Archivo de la categoría ‘Enfermedades’

¿Cuándo sabré si mi hijo es zurdo o diestro?

Escritura

Fuente: Pixabay

El neurodesarollo infantil es uno de los procesos más complejos que le ocurre al ser humano. Gracias a él se adquieren un sin fin de habilidades que nos permiten pasar de ser un recién nacido totalmente dependiente al que hay que atender, a convertirnos en personas autónomas capaces de valernos por nosotros mismos. Entre otras muchas cosas, durante ese proceso se definirá cuál de los dos lados del cuerpo utilizaremos con mayor destreza, ya sea el derecho o el izquierdo, porque aunque todos tenemos dos manos, dos ojos, dos oídos y dos pies, la inmensa mayoría de las personas presenta una predisposición a utilizar una parte del cuerpo con mayor habilidad, concepto al que llamamos literalidad.

La lateralidad quedará definida durante los primeros años de vida. Completado ese proceso podremos afirmar si un niño es zurdo o diestro, cosa que a priori no tendría que tener mayor importancia que lo anecdótico de saber si el niño escribe con la mano derecha o con la izquierda. Sin embargo, desde el punto de vista médico, la lateralidad, o mejor dicho, cuando observamos que el desarrollo de la lateralidad se aleja de los patrones que consideramos normales debemos sospechar que algo está ocurriendo, del mismo modo que lo sospechamos cuando un niño presenta un retraso en la adquisición de la marcha o del lenguaje.

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¡Hola!, soy tu diarrea

Diarrea

Fuente: Pixabay

Hace unos meses mis amigos los mocos publicaron en este mismo blog una entrada para explicar quiénes son y cómo debéis tratarlos. Tras hablar con ellos y pedir permiso a estos dos pediatras, me he animado a redactar este texto en el que os intentaré explicar a qué se debe que de vez en cuando vuestros hijos estén con las deposiciones sueltas y cómo debéis actuar cuando os visite. Os pido perdón por lo escatológico del tema, pero qué le vamos a hacer, no puedo negar la realidad de lo que soy. Así que si estáis comiendo en este momento, haced de tripas corazón y preparaos para un festival de cacas con mal aspecto y de peor olor.

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¿Son adecuadas las bebidas para deportistas en caso de diarrea?

Agua

Fuente: Pixabay

La gastroenteritis es una de las enfermedades más frecuentes en pediatría. Su causa es infecciosa, por lo que el contagio se produce entre personas cuando no existe una exquisita higiene de manos, ya que la vía de contagio es fecal-oral (creo que sobra explicarlo). Entre sus síntomas destacan la fiebre, los vómitos, el dolor abdominal y, sobre todo, la diarrea. De hecho, este último síntoma a veces aparece de forma aislada. La gastroenteritis no tiene un tratamiento específico, de tal forma que, mientras mejora el cuadro clínico, trataremos los síntomas para que quien la sufre se encuentre mejor. Sin duda alguna, lo más importante en estos casos es tratar la pérdida de líquido y sales minerales que acompañan a una diarrea para prevenir la deshidratación.

Para explicar esta situación me gusta emplear el siguiente símil. Si nos imaginamos un cubo de agua al que se le ha hecho un agujero en su base, éste perderá liquido y se vaciará. Si somos capaces de ir rellenando el cubo a la misma velocidad que pierde líquido, conseguiremos que no se vacíe. De la misma forma, si somos capaces que un niño tome líquidos a la misma velocidad que los pierde por las deposiciones, conseguiremos evitar que se deshidrate.

Hasta aquí se entiende todo bien, parece un juego simplón en el que el niño según tenga más o menos deposiciones habrá que darle más o menos de beber. Lo que pasa es que el cuerpo humano es un poco más complejo que un cubo de agua que se vacía, ya que no vale cualquier líquido para rellenarlo, sino que, en el contexto de una gastroenteritis en la que el intestino está afectado y sus mecanismos de absorción de líquido y sales minerales no son adecuados, debemos ofrecerle algún líquido especialmente diseñado para que la absorción de agua y sales minerales sea óptima, justo la que necesita.

Y es aquí donde las bebidas para deportistas no son adecuadas, ya que su composición dista mucho de lo que una persona con gastroenteritis necesita para compensar las pérdidas de líquido y sales minerales que acompañan a una diarrea.

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¿Por qué tienen tos los niños?

niño médico

Fuente: GTRES

Creo que no me equivoco si digo que todas las personas que hay en el mundo han tenido tos alguna vez. Y si no la han tendido todavía, estoy convencido de que toserán en algún momento a lo largo de su vida. Al fin y al cabo, la tos es un mecanismo fisiológico del que está dotado el cuerpo humano para aclarar las secreciones respiratorias, de tal forma que no nos convirtamos en un saco lleno de moco del que no nos podemos desprender.

Además, la infancia es la época de la vida en la que más infecciones respiratorias se producen, por lo que es habitual ver que un niño tose de manera frecuente mientras le asoman por la nariz un par de mocos transparentes, incluso aunque no tenga fiebre.

¿Pero, desde el punto de vista médico, qué significa la tos? ¿Cuáles son los mecanismo últimos por los que se produce? ¿Podemos sacar alguna conclusión acerca de qué le pasa al niño si la tos es seca o es productiva? ¿Existe algún tratamiento realmente eficaz para que los niños tosan menos? En este post encontraréis respuesta a todas estas cuestiones.

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La bronquiolitis ha vuelto

Moco

Fuente: Pixabay

Cuando te dedicas a la pediatría sabes que durante los meses fríos del año las consultas de los centros de salud y las salas de espera de las urgencias del hospital se ven ocupadas por niños de corta edad a los que les cuesta respirar, muchos de los cuales acabarán ingresando en el hospital para administrarles oxígeno. Durante esos meses ocurre la epidemia de bronquiolitis, una enfermedad provocada por el virus respiratorio sincitial (VRS), la cual tensiona hasta el límite la capacidad asistencial de los sistemas de salud infantiles; de hecho, la bronquiolitis es el motivo de ingreso más frecuente en pediatría.

Sin embargo, durante la temporada 2020-2021 parecía que el VRS se hubiera tomado unas vacaciones, al menos hasta hace unas pocas semanas. Esto de que no hayamos visto bronquiolitis durante los últimos meses es una constante que se ha repetido no solo en España, sino en todo el mundo. Pero es que el invierno 2020-2021 ha sido diferente, ya que desde marzo de 2020 nos encontramos en situación de pandemia por la COVID-19, y con ella se han implementado una serie de medidas para disminuir el contagio de esta enfermedad que también son efectivas para el resto de las infecciones respiratorias (distancia social, higiene de manos frecuente, uso de mascarillas…).

Fijaos si han sido efectivas que, tras el inicio del curso escolar y hasta unas semanas después de las navidades, los episodios de infecciones respiratorias (los típicos catarros) han sido anecdóticos comparados con otras temporadas, incluso este año no ha habido epidemia de gripe (otro virus que pone en jaque al sistema sanitario todos los años). Es como si el verano, época del año en la que no circulan tantos virus respiratorios y en la que los niños suelen encontrarse sanos como robles, se hubiera prolongado durante varias estaciones.

Como os decía, hasta marzo-abril de 2021 la incidencia de infecciones respiratorias ha sido mucho menor que los años pasados, pero desde hace varias semanas estos cuadros están en aumento, y entre ellos la bronquiolitis provocada por el VRS no podía faltar a su cita anual, aunque con retraso. Esta situación ya nos la habían anticipado nuestros colegas que viven en las antípodas, ya que en Australia fueron los primeros en comprobar que tras el inicio de la COVID-19, la epidemia de VRS se desplazaba a la primavera del año siguiente, momento en el que habitualmente ya no hay casos de bronquiolitis provocados por el VRS y empezamos a salir del túnel en el que se ve inmersa la asistencia sanitaria en pediatría cada invierno.

Durante las siguientes semanas es muy probable que los casos de bronquiolitis sigan aumentando, aunque no creo que el número de casos llegue al extremo de un invierno habitual. Mientras tanto, merece la pena hacer un pequeño repaso de en qué consiste esta enfermedad y su tratamiento.

¿Qué es la bronquiolitis?

La definición clásica de bronquiolitis hace referencia al ‘primer episodio de sibilancias y dificultad respiratoria en un niño menor de 2 años en el contexto de una infección viral’.

Esta definición contiene una serie de conceptos que son muy importantes:

  • Hace referencia al ‘primer episodio’. Por tanto, bronquiolitis solo se puede tener una vez en la vida. Los siguientes episodios en los que se auscultan sibilancias, aunque muy similares a una bronquiolitis, por definición no se pueden llamar así, por lo que deberíamos emplear otro término, en general bronquitis o broncoespasmo.
  • Se trata de menores de 2 años. Por tanto, las bronquiolitis son una enfermedad de niño pequeño. De hecho son más frecuentes por debajo del año de vida, sobre todo en los menores de 6 meses.
  • Aparecen en el contexto de una infección viral. Y aquí el VRS es el rey, ya que provoca el 80-90% de los cuadros de bronquiolitis.

El VRS es un virus que se transmite por gotitas, es decir, por contacto directo con las secreciones de un paciente infectado o cuando inhalamos las gotitas que salen de nuestra boca o nariz cuando hablamos, tosemos o estornudamos. Estas gotitas se quedan en suspensión en el ambiente unos pocos segundos, a diferencia de los aerosoles de los que todos habréis odio hablar en los últimos meses debido a que es la forma de transmisión más frecuente del SARS-COV-2, responsable de la enfermedad COVID-19.

Por tanto, la forma de prevenir el virus que más frecuentemente provoca la bronquiolitis es muy sencilla: lavado de manos frecuente y empleo de mascarilla en el caso de que estés acatarrado (este virus en niños mayores y adultos suele provocar solo catarros), además de evitar que los niños con cuadros respiratorios importantes acudan a la escuela infantil o al colegio.

¿Qué síntomas provoca la bronquiolitis?

El cuadro clínico de bronquiolitis es siempre muy similar. En primer lugar, el VRS coloniza la vía respiratoria superior, lo que da lugar a un cuadro catarral, en general con tos y mocos. Durante estos primeros días suele aparecer también fiebre.

Al cabo de dos o tres días, el virus avanza por la vía respiratoria y llega hasta los pulmones, en donde provoca inflamación en los bronquiolos que se acompaña de un aumento de las secreciones a dicho nivel. Esto provoca que cuando el niño coge aire le cueste respirar en mayor o menor medida y en la exploración física detectemos sibilancias en la auscultación.

Dependiendo de la gravedad del episodio, estos síntomas podrán ser tratados de forma ambulatoria o requerirán ingreso hospitalario, esto último mucho más frecuente en los niños por debajo de los tres meses de vida y con antecedentes personales importantes, como la prematuridad o las cardiopatías congénitas.

Si todo va bien, la parte más aguda de la enfermedad tiene una duración de unos siete días, para mejorar después poco a poco. De hecho, es muy frecuente que tras un episodio de bronquiolitis, estos niños arrastren una tos durante varias semanas.

¿Cuál es el tratamiento de la bronquiolitis?

Por desgracia, no existe ningún ensayo clínico que haya demostrado que existe un tratamiento farmacológico eficaz para la bronquiolitis, más allá del tratamiento sintomático de soporte.

Sé que muchos os estaréis llevando ahora las manos a la cabeza porque seguro que en alguna ocasión os han indicado para esta enfermedad salbutamol inhalado, aerosoles o corticoides vía oral. Como decía, no hay ningún estudio que haya demostrado que sean eficaces para tratar a estos niños, aunque a día de hoy todavía hay muchos pediatras que los emplean porque antiguamente era el tratamiento estándar.

A día de hoy, las guías clínicas sobre bronquiolitis recomiendan que el tratamiento de la bronquiolitis se limite a un tratamiento sintomático:

  • Lavados nasales cuando tienen la nariz taponada.
  • Posición semiincorporada cuando están tumbados.
  • Tomas fraccionadas (más frecuentes, pero de menor cantidad).
  • Antitérmicos si hay fiebre o malestar.

En el caso de que estas mediadas de soporte no funcionen o el cuadro respiratorio progrese hasta provocar dificultad respiratoria, el ingreso hospitalario está asegurado, así que no dudéis en acudir a urgencias o a vuestro pediatra si el niño presenta mal estado general, deja de comer o presenta dificultad respiratoria (respira muy deprisa, marca las costillas al respirar…). En estos casos suele ser suficiente con la administración de oxígeno, aunque en algunos casos se requiere el ingreso en UCIP para su tratamiento.

Una reflexión final

He comenzado este texto hablando de lo raro que ha sido que el invierno pasado no viéramos cuadros de bronquiolitis. De hecho, muchos ya cantábamos victoria como si nos hubiésemos librado, al menos por un año, de esta epidemia. Desconozco si el aumento de casos que estamos viviendo ahora continuará hasta alcanzar un pico epidémico tan alto como el de cada invierno o se quedará en una epidemia de menor envergadura. Lo que está claro es que el VRS está entre nosotros.

Es difícil encontrar una explicación a por qué los casos de VRS se han desplazado al final de la primavera, sobre todo si tenemos en cuenta que las medidas higiénicas que nos protegen contra la COVID-19 siguen vigentes y que tan bien han funcionado contra las demás infecciones respiratorias al inicio del curso escolar, incluida la bronquiolitis provocada por VRS.

Quiero pensar que este aumento de casos no se debe a la relajación de estas medidas por parte de los padres en los más pequeños de la casa y que siguen (seguimos) siendo responsables a la hora de no llevar al colegio a nuestros hijos cuando están con fiebre o con un cuadro respiratorio importante, por mucho que se haya realizado un test de antígeno o una PCR para descartar que esa sintomatología la pudiera estar provocando el coronavirus.

Como padres, somos responsables de no llevar enfermos a nuestros hijos al colegio o la escuela infantil, en primer lugar porque no es el lugar más adecuado mientras un niño se encuentra mal, pero también porque no es solidario con el resto de los compañeros de su clase. Si lo seguimos haciendo igual de bien como en los últimos meses, estoy seguro de que los casos de VRS (y de otras infecciones respiratorias) disminuirán y llegaremos al verano libres de mocos.


Fuente: Dos Pediatras en Casa G.O

Si te ha gustado lo que has leído, hemos publicado un libro con explicaciones sencillas y amenas sobre las cuestiones de salud más importantes de la infancia. Podéis adquirirlo en puntos de venta habituales o a través de los siguientes enlaces:

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Los niños no cogen frío

Una de las grandes cosas que se ha conseguido en este año y pico que llevamos de pandemia COVID es que la gente entienda que para contagiarse hace falta otra persona que transmita el virus. De hecho, todos sabemos que si entras en contacto estrecho con una persona positiva debes guardar cuarentena durante unos cuantos días por si te has podido contagiar. La verdad es que el esfuerzo divulgativo que se ha hecho a este respecto desde perfiles sanitarios y medios de comunicación ha sido muy grande y, en mi opinión, el mensaje de que este puñetero virus se transmite de persona a persona ha calado muy bien en la sociedad. Es cierto que podríamos discutir y abrir un debate sobre si este virus se transmite más por aerosoles, por gotículas, por fómites o sobre si la mascarilla es realmente necesaria en espacios abiertos en los que podemos mantener la distancia social de seguridad, pero en ese supuesto debate hay una cosa tan clara como el agua de una fuente: si no hay de por medio una persona que tiene el virus y que se lo transmite a otra persona, el contagio no es posible. Es decir, es necesario que el virus pase de una persona a otra.

Perdonad que me haya extendido un poco en la introducción de este post, pero creo que era necesario poner las cosas en contexto, porque hay una cosa que no acabo de comprender: ¿por qué la gente entiende perfectamente que la COVID, que es una enfermedad provocada por un virus, se transmite entre personas, pero sigue pensado que sus hijos han debido coger frío cuando se acatarran, cuando los catarros son también enfermedades infecciosas provocadas por virus?

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¿Qué es la criptorquidia?

Bebé

Fuente: Pixabay

Cada cierto tiempo aparece un niño por la consulta a realizar la revisión del recién nacido y durante la exploración no somos capaces de palpar uno o los dos testículos en su sitio, es decir, en la bolsa escrotal. Como es normal, esto genera muchas preguntas, sobre todo acerca de si ese testículo que no sabemos dónde está acabará apareciendo o si afectará en el futuro a la fertilidad del niño.

Esto del testículo que no se palpa en su sitio es lo que se conoce como criptorquidia, palabra que proviene del griego y que hace referencia a ‘testículo escondido’. Hoy dedicamos este post a explicaros en qué consiste y a resolver las dudas más frecuentes.

¿Por qué se produce la criptorquidia?

El desarrollo de los testículos comienza pronto en la etapa fetal, primero a nivel abdominal, en donde se empiezan a formar, y más tarde, de forma progresiva, descienden a través del canal inguinal hasta el escroto, la cuál es su posición definitiva. En el caso de que a un recién nacido no se le palpe uno de los testículos en dicha bolsa escrotal hablaríamos de criptorquidia.

En al mayoría de las ocasiones no se puede establecer la causa de por qué se ha producido, aunque se postulan diferentes teorías en las que estarían implicados defectos genéticos, hormonales y mecánicos que, en un determinado momento del desarrollo testicular alteren su descenso normal al escroto quedando en una posición alta (en el abdomen) o intermedia (en el canal inguinal). A diferencia de otras patologías urológicas de la infancia, la criptorquidia no suele asociarse a otras malformaciones.

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Alergia a la leche, ¿en qué consiste esta enfermedad?

Leche

Fuente: Pixabay.

La información sobre la alergia a la leche en niños, o más bien a las proteínas de la leche de vaca, es uno de los temas más demandados tanto por los lectores de nuestro blog como por los pacientes que se ven aquejados por esta enfermedad y que atendemos en nuestras consultas. Esta enfermedad afecta al 2,5% de los niños menores de 2 años, frecuencia que como veis no es nada desdeñable. Así que tras casi cuatro años de vida de esta bitácora, nos hemos liado la manta a la cabeza y por fin hemos escrito el post que tanto tiempo llevaba escrito en nuestra cabeza. Con él intentaremos dar respuestas a muchas de las dudas que nos planteáis y esperemos que la información que encontréis aquí os resulte realmente útil.

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Mi hijo tiene una hernia umbilical

 

Hernia umbilical

Fuente: Dos Pediatras en Casa E.B

Hace unos días me llamó a la consulta una de las madres de mis pacientes porque llevaba unos días observando que el ombligo de su hijo de algo menos de dos meses ‘se salía para fuera’ y cuando lo tocaba notaba ‘como agua debajo’. Aunque ya me imaginaba lo que me iba a encontrar, le dije que se pasara por el centro de salud para explorarlo y así confirmar si mis pesquisas telefónicas habían dado en el clavo.

Al verlo, no había duda: un bultito por debajo de la cicatriz umbilical de unos dos centímetros que al apretarlo desaparecía. Vamos, una hernia umbilical monda y lironda que era lo que yo me esperaba encontrar.

Gracias a este reciente caso clínico en este post repasamos este tema y os contamos lo que debéis vigilar y, sobre todo, lo que no hace falta que hagáis.

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Lunares y niños, ¿qué debo vigilar?

Nevus melanocítico

Fuente: DermNet NZ (CC BY-NC-ND 3.0 NZ)

No creo que haya un sola persona sobre la faz de la tierra  que en su piel no tenga algún que otro lunar. Bueno, quizá estamos exagerando un poco, ya que la piel de los recién nacidos no suele estar salpicada de esos puntitos de color marrón, aunque lo habitual es que con el paso del tiempo acabe apareciendo alguno que otro sobre su piel. La gran pregunta que se hacen muchos padres cuando llega ese momento es si esas manchitas serán lunares ‘malos’ o simplemente lunares como los que tenemos todos.

Porque otra cosa es segura, (casi) todos hemos oído hablar del melanoma, el tipo más grave de cáncer de piel, el cual suele aparecer sobre una lesión melanocítica, es decir, sobre una zona de la piel en la que hay un acúmulo de melanocitos, como es el caso de los lunares. Sin embargo, tener un lunar no es equivalente a tener cáncer de piel, así que tampoco nos agobiemos en exceso.

En este post os contamos qué son los lunares y por qué aparecen, además de explicaros qué debéis vigilar en ellos para que así sepáis cuándo consultar al pediatra o al dermatólogo.

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