Hace mes y medio os contaba que la prueba de la curva del azúcar tampoco era para tanto, pese a que muchos me habían dicho que era probablemente la más desagradable del embarazo.
Pues voy a tener que darles la razón: la comunmente llamada prueba corta era una nadería, pero la prueba larga, en la que te dan el doble de glucosa concentrada y te hacen tres análisis de sangre cada hora, es otro cantar.
Ahora mismo acabo de llegar a casa después de intentar pasarla. Y digo intentar, por que ha sido imposible. Según he llegado en ayunas me han sacado sangre, me han dado el potingue y me han dicho no me moviera mucho y que a la hora volviera para volver a extraerme sangre.
Pues tragarlo entero ya me ha costado lo mío, pero al poco ha empezado a ponérseme mal cuerpo, a removerme en la silla, a bostezar (esos bostezos inconfundibles que denotan malestar) y cuando quedaban apenas diez minutos para que se cumpliera la primera hora he tenido que salir corriendo al baño.
He llegado de milagro. El mejunje ha acabado enterito en el retrete. Así la enfermera me ha dicho que me fuera a casa, que ya no se podía hacer más.
Y aquí estoy en casa, aún con bastante mal cuerpo y procurando trabajar un poco.
Me toca hablar con mi ginecóloga para ver si me la encarga de nuevo. Desde luego pienso preguntarle por alguna alternativa, por que si me la manda hacer de nuevo me da a mí que el jarabe glucosado va a seguir el mismo camino que su predecesor.
La enfermera me ha dicho que mezclándolo con limón natural exprimido se lleva mejor. Pero me parece que ni con esas.