Estoy casi seguro de que hay, en estos momentos, alguna heroina israelí salvando niños, heridos por sus compatriotas de Israel, en Palestina. Y viceversa. Algún día lo sabremos, como supimos la historia bellísima de Irena Sendler. ¡Qué mundo éste!

Hoy yo le doy a la alemana Irena Sendler el Nobel de la Paz a título póstumo.

 

 

 

 

Ensanchamos la libertad: 25 años de la TV matinal (II)

«¡Shalom Israel!», dije en directo. «¡Buenos días Sefarad!», me respondió una voz temblorosa desde Jerusalem. Se me puso la carne de gallina. Tal día como hoy, hace 25 años, España reconocía de madrugada la existencia del Estado de Israel. Se cerraban, de golpe, 500 años de desencuentros entre españoles del interior y españoles del exilio, desterrados por los Reyes Católicos. Fue emocionante y tuve el privilegio de ser el primero en dar esta noticia por televisión.

Samuel Hadas, primer embajador de Israel en Sefarad

Teníamos casi todo el programa informativo «Buenos días» preparado cuando, en plena madrugada, recibí en el Pirulí la llamada de nuestro corresponsal en Bruselas. Me dijo:

«Samuel Hadas y Máximo Cajal se han reunido esta noche en un hotel de La Haya, en secreto, y han intercambiado notas para establecer relaciones diplomáticas plenas entre Israel y España».

Los diarios de pago (entonces aún no habíamos creado 20 minutos) estaban imprimiendo y repartiendo sus ediciones sin la gran noticia. EFE aún no la había confirmado, pero nuestra fuente era solvente. ¡Manos a la obra!

Teníamos que cambiar completamente el informativo para despertar a los españoles con la noticia exclusiva de aquel encuentro histórico, casi clandestino, al cabo de 500 años, en tierras holandesas.

Casa Sefarad en Códoba

De madrugada era dificil convocar a nuevos invitados españoles e israelíes (incluidos músicos y expertos sefarditas) sin levantar la liebre a la competencia. Liana, Mirenchu, Milagros y Rafa lo consiguieron. Y Juanlu Castillo, nuestro jefe de producción, hizo el milagro de conseguir una ventana en el satélite para establecer un duplex inédito con la televisión de Jerusalem. Allí amanece un par de horas antes que en España, pero la emisora estaba cerrada a cal y canto y el personal seguía durmiendo en el Medio Oriente.

Afortunadamente, en Boston era aún la hora de la cena y pude localizar y movilizar a mi amigo Zvi Dor Ner, colega de la Universidad de Havard en la Nieman Foundation for Journalism (promoción 1977), quien despertó sin contemplaciones a un colega de la TV de Jerusalem para que abriera la emisora y conectara, en directo, con Televisión Española a las 7:30 en punto de esa mañana. Preferiblemente queríamos hablar con algún compatriota sefardita que aún hablara ladino, una lengua tan parecida a la de Cervantes. La noticia lo merecía. Jamás se habían conectado oficialmente españoles y judíos por satélite ni por paloma mensajera desde que estos últimos fueron explusados de España en 1492.  Y no estabamos seguros de conseguirlo con éxito en aquella fría madrugada del 17 de enero de 1986.

Tras la carta de ajuste, aparecieron en pantalla las imágenes del amanecer en la Alcazaba y la bahía de Almería, con el Cabo de Gata perfilándose por el Oriente. La música de fondo (hasta que me descubrieron) era, naturalmente el fandanguillo de Almería. Luego, el reloj de TVE marcó las 7:30 horas y el realizador (José María Fraguas, alias Pirri y/o Pirracas, tío de Toño Fraguas, uno de los fundadores de esta web) me enchufó la cámara 1.

Desde que creamos el primer informatico matinal, yo solía abrir el programa saludando, aleatoriamente, en las cuatro lenguas españolas. Entonces nos pareció una innovación en pro del consenso lingüistico:

«Egunón, Bon día, Buenos días, Bos días».

Un servidor, en el "Buenos días"

Sin embargo en la madrugada de tal día como hoy, hace 25 años, improvisé, sin apenas pensarlo, un saludo distinto para comprobar si había alguien, en Oriente, al otro lado del satélite. Dije simplemente:

«¡Shalom Israel!».

No hubo respuesta. Solo algún ruido lejano.

Para dar tiempo a los técnicos, aproveché entonces para anunciar que, por primera vez en 500 años, tratábamos de conectar en directo con compatriotas sefarditas de Jerusalem. Y di la noticia: España e Israel habían decidido de madrugada reconocerse mutuamente y abir embajadas. Por el pinganillo que tenía acoplado a la oreja, escuché las voces entusiastas de Pirracas. Había conseguido conectar con la TV de Jerusalem.

Repetí, no sin emoción, el saludo de rigor, inédito en España:

«¡Shalom Israel!»

Esta vez, sí. Una voz profunda, parsimoniosa, solemne, separando las sílabas y con acento ladino, conservado con mimo a través de cinco siglos, me respondió, alto y claro:

«¡Bue nos  dí as,  Se fa rad!»

A partir de ahí, se nos puso a todos -como digo- la carne de gallina. El programa monográfico (de 7:30 a 9:00) fue una cascada de emociones, de risas y lágrimas, contenidas durante 500 años.

¡Cómo me gustaría haber guardado una copia de aquel informativo! Valió la pena ser periodista y haber creado la TV matinal aunque solo hubiera sido por haber hecho posible aquella conexión entre dos países, entre millones de almas gemelas separadas cruelmente por la intolerancia.

Luego, como Martín Luther King, también yo tuve un sueño:

Algún día, periodistas palestinos e israelíes de Hebrón, de Jerusalen, de Ramala, de Tel Aviv o de Qalquilia, separados cruelmente por la misma intolerancia, se conectarían, vía satélite o, mejor aún, personalmente, para saludarse y abrazarse como hicimos nosotros en aquella mañana memorable del 17 de enero de 1986. Y se intercambiarían el saludo con estas mágicas palabras (tan parecidas) de paz:

«¡Shalom Israel!»

«¡Salam Palestina!»

Aún no me he despertado de ese sueño maravilloso, desgraciadamente inédito. Esa sí que sería (y algún día será) una buena exclusiva.

¿Alcalde musulmán en Almería? Envidio a Rotterdam

El día en que Almería vuelva a tener un alcalde musulmán -lo que no ocurre desde el siglo XV- daré gritos de alegría. Habremos dado un paso de gigante hacia la civilización y la concordia. Es lo que han hecho los holandeses de Rotterdam , a quienes envidio. Y -que conste- yo no soy musulmán ni judío ni cristiano. Soy agnóstico respetuoso.

Pero Almería es el caso más relevante de Europa en lo que se refiere a revolución demográfica y movimentos migratorios. Hace 30-40 años, mi tierra era la mayor fábrica de emigrantes de España (hacia Cataluña, Europa y Améríca).

Hoy -pese a la crisis- es la provincia que más inmigrantes atrae del norte de Africa de toda España (y quizás de Europa). En dos generaciones, la tortilla se ha dado la vuelta. Y la convivencia entre razas y culturas, que parecía imposible tras los tristes sucesos racistas de El Ejido en el año 2000, parece ser todo un éxito.

Copio y pego la información de El País de hoy, que tanta sana envidia me ha producido:

ETA y el 11-M en El País; no en El Mundo

(Actualizado a las 20:45 que me voy a cenar)

¿No les resulta un poco raro que, después de dos años y pico dándonos la vara con la teoría conspirativa aznarista de la relación de ETA con el 11-M, hoy no aparezca la palabra ETA en la portada de El Mundo?

Y viceversa. Creo que es la primera vez que vemos en la portada de El País un titular -pequeño, eso sí- como éste:

Una asociación minoritaria de víctimas del 11-M sugiere que ETA organizó el atentado

Tan raro les pareció a los responsables editoriales de 20minutos.es -tercer diario on line de España por usuarios únicos, según OJD– que lo han dado hoy como noticia. Me alegra que vaya calando entre nuestros colegas el análisis comparativo de las noticias y no noticias.

La noticia principal de hoy tiene un tratamiento singular en cada diario.

El Mundo presta su altavoz a Israel como sujeto, con un verbo activo fuerte y negativo («rechaza«) contra la propuesta hispano-francesa.

El País, en cambio, presta su altavoz a Francia e Italia , como sujetos, con otro verbo activo pero positivo a favor de la propuesta española.

La victoria de la nueva líder del socialismo francés, Ségolène Royal también tiene su tratamiento bien diferenciado en cada diario, según su inclinación ideológica o su cultura corporativa (léase intereses).

El País rezuma una alegría desbordante con una foto guapa y grande de la triunfadora.

El Mundo da la misma noticia, casi escondida entre otras noticias, en la columnita de salida, abajo, con una triste foto tamaño sello de correos.

En El País, la Royal saluda con su mano abierta. En El Mundo aparece, en cambio, con el antiguo saludo de puño en alto de la izquierda clásica.

Naturalmente, por último (aunque no lo menos importante), conviene comparar la noticia de la sucesión de Polanco, el presidente de PRISA, editora de El País en su diario y en el otro.

Nadie me negará que la foto está plenamente justificada en casa propia sobr este titular informativo:

Ignacio Polanco será el futuro presidente del grupo PRISA

El Mundo lo da sin foto -faltaría más- y con un titular cargado de opinión, sembrado «dudas sobre el futuro» de su competidor:

Polanco zanja las dudas sobre el futuro de Prisa nombrando sucesor a su hijo Ignacio

En ambos textos, me llama la atención un pequeño detalle que, en cuestiones dinásticas, puede tener su importancia.

En El Mundo hablan de Jesús Polanco y de Ignacio Polanco Morenosin que, en ningún caso, el «de» aristocrático preceda al apellido.

Por el contrario, El País concede el «de» solamente a Jesús, actual presidente de Prisa (Jesús de Polanco), pero le apea el tratamiento del «de» a su hijo Ignacio (Ignacio Polanco Moreno a secas). Al hijo le añaden el apellido materno, pero no así al padre.

Tengo la impresión de que Nacho Polanco ha traicionado a su clase: nació en la aristocracia y -quitándose el «de» de su padre- se ha pasado a la burguesía.

Hay que estar atentos al día en que Ignacio Polanco Moreno pase a ser don Ignacio de Polanco.

Son cosas del poder y del protocolo.

De todas formas, ¡enhorabuena, Nacho, y mucha suerte, por la cuenta que nos trae!

EE UU mira a Israel y Europa, a Líbano ¿Por qué?

El International Herald Tribune (propiedad del New York Times) publica hoy este dibujo (reproducido de un diario austriaco). Plantea gráficamente un dilema interesante sobre la cultura corporativa de la prensa, radio y TV norteamericana en comparación con la europea.

¿Es esto cierto?

Y, si es así, ¿por qué la cámara de EE UU mira a Israel y la de Europa mira a Líbano?

¿Existe algo así como una cultura corporativa que, a nivel nacional, impregna a toda la prensa?

Zapatero-Israel: 4-1 en El Mundo y 1-4 en El País

Sólo han coincidido durante un par de días con los incendios de Galicia en portada y, por supuesto, cada uno con sus matices. Hoy vuelven tomar caminos distintos al valorar las noticias de primera.

El Mundo, a 4 columnas, titula con una obviedad de periodismo «declarativo» («Zapatero dice») sobre una foto del presidente del Gobierno diciendo algo::

Zapatero dice en Galicia que apagar los fuegos es «un desafío del Estado»

A 1 columna:

Israel anuncia otra ofensiva mientras la ONU discute la propuesta de paz

En El País va todo al revés que en El Mundo. Manda a 4 columnas con Israel, sobre una gran foto de la destrucción causada en Beirut:

Israel extiende su ofensiva terrestre en Líbano para aplastar a Hezbolá

A 1 columna:

España pide ayuda a Bruselas ante el avance del fuego en Galicia

Estar de vacaciones me agota. Ya he arreglado las luces fundidas y las lámparas rotas desde el verano pasado, después de pasar horas buscando las herramientas precisas y, de paso, ordenando el sótano… Con tanto trabajo de chapuzas me olvidé de resaltar el regreso de Pedro Jota a sus verbos favoritos, tan lejos de la neutralidad: «incitar» y «jactarse«. Miren la portada de El Mundo:

A 3 columnas:

Maragall se jacta de que Cataluña tiene ahora el poder y «el Estado es residual»

A 1 columna, arriba:

Batasuna incita a acudir a la manifestación pese a que ayer se desconvocó

El País lleva hoy verbos mucho más fríos, sobrios y, quizás, también más aburridos que «incitar» o «jactarse«:

Israel extiende

España pide

Garzón inicia

Maragall compara

Asumo el lema de los comentaristas de la entrada anterior ¿Por qué arde Galicia?:

¡TODOS CONTRA EL FUEGO!

No hay soberbia buena y soberbia mala

«¡Es bárbara la guerra!». Lo leí en unos versos de Machado (don Antonio).

¿Son bárbaras todas las guerras?

Mi padre luchó contra Franco y mi suegro luchó contra Hitler. Ambos solían decir que sus guerras eran justas, que defendían ideales de libertad y de justicia. Y les creo.

También tengo amigos cuyos padres y suegros lo hicieron al revés: lucharon por los «ideales» (aún me cuesta aplicar aquí esta palabra, por eso la pongo entre comillas) de Franco y de Hitler.

¿Acaso hay guerras buenas y guerras malas?

¿Cómo se mide el grado de maldad de una guerra?

Glosando el conflicto árabe-israelí, Rafael Sánchez Ferlosio (a quien admiro desde que leí su Alfanhuí) me acaba de dar esta mañana una clave más para responder a esta pregunta imposible.

En su articulo «Glosa sobre Israel» (cuya lectura lenta recomiendo) escribe hoy en El País (pág. 13):

«El conflicto es, como siempre, fundamentalmente, entre soberbias: lo terrible de esta forma de parangón está en que la magnitud comparativa de dos soberbias enfrentadas nunca guarda proporción con lo que los clásicos llamaban «la correlación de fuerzas en presencia»; la soberbia del débil es muy a menudo de igual magnitud o hasta mayor que la del fuerte. (…) La soberbia del débil, dicho sea de paso, no es menos siniestra que la del fuerte (…)»

También añade Sánchez Ferlosio otra clave cuando cita una respuesta del general guatemalteco Mejía Víctores, acusado de genocidio, terrorismo, asesinato, torturas, etc:

«Quien negocia, pierde»

Y la relaciona con la consigna del «victimato español»:

«Dialogar es claudicar»

Precisamente hoy los dos grandes titulares de ambas portadas se refieren a diálogo, mediación, y negociación para un proceso de paz en España o para un alto el fuego en Oriente Medio.

En El Mundo:

El PSOE intentó que la Santa Sede mediara entre el Gobierno y ETA

En El País:

EE UU y Francia presentan a la ONU un plan para el alto el fuego en Líbano

Decía anoche en un breve comentario que me voy un rato fuera de la civilización ADSL y, al regresar, me encuentro con un montón de comentarios provocadores e interesantes en el blog sobre la guerra tan desigual en Oriente Medio que tanto me perturba.

Me gustaría participar más en este debate, pero cada día la realidad supera cualquier ficción. Cada día las noticias son peores que las de ayer y, desgraciadamente, mejores que las de mañana.

A ver si cambia esta mala racha…

—-

Para quienes no tengan a mano El País, copio y pego el largo artículo de Sánchez Ferlosio:

Glosa sobre Israel

RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO EL PAÍS – Opinión – 06-08-2006

Don Mario Vargas Llosa, en la séptima y última entrega de su reportaje «Israel / Palestina: paz o guerra santa», titulada ‘Los justos’ (EL PAÍS, 8 de octubre de 2005), tras contarnos su entrevista con un historiador israelí, Illan Pappe, escribe lo siguiente: «Fue una de las últimas entrevistas que tuve en Israel, en esas dos semanas enloquecidas, en las que, constantemente, tenía que luchar contra la tremenda impresión que me había causado la situación del país. Un país que ha crecido, se ha enriquecido y se ha vuelto tan poderoso que -ojalá me equivoque- podría seguir viviendo así muchos años, sin la menor urgencia de resolver su problema con los palestinos. Porque lo cierto es que, por dolorosos y terribles que sean, en lo individual y familiar, los atentados terroristas sólo son unos pequeños rasguños en la piel de ese elefante que es ahora Israel, algo que no amenaza su existencia, ni sus altos niveles de vida, ni, ay, su conciencia. Todavía peor: en cierto sentido, a diferencia de lo que ocurre con los palestinos -donde el conflicto se plantea en términos de supervivencia, de vida o de muerte- para los israelíes el conflicto ha pasado a ser más bien marginal, una rutina en la que el poderoso Ejército se entrena, actualiza y refuerza. Como escribió alguna vez Shlomo Ben Ami, Israel se ha vuelto un país que no sabe vivir en paz, sólo en la guerra».

Desde luego que, en líneas generales, mal podría yo dejar de estar de acuerdo con Vargas Llosa sobre la cuestión: los palestinos jamás podrán destruir Israel; y cada día que pasa están más lejos de ello; no sólo por su propia delirante insensatez, sino porque Israel, con el incondicional apoyo de los americanos, está dispuesto a que se destruya el mundo antes que perecer. El conflicto es, como siempre, fundamentalmente, entre soberbias: lo terrible de esta forma de parangón está en que la magnitud comparativa de dos soberbias enfrentadas nunca guarda proporción con lo que los clásicos llamaban «la correlación de fuerzas en presencia»; la soberbia del débil es muy a menudo de igual magnitud o hasta mayor que la del fuerte. Los fuertes, naturalmente, cuentan con esa soberbia y juegan con ella a su capricho. Últimamente es un capítulo esencial del arte diplomático; un ardid ilustrativo es, por ejemplo, el de saber aquilatar las condiciones de un ultimátum en la medida justa para que desborde el límite de soportación de la soberbia del contrario. (La soberbia del débil, dicho sea de paso, no es menos siniestra que la del fuerte: si los americanos se niegan a pagar rescate por los secuestrados, alegando que eso sería «darles una victoria a los terroristas», los jefes de Hamás siguen negándose a entregar su rehén cuando pasan ya de 150 los palestinos matados en Gaza por los israelíes, mientras que Hezbolá rechaza como «humillante» un alto el fuego que comporte la entrega de sus dos rehenes israelíes «sin contrapartidas»).

La diplomacia de los israelíes parece seguir las pautas de la de los americanos, ya sea a causa de su acrisolada amistad y complicidad, ya sea por tener ambos países, cada uno en su terreno, un potencial militar inmensamente superior al de sus eventuales enemigos. Ya dos grandes periodistas norteamericanos, Walter Lippmann y James Reston, señalaron -en distintos tiempos- los especiales condicionamientos de la diplomacia americana, relacionados con el vector cardinal sobre el que gira, más que en ningún otro país del mundo, la vida y el afán de los americanos: el de ganar o perder. La diplomacia no produce un ganador y un perdedor; el que puede ganar con las armas se hace de menos si se pone a pactar con la palabra, porque las armas son el medio natural, directo, noble, bello, honroso, viril, valiente, patriótico y, finalmente, «histórico». Tan grande es hoy la decadencia y, sobre todo, el desprestigio de la diplomacia, que no ha faltado quien equipare un pacto con la aceptación de una derrota: el general guatemalteco don Óscar Humberto Mejía Víctores -recientemente demandado por un juez español por los delitos de genocidio, terrorismo, asesinato, torturas y detenciones ilegales-, entrevistado por los periodistas cuando fue elegido presidente del país, a la pregunta de si pensaba negociar con la guerrilla, contestó que no y añadió acto seguido: «Quien negocia, pierde»; me lo ha recordado estos días de atrás la consigna, de palabras muy afines, esgrimida en una manifestación del victimato español: «Dialogar es claudicar». Pero donde la degradación de la diplomacia ha tocado extremos de abyección ha sido en la reciente farsa de Roma, en la que todos han fingido no saber que el juego estaba ya hecho y concertado a tenor de la consigna fijada ya el 18 de julio por la ministra de Exteriores de Israel, Tzipi Livni, con la autorizada legitimación incondicional, emitida tal vez menos de 24 horas después, de su «homóloga» Condoleezza Rice: el proceso diplomático -decía Livni- «no deberá acortar el plazo para la campaña del ejército».

Aceptando ahora la opinión de Vargas Llosa de que Israel es «un elefante» frente a los palestinos, diré que la valoración de «pequeños rasguños» para las heridas que éstos le infligen me parece demasiado leve al menos con respecto a la época de los grandes atentados suicidas y teniendo en cuenta que la población de Israel rebasa apenas la de la Comunidad de Madrid. Pero ese diagnóstico de «pequeños rasguños» sí que me parecería, en verdad, un hallazgo cumplidamente aprovechable para un diagnóstico proporcionado de las heridas infligidas por el terrorismo islamista a ese otro elefante, muchísimo ma-yor, que solemos comprender como «Occidente». La obra del terrorismo en los países del Occidente cristiano, incluido el derribo de los dos rascacielos iguales, no pasa, en efecto, de ser un epifenómeno que hace completamente ridículo el altísimo diapasón de los clamores que los intereses políticos interiores y exteriores han levantado y, sobre todo, siguen levantando.

En otro artículo, titulado «Israel y los matices» (EL PAÍS, 16-7-2006), se queja Don Mario de que el título de una reseña aparecida en el Ha’aretz, al «cambiar el matiz» de lo que él dijo en una reunión, haya desatado una andanada de 199 cartas dirigidas al mismo periódico, con improperios tan malévolos como disparatados, que él atribuye a que la actual elementalidad de los antagonismos no sabe o no quiere ya pararse a matizar; pero, siendo esto muy cierto, yo le añadiría otro factor: la creciente pasión, totalmente desatada, de encontrar cualquier pretexto para darse por ofendido: todo el mundo anda con un par de orejas como las de una liebre levantadas al viento atentas a captar cualquier mínimo soplo que de algún modo podría interpretarse como una grave ofensa a su persona, y ya se sabe que los israelíes son especialistas en semejantes susceptibilidades.

Vargas Llosa trata de reivindicarse como «un leal amigo de Israel», y, a mi juicio, concibe muy cabalmente el sentido de la lealtad: un amigo leal no puede nunca ser incondicional, porque la incondicionalidad connota una solidaridad ciega, una adhesión totalmente indiferente a las cualidades del amigo y a sus cambios de conducta. La lealtad, la no-incondicionalidad, es lo que hace de la amistad un vínculo virtuoso, frente a los vínculos del parentesco o la consanguinidad, que no comportan ningún valor moral. Pero citemos al autor: «… el periodista Gideon Levy, crítico severo del Gobierno de su país, dijo que él militaba contra la ocupación de Cisjordania porque no quería sentirse avergonzado de ser israelí. Yo, por mi parte, al clausurar el evento, parafraseando a Levy, dije que mis críticas a la política con los palestinos de los dos últimos gobiernos de ese país se debían a que tampoco quería sentirme avergonzado de ser amigo de Israel». Lo curioso del caso es que el propio Gideon Levy fuese el autor de la reseña del Ha’aretz, cuyo título decía: «Vargas Llosa tiene vergüenza de ser amigo de Israel».

No obstante, para mantenerse «amigo leal de Israel», tiene que interponer Don Mario tan gran número de «matices», reservas y condicionamientos que no es del todo extraño que los siempre dispuestos a darse por ofendidos lleguen a tacharlo hasta de «comunista». En efecto, sus críticas y recriminaciones tocan extremos de lealtad dignos de la mayor aprobación, pero a la vez sumamente difíciles de aceptar y agradecer para los que están -no digo solamente por sus propios errores y pasiones, sino también por los de sus enemigos y aun de sus amigos- cada vez más trágica e ineluctablemente inmersos en las servidumbres de la violencia y la soberbia. Tomemos unas muestras literales. De las condiciones de vida en los territorios ocupados dice: «Son inaceptables, indignas de un país civilizado y democrático. Lo afirmo porque lo he visto con mis ojos. Los amigos de Israel tenemos la obligación de decirlo en alta voz y censurar a sus gobernantes por practicar en esos territorios una política de intimidación, de acoso y de asfixia que ofende las más elementales nociones de humanidad y de moral». También recrimina la reacción militar de Israel por la captura de un soldado israelí, «que ha causado ya decenas de muertos civiles en Gaza». En Los justos manifiesta sus mayores simpatías por el historiador judío Illan Pappe, que tiene en su tierra merecida fama de feroz antisionista; de él nos cuenta que se doctoró en Oxford con una tesis sobre la guerra de 1948, que asentó la independencia de Israel. «Es un tema -cito ahora literalmente a Vargas Llosa- sobre el que ha publicado varios estudios, defendiendo la idea de que, contrariamente a lo sostenido por la versión canónica del sionismo, aquella guerra constituyó una auténtica limpieza étnica en la que la inmensa mayoría de la población palestina fue expulsada y sus aldeas destruidas a fin de ganar territorios para el Estado de Israel».

Compartiendo esas ideas de Illan Pappe, Vargas Llosa pone en grave entredicho nada menos que «la legitimidad de origen» del Estado de Israel, e incriminando de «inhumano e inmoral» el comportamiento de varios gobiernos (no excluyo que le parezcan más plausibles los de Barak o el asesinado Rabin) con los palestinos, menoscaba acerbamente su «legitimidad de ejercicio». Sin embargo, a despecho de tamañas amonestaciones, no ceja Don Mario en sus empeños amistosos y lanza dos párrafos tan abstractos y hasta ambiguos como convencionales, que no acreditan más que su buena voluntad conciliatoria: «Muchas veces he escrito que visitar ese país hace treinta y pico de años fue una de las experiencias más emocionantes que he tenido y que sigo creyendo que construir un país moderno, en medio del desierto, de lineamientos democráticos, con gentes provenientes de culturas, lenguas, costumbres tan distintas y rodeado de enemigos, fue una gesta extraordinaria, de enorme idealismo y sacrificio». Y, unas líneas más abajo: «Para mí, el derecho a existir de Israel no se sustenta en la Biblia, ni en una historia que se interrumpió hace miles de años, sino en la gestación del Israel moderno por pioneros y refugiados que, luchando por la supervivencia, demostraron que no son las leyes de la historia las que hacen a los hombres, sino éstos, con su voluntad, su trabajo y sus sueños, los que le marcan a aquélla unas pautas y una dirección. Ningún país existía allí, en esa miserable provincia del imperio Otomano, cuando nació Israel».

¿Y cómo se compadece semejante sarta de gratuidades flotantes -a la que, como a toda apología ideológica, no le falta tampoco su grano de miseria- con el detrimento de los importantísimos «matices» que la profesada lealtad hacia Israel le ha exigido a Vargas Llosa reconocer con toda honestidad? Apenas veo que se salve una cosa desde luego tan fundamental como la libertad de expresión, que hace a Illan Pappe jurídicamente intocable, a despecho de que socialmente llegue incluso a ser tenido por traidor a la patria.

Pero en su afectado acto de conciliación recurre Vargas Llosa a la consabida estética de «lo histórico»: admira -o dice admirar- la «gesta» de unos hombres que, «luchando por la supervivencia» (struggle for life), fundaron un Estado. En verdad, choca un poco que un «antiestatista» declarado como Don Mario se entusiasme con el que es el trance más duro, más coactivo y más violento de un Estado: su instauración, y más si, como aquí, va acompañada por una guerra feroz para el pleno dominio del territorio. Pero, además, Israel no fue, como sugiere la pintura de Vargas Llosa, obra de gentes dispersas y heterogéneas: fue un Estado europeo fundado a ciencia y conciencia por europeos; por numerosas que fueran las comparsas adheridas, el núcleo protagonista fueron los sucesores de las comunidades judías que habían constituido la flor y nata cultural, profesional e intelectual de las elites de la media y alta burguesía europea. Lo que se fundó en Palestina respondió casi exactamente a lo que, en 1895, había prospectado Theodor Herzl en su obra Der Judenstaat, concebida a raíz del caso Dreyfus: «Para Europa constituiríamos allí un lienzo de muralla contra Asia; seríamos el centinela avanzado de la civilización contra la barbarie» (aunque no habían sido, ciertamente, «asiáticos», sino europeos, los que persiguieron a Dreyfus, como europeos serían los autores del espantoso genocidio que Herzl tuvo la suerte de no conocer).

Y eso es lo que parece volver a ser hoy en la mente de muchos occidentales, españoles incluidos, que aseguran que la defensa de Israel es la de Occidente.

Rafael Sánchez Ferlosio es escritor, premio Cervantes 2004.

¡Qué aproveche!

Feliz domingo.

Israel «vuela» o «aisla» y «provoca otra matanza»

Los matices al informar sobre una guerra son muy reveladores, sobretodo si sabemos que la primera víctima de cualquier guerra siempre es la información sobre lo que realmente está ocurriendo.

Ambos diarios ilustran sus portadas del sábado con la foto de EFE del nuevo bombardeo sobre Beirut.

Los titulares que la acompañan son muy distintos.

El Mundo, a una columna:

Israel vuela todos los puentes que conectan Beirut con Siria por el norte del país

El País, a tres columnas:

Israel aísla Beirut y provoca otra maanza de civiles

Con Israel vamos a tres contra una en el número de columans que dedican El País y El Mundo, respectivamente.

En el caso de Cuba ocurre exactamente todo lo contrario: cuatro columnas en El Mundo contra dos columnas en El País.

El Mundo, a cuatro, mandando arriba:

El Gobierno cubano dice que en su vocabulario no existe «transición»

El País, a dos columnas, abajo:

Cuba responde a Bush que la palabra «transición» no figura en su vocabulario

La matanza de los niños inocentes (en Líbano)

Ambos diarios coinciden hoy en su portada con el mismo acontecimiento, a 4 columnas.

El País:

La matanza de 27 niños en Líbano desata la ira mundial contra Israel

El Mundo:

Idignación mundial por la matanza de 37 niños en un bombardeo israelí

¿Antijudío? no. Gracias

Y esta son las portadas de hoy. Coinciden en la foto. ¡Ah! y en el anuncio.