Cuando estrené el blog lo hice con un post titulado Ser madre es vivir con miedo. Allí explicaba mi particular temor a las alturas.
Si estoy con un bebé en brazos en un balcón no estoy tranquila si no hay al menos medio metro entre nosotros y la barandilla. Y mejor si es un metro completo.
No tiene explicación. No tengo miedo a las alturas ni lo he tenido nunca si no hay bebé por medio.
Pues la semana pasada hablaba con una amiga, madre de un niño de 13 meses, de su pavor particular: el atragantamiento.
Ella si tiene motivos: tiene un hermano pequeño, con el que se lleva bastantes años, que se atragantó hasta el punto de ponerse morado y su madre, histérica, entregarlo al padre pensando que ya no había nada que hacer.
Afortunadamente el niño vomitó y ahora es todo un mozarrón de lo más saludable.
Y eso me ha hecho recordar que yo también tenía mis miedos cuando el peque comenzó a masticar.
De hecho usamos bastante con la fruta un chisme antiahogo consistente en una pequeña red con un asa. No sé aún si Julia lo usaré…
Os dejo un artículo de la guía del bebé de Consumer Eroski para saber lo que hacer:
En los últimos años, se viene divulgando un método para ayudar a expulsar de las vías respiratorias cualquier cosa que las pueda haber obstruido, consistente en efectuar con el puño una serie de compresiones rápidas en el centro del abdomen, justo por debajo de las costillas. Esa técnica, conocida como «la maniobra de Heimlich» -por ser ese el apellido del médico que la ideó- ha salvado muchas vidas, pero en niños menores de un año se efectúa de otra forma. Sigue siendo más conveniente empezar por los clásicos golpes en la espalda, si es que resultan imprescindibles, porque cuando un niño no consigue sacar lo que le ha atragantado pero aún puede ir respirando, lo mejor es llevarle a urgencias.
Si el bebé es capaz de respirar y tose enérgicamente:
– Mantener la sangre fría.
– Dejarle toser para que trate de resolver por sí mismo el atragantamiento.
– No intentar extraer el objeto con los dedos a menos que se esté muy seguro de poder hacerlo fácilmente, ya que se corre el riesgo de empujarlo más adentro sin querer.
– Pedir que preparen un traslado urgente al hospital por si fuera necesario.
– Si el atragantamiento no se resuelve en pocos minutos o la tos se empieza a debilitar, llevarle al hospital rápidamente, pero procurando evitar cualquier movimiento brusco que pudiera empeorar las cosas.
Si el bebé no puede respirar o le cuesta muchísimo:
– Pedir ayuda para trasladarle al hospital más cercano.
– Inclinar al niño cabeza abajo en un ángulo de unos 45º, apoyado en el antebrazo y sujetándolo bien por la barbilla, de modo que su cabeza quede más baja que el tronco pero no flexionada, y en esta posición, darle cinco golpes entre la paletillas de la espalda con la parte de la mano más cercana a la muñeca.
– Si con esto no expulsa lo que le ha atragantado, darle la vuelta para que quede con igual inclinación, pero boca arriba y con la cabeza ladeada, y apretarle cinco veces en el centro del pecho, un dedo por debajo del nivel de los pezones, con los dedos medio y anular. Lo que se pretende con cada empujón es que el aire ascienda por la tráquea y despeje las vías respiratorias.
– Si persiste la obstrucción, abrirle la boca poniendo el pulgar de una mano sobre su lengua y los otros dedos bajo la mandíbula para tratar de ver y sacar lo que le asfixia usando un dedo como gancho. Ahora bien, no se debe intentar extraer nada que esté tan profundo que el dedo no pueda pasar por debajo.
– Si no es posible sacarlo, intentar la respiración artificial.
– Repetir los golpes en la espalda y las compresiones en el pecho.