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5 consejos a tener en cuenta para la vuelta al cole

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Después de unos meses de descanso estival, ha llegado el momento de que los niños vuelvan al cole. Atrás quedan las mañanas sin despertador, los baños en la piscina y los helados que todos nos hemos tomado con la única excusa de que es verano y hace calor.

Pero al igual que los adultos tenemos que volver a nuestras obligaciones laborales, nuestros hijos, muchos de ellos por primera vez, se enfrentarán en unos días a un nuevo curso escolar. Lo más probable es que acaben aceptando de buen gusto ir a la escuela o el colegio, aunque también es normal que durante los primeros días les cueste adaptarse a los nuevos horarios y rutinas. Estamos seguros de que ya habréis consultado otros blogs o publicaciones en los que se os dan consejos para llevar lo mejor posible esta etapa de adaptación.

Nosotros en este post os damos unos consejos que creemos importantes que apliquéis durante los meses de colegio.

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¿Deben los pediatras hacer justificantes para los colegios?

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Todavía recuerdo cómo mis padres me hacían un papelito para que se lo entregara a mi profesor para justificar que me había quedado en casa un par de días porque tenía fiebre o para que no hiciera gimnasia porque me había torcido un tobillo y necesitaba reposo deportivo. La verdad es que era algo esporádico, ya que no era frecuente que faltara a clase por un motivo médico, y mis profesores, a lo largo de mi etapa escolar, no me pidieron ningún otro tipo de documento que diera mayor veracidad a las palabras de mis padres.

Sin embargo, a día de hoy veo en consulta cómo muchas familias acuden al centro de salud para que atendamos a sus hijos, pero pidiendo al finalizar la atención un justificante médico para llevar al colegio o al instituto que acredite por qué han faltado ese día a clase. De hecho, muchas de ellas reconocen que el verdadero motivo de haber acudido al pediatra es por el justificante que les suele pedir el profesor más que porque realmente crean que necesiten que sus hijos sean valorados por lo que les pase en ese momento.

En el post de hoy analizamos si realmente es necesario un justificante expedido por un médico para justificar una falta escolar o, por el contrario, si es suficiente con lo que digan los padres.

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Enfermedades de exclusión escolar: cuando los niños deben quedarse en casa sin ir al colegio

Niños

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Una de las cosas que ha conseguido la pandemia del coronavirus es que los padres entiendan que ante cierta enfermedad sus hijos se deben quedar en casa para evitar el contagio de sus compañeros, que en el caso del coronavirus son diez días desde el inicio de los síntomas o desde la prueba que diagnostica la infección (test de antígeno o PCR). Sin embargo, estas cuarentenas que se han impuesto a estos niños y adultos durante el último año y medio no son algo extraño o desconocido para los pediatras, ya que desde siempre existen una serie de enfermedades por las que los niños deben quedarse en casa en un intento de disminuir la posibilidad de contagio a sus compañeros de clase: es lo que se conoce como enfermedades de exclusión escolar.

Ahora que comienza un nuevo curso, merece la pena hacer un repaso sobre este tema para que en los siguientes meses no os queden dudas de por qué con algunas enfermedades vuestros hijos no deben acudir al colegio o la escuela infantil, mientras que con otras, a pesar de que puedan contagiar, no hace falta cumplir un periodo de exclusión escolar más allá del tiempo durante el que se encuentran con fiebre o malestar.

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Enfermedades de exclusión escolar: cuándo no debes llevar a tu hijo al colegio

En este blog ya hemos hablado en otras ocasiones de las múltiples infecciones de las que se puede contagiar un niño durante su etapa escolar, ya sea en la escuela infantil o en el colegio. En algunas de ellas, los pediatras os decimos a los padres que debéis dejar en casa a los niños hasta que mejoren para disminuir las probabilidades de contagio al resto de niños de su clase. A estas enfermedades se las conoce como «enfermedades de exclusión escolar» y es de lo que vamos a hablar en este post.

Cómo impedir que un niño se contagie

Las escuelas infantiles y los colegios son el entorno perfecto para que los niños se transmitan de unos a otros la gran mayoría de las infecciones por las que pasarán durante su infancia. En los centros escolares los niños comparten un espacios cerrado en donde es muy fácil que un virus o una bacteria pase de un niño a otro convirtiéndose en muchas ocasiones en un círculo vicioso del que los niños no salen hasta las vacaciones de verano. De hecho, muchas infecciones se transmiten desde días antes de que el niño tenga síntomas (periodo de incubación) lo que hace que controlar el contagio de unos a otros sea muy difícil.

Sin embargo, pese a la facilidad con la que los niños se contagian, es muy importante que se tengan en cuenta una serie de medidas para evitar en la medida de lo posible la propagación de esas infecciones.

Una de las medidas más importante para evitar infecciones no deseadas son las vacunas. Parece una tontería, pero que vuestros hijos estén vacunados es fundamental para que enfermedades graves como el sarampión o la difteria estén en desapareciendo.  A la vacunación hay que añadir una serie de medidas higiénicas fáciles de aplicar como es el lavado de manos con agua y jabón (tanto de niños como de sus cuidadores después de acudir al baño, del cambio de pañal o antes y después de la alimentación de los niños). También es efectivo enseñar a los niños a cubrirse con el codo cuando tosen o estornudan para que las partículas de saliva o secreciones que contendrían a los microorganismos no acaben flotando en el aire o pegados a cualquier juguete.

Por último, decir a unos padres que su hijo enfermo no puede acudir a clase durante unos días es una medida eficaz para disminuir los contagios siempre y cuando la enfermedad que esté padeciendo el pequeño cumpla una serie de características.

Enfermedades de exclusión escolar

Las enfermedades de exclusión escolar son esas enfermedades en las que los pediatras recomendamos que los niños no acudan al colegio para evitar que los demás niños de la clase, en la medida de lo posible, no se contagien de algo que no tienen.

Para poder recomendar que un niño no vaya al colegio por una enfermedad concreta, primero debemos conocer de cuál se trata para saber si es apropiada esa exclusión. Además, debemos conocer también cuál es el periodo de incubación de la enfermedad y el periodo de contagio y eliminación del agente infeccioso ya que de estas circunstancias dependerá la exclusión a la que no estamos refiriendo.

Os pongo un ejemplo, una infección típica de la edad escolar es la varicela. Durante esta enfermedad los niños contagian desde antes de la salida de las manchitas hasta que éstas se convierten en costras o están secas. Llegado a ese punto los niños pueden acudir al colegio porque ya no contagian. Por eso la varicela es el paradigma de las enfermedades de exclusión escolar ya que sabemos perfectamente que cuando decimos que el niño enfermo se debe quedar en casa estamos cortando la cadena de contagio con los compañeros.

Otro caso bien distinto es el de la enfermedad conocida como pie-mano-boca, enfermedad con la que los niños pueden ir al colegio o la guardería. Seguro que ahora te estarás llevando las manos a la cabeza porque en alguna ocasión los profesores de tu hijo o algún médico despistado te habrán dicho  que con esa enfermedad los niños no pueden acudir a clase, pero están equivocados. El pie-mano-boca está provocada por un virus que se excreta en secreciones respiratorias y en heces durante varios meses después de que el niño haya pasado la infección aguda. Por eso no tiene ningún sentido sacar al niño unos días del colegio aunque tenga las manchitas si se encuentra bien ya que cuando vuelva al colegio seguirá pudiendo contagiar a sus compañeros y, obviamente, no le vamos a decir que se quede en casa durante varios meses…

¿Y cuáles son los periodos de exclusión escolar de cada enfermedad?

Como te puedes imaginar, cada enfermedad concreta tendrá un periodo de exclusión distinto debido a que no todos los microorganismos se comportan de la misma forma. En algunas serán unos días en concreto (como en la varicela), en otras mientras tengan síntomas (como en las gastroenteritis) y en otras hasta que se haya empezado el tratamiento antibiótico (como en las faringoamigdalitis por estreptococo o la tosferina).

No existe una lista oficial de estos periodos, sin embargo, la gran mayoría de las asociaciones de pediatría comparten cuáles deben ser los periodos de exclusión de cada enfermedad. Es una lista bastante larga que no merece la pena reproducir en este texto y que vuestro pediatra seguro que conoce. Nosotros solemos manejar la lista de la Guía ABE (link), recurso on-line sobre enfermedades infecciosas pediátricas avalada por la Asociación de Pediatría de Atención Primaria (AEPap). Puedes entrar en ella para conocer si una enfermedad concreta es de exclusión escolar y cuál es su periodo de exclusión.

¿Y los niños con fiebre pueden ir al colegio?

La fiebre no es una enfermedad, es uno de los múltiples síntomas que puede tener un niño que tiene una infección. Otros síntomas habituales son los mocos, la tos, el dolor de garganta, el dolor de oído…

Ninguno de estos síntomas justifica por sí solo la exclusión del colegio o la guardería. Sin embargo, lo recomendable es que un niño se quede en casa siempre y cuando no sea capaz de seguir de forma adecuada la vida diaria de su clase. Puede que la enfermedad que esté provocando esa fiebre no sea de exclusión escolar (como es el caso del pie-mano-boca que comentábamos o se deba a un simple catarro) pero si el niño no presenta un estado general adecuado para estar en clase debe quedarse en casa. Voy un poco más allá, un niño con tos y mocos sin fiebre también debe guardar reposo en casa si no se encuentran bien o requiere de algún tratamiento especial (como es el caso del salbutamol en las bronquitis).

Seamos razonables, cuando los adultos tenemos fiebre o la gripe nos las vemos y nos las deseamos para ir a trabajar en le caso de que no podamos optar a cogernos una baja médica. Teniendo esto en cuenta, ¿vamos a someter a nuestros hijos a ese sobresfuerzo que supone seguir las actividades diarias de una clase? Nosotros tenemos la respuesta bien clara.

A esto hay que sumar una circunstancia importante. Cuando un niño enfermo acude a la guardería o al colegio estamos exigiendo a sus cuidadores que lo vigilen muy por encima de lo que son capaces (que si le salen manchitas en la piel, que si controlar la fiebre, que si la dificultad respiratoria…), cosa que seguro que hacen con su mejor esmero pero que no tiene nada que ver con cómo lo vigilaría un solo cuidador en casa. Porque, sinceramente, cuando estás enfermo como en casa no se está en ningún lado.


En resumen, decirle a unos padres que no deben llevar a sus hijos al colegio mientras padecen una enfermedad concreta es una medida que ha resultado útil para evitar muchos contagios entre niños en edad escolar. Los padres debemos ser responsables de seguir esas recomendaciones por el bien de nuestros propios hijos y de sus compañeros.

Antes de acabar, seguro que muchos habéis pensando que por vuestros trabajos o por el poco apoyo familiar que tenéis no podéis dejar a vuestros hijos en casa más de dos o tres días seguidos sin que eso implique un trastorno familiar o laboral muy grande. Ya os digo que os entendemos perfectamente porque nosotros también somos padres de dos niños pequeños y nos las vemos y nos las apañamos para cuadrar nuestros horarios con guardias, fines de semana o turnos de tarde de por medio y poder seguir cuidado a nuestros hijos como se merecen. La conciliación familiar y laboral en nuestro país no está todo lo desarrollada que querríamos pero este no es un blog sobre políticas sociales, es un blog sobre pediatría en el que las recomendaciones están pensadas para la salud de los niños. Ojalá con el tiempo se consigan mejoras en este aspecto, pero mientras tanto, aparte de los periodos de exclusión que ya hemos comentado sobre enfermedades concretas, debe ser el sentido común de los padres el que dicte cuándo un niño con síntomas banales puede acudir al colegio o debe quedarse en casa.

¿Cómo debería ser un comedor escolar?

Una correcta nutrición es un pilar fundamental que garantiza un buen estado de salud. Los hábitos alimentarios que inculquemos mientras sean pequeños nuestros hijos tendrán un gran impacto en su futuro, tanto en la prevención de enfermedades (obesidad, diabetes, hipertensión…) como en la adquisición de un estilo de vida saludable.

Los comedores escolares juegan un papel fundamental, ya que los niños que se quedan a comer en el colegio o en la guardería, realizan una de las tres comidas principales del día durante cinco días a la semana durante muchos meses. En este sentido, el comedor debe completar los hábitos alimentarios que les inculquen sus padres además de proporcionar un menú saludable.

En este post encontraréis una revisión global de cómo debería funcionar un comedor escolar junto con los principios con los que deben elaborarse los menús escolares.

El comedor escolar. Un espacio en el que educar a los niños

En 2006, la Organización Mundial de la Salud elaboró un documento (OMS, link) en el que se exponía la gran importancia que tiene inculcar a niños y adolescentes unos hábitos alimenticios saludables. Esta afirmación se basa en dos principios:

  1. Por un lado, en que las intervenciones realizadas en estas edades son capaces de prevenir (e incluso revertir) la obesidad infantil, la cuál condiciona a largo plazo un estado de salud más deficiente.
  2. Además, los hábitos alimenticios adquiridos cuando son pequeños tienden a mantenerse en un futuro. De hecho, está demostrado que un niño que come fruta habitualmente tiende a seguir comiendo fruta de manera rutinaria cuando se convierte en adulto.

La OMS añadía en dicho documento que los comedores escolares son el espacio idóneo para desarrollar dicha tarea debido a que son capaces de alcanzar a un gran número de personas (no solo niños, sino también a otros miembros de la comunidad escolar como son los profesores y sus familias) y por ello, el comedor debería de adquirir un papel importante en la planificación escolar. De esta forma, un niño al que se le ofrecen unos conocimientos tanto teóricos (en el aula) como prácticos (en el comedor) mejorará de forma significativa sus hábitos de vida.

En España, la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación, menciona en su artículo 2 la importancia del desarrollo de hábitos saludables, el ejercicio físico y el deporte como uno de los fines a los que se orientará el sistema educativo en España. En este sentido, la alimentación que reciben los niños en el colegio debe verse como una parte fundamental de lo que aprenden en el colegio y no solo como el mero hecho de alimentarse.

¿Qué objetivos debe perseguir un comedor escolar?

Teniendo en cuenta que el comedor de un colegio debe jugar un papel importante en la educación de los niños, a lo largo de toda la vida escolar de un alumno deben perseguirse varios objetivos:

  • La alimentación que reciban debe ir encaminada a reforzar hábitos de vida saludables así como normas y correcto uso de los útiles del comedor.
  • Se debe hacer especial hincapié en que los alumnos adquieran responsabilidades frente a la alimentación en función de su edad que les permita en un futuro ser más autónomos.
  • Potenciar habilidades sociales como el compañerismo y el respeto a sus iguales.

El menú escolar

Además de ese papel en la promoción de unos hábitos de vida saludables, el menú en si debe cumplir unas condiciones nutricionales que lo hagan lo más sano posible.

Estos menús deben ser diseñados para cubrir las necesidades energéticas según las edades de cada niño proporcionando raciones adaptadas a cada edad escolar, ya que no es lo mismo lo que come un niño de 3 años que lo que come un adolescente.

Además de las cantidades que reciba cada niño, los menús deben elaborarse teniendo en cuenta los diferentes grupos alimentarios que deben consumirse. En este blog hicimos una entrada sobre el Plato de Harvard en la que se daban unos consejos sobre cómo organizar cada comida de nuestros hijos para hacerlas más saludables. Sin embargo, esas recomendaciones están basadas en la cultura anglosajona, la cuál suele comer un plato único en cada comida. En nuestro ámbitos, un menú diario suele organizarse en un primero, un segundo y un postre de tal manera que a lo largo de la semana se tomen un número de raciones aproximadas de cada cosa. Vayamos por partes:

  • Cereales y derivados: forman parte de la base de la alimentación. Ejemplos de esto son el arroz y la pasta junto al pan. Se potenciarán el empleo de las variedades integrales por su alto contenido en fibra y otros nutrientes. Deben consumirse 2 raciones a la semana, generalmente como primer plato.
  • Verduras y hortalizas: deben ser consumidas a diario, ya sean como primer plato (1-2 por semana) o como guarnición del segundo (3-4 a la semana).
  • Legumbres: generalmente 1-2 raciones semanales como primer plato para a lo largo del mes alcanzar al menos 6 raciones.
  • Carne: se recomienda 1-3 raciones semanales priorizando las carnes bajas en contenido graso frente a las «preparaciones cárnicas procesadas».
  • Pescado: también de 1-3 veces por semana para alcanza al unas 6 al mes. Se alternará pescado azul y blanco.
  • Fruta: en general será el postre de todas las comidas. Se intentará variar lo suficiente como para no caer en la monotonía priorizando siempre su consumo en crudo respecto a preparados (zumos, compotas, almíbares, …).
  • Lácteos: se ofrecerá como máximo una vez por semana como postre, sustituyendo a la fruta y preferiblemente en forma de yogur.

Con un buen diseño, un menú infantil conseguirá cubrir las necesidades energéticas de los niños cumpliendo con el número de raciones por grupo alimentario a la semana, de tal forma que haya una rotación suficiente entre alimentos para no caer en la monotonía.

La forma de preparar los alimentos será lo más saludable posible evitando fritos y rebozados. También se limitará la frecuencia de productos precocinados a un máximo de 3 al mes. Para aliñar las comidas se empleará aceite de oliva virgen extra en crudo y se moderará el empleo de la sal, al igual que otros potenciadores de sabor como el glutamato sódico.

El agua debe ser la única bebida que se ofrezca a los niños en un comedor escolar.

Los menús diseñados para el centro escolar deben entregarse a las familias de los niños para poder realizar de forma complementaria el menú de la cena.

Cómo organizar la hora de la comida en el colegio

En este sentido la recomendación es muy clara, estableciéndose al menos 30 minutos para que los niños puedan disfrutar de la comida. En este punto es importante recordar que se deben respetar las señales de saciedad y hambre de cada niño sin forzar a comer.

El personal del colegio que supervise las comidas debe tener los conocimientos suficientes sobre educación y promoción de alimentación saludable y vigilarán que éstas se desarrollen en un ambiente emocional y social adecuado. El número de personas que vigilará un comedor variará en función de la edad de los niños.

¿Y si mi hijo tiene alergias?

Siempre que se pueda y las instalaciones lo permitan, el centro escolar deberá proporcionar un menú especial libre de alérgenos para los niños que acrediten alergias o intolerancias. En caso de de no poder garantizarse un menú libre de estos alimentos, el centro deberá disponer de neveras y microondas de uso exclusivo para estos alumnos, siendo la familia la que asuma la preparación de la comida.

Para facilitar un ambiente seguro a estos alumnos, el centro deberá potenciar la formación específica del personal que vigile el comedor para poder atender de forma adecuada un incidente con un niño alérgico.


La gran mayoría de las recomendaciones de este post han sido extraídas del Documento de Consenso sobre la Alimetación en los Centros Educativos que se puede descargar de forma libre en este Link.

El copyrigth de la imagen de portada de este post pertenece al Departamento de Agricultura de Estado Unidos bajo una licencia  CC BY 2.0.

¿Debería existir personal de enfermería en los colegios?

Hace unos días, una compañera enfermera nos escribió para pedirnos nuestra opinión sobre la conveniencia de que en los colegios contaran con una enfermera en horario escolar. Había decidido dirigirse a nosotros porque en su colegio se había planteado el debate sobre esta necesidad. Quería saber nuestra opinión como padres pero también como pediatras , ya que por nuestra profesión conocemos de cerca las necesidades de salud de un niño.

Hemos decidido escribir este post tras realizar una reflexión de cuál puede ser la labor de una enfermera en un colegio para que lo conozcáis de primera mano. Como veréis sobrepasa con creces la labor de administrar un jarabe para la fiebre a un niño.

A pesar de que nosotros somos médicos pediatras, el haber trabajado codo con codo con personal de enfermería en el diagnóstico y tratamiento de nuestros pacientes nos otorga el humilde privilegio de enarbolar una bandera a su favor dadas sus altas capacidades como profesionales sanitarios.

Antes de continuar y para hacer más limpio el texto de este post, nos referiremos al personal de enfermería como «enfermeras» dado el alto porcentaje de mujeres que ejerce esta titulación respecto a los varones. Esperamos no herir ninguna sensibilidad.

Enfermería, una profesión centrada en los cuidados

La mayoría de nosotros, si pensamos en una enfermera, nos imaginaríamos a un profesional sanitario poniendo una vacuna, extrayendo una analítica o administrando una medicación a un paciente ingresado. Pero, ¿conocemos realmente cuáles son las competencias de esta profesión?

Cuando hablamos de competencias, nos referimos a qué tipo de trabajo pueden llevar a cabo. Éstas están muy claras en el artículo 7 de la Ley 44/2003, de 21 de noviembre de ordenación de las profesiones sanitarias. En dicho artículo se especifica que:

«…corresponde a los Diplomados universitarios en Enfermería la dirección, evaluación y prestación de los cuidados de Enfermería orientados a la promoción, mantenimiento y recuperación de la salud, así como a la prevención de enfermedades y discapacidades»

Esos cuidados de enfermería a los que se refiere esta ley son el día a día de una enfermera y estarían constituidos por cualquier actividad destinada a contribuir a la salud de las personas, ya sean sanas o enfermas. Si quieres conocer más sobre los cuidados de enfermería, este texto clásico de 1961 de Virginia Henderson para la Organización Mundial de la Salud es muy interesante (Link).

De todo esto se desprende que una enfermera es un profesional sanitario formado para para ejercer una labor que va mucho mas allá que la simple tarea de administrar un jarabe a un niño que tiene fiebre en un colegio mientras espera que sea recogido por sus padres.

Entonces, ¿qué papel puede tener una enfermera en un colegio?

Suponemos que ha quedado claro después de leer sus competencias que una enfermera sería capaz de desarrollar una gran cantidad de actividades sanitarias en un colegio.

Por un lado, estarían las meramente asistenciales enfocadas a las enfermedades de los niños, pero no por ello menos necesarias. Por ejemplo, valorar la gravedad de un proceso agudo como es un golpe en la cabeza o la dificultad respiratoria de un niño asmático y con ello decidir la necesidad de administrar una mediación o si es preciso derivar al niño a Urgencias. Pero además, cuántos dolores de cabeza se evitarían profesores y directores sabiendo que en el colegio hay una enfermera capaz de asumir el control ante posibles situaciones de emergencia como una convulsión en un niño epiléptico que necesita medicación de rescate o un alérgico que ante un cuadro de anafilaxia precisara adrenalina. El debate sobre lo que un profesor está capacitado para asumir quedaría resuelto.

Otro caso en el que la enfermera tiene mucho que aportar es el caso de las heridas, ya que no hay nadie mejor que ellas para valorar qué tipo de cuidados necesitará para una adecuada curación.

Sin embargo, y dado que estamos hablando de una enfermera en un colegio, creemos que además son capaces de llevar a cabo actividades muy interesantes en el campo de la prevención de enfermedades y promoción de salud en los niños. En este sentido, una enfermera en un colegio podría desarrollar una gran cantidad de programas tanto para niños pequeños como para adolescentes.

Así, a bote pronto, nos vienen a la cabeza una larga lista: promoción de hábitos de vida saludables para la prevención de obesidad infantil y otras enfermedades crónicas, promoción del ejercicio como parte de un estilo de vida saludable desde pequeños, educación sexual en adolescentes, cribado de problemas de salud mental en niños (bullying y acoso), revisión de la alimentación habitual en el comedor escolar para diseño de un menú saludable, revisiones físicas regulares para detección de problemas de salud y derivación a especialistas, cursos de reanimación cardiopulmonar para padres, alumnos y profesores, atención a problemas de niños con enfermedades crónicas (como la diabetes o el cáncer), fomentar el autocudiado de los niños y su camino hacia la autonomía… En fin, una gran cantidad de actividades que desde casa los padres ponemos en marcha pero que una enfermera podría darles continuidad desde un punto de vista profesional y con base científica.

Parece de sentido común que el personal no sanitario de un colegio no asuma muchas de estas funciones, pero contratar a una enfermera para reducir su trabajo a la simple administración de un jarabe para la fiebre, un antibiótico para que el niño cumpla un horario o un inhalador para el asma es un error de concepto, una infravaloración de lo que pueden ser capaces y, a todas luces, un desprecio a su profesión.

La enfermera especialista en pediatría, la superenfermera para niños

Al igual que ocurre con las especialidades médicas, las enfermeras pueden subespecializarse en algunas áreas concretas de salud. Actualmente existen en España las siguientes especialidades, reguladas por el Real Decreto 450/2005, de 22 de abril, sobre especialidades de Enfermería:

  • Enfermería Obstétrico-Ginecológica (Matrona)

  • Enfermería de Salud Mental

  • Enfermería Geriátrica

  • Enfermería del Trabajo

  • Enfermería de Cuidados Médico-Quirúrgicos

  • Enfermería Familiar y Comunitaria

  • Enfermería Pediátrica

Por tanto, existe una enfermera que, además de su grado universitario de formación general, ha realizado dos años de subespecialización en los que ha adquirido las capacidades para:

«…proporcionar cuidados de enfermería especializados de forma autónoma, durante la infancia y adolescencia, en todos los niveles de atención, incluyendo la promoción de la salud, la prevención de la enfermedad y la asistencia al recién nacido, niño o adolescente sano o enfermo y su rehabilitación…»

El programa formativo de la Enfermería Pediátrica figura en el la Orden del Ministerio de Sanidad y Asuntos Sociales 1730/2010, de 17 de junio, y de ella se pueden extraer la gran cantidad de actividades para la que está preparada una enfermera y podría realizar en colegio. Vamos, una joya.


En resumen, una enfermera en un colegio podría elaborar un trabajo muy interesante y enriquecedor para toda la comunidad escolar. Seguramente, bajo su dirección, los niños y sus familias estarían más sanos. Sin embargo, el plantearse contratarla para que solo administre jarabes a los niños para la fiebre o un antibiótico porque en horario escolar le toca una dosis es un error ya que, como hemos dicho, son capaces de eso y mucho más .

NOTA: si algún enfermero/enfermera se ha sentido agredido por este texto le pedimos perdón de antemano. Nosotros somos médicos y gracias al trabajo codo con codo con muchos de vosotros en tantas y tantas guardias de Urgencias, UCI pediátrica, UCI neonatal… conocemos de sobra lo que valéis y hemos querido poner en valor vuestra profesión.  En ningún momento hemos pretendido caer en la condescendencia.