Entradas etiquetadas como ‘alimentación complementaria’

¿Es la leche el alimento principal entre los 6 y los 12 meses?

Vaso de Leche

Fuente: Pixabay

Una de las frases más repetidas en las recomendaciones sobre la alimentación infantil es que la leche, ya sea materna o artificial, es el alimento principal hasta los 12 meses de vida.

No seré yo quién diga lo contrario, ya que todas las guías clínicas que he estudiado que provienen de organismos que se dedican a la atención de salud de los niños, como la Organización Mundial de la Salud, la Academia Americana de Pediatría, la Asociación Española de Pediatría o la Sociedad Europea de Digestivo, Hepatología y Nutrición Pediátrica, así lo dicen en sus recomendaciones más actualizadas.

Sin embargo, a menudo veo en consulta a niños que llegados a los once o doce meses de vida toman mucha leche y muy escasa proporción de otros alimentos. Y muchos de sus padres están tranquilos porque han leído o les han comentado que la leche es el alimento principal hasta los 12 meses de vida y piensan, con toda su buena intención, que sus hijos están comiendo adecuadamente.

A mi modo de ver, la frese «la leche es el alimento principal hasta los 12 meses de vida» es confusa, ya que puede inducir al error y que muchas familias piensen que no pasa nada si un niño come casi todo leche al llegar al año de vida.

En el post de hoy analizamos qué esconde esta frase y qué es lo que realmente significa.

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¿Por qué es tan importante el hierro en la alimentación de los niños?

Hierro sartén

Fuente: Pixaby

El déficit de hierro, conocido como ferropenia, se trata de la carencia de origen nutricional más frecuente en la población mundial, la cual afecta fundamentalmente a los niños menores de 5 años de edad. Este es sin duda uno de los caballos de batalla de los pediatras y de los padres, ya que ese déficit de hierro depende mucho de la alimentación que reciben los niños, llegando a afectar al 3% de todos los niños.

En este post os explicamos qué es la anemia y la ferropenia y qué podemos hacer para prevenirlas.

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Legumbres y niños: todo lo que tienes que saber

Legumbres

Fuente: Pixabay

La alimentación infantil es una de las cosas que más quebraderos de cabeza provoca a los padres y las madres, sobre todo a partir de los seis meses de vida, momento en el que toca empezar a probar otras cosas distintas a la leche. Durante la alimentación complementaria, ese período de la vida en el que la leche sigue teniendo un papel muy importante, sin prisa pero sin pausa, se van incorporando los diferentes alimentos a la dieta de los niños, y entre todos los nutrientes nuevos las proteínas juegan un papel importante. Al llegar a los doce meses la leche deja de ser el alimento principal de la dieta del bebé, por lo que queda relegado a un papel complementario como fuente de nutrientes en la alimentación, y va a compartir dicho papel con otros alimentos dentro de lo que debería ser una alimentación sana y variada.

No nos equivocamos si decimos que la carne (pollo, ternera, pescado…) y el huevo son los alimentos en los que más piensa la gente cuando les preguntas por una fuente de proteínas para la dieta de sus hijos. En general, estos alimentos se incorporan pronto a la dieta de los niños durante esos meses que dura la alimentación complementaria, pero ¿y las legumbres? Mucha gente las relega a un segundo plano y tarda en introducirlas, a pesar de ser una excelente fuente de proteínas con la peculiaridad de que, al ser de origen vegetal, son muy saludables.

En este post os contamos los aspectos más importantes que debéis conocer sobre las legumbres y la dieta de los niños.

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¿Cuántos huevos puede comer un niño a la semana?

El huevo es un alimento sano y saludable, sin embargo sobre él existen ciertos mitos muy arraigados en la cultura popular. Si nos centramos en los niños, el primero de ellos es acerca de cuándo pueden empezar a tomarlo y cómo es la forma más adecuada de hacerlo. Más adelante, cuando ya lo toman de manera habitual en su alimentación, muchos padres se preguntan cada cuánto pueden ofrecérselo a sus hijos. Desde hace muchos años se sabe que el huevo es un alimento que contiene mucho colesterol, y por extensión se creía que un consumo frecuente del mismo podía elevar sus cifras en sangre con el consecuente aumento de riesgo cardiovascular para padecer enfermedades del corazón como los infartos de miocardio. Sin embargo, los datos más recientes apuntan a que el consumo frecuente de huevo no implica necesariamente una elevación en sangre de colesterol. En este post encontrarás información sobre por qué el huevo es un buen alimento para los niños y cada cuánto se puede consumir. Lee el resto de la entrada »

Alimentos con alto riesgo de atragantamiento

La muerte de un niño es siempre un acontecimiento trágico, pero todavía lo es más cuando se podría haber evitado. Este es el caso de la mayoría de los atragantamientos, los cuales se producen en circunstancias en las que el niño intenta tragar algo que no ha podido masticar bien y que le acaba obstruyendo la vía aérea. Sin duda alguna esta situación es de las que más pánico genera a lo padres, sobre todo cuando toca iniciar la alimentación complementaria y los niños empiezan a probar cosas distintas a la leche.

Según el Instituto Nacional de Estadística, en el 2018 (último año con datos actualizados) fallecieron en España dos niños menores de 14 años a causa de un atragantamiento con algún tipo de alimento, lejos de los 166 adultos que fallecieron por este mismo motivo. Está claro que esta cifra es el último eslabón dentro de una cadena en la que el desenlace no siempre es fatal, ya que muchos niños se atragantan todos los días y no les pasa nada, aunque en algunos casos sí que es es necesario que sean atendidos de urgencia por especialistas para que les extraigan ese trozo de alimento que fue a alojarse a la vía respiratoria y que obstruía parcialmente la entrada de aire al pulmón.

Estos datos ponen de manifiesto dos cosas. Por un lado tranquiliza saber que esta tragedia ocurre en niños de forma muy poco frecuente, pero por otro refuerza la idea de que debemos seguir informando a los padres para que eviten situaciones que ponen en peligro a sus hijos. En este post encontrarás información útil sobre los atragantamientos y sobre qué alimentos se deben evitar en niños pequeños. Lee el resto de la entrada »

¿Es seguro que los niños coman espinacas y acelgas?

Hace unos días la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN) publicaba una actualización sobre las recomendaciones de consumo de verduras y hortalizas de hoja en niños y bebés. Y como no podía ser de otra forma, a muchos padres y madres les entró el agobio sobre si las comidas que están ofreciendo a sus hijos son adecuadas o si lo habían estado haciendo bien en los últimos meses. Lo cierto es que los pediatras recomendamos desde hace muchos años que este tipo de verduras no se introduzcan en la alimentación de los niños hasta por lo menos el año de vida, para evitar una exposición excesiva a nitratos que podría conducir a una enfermedad rara que se llama metahemoglobinemia. A lo largo de este post os explicamos todo lo que tenéis que saber sobre este tema para que podáis ofrecer a vuestros hijos una alimentación sana y variada sin temores ni dudas. Lee el resto de la entrada »

¿Cuándo debería empezar a dar la cena a mi bebé?

Como todos sabréis, hasta los 6 meses de edad los niños son capaces de crecer y desarrollarse de forma adecuada con la leche como único alimento. Una vez alcanzada esa edad se hace necesario que el niño se alimente de otras cosas para cubrir junto a la leche todos los requerimientos nutricionales que necesitan. Este periodo se conoce como alimentación complementaria y se extiende hasta los 12 meses. Durante ese tiempo la leche sigue teniendo un papel principal en la alimentación de los niños (ya sea de pecho o de biberón), pero de manera progresiva va perdiendo protagonismo hasta convertirse en un alimento más dentro de lo que debería ser una alimentación variada.

A nadie se le debería escapar que aunque la leche sigue siendo muy importante entre los 6 y 12 meses, de la noche a la mañana no es posible que un niño pase de comer «casi todo leche» a comer «muchas cosas aparte de leche». Y en ese camino hacia alimentarse como un niño mayor surgen las papillas y los purés o los trozos, si es que habéis optado por el Baby Led Weaning, que en general el niño se zampa a la hora de la comida y de la merienda acompañados muchas veces de un poco de teta de mamá o un biberón calentito.

Pero, ¿y las cenas? ¿Cuándo deben los niños empezar a tomar una cena como parte de su alimentación? Esta es una pregunta que nos habéis hecho muchas veces y que os vamos a intentar contestar en este post.

El convencionalismo de los horarios de las comidas

¿Nunca os habéis preguntado por qué las verduras se dan a la hora de la comida y la fruta en la merienda? La verdad es que basta con preguntar a cuatro o cinco familias con hijos pequeños y lo más probable es que todas coincidan en ese horario.

Cuando comienzas con la alimentación complementaria, lo más habitual es empezar por la verdura o por la fruta a la hora de la comida o la merienda. Durante los primeros meses es normal que el niño coma poco y por eso se complete esa toma con leche. Pero a medida que pasa el tiempo esas verduras o esas frutas acaban sustituyendo totalmente una de las tomas de leche que hacía el bebé.

Cuando la madre opta por mantener la lactancia materna más allá de los 6 meses, ese horario resulta muy práctico ya que suele coincidir con las horas en las que la mamá no está en casa si es que se ha incorporado a trabajar y de esta forma al bebé se le puede seguir alimentando sin tener que darle un biberón. Por extensión, las que han optado por dar leche artificial a sus hijos suelen seguir también este horario. Y mira tu por donde, es el horario que también siguen en las escuelas infantiles para dar de comer y merendar a los niños.

Este horario de comidas no deja de ser un convencionalismo social que se extiende durante toda la vida ya que a esas horas los niños con algo más de edad suelen hacer la comida y la merienda, al igual que hacemos los adultos. Al fin y al cabo, cuando a un bebé se le dan las verduras para comer y la fruta para merendar no estamos haciendo otra cosa que imitar lo que sucederá a lo largo de su infancia y seguramente de toda su vida, es decir, establecer un horario más o menos fijo en el que hacemos tal o cual comida.

Y aunque no lo parezca, este es un hecho muy importante que ocurre durante el periodo de alimentación complementaria que, no lo olvidemos, consiste en pasar de alimentarse como un bebé a como un niño mayor.

El ejemplo de la enfermera que trabaja de noche

Hace unos años nos preguntó una amiga enfermera que si no podía darle a su bebé de 6 meses las verduras a la hora de la cena y la fruta en el desayuno. Ella quería seguir manteniendo el pecho y como trabajaba haciendo noches se había planteado darle la teta al niño mientras ella estuviera en casa (casi todo la mañana y buen parte de la tarde) y que su pareja le diera los purés y las papillas cuando se tenía que ir a trabajar.

Este ejemplo real ilustra muy bien que no es necesario seguir a rajatabla el convencionalismo que la gran mayoría hemos utilizado en los horarios de las comidas de nuestros hijos y que existen muchas posibilidades (tantas como familias, cada una con sus necesidades). Al final, lo importante es lo que coma el niño a lo largo de todo el día y no tanto si las verduras de las damos a la 1 pm o las 8pm.

Con el paso del tiempo nuestra amiga fue dejando el pecho y como el desayuno y la cena ya los tenía cubiertos, empezó a darle algo de puré en la comida y algo más de fruta en la tarde. Al llegar a los 12 meses la criatura se tomaba un poco de leche por la mañana y por la noche, una pieza de fruta a media mañana, un puré de verduras con proteína a la hora de la comida y fruta variada con algo de pan para merendar. A medida que fue creciendo comenzó a mostrar interés por lo que comían sus padres, así que en la cena le daban algo de lo que hubieran preparado para ellos ese día, por ejemplo una tortilla con brócoli, arroz con verduras, pasta con calabacín o ensalada de tomate y atún.

Como veis, este niño llegó a los doce meses con el mismo horario de comidas convencionales que nos hemos autoimpuesto como sociedad, aunque por un camino distinto. Al final, no es tan importante empezar por la merienda o la comida; lo que realmente importa es que llegados a los 12 meses los niños coman lo más parecido posible a los adultos, dentro de una alimentación sana y variada, tanto en alimentos como en horarios.

Vale, ¿pero entonces cuándo le empiezo a dar cenas a mi hijo?

Espero que con este ejemplo os hayáis dado cuenta de que no hay una edad concreta a la que se deban empezar las cenas. De hecho, ningún manual de nutrición pediátrica establece si deben darse primero las comidas, las meriendas o las cenas o a que edad se debe empezar con cada una ellas.

Sin embargo, la mayoría de nosotros no tenemos el horario de trabajo de nuestra amiga enfermera, por lo que al final lo más práctico es empezar con las verduras en la hora de la comida y las frutas en la hora de la merienda. Debido a que la introducción de los diferentes alimentos debe ser progresiva para detectar alguna alergia (recordad que hay que separar cada alimento nuevo 2-3 días del anterior), al final tardas varias semanas en que un bebé de 6 meses tome un puré con al menos 4-5 verduras diferentes o una papilla con fruta variada. Si a esto le sumas que al puré de verduras hay que añadirle la parte proteica (pollo, ternera, pescado, huevo, legumbres…), no es raro que hasta los 8 o 9 meses el niño no haya establecido una rutina de comida y merienda estable en la que toma una buena cantidad de alimentos diferentes a la leche.

A partir de esa edad, más o menos a los 9 meses, los niños empiezan a mostrar mucho interés en las cosas que comemos los adultos y muchas veces se relamen al ver nuestros platos comparados con su tazón de puré. En mi opinión, este es un buen momento para que los niños empiecen con la cena. No hace falta que les calcéis un tazón de puré como el de la comida de buenas a primeras, ya que después de la cena siguen haciendo una toma de leche, pero no está mal que a partir de esta edad les empecéis a ofrecer algo para completar la toma de leche antes de dormirse. Además, es con esta edad con la que se recomienda que los niños que han iniciado la alimentación complementaria con triturados empiecen con los sólidos, así que mira, qué mejor momento para que les demos de comer lo mismo que nos hemos preparado nosotros para cenar. En cuanto a qué alimentos les podéis dar, valdría cualquiera que ya sepamos que el niño tolera.

Con el paso del tiempo vuestro hijo irá comiendo cada vez más cantidad de comida a la hora de la cena y desplazará a la leche como alimento principal a esta hora del día, porque recordad que hacia los 12 meses ya deberían comer como un niño mayor (tanto en horarios como en variedad de alimentos).

Si os trae por la calle de la amargura tener que preparar una comida sana y variada para vuestros hijos en el horario de la comida y estáis dándole vueltas a qué podéis preparar en la cena para no ser repetitivos, recordad que el Plato de Harvard es una herramienta muy útil para tener ideas en cuanto a una alimentación sana y variada.


En resumen, los horarios a los que hacen las comidas los niños imitan al convencionalismo de los horarios de los adultos. Sin embargo, no hay una pauta que establezca cuando un niño debe empezar con la comida, la merienda o la cena. Parece razonable empezar por las verduras a mediodía y las frutas en la tarde al comenzar con la alimentación complementaria y dejar para un poco más adelante las cenas. Un buen momento para ello es hacia los 9 meses.

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¿Desde cuándo pueden beber agua los bebés?

Ahora que llega el buen tiempo y empieza a hacer calor, muchas madres se preguntan si sus hijos pequeños pueden beber agua para calmar la sed que creen que tienen, en un intento de resfrescarles un poco el espíritu. Porque quizá en Gijón, con la brisa del mar y alguna que otra tormenta, no haga falta, pero en Sevilla, a 43º a la sombra, ¿quién no le daría un buen lingotazo a la fuente del parque para apaciguar el calor del verano? Seguro que todos.

Antes de meternos en faena vamos a dejar claros un par de conceptos. A lo largo de este post nos referiremos como «bebés» a aquellos niños que todavía toman lactancia (ya sea materna o artificial) como la parte fundamental de su alimentación, que como bien sabréis son los menores de un año. Por tanto, el título de esta entrada se podría cambiar por «¿cuándo pueden beber agua los niños menores de un año?»… De esa edad en adelante haremos mención al final de este artículo. Vamos a ello!!

Las necesidades de líquidos de un bebé

Una de las cosas que te grabas a fuego cuando estudias pediatría es la cantidad de mililitros (mL) que necesita un niño según su peso para cubrir sus necesidades hídricas diarias. Es lo que se conoce como regla de Hollyday y nos sirve a los pediatras, por ejemplo, para calcular el suero que tenemos que poner a un niño al que van a operar de una apendicitis para que no se deshidrate, pero también para calcular qué cantidad de leche debería tomar un bebé para mantenerse bien hidratado y crecer de forma adecuada.

Otra cosa que seguro que sabéis es que hasta los 6 meses de vida, los bebés sanos son capaces de alimentarse solo de leche, ya sea materna o artificial. De ahí que la recomendación tanto de la OMS como de la Asociación Española de Pediatría sea la de esperar hasta esa edad para iniciar la alimentación complementaria, es decir, los alimentos diferentes a la leche.

Os parecerá una tontería, pero ¿cómo puede entonces mantenerse un niño tan pequeño bien hidratado si sólo toma leche? Pues aquí es donde la naturaleza hace su magia, porque ¿sabéis qué? Cerca del 90% de la composición de la leche materna (y también de la artificial) es agua, lo que garantiza que el bebé toma líquidos suficientes siempre y cuando se respete la lactancia a demanda.

Pero si la leche es agua casi en su totalidad, ¿puedo darle entonces agua a mi bebé?

Seguro que a más de uno le habrá saltado esta pregunta a la cabeza y tiene toda su lógica, sobre todo a los que alimentáis a vuestros hijos con leche artificial: si para preparar un biberón pongo unos polvos en un recipiente con agua, ¿que tiene de malo que le de un poco de agua sin más? Parece lógico, ¿verdad? Incluso, «¿qué más dará un lingotazo de agua en vez de la teta de mi mamá? Así la dejo descansar un rato…».

El problema surge porque los bebés más pequeños notan hambre cuando se les vacía el estómago, a diferencia de los adultos que nos damos cuenta de que queremos comer de forma diferente. Si a un bebé que pide le damos unos buchitos SOLO de agua, su cuerpo pensará que está comiendo y es probable que luego no reclame una toma cuando realmente le toca, ya sea de teta o de biberón.

Por eso los pediatras repetimos como un mantra «la lactancia debe ser a demanda», lo que garantiza que el niño toma los nutrientes que necesita, pero también los líquidos que le hacen falta. En verano, cuando hace calor y el niño tiene más sed, esta será más frecuente, así como cuando tiene una gastroenteritis ya que las necesidades de líquidos son mayores. Por eso es muy habitual que durante la época estival los bebés reclamen más tomas de lo que hacían habitualmente. Además, recordad que la primera parte de una toma de lactancia materna tiene sobre todo agua, por eso esas tomas «extra» que hacen en verano os puedan parecer solo un chupito comparadas con las que hace cuando os vacían el pecho entero.

¿Y que pasa a partir de los 6 meses?

Entre los 6 y los 12 meses de vida, los niños realizan una transición entre la lactancia exclusiva a comer «de todo», es decir, como un adulto. En ese proceso la leche va perdiendo protagonismo hasta que, al rededor del año de vida, no representa más del 30% de la ingesta calórica diaria (no os volváis locos que no hace falta que calculéis nada). A este periodo de la vida se le conoce como alimentación complementaria.

Como os podéis imaginar, si la leche, que era la fuente única y principal de líquidos para un niño menor de seis meses empieza a perder protagonismo, algo habrá que hacer para que el niño no se deshidrate. Pero no os preocupéis que está todo pensando.

Los alimentos que acompañan a la leche como parte de la alimentación complementaria también contienen agua. Por ejemplo, las frutas son casi todo agua: las fresas un 91%, la manzana un 84%, la naranja un 88%… Y en cuanto a las verduras: las judías verdes un 90%, el calabacín un 95%, la zanahoria un 88%… Además, ¿quién hace un puré de verduras en seco? Todo esto pone de manifiesto que aunque un niño no tome leche para comer o para merendar, parte de la ingesta hídrica que necesita la compensa con los propios alimentos que ha comido.

De todas formas, sobre todo en los niños que toman lactancia artificial o en aquellos que toman materna y su mamá no está presente, no está de más que a partir de los seis meses se les ofrezca (ojo, ofrecer no es forzar a beber) un poco de agua en las comidas, como parte de los líquidos que deben tomar a diario.

¿Y qué es mejor: con vasito o biberón?

Habréis visto en las tiendas para bebés multitud de cacharros para enseñar a los niños a beber: que si vasitos con boquilla, que si vasitos 360º, que si tazas con asas ergonómicas, que si biberones de agua…

La verdad es que da un poco igual lo que utilicéis cuando llegue el momento de ofrecer agua a vuestro hijo. Sin embargo, tenéis que pensar que no es lo mismo tomar teta o un biberón, que tomar un vaso de agua. Así que cuanto antes empecéis el entrenamiento de «tragar» agua como un niño mayor, pues mejor que mejor.

Tampoco pasa nada por hacerlo poco a poco, pero si que es importante que tengáis en la cabeza que los niños se hacen mayores y cuanto antes les quitemos los vicios de bebé, pues mejor que mejor, que luego queremos hijos autónomos a los que no les hemos dado esa oportunidad.

Y si os estáis preguntando que si hay que hervir el agua o debe ser mineral… supongo que ya sabéis que no es necesario. Basta con que ofrezcáis a vuestros hijos la misma que tomáis vosotros: si es del grifo porque vivís en Madrid y dicen que el agua es maravillosa, pues fenomenal; si vivís en zona de costa y no os gusta el sabor y tomáis embotellada, pues tampoco pasa nada… Normalización y sentido común.

¿Y a partir del año de vida?

Como decíamos, a partir del año de vida los niños están sobradamente preparados para comer como un adulto, y en ese sentido el agua es la bebida que no debe faltar en la mesa cuando se sientan a comer o cenar. No pasa nada porque también les deis un poco de leche como parte de esas comidas, pero recordad que esta “bebida”, además de agua, contiene hidratos de carbono, proteínas y grasas que podrían sobrealimentar a vuestro hijo si es que solo tenía sed. Al fin y al cabo, la leche es una fuente no desdeñable de calorías que se debe dar (si es que esta es vuestra decisión) como parte de un alimentación sana y equilibrada.

El problema que tienen los niños pequeños de uno o dos años es que tienen pocos recursos para pedir lo que necesitan, y podría ocurrir que tengan sed y no tengan acceso al agua. Por eso es muy importante que se la ofrezcáis de vez en cuando (otra vez, ofrecer no es forzar), para que beban si es lo que les apetece (por ejemplo, podéis llevar una cantimplora con un vasito en el carro cuando salgáis de paseo para que no os pille desprevenidos). A media que se vayan haciendo mayores estarán más capacitados para transmitiros lo que quieren, de hecho, la palabra «agua» es de las primeras que aparecen en el vocabulario infantil.


En resumen:

  • Hasta los seis meses de vida no se recomienda que los bebés tomen agua ya que con la leche materna o la artificial se cubren las necesidades diarias de líquidos que un niño necesita.
  • Entre los seis y los doce meses, cuando se comienza con la alimentación complementaría, los bebés pueden empezar a beber agua con las comidas en pequeñas cantidades, manteniendo la leche como el aporte hídrico principal.
  • Una vez cumplidos los doce meses la cosa se invierte y es el agua el principal líquido que un niño debería beber.

NOTA: como habéis podido leer, no hemos mencionado ningún otro liquido que no sea agua o leche, ya que no se recomienda que los niños pequeños (y seguramente tampoco los adultos) tomen bebidas para hidratarse diferentes a estas. Otra cosa es que de forma puntual, nos tomemos un refresco que de vez en cuando sienta de maravilla.

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¿Qué hago con el pecho si me incorporo al trabajo antes de los 6 meses?

La alimentación complementaria es el periodo de la vida en el que la leche ya no es suficiente para cubrir las necesidades del bebé y se hace necesaria la introducción de nuevos alimentos. Las recomendaciones actuales de la Organización Mundial de la Salud y de todas las asociaciones de pediatría señalan que hasta los 6 meses los niños pueden ser alimentados de forma exclusiva con leche, ya sea materna o artificial; pasada esa edad y de forma progresiva, el resto de alimentos cubrirá las necesidades nutricionales que la leche ya no es capaz de alcanzar. Esta transición acaba alrededor del año de vida en el que los niños pueden (y deben) comer de forma similar a los adultos (con contadas limitaciones).

En el caso de las madres que dan lactancia materna y sus bebés cumplen 6 meses, esta teoría no debería ser muy difícil de aplicar: barra libre de teta y que vayan comiendo de lo demás. De hecho, no debería ser muy diferente a los niños que reciben lactancia artificial si tenemos en cuenta que los biberones también se deben dar a demanda. En el caso de una madre que quiere seguir dando el pecho y se incorpora a trabajar pasados los 6 meses de vida de su bebé, la solución pasaría porque el niño comiera “otras cosas” mientras su madre no está en casa y aproveche cuando vuelva del trabajo para realizar las tomas de lactancia materna.

Todo esto es muy bonito y ojalá todas pudiéramos optar a bajas largas para cuidar a nuestros hijos para hacer de estas recomendaciones un camino de rosas. Sin embargo, la realidad es bien distinta. Actualmente en España la baja maternal es de 14 semanas y, en algunos casos, se pueden sumar permisos de lactancia (cerca de otro mes) y vacaciones. Con suerte, algunas de vosotras conseguirá acercarse a los 6 meses de vida de vuestro bebé para comenzar entonces con la alimentación complementaria tal y como está recomendado y mantener el pecho si es que esa es vuestra opción.

Sin embargo, el verdadero reto es qué hacer cuando la madre se incorpora al trabajo entre los 4 y los 6 meses de vida de su hijo. Supuestamente no haría falta darle nada más que leche, pero eso, en muchos casos, obligaría a la introducción de una lactancia mixta en la que la madre daría el pecho mientras está con su bebé, entretanto éste toma biberones de fórmula en su ausencia.

Algunas os preguntaréis: ¿sólo hay esa opción? ¿Con lo que me ha costado llegar hasta aquí, ahora me toca darle fórmula? La respuesta es contundente: no siempre es necesario recurrir a una lactancia mixta si la madre se incorpora al trabajo entre los 4 y 6 meses de vida de su bebé.

Veamos que más opciones hay.

La más “sencilla” es la utilización de sacaleches (con muchas comillas). Seguramente es la “más recomendable” (otra vez con muchas comillas) ya que es la que alarga la lactancia materna hasta los 6 meses del bebé (o ya puestos, hasta el infinito) de tal forma que podríamos llegar a esa edad habiendo recibido sólo leche materna. Para ello, la madre debe sacarse leche en el trabajo y guardarla para al día siguiente, mientras su bebé toma biberones con la leche que su madre hubiera dejado el día anterior. Al volver del trabajo, la madre tendría que seguir ofreciendo el pecho a demanda a su hijo, incluyendo la noche.

Las comillas están puestas porque a veces no es fácil sacarse leche en el trabajo para cubrir la necesidades del bebé o simplemente algunas madres no se apañan con él o no están dispuestas a utilizarlo. Seguro que estáis pensando que hacer un pequeño banco de leche desde el nacimiento del retoño para cuando llegue este momento es lo más conveniente y, aunque puede ser útil, es harto complicado cuando el crío pide a demanda y sacarse leche durante esos meses puede hacer que el bebé coma menos de lo que necesite o sobreestimuléis vuestra producción de leche.

La otra opción que podéis valorar es adelantar el inicio de la alimentación complementaria. Como lo habéis oído. Es cierto que se puede esperar a los 6 meses, pero, como indica el documento sobre alimentación complementaria de la Sociedad Europea de Digestivo y Nutrición Infantil, los niños están preparados desde los 4 meses para aceptar una gran variedad de alimentos distintos a la leche. De esta forma, se abre una ventana de oportunidad para mantener el pecho sin que sea necesario recurrir a la fórmula artificial ni al sacaleches para cubrir el tiempoque la madre no esté con su hijo.

Cómo poner en práctica esta última opción es muy sencillo. Basta con empezar a introducir alimentos distintos a la leche unas semanas antes de que la madre se incorpore al trabajo, siempre y cuando el bebé ya tenga 4 meses, para así poder ofrecerle un puré de verduras o una papilla de frutas en las tomas que la madre no esté. Si optáis por el Baby Led Weaning, sería lo mismo pero con los alimentos enteros en vez de pasados por la minipimer, aunque con esta edad es difícil que estén preparados para ello (ya que no suelen estar sentados, haber perdido el reflejo de extrusión…). Con esta opción, los niños recibirán la leche que necesitan cuando su madre vuelve del trabajo, la cual seguiría ofreciendo el pecho a demanda a su bebé al llegar a su domicilio y durante la noche.

Esta opción que acabáis de leer, la de adelantar la alimentación complementaria, es muy útil para las madres que no pueden utilizar sacaleches en su trabajo o simplemente no quieren hacerlo y han decidido mantener el pecho pero no quieren dar leche de formula a sus hijos.


Como veis, no hay una única opción para sustituir al pecho una vez que os incorporéis al trabajo si vuestro crío no ha cumplido 6 meses. En resumen, podríais optar por alguna de  estas formas o incluso combinarlas:

  • Mantener la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses utilizando sacaleches.
  • Optar por una lactancia mixta hasta llegar a los 6 meses.
  • Adelantar la alimentación complementaria, siempre y cuando el bebé ya tenga 4 meses, para cubrir las tomas en las que mamá no esté en casa.

En esta vida cada persona tiene unas necesidades diferentes. Lo que para una madre es la única y mejor opción, para otra puede ser un imposible. De hecho, igual de respetable es la madre que deja el pecho al iniciar el trabajo que aquellas que nunca lo dieron o que lo han decidido mantener hasta que sus bebés decidan dejarlo por ellos mismos

Bibliografía:

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¿Por qué a mi hijo no le gustan las verduras?

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Fuente: Pixabay

Llega un momento en la vida de todo niño en el que se tiene que enfrentar a su primer plato de verduras. Para la mayoría será en torno a los seis meses de vida, momento en el que la leche, ya sea materna o artificial, no es suficiente de forma exclusiva para cubrir las necesidades nutricionales de los niños, abriendo paso a la alimentación complementaria. Algunos optaréis por purés y otros por verduras directamente en trozos, pero de lo que no hay duda es que, en la gran mayoría de los casos, la primera impresión que os causará la cara de vuestros hijos al tomar tan estupendos manjares es que más que estar agradecidos, es que les da asco. ¿Cuántos de vosotros habéis tenido que tirar tarros enteros de comida a la basura porque vuestros hijos no abren la boca y montan el lío padre cada vez que llega la hora de la comida? Estoy convencida que muchos, si no todos. De hecho, me juego una mano a que a más de uno esto le habrá pasado tanto con las verduras como con las frutas o con cualquier nuevo alimento que hayáis intentado ofrecer a vuestros hijos pequeños. Tal suele ser la desesperación que esto genera en los padres que, al final, muchos pensaréis que a Manolito no le gustan las verduras o que a Lola la fruta le da asco, mientras buscáis una solución que os permita mantener una alimentación saludable en vuestros hijos. En este post trataré de explicaros por qué se da esta situación, tanto en lactantes pequeños como en los niños que empiezan a tener autonomía para comer. Espero, que entendiendo por qué ocurre, afrontéis esta etapa de la vida de vuestros hijos sin caer en al desesperación.

La preferencia por lo dulce y lo salado

Hagamos un experimento mental. Si os dieran a elegir a ciegas, sin haberlo probado nunca, entre un vaso de cerveza o un batido de chocolate, ¿cuál creéis que diríais que os gusta más? Apuesto a que la gran mayoría optaría por el batido, mientras que sólo unos pocos elegirían la cerveza. De hecho, la sabiduría popular dice que la cerveza te empieza a gustar a partir de la número cien que te tomas; incluso para algunos, nunca llega a ser un sabor agradable. La elección de qué sabores nos gustan y cuáles no, tiene un claro componente innato, es decir, está condicionado desde el nacimiento. Y esto que nos pasa a los adultos, como en el ejemplo de la cerveza y el batido, es, si cabe, todavía más importante en los niños, sobre todo durante el periodo de alimentación complementaria. Desde hace muchos años sabemos que las personas preferimos los sabores dulce y salado. Las explicaciones a por qué esto ocurre son variadas, pero la mayoría de ellas acepta que, debido al instinto de supervivencia del ser humano, éste prefiere alimentos ricos en hidratos de carbono y minerales, los cuales abundan en los que tienen estos sabores. De forma similar, los alimentos amargos y ácidos suelen ser rechazados, probablemente porque la mayoría de los alimentos tóxicos que encontramos en la naturaleza tienen estos sabores. Quizá ahora entenderéis por qué vuestro hijo os puso esa cara la primera vez que le intentasteis dar un puré de verduras o las pedorretas que os sacaban de quicio con las primeras papillas de frutas. O porqué algunos niños al inicio del Baby Led Weaning, lanzan más comida al suelo en vez de dar palmas con las orejas al llevarse el brócoli a la boca. Por fortuna, esta preferencia por los sabores dulces y salados y el rechazo a los amargos y ácidos puede modificarse. Por un lado habrá que ofrecerles desde que son pequeños esos sabores que no les gustan y, por otro, no estimular continuamente esa predilección por los que acepta de buen grado.

El que la sigue, la consigue

Si os estáis preguntando cuánto hay que esperar para que un niño acepte un sabor nuevo, la respuesta más sincera es que probablemente mucho. Algunos tendréis la suerte de tener un glotón que pide más y más desde el principio; para otros, la diosa fortuna os habrá regalado un tiquismiquis con el que hay que trabajárselo. Mientras esto ocurre y hasta que vuestros hijos acepten un alimento nuevo, los padres debéis cargaros de paciencia y no desistir por mucho que penséis que el niño os ha salido especialito. Aunque no lo parezca, estaréis sentando las bases de su futura alimentación. No quiero desanimaros, pero a veces se requieren hasta 10 o 15 exposiciones a un sabor nuevo para que el niño no diga tururú que te ví. Como veis, esto de la alimentación complementaria es una carrera de fondo. Quizá por eso, durante los primeros meses, no pasa nada porque coman poco de las cosas que no son leche. Con el paso del tiempo su catálogo de alimentos irá aumentado hasta alcanzar el año de vida, momento en el que la leche no debería representar más de un 30% de lo que comen a diario (ya sea materna o artificial). Además, para mantener el gusto recién adquirido por esos nuevos sabores, los niños deben mantener el contacto con esos alimentos a menudo. A este respecto, hay estudios que demuestran que las exposiciones frecuentes a vegetales hacen que los niños no pierdan el gusto por ellas, mientras que aquellos que las toman de pascuas a ramos acaban olvidando que esos sabores no estaban tan malos, lo que acaba en muchas ocasiones en rechazo. Sé por experiencia que «enseñar» a comer a un niño puede acabar con la paciencia de cualquiera. Pero también sé que cuantos más alimentos diferentes coman los niños de pequeños, más variado comerán de mayores. Aquellos niños restrictivos que llegan a los dos o tres años comiendo pocas cosas, es muy probable que mantengan esa actitud durante el resto de su infancia (y también en la vida adulta). Por eso, sin que suene a regañina, no dejéis nunca de ofrecer esos alimentos que creéis que no les gustan cuando todavía su mente es moldeable.

La adolescencia de los dos años

Si la desesperación os atacó cuando ofrecíais las primeras papillas a vuestros hijos… ¿qué me decís de ese momento en el que vuestro retoño que siempre había comido bien decide que ya no le gustan las verduras y de buenas a primeras empieza a rechazar lo que antes comía con gusto? No me extrañaría que además ese pequeñajo tuviera cerca de dos años de edad. Hay gente que los llama «los terribles dos», pero a ese periodo de la vida en el que los niños empiezan a tener conciencia de si mismos y desarrollan su personalidad, a mi me gusta llamarlo «la adolescencia de los dos años». A algunos, les toca un poco antes, pero en general se puede observar entre los 18 meses y los 3 años. No penséis que me estoy volviendo loca, porque esto que os cuento tiene mucho que ver con que los niños de esta edad rechacen las verduras. Durante esta etapa del neurodesarrollo, el niño aprende a decir «no» y, además, lo utiliza con toda la intención del mundo cuando no quiere algo. Así, un día puede estar zampándose un plato de brócoli como si de caviar se tratase y al siguiente dice que no, sin que puedas hacer nada al respecto para que abra la boca ¿A que ahora entendéis lo de la adolescencia? Durante esta época, la neofobia también tiene un papel muy importante. Con ella designamos a la situación en la que se tiene «miedo a lo desconocido». En el día a día de un niño pequeño lo podéis ver en que, por ejemplo, no saluda a un familiar que le vais a presentar o prefiere jugar con el mismo peluche antes que jugar con uno nuevo. Esta situación también se traslada a la comida y no es raro que rechacen alimentos en los que habéis cambiado el aspecto. Por ejemplo, que solo quieran los macarrones de casa y digan que los de la abuela no les gustan. Por fortuna, como ocurre también en los adolescentes, este periodo de la vida no dura para siempre. En torno a los tres o cinco años este miedo desaparece y empiezan a ganar autonomía para decidir qué quieren comer sin que todo sea siempre la negativa por respuesta. Está claro que si les dejáramos, elegirían aquellos alimentos que más les gustan, sin embargo, no suele ser tan difícil convencerlos de que coman lo que ese día habéis preparado. Entendiendo todo esto que les pasa a los niños al llegar a esta edad, no queda otra que afrontar este periodo de la infancia con mucha tranquilidad. Pensad que en unos meses todo mejorará y que aquello que ahora os hace desesperar forma parte de la evolución normal de cualquier niño.
Sé que este post no es el remedio maravilloso que muchos habéis entrado a buscar. De hecho, ese remedio mágico para que vuestros hijos coman verduras no existe. En todo caso es un conjunto de medidas que debéis aplicar con paciencia desde que son pequeños. Espero que al menos, saber por qué ocurren estas cosas os ayude. No desesperéis y ánimo!!

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NOTA: quizá algunos os habéis sorprendido al ver que en uno de los párrafos he afirmado que la leche debe ser el 30% de lo que come un niño a partir del año de vida. Sin embargo, la leche no es imprescindible (ni mucho menos). Aquellos padres que no deseéis que vuestros hijos tomen leche, tendréis que programar una alimentación en la que ofrezcáis a vuestros hijos alimentos ricos en calcio de forma suficiente para cubrir sus necesidades diarias.