7 cosas que tienen los recién nacidos que los padres piensan que no son normales

Fuente: Pexels

La llegada de un recién nacido, sobre todo para los padres primerizos, puede hacer dudar hasta a los más experimentados del lugar sobre ciertos aspectos de su anatomía con la que no están acostumbrados.

Muchas veces se ha dicho que los bebés son adultos en chiquitito, pero esto no es verdad. Los pediatras sabemos que el aspecto de un recién nacido es muy diferente al de una persona mayor, incluso al de un niño con algunas primaveras ya cumplidas. Y sin embargo, es habitual que a las consultas acudan padres y madres preocupados porque han visto algo en su hijos que les llama la atención y que creen que se sale de lo normal.

En este post te explicamos siete cosas que suelen presentar los recién nacidos y los niños pequeños que son normales y por las que no hay que preocuparse.

1. Fontanelas y suturas abiertas

La cabeza de un recién nacido es muy grande respecto al resto de su cuerpo. En un  niño sano, su cabeza ocupa aproximadamente el 25% de su altura al nacer, mientras que en adulto esta proporción se reduce al 15%.

Además, la cabeza de los bebés contiene el que quizás es el órgano más preciado que tenemos: el cerebro. Este, con el paso del tiempo irá creciendo, para lo cuál también debe crecer el cráneo para permitir que el primero gane en tamaño. Para ello, la cabeza de los niños pequeños está diseñada para que los huesos que la componen no estén totalmente unidos. De esta forma, al nacer, es fácil apreciar al palparles la cabeza como hay una serie de huecos en los que no hay tejido óseo. Esos huecos son las fontanelas.

La que más conoce la gente está en la parte de arriba de la cabeza, justo donde se juntan los huesos frontales y los parietales; la otra está en la parte de atrás, allí donde confluyen los parietales con el hueso occipital. Por debajo de la piel de las fontanelas hay un tejido cartilaginosos que es le que permite que el cráneo forme hueso nuevo y crezca, es decir, al contrario de lo que muchos piensan, el cerebro en esas zonas no está justo debajo de la piel. Hacia el año o año y medio de vida suelen estar cerradas.

Además, los huesos del cráneo están unidos entre ellos por más tejido cartilaginoso, formando lo que se conoce como suturas. En ocasiones, sobre todo en los más cabezones y en los días posteriores al parto, se puede apreciar como un hueso se monta dentro de otro para hacer la cabeza más pequeña y así conseguir atravesar el canal del parto. Con los días, se volverán a poner en su sitio.

Podéis, sin apretar mucho, palpar estas zonas, no es peligroso aunque os de un poco de grima.

En esta foto podéis apreciar las suturas y la fontanela anterior en la cabeza de un bebé (Fuente: Pexels)

2. Piernas arqueadas

¿Os habéis fijado que todos los recién nacidos tienen las piernas arqueadas, como si formaran una O, incluso con las tibias como si las hubieran doblado? A muchos padres les llama la atención, incluso piensan que cuando crezcan tendrán las piernas torcidas, pero nada más lejos de la realidad.

Durante los primeros años de vida, la disposición de los miembros inferiores adopta una posición que llamamos en varo, es decir, con las rodillas hacia fuera. A medida que el niño crece esa posición se va corrigiendo para pasar a una posición en valgo (las rodillas hacia dentro) hacia los 4-5 años de vida. Más adelante, las piernas acaban en su posición recta definitiva, normalmente alcanzada la edad de 8 años.

La explicación a por qué las piernas parecen torcidas durante la infancia es bien sencilla. Éstas no crecen como si estiráramos un palo o un poste hacia arriba, sino que lo hacen con fuerzas que hacen que se vayan rotando hacia dentro y hacia fuera, es decir, al crecer en longitud lo hacen como si se enroscaran primero y luego se desenroscaran. Si no fuera así, al final del crecimiento, los pies quedaría completamente girados mirando hacia fuera.

Las piernas de un recién nacido suelen estar torcidas formando un arco hacia fuera (Fuente: Pexels)

3. Esternón prominente

El esternón es el hueso que cierra la caja torácica por delante, donde se insertan la clavícula y las costillas. Está formado por tres partes: el manubrio en su parte más alta, el cuerpo del esternón en el centro y en su parte más inferior un trocito que denominamos apéndice xifoides.

En ocasiones, sobre todo en los bebés más delgaditos, el apéndice xifoides está muy cerca de la piel y desde fuera puede dar el aspecto de que el niño tiene un bultito justo donde acaba el esternón.

Como os podéis imaginar, todos tenemos xifoides, de hecho, si os palpáis el esternón y vais bajando hacia el abdomen es muy probable que lo localicéis.

A medida que los niños cogen peso y su panículo adiposos gana en grosor, es habitual que el apéndice xifoides deje de ser visible (incluso palpable), pero seguirá ahí con nosotros durante toda nuestra vida.

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4. Ombligo abultado

El cordón umbilical es la estructura que lleva nutrientes y oxigeno a los niños cuando están en el útero de sus mamás. Las arterias y venas que contiene atraviesan la piel del futuro bebé y se abren paso a través de la pared del abdomen para unirse a la circulación general y enviar la sangre a todas las partes del cuerpo.

Cuando el cordón se desprende deja en la piel una cicatriz que todos conocemos, el ombligo, y que nos recuerda al mirarnos en el espejo que estuvimos unidos a nuestras madres durante nueve meses. Pero además de que la piel cicatrice, el agujero que había en la pared del abdomen y que permitía el paso de las estructuras que el cordón contenía, también se tiene que cerrar.

Sin embargo, hasta en un 40% de niños ese cierre inicial de la pared abdominal no es total, lo que en la clínica se traduce en que muchos de ellos presente una hernia umbilical. Por ese agujero que no está del todo cerrado suele colarse la grasa de las vísceras abdominales la cual empuja hacia fuera el ombligo, dándole un aspecto abultado. Esto es muy patente cuando lloran o hacen fuerza, como por ejemplo cuando hacen deposición.

Por fortuna, la gran mayoría de las hernias umbilicales se cierran solas con el paso de los años, de hecho, los pediatras de atención primaria no mandamos a estos niños al cirujano hasta que vemos que hacia los 3 o 4 años no se han resuelto del todo.

Recién nacido que probablemente tenga una hernia umbilical de pequeño tamaño (Fuente: Pexels)

5. Llanto sin lágrimas

El llanto es una respuesta fisiológica que en los recién nacidos aparece cuando quieren reclamar nuestra atención. Por ejemplo, es habitual que un niño llore cuando tiene hambre, siente frío o esta incómodo porque acaba de hacer deposición y quiere que le cambien. Además, también lo podemos ver cuando siente dolor o se encuentra mal, como cuando está enfermo o tiene fiebre.

Y aunque estamos acostumbrados a ver que cuando una persona adulta llora lo hace con lágrimas, durante las primeras semanas de vida los recién nacidos son incapaces de hacerlo, ya que su glándulas lagrimales, situadas dentro de la órbita por encima del ojo y detrás de los párpados, todavía no son lo suficientemente maduras para producirlas.

Por ello, lo habitual es que cuando un recién nacido llore lo haga sin lágrimas, sin que esto sea algo patológico o signo de deshidratación.

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6. Fimosis

El 90% de los niños nacen sin que podamos retraer con facilidad el prepucio y dejar expuesto el glande. Esta condición es lo que se conoce como fimosis. Llegados a los 4-5 años y de forma espontánea, la mayoría de estos niños son capaces de hacer retracciones del prepucio sin dolor y realizar una higiene adecuada de la zona.

Por tanto, si la gran mayoría de los niños nacen con fimosis pero esta se ha resuelto sola al cabo de unos pocos años, esto nos tiene que hacer entender que esa fimosis al nacer es fisiológica y entra dentro de lo normal sin que tengamos que hacer retracciones forzadas o tirones para solucionarla.

Si quieres saber más sobre la fimosis en la infancia puedes consultar este otro post de nuestro blog.

7. Glándulas mamarias aumentadas

Todos los recién nacidos, tanto los niños como las niñas, llegan a este mundo con glándulas mamarias. Cuando llegue la pubertad, gracias a los estrógenos (las hormonas femeninas), las mujeres las desarrollarán en su camino hasta que su cuerpo cambie y adopte la forma adulta.

Pero durante las primeras semanas de vida es habitual ver como los recién nacidos tienen las glándulas mamarias aumentadas, situación que suele llamar mucho a la atención a los papás y las mamás cuando se las ven incluso inflamadas. Esta situación es debida a los estrógenos maternos que han atravesado la placenta durante el embarazo y que han hecho que el bebé desarrolle un poco las mamas. Incluso es frecuente ver como algunos niños pueden producir leche (esto se conoce en la cultura popular como leche de brujas).

Y aunque os llame la atención, ese desarrollo mamario durante las primeras semanas de vida su puede producir tanto en las niñas como en los niños, al fin y al cabo, ambos sexos poseen glándulas mamarias.


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1 comentario · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser Blas Garcia

    Super curioso lo de las glándulas mamarias. El resto de características las conocía, pero no conocía la situaciación de los estrógenos atravesando la placenta. Está claro que somos un conjunto de millones de incógnitas y piezas que poco a poco la ciencia va desvelando.

    25 octubre 2023 | 9:32 am

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