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Cómo evitar que los niños lloren con las vacunas

Vacuna

Fuente: Dos Pediatras en Casa

Las vacunas son uno de los mayores avances de la medicina. Gracias a ellas se han evitado millones de muertes, además de muchas secuelas de enfermedades como la viruela, el sarampión o la meningitis, por mencionar solo algunas de ellas. Actualmente, la Asociación Española de Pediatría recomienda la vacunación sistemática contra 17 enfermedades bajo un esquema de vacunación que se concreta en un calendario en el que el niño recibe las diferentes vacunas durante la infancia para que al llegar a la adolescencia esté inmunizado completamente. Además, debido a la alta eficacia para prevenir enfermedades, hay en marcha múltiples estudios para desarrollar nuevas vacunas, como por ejemplo contra el virus respiratorio sincitial.

Todas las vacunas tiene un perfil de seguridad muy bueno, donde los efectos secundarios graves son prácticamente inexistentes, ya que lo que el balance riesgo beneficio está muy a favor del beneficio, tanto individual como colectivo (sí, vacunar a un niño es también proteger a los demás). Y entre los efectos secundarios leves, los más frecuentes son la fiebre y el dolor en el brazo tras el pinchazo, nada que no se resuelva con un analgésico o un antipirético.

Lo que es casi inevitable es que un niño pequeño llore cuando se le pone una vacuna, los más pequeños por el dolor agudo del pinchazo, pero también por el miedo al propio pinchazo cuando se hacen más mayores. Y aunque nuestras magníficas compañeras, las enfermeras de pediatría, lo hacen con el máximo cuidado y cariño, alguna lagrimilla es irremediable que aparezca. En este post os damos consejos para que, en la medida de lo posible, el acto de administrar una vacuna sea lo más llevadero para vuestros hijos.

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¿Se inmunizan los bebés del COVID-19 con la leche de las madres vacunadas?

Lactancia materna

Fuente: Pixabay

En las últimas semanas, la velocidad a la que se están administrando vacunas en España contra el coronavirus ha cogido velocidad de crucero. Gracias a ello, hemos pasado de enero de 2021, donde se priorizaba la vacunación de los más vulnerables, las personas de mayor edad, y de los trabajadores sanitarios que están en primera fila, a julio de 2021, donde la inmensa mayoría de esos colectivos ya han recibido la pauta de vacunación completa. Parece que ahora sí, el turno de los jóvenes ha llegado.

Y como no puede ser de otra manera, en ese grupo de jóvenes se encuentran las madres que dan el pecho a sus hijos. No sin parte de razón, todas esas madres se hacen preguntas sobre estas nuevas vacunas, sobre su seguridad, su efectividad y sobre si al vacunarse, sus bebés reciben de algún modo a través de la leche materna parte de esa vacuna. Recordemos que, a día de hoy, no hay ninguna vacuna contra el coronavirus autorizada en menores de 12 años, por lo que a los más pequeños de la casa les toca esperar a que se concluyan los estudios que se están llevando a cabo actualmente y que esperamos finalicen con esa autorización por parte de las administraciones sanitarias.

Desde el inicio de la vacunación contra el coronavirus, muchas madres lactantes han recibido alguna de las vacunas del coronavirus, al principio las médicas que estaban en primera línea y que, además, estaban dando el pecho a sus hijos en esos momentos. Desde entonces se han publicado varios artículos científicos sobre la presencia de anticuerpos contra el coronavirus en la leche materna, tanto de aquellas que pasaron el COVID-19 como de las que se han vacunado. Pero la pregunta del millón sería: ¿protegen realmente esos anticuerpos a los niños que toman esa leche?

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La nueva normalidad y los bebés pandemials

bebe

Fuente: Pixabay

Después de un 2020 que a todos nos impactó, entristeció y nos puso sobre las cuerdas, empezamos el 2021 llenos de ilusión y esperanza porque por fin empezaba la campaña de vacunación contra la COVID 19. Hemos visto imágenes de los primeros vacunados y conforme avanzaba la campaña hacia los más jóvenes caían las hospitalizaciones y los contagios, y con ello los fallecidos. Por fin podemos decir que realmente queda menos para el final e incluso el gobierno de nuestro país ya ha puesto fecha al fin de la obligatoriedad de usar mascarillas al aire libre (seguramente el 26 de junio), lo cual supone un gran avance. Este virus no se ha marchado del todo, pero lo que sí que parece claro es que no volveremos a como nos encontrábamos en marzo de 2020, ni a la situación de la segunda y tercera ola, momentos en los que todavía no se había iniciado la vacunación.

Gracias a la gran labor divulgativa realizada a través de los medios de comunicación y de muchos perfiles en redes sociales a todos se nos grabó a fuego que había que proteger a los más vulnerables de la infección por este nuevo coronavirus, sobre todo a nuestros mayores, a las personas con enfermedades crónicas que cursan con inmunodepresión y a los pequeños de la casa, en especial a los menores de doce meses, ya que ellos eran los más susceptibles de sufrir los estragos de esta enfermedad.

Y llegados a este punto en el que la vacunación avanza, pero todavía queda para que llegue el momento de los niños (ya están en marcha estudios para conocer la efectividad y la seguridad de la vacuna en niños mayores de 6 meses de edad), aparecen gran cantidad de preguntas: ¿pueden coger a mi bebé las personas vacunadas?, ¿tiene sentido que siga dejando en casa a mi hijo sin ir a la escuela infantil?, ¿realmente la infección por COVID en niños no es grave?… Con el ánimo de poder aclarar unas cuantas dudas respecto a este tema nos hemos animado a escribir este sencillo post que esperamos que os resulte de utilidad. Lee el resto de la entrada »

Vacuna del papiloma en niños

chico movil

Fuente: Pixabay

En el año 2008 se incorporó al calendario sistemático en España la vacunación en niñas frente al virus del papiloma humano (VPH). Este virus constituye la enfermedad de transmisión sexual más frecuente, estimándose en diferentes estudios que puede llegar a afectar hasta un 80% de mujeres a lo largo de su vida. Por fortuna, es una infección que en la mayoría de los casos es transitoria sin que de lugar a ningún tipo de síntomas. Sin embargo, hasta en un 10% de esas mujeres la infección se hacer persistente, lo que constituye un factor de riesgo para la aparición de neoplasias, sobre todo a nivel de cuello de utero. De hecho, en el 100% de estos cánceres (el segundo tipo de cáncer más frecuente en mujeres después del de mama) está implicada esta infección, lo que traducido en datos supone cerca de 700 muertes al año en España por esta causa. Pero, además, el VPH está implicado en la aparición de verrugas genitales, tanto en mujeres como en varones.

En este contexto, la vacuna contra el VPH nació con un claro objetivo: disminuir la incidencia de este tipo de cáncer en mujeres. A esta estrategia se sumaría un cribado de detección precoz del VPH, lo que junto a la vacunación universal de las mujeres podría evitar para el año 2050 cinco millones de muertes al año a nivel mundial y la disminución de la incidencia de esta patología en un 47%, según datos de la Organización Mundial de la Salud. A día de hoy, más de 100 países en todo el mundo están ya vacunando a las niñas contra este virus.

Hay que reconocer que esta estrategia de vacunación universal a niñas es un gran avance, pero si tenemos en cuenta que el trasmisor habitual de la infección a la mujer es el varón, cuanto menos parece que falta algo: la vacunación de los niños. En este sentido, multitud de asociaciones, como la Asociación Española de Pediatría, la Asociación Española de Vacunología y la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, por nombrar solo algunas a nivel nacional, se han posicionado sobre la importancia de vacunar también a los niños como parte de esa estrategia para disminuir la infección por VPH en mujeres.

Pero además, no hay que desdeñar que los varones también pueden sufrir los efectos del VPH, ya que ellos también son susceptibles a la aparición de verrugas y de otros cánceres, como todos aquellos de cabeza y cuello y de ano, en los que este virus juega un papel fundamental.

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Día Internacional de Concienciación sobre el VPH

Piernas

Fuente: Pixabay.

El 4 de marzo se celebra el Día Internacional de Concienciación sobre el VPH, o lo que es lo mismo, el virus del papiloma humano. Para los que no lo conocéis, este tipo de virus, del que existen más de 200 tipos diferentes, es causa de verrugas a nivel genital, pero también de cáncer, sobre todo de cuello uterino, ano, pene y faringe.

La vía de transmisión de este virus es a través de las relaciones sexuales, pudiéndose contagiar tanto las mujeres como los hombres. Los estudios sobre prevalencia muestran que cerca del 80% de las personas sexualmente activas se contagiarán en algún momento a lo largo de su vida. La mayoría de ellas tendrá una infección sin mayores consecuencias, pero un porcentaje no despreciable acabará padeciendo verrugas genitales o algún tipo de cáncer causado por este virus. De hecho, en España, unas 800 mujeres fallecerán debido a un cáncer de cuello uterino, del que el VPH es el principal responsable (casi el 100%) Lee el resto de la entrada »

Las meningitis «buenas» y «malas»

Una de las enfermedades que más aterra a los padres es la meningitis. No en vano es un una enfermedad que puede tener consecuencias tan devastadores como la muerte del niño o secuelas neurológicas graves. Sin embargo, la gran mayoría de las meningitis que vemos en la edad infantil curan sin tratamiento ya que están provocadas por virus y son las que, en un intento de tranquilizar a esos padres, nos referimos a ellas como las meningitis «buenas». Y aunque son «buenas» porque curan sin secuelas casi siempre, suelen requerir ingreso hospitalario. En el otro bando están las meningitis «malas», las provocadas por bacterias, que son las que suelen cursar con complicaciones.

En este post encontrarás información sobre las meningitis y cómo las afrontamos los pediatras.

¿Qué es una meningitis y qué la provoca?

La meningitis, como su propio nombre indica, es la inflamación de las meninges, envolturas que rodean el cerebro.

Una meningitis puede ocurrir por muchas causas, pero la inmensa mayoría de las veces en pediatría se debe a una infección. Y como ya hemos explicado en más de una ocasión, las infecciones son aquellas enfermedades provocadas por microorganismos. En el caso de las meningitis, la causa más frecuente son los virus (entorno al 90%) seguidos de las bacterias (5-10%). Existen otras causas de meningitis infecciosas (parasitos y hongos) que son muy raras y pueden aparecer en personas inmunodeprimidas, pero que no merece la pena que tratemos en este post. Por último, cuando no conseguimos saber cuál es la causa de la meningitis,  nos referimos a ella como «meningitis aséptica», lo que significa que no hemos conseguido aislar el bicho que la provoca.

Esta distinción entre las posibles causas de las meningitis es muy importante debido a que el tratamiento y el pronóstico difiere de unas a otras. De forma coloquial, los pediatras nos solemos referir a las meningitis víricas como «meningitis buenas» ya que se resuelven solas en unos días sin dejar secuelas. Por el contrario, las «meningitis malas» son aquellas que están provocadas por bacterías y pueden dar lugar a secuelas (aunque esto no siempre es obligatorio).

Los virus que más frecuentemente provocan meningitis son los enterovirus, los cuales son más frecuentes en primavera, por lo que en esa época del año esta patología se ve con mayor frecuencia.

De todas las bacterias que provocan meningitis, las más importantes son dos: el meningococo y el neumococo. Ambas bacterias provocan meningitis durante todo el año, aunque el meningococo puede ser causa también de epidemias, es decir, cuando de repente aparecen más casos de lo esperado. Como veremos al final, por fortuna contamos con vacunas para protegernos contra estas bacterias.

Si os estais perguntando que cuál es la proporción en nuestro medio de meningitis «buenas» respecto a las «malas», la respuesta es de diez meningitis provocada por virus frente a una causada por bacterias. Esto se debe a la alta tase de vacunación que tenemos en nuestro país y en los de nuestro entorno.

¿Qué síntomas provoca la meningitis?

La triada clásica de síntomas de la meningitis es fiebre, dolor de cabeza y vómitos. A esto hay que añadir que los niños con una meningitis, ya sea de las «buenas» o de las «malas», suelen presentar decaimiento marcado y mal estado general. Muchos niños comentan que el dolor de cabeza que les provoca la meningitis es el peor de sus vidas, lo que pone de manifiesto la intensidad del dolor que suelen presentar. En ocasiones, sobre todo en las meningitis provocadas por bacterias, puede aparecer diminución del nivel de conciencia, somnolencia o convulsiones. En niños pequeños que no son capaces de manifestar su dolor o el malestar general suelen presentarse con irritabilidad.

En muchos casos, los padres acuden al hospital pensando que su hijo tiene una meningitis porque presenta fiebre y dolor en el cuello. Sin embargo, este último síntoma, no es específico de la meningitis, es decir, lo vemos con frecuencia en otras patologías como las anginas o en algunas neumonías. Lo que sí es importante es la exploración de los signos meningeos por parte del pediatra, esas maniobras que hacemos en la consulta en la que doblamos el cuello del niño estando tumbado o le elevamos las piernas. Con ello, somos capaces de evaluar si es probable que un niño tenga una meningitis o no.

¿Cómo se diagnostican la meningitis?

Cuando los pediatras vemos a un niño con un cuadro clínico que encaja con una meningitis y presenta signos en la exploración física compatibles con ella, realizamos lo que se conoce como punción lumbar.

Esta técnica consiste en pinchar con una aguja muy fina la espalda para extraer del canal medular el líquido que recubre las meninges y poder analizarlo. Esta prueba, a la que muchos padres tienen pavor, es la única forma que existe en este momento de poder diagnosticar de forma fehaciente una meningitis.

El líquido que extremos, conocido como líquido cefaloraquídeo, se analiza en el laboratorio de manera urgente para determinar si el niño presenta una meningitis o no. Y solo analizando el líquido cefaloraquídeo se puede diagnosticar si un niño padece una meningitis, por eso decimos que una punción lumbar es imprescindible para llegar al diagnóstico. Además, junto con la historia clínica del niño y la analítica de sangre que habremos hecho, podemos diferenciar con bastante exactitud si la meningitis de ese niño concreto es de las «buenas» o de las «malas». Siempre se procede al cultivo de ese líquido, el cual nos confirmará en unos días si finalmente la causa es una bacteria o un virus.

¿Cuál es el tratamiento de la meningitis?

Dependiendo de la causa de la meningitis el tratamiento varía ostensiblemente.

En le caso de las meningitis provocadas por virus, el tratamiento es sintomático. Se utilizan analgésicos para el dolor y, en caso de que el niño vomite mucho o no quiera comer, se pueden utilizar sueros intravenosos. Normalmente requieren ingreso que no suelen durar más de 3 o 4 días.

En el tratamiento de las meningitis bacteriana, además del tratamiento sintomático, se emplean antibióticos. En ocasiones se comienza con dos y posteriormente, dependiendo del germen que crezca en los cultivos, se ajusta el espectro del tratamiento a la bacteria que causa el cuadro clínico. La duración del tratamiento varía desde una semana hasta 15 días, ya que no todas las bacterias se tratan igual. En un primer momento, estas meningitis se atienden en las unidades de cuidados intensivos para vigilar de cerca que no requieran otros tratamientos de mantenimiento más avanzado como respiradores o medicación para mantener la tensión arterial. La duración total del ingreso dependerá de la respuesta al tratamiento y de las secuelas que pueda presentar el niño.

¿Qué secuelas provocan las meningitis?

Como dijimos al principio, las meningitis que habitualmente dan secuelas son las provocadas por bacterias, de ahí que se las conozca como meningitis «malas».

Si os acordais de cuando hablábamos de las bacterias que las pueden provocar, mencionábamos dos: el meningococo y el neumococo. Ambas son meningitis muy graves, pero las secuelas y la evolución puede variar enormemente de una a otra.

El menigococo es una bacteria que provoca meningitis de forma muy rápida. Es decir, el cuadro clínico ocurre en unas pocas horas. Por eso suele decirse que si no se coge a tiempo puede dar lugar lugar a un cuadro clínico devastador en el que aparece un fallo multiorgánico que puede desencadenar la muerte, hasta en un 10% de los casos. En el 90% restante puede aparecer algún tipo de secuela grave como insuficiencia renal crónica o amputación de algún miembro, pero en muchos casos el tratamiento es eficaz y el cuadro clínico se resuelve sin secuelas.

Por el contrario, la meningitis por neumococo suele ser algo más larvada, aconteciendo en dos o tres días. La mortalidad por esta infección ronda también el 10%, pero lo que la diferencia de las provocadas por meningoco es que las secuelas son muchos más frecuentes: uno de cada cuatro supervivientes. Entre las secuelas de la meningitis por neumococo destacan la sordera y, en menor frecuencia, el daño cerebral que puede manifestarse como epilepsia (convulsiones) o parálisis cerebral.

¿Cómo se contagian las meningitis?

Tanto las provocadas por virus como por bacterias se contagian por contacto estrecho con las secreciones del paciente que la padece o de algún portador asintomático.

Cuando hay un brote de meningitis bacteriana, las autoridades sanitarias suelen evaluar el caso clínico para establecer qué personas estuvieron en contacto con los enfermos y son candidatas a tomarse una profilaxis, una medicina que intentará que sea menos probable que esas personas que han estado en contacto con un niño con meningitis desarrollen la enfermedad.

Sin embargo, muchas personas son portadoras de estas dos bacterias sin que desarrollen nunca una meningitis y, de hecho, muchas otras se colonizan sin desarrollarla tampoco. Esto habla a favor de que padecer una meningitis es una «lotería» ya que entran en juego a menudo muchos factores que no podemos controlar.

¿Cómo podemos prevenir las meningitis?

Como la gran mayoría de las infecciones, poco podemos hacer más allá de extremar las medidas de higiene como el lavado de manos o animar a los niños a toser tapándose con la zona del codo.

Sin embargo, y por fortuna, existen vacunas contra el meningococo y el neumococo por lo que, gracias a ellas, podemos prevenir que nuestros hijos padezcan una meningitis de las «malas». Existen varios tipos de meningococo (tipo B, C, A, W, Y…) y para todos ellos existen vacunas que han demostrado ser eficaces, como ya os hablamos de ellas en esta otra entrada del blog. De momento, salvo para el tipo C, no están financiadas por el Sistema Nacional de Salud aunque el Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría recomienda la vacunación contra estos microorganismos para todos los niños. También existe una vacuna eficaz contra los serogrupos del neumococo que provocan meningitis con más frecuencia y, en este caso, la vacuna esta subvencionada por el estado y se emplea ya de forma rutinaria en todos los niños españoles.


Si te interesa la meningitis existe una ONG que se llama Asociación Española Contra la Meningitis que comparte noticias e información sobre esta patología.