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El estreñimiento en los niños: mitos y leyendas

El estreñimiento supone un motivo muy habitual de consulta, tanto, que afecta a 1 de cada 10 niños. Y, aunque no suele ser síntoma de ninguna enfermad grave, genera mucha preocupación y ansiedad tanto a los niños que los sufren como a sus padres. Como suele ser habitual con «patologías» de este estilo, la sabiduría popular ha ido construyendo mitos y leyendas alrededor de esta condición, muchos de ellos equivocados o erróneos.

En el siguiente post os contamos en qué consiste el estreñimiento y cómo podéis tratarlo, a través de sus mitos y leyendas. ¡Esperamos que os resulte útil!

1. Si a mi bebé le cuesta hacer caca es SIEMPRE estreñimiento. FALSO

Una entidad poco conocida por los padres de niños de pocas semanas o meses de vida es la disquecia del lactante. En ella podemos ver a un bebé que intenta hacer caca con esfuerzo y enrojecimiento facial, incluso con llanto y quejido -como si le molestara al hacerlo- durante unos minutos, finalizando normalmente con una deposición blanda de características normales. Esto ocurre porque el esfínter anal no se relaja y, por eso, al lactante le cuesta hacer sus deposiciones. Es un trastorno funcional del aparato digestivo de los más pequeños que suele resolverse solo con el tiempo y sin necesidad de tratamiento, normalmente al cabo de varios meses. Por ello, no está recomendado ni la estimulación rectal ni el uso crónico de laxantes para ayudar al bebé a hacer caca. Se diferencia del estreñimiento real en que las deposiciones no son duras.

2. Si mi hijo hace caca cada varios días es que tiene estreñimiento. FALSO

El estreñimiento consiste en la baja frecuencia en la deposición (dos o menos a la semana) acompañado de dolor al hacer caca y acompañado de deposiciones duras o muy voluminosas o historia de retención fecal excesiva. Por tanto, si el niño va al baño cada 2-3 días pero cuando hace deposición es de consistencia normal y lo hace sin dolor no se considera estreñimiento. Estos niños simplemente necesitan acudir al baño menos frecuentemente para mantener su hábito intestinal normal.

3. El estreñimiento aparece más frecuentemente en los niños alimentados con fórmula artificial que aquellos que toman pecho. VERDADERO

Como ya os hemos contado en otras ocasiones en la sección Consejos de Lactancia Materna, uno de los beneficios bien conocidos de la lactancia materna es que evita el estreñimiento cuando lo comparamos con los niños alimentados con fórmula. Esto se debe a que el ácido palmítico, un ácido graso presente de forma natural en la leche materna, está esterificado en su mayor parte en posición beta mientras que en las leches de fórmula lo hace, en la mayoría de las ocasiones, en posición alfa. Esto provoca la formación de jabones y sales de calcio con el consecuente endurecimiento de las heces.

4. La causa más frecuente de estreñimiento es el consumo de una dieta con poca fruta y verdura. VERDADERO

No es raro ver a niños al iniciar la alimentación complementaria como les cuesta mucho hacer caca y cuando la hacen es dura cuando antes, cuando solo se alimentaban con leche (ya sea materna o artificial), no tenían problemas para hacer deposición. Normalmente se debe al cambio en el tipo de la alimentación. Si se hace hace hincapié en el aumento de consumo de fibra en la dieta así como de agua (sobre todo en los niños que solo toman leche cuando la madre está presente) suele solucionarse sin ningún problema. Si aún mejorando los hábitos dietéticos persiste el estreñimiento, el pediatra valorará la necesidad de usar algún tipo de laxante.

5. El estreñimiento no es síntoma de ninguna enfermedad. FALSO

La gran mayoría de las veces el estreñimiento es de causa funcional, es decir, se produce en un niño sano sin que haya una enfermedad que lo justifique. Este tipo de estreñimiento mejora al llevar a cabo una serie de medidas dietéticas y mejorando los hábitos a la hora de ir al baño. Sin embargo, en algunas ocasiones, el estreñimiento puede deberse a una enfermedad orgánica y requiere estudio por parte del pediatra, sobre todo cuando no mejora a pesar de implementar estos hábitos o se asocia a otras situaciones (como el retraso en la eliminación del meconio del recién nacido (1ª caquita del bebé) más allá de las primeras 48 horas de vida o haber presentado episodios de obstrucción intestinal que han requerido el uso de enemas de desimpactación o pautas agresivas con laxante). Enfermedades que condicionan este tipo de estreñimiento son, por ejemplo, las enfermedades neurológicas (como la parálisis cerebral), el hipotiroidismo o la celiaquía.

6. En los niños en los que se está retirando el pañal y presenta pérdidas de orina frecuentes, pueden deberse a estreñimiento. VERDADERO 

Una de las cosas que hacen los niños a los que se les está retirando el pañal y tienen estreñimiento es presentar lo que los pediatras llamamos un «habito retentivo», es decir, aguantarse las ganas de hacer deposición aunque el cuerpo les diga que ha llegado el momento de ir al baño. Para conseguirlo, tienen que hacer fuerza con los músculos del suelo pélvico y la tripa y eso, en ocasiones, genera tensión en la vejiga provocando que se les escape el pis. Es importante tener esto en cuenta para hacer un diagnóstico acertado ya que debemos diferenciarlo de las infecciones de orina, las cuales presentan una clínica similar.

7. En los niños mayores a los que se les escapa la caca, puede deberse a estreñimiento. VERDADERO

Como en el caso anterior, el hábito retentivo de algunos niños da lugar a lo que se conoce como «encopresis». Esta entidad se caracteriza por la evacuación involuntaria de heces, ya sean éstas blandas o duras, muchas de las veces manchando la ropa interior. Esto ocurre porque ese hábito no es capaz de «sujetar» todas las heces en el recto y acaban saliendo por rebosamiento a través del ano. Es muy importante que los padres entiendan que esta entidad es un equivalente del estreñimiento y que mejorará con medidas higiénicas y, en muchos casos, con laxantes.

8. Si mi hijo está estreñido, lo mejor que puedo hacer es usar un enema para que haga caca o estimularle el ano. FALSO

Para el manejo del estreñimiento, lo más importante son las pautas en la hábito conductual, es decir, que el niño vaya al baño con frecuencia (por ejemplo sentarse en el wáter en el mismo horario todos los días) y una dieta con abundante agua, fruta y verdura. Además, debemos evitar que cuando el niño se siente en el baño al hacer caca le duela, ya que eso podría potenciar más un habito intestinal retentivo. De forma similar, cualquier tratamiento para paliar el estreñimiento que implique dolor o incomodidad, puede empeorar este hábito. Por ello, el uso de supositorios o enemas, debido a que son incómdos y desagradables para los niños, los reservaremos solo para los casos en los que exista una retención fecal excesiva con dolor, y siempre tras ser pautados por el pediatra.

9. Utilizar laxantes en los niños siempre que sea necesario no es un problema. VERDADERO

Como ya hemos dicho, una parte importante del cuidado del niño con estreñimiento incluye que vaya al baño de forma habitual sin que ésta sea una experiencia desagradable. Por ello, cuando el estreñimiento no mejora con dieta, el pediatra indicará el empleo de laxantes como primera opción. Se trata de fármacos muy efectivos que ayudan al niño a realizar deposiciones más blandas y pequeñas mejorando los síntomas asociados al estreñimiento como el dolor y “el miedo a hacer caca”. Además, son fármacos muy seguros ya que tienen poca o nada absorción intestinal (es decir toda su función la van a realizar solo en el intestino). El empleo de laxantes puede prolongarse durante meses ya que, en ocasiones, el niño tiene miedo a que le duela por lo que evita ir al baño y, consecuentemente, la deposición se hará más grande y más dura… creando un círculo vicioso que perpetúa y empeora el estreñimiento.


Como veis, hay muchos mitos y leyendas alrededor de este tema. En general serán episodios de estreñimiento funcional que se resolverán mejorando ciertos hábitos de vida. Es muy importante actuar a tiempo ya que estreñimientos de larga evolución en los niños pueden afectar a su vida y repercutir en su entorno social.

Las meningitis «buenas» y «malas»

Una de las enfermedades que más aterra a los padres es la meningitis. No en vano es un una enfermedad que puede tener consecuencias tan devastadores como la muerte del niño o secuelas neurológicas graves. Sin embargo, la gran mayoría de las meningitis que vemos en la edad infantil curan sin tratamiento ya que están provocadas por virus y son las que, en un intento de tranquilizar a esos padres, nos referimos a ellas como las meningitis «buenas». Y aunque son «buenas» porque curan sin secuelas casi siempre, suelen requerir ingreso hospitalario. En el otro bando están las meningitis «malas», las provocadas por bacterias, que son las que suelen cursar con complicaciones.

En este post encontrarás información sobre las meningitis y cómo las afrontamos los pediatras.

¿Qué es una meningitis y qué la provoca?

La meningitis, como su propio nombre indica, es la inflamación de las meninges, envolturas que rodean el cerebro.

Una meningitis puede ocurrir por muchas causas, pero la inmensa mayoría de las veces en pediatría se debe a una infección. Y como ya hemos explicado en más de una ocasión, las infecciones son aquellas enfermedades provocadas por microorganismos. En el caso de las meningitis, la causa más frecuente son los virus (entorno al 90%) seguidos de las bacterias (5-10%). Existen otras causas de meningitis infecciosas (parasitos y hongos) que son muy raras y pueden aparecer en personas inmunodeprimidas, pero que no merece la pena que tratemos en este post. Por último, cuando no conseguimos saber cuál es la causa de la meningitis,  nos referimos a ella como «meningitis aséptica», lo que significa que no hemos conseguido aislar el bicho que la provoca.

Esta distinción entre las posibles causas de las meningitis es muy importante debido a que el tratamiento y el pronóstico difiere de unas a otras. De forma coloquial, los pediatras nos solemos referir a las meningitis víricas como «meningitis buenas» ya que se resuelven solas en unos días sin dejar secuelas. Por el contrario, las «meningitis malas» son aquellas que están provocadas por bacterías y pueden dar lugar a secuelas (aunque esto no siempre es obligatorio).

Los virus que más frecuentemente provocan meningitis son los enterovirus, los cuales son más frecuentes en primavera, por lo que en esa época del año esta patología se ve con mayor frecuencia.

De todas las bacterias que provocan meningitis, las más importantes son dos: el meningococo y el neumococo. Ambas bacterias provocan meningitis durante todo el año, aunque el meningococo puede ser causa también de epidemias, es decir, cuando de repente aparecen más casos de lo esperado. Como veremos al final, por fortuna contamos con vacunas para protegernos contra estas bacterias.

Si os estais perguntando que cuál es la proporción en nuestro medio de meningitis «buenas» respecto a las «malas», la respuesta es de diez meningitis provocada por virus frente a una causada por bacterias. Esto se debe a la alta tase de vacunación que tenemos en nuestro país y en los de nuestro entorno.

¿Qué síntomas provoca la meningitis?

La triada clásica de síntomas de la meningitis es fiebre, dolor de cabeza y vómitos. A esto hay que añadir que los niños con una meningitis, ya sea de las «buenas» o de las «malas», suelen presentar decaimiento marcado y mal estado general. Muchos niños comentan que el dolor de cabeza que les provoca la meningitis es el peor de sus vidas, lo que pone de manifiesto la intensidad del dolor que suelen presentar. En ocasiones, sobre todo en las meningitis provocadas por bacterias, puede aparecer diminución del nivel de conciencia, somnolencia o convulsiones. En niños pequeños que no son capaces de manifestar su dolor o el malestar general suelen presentarse con irritabilidad.

En muchos casos, los padres acuden al hospital pensando que su hijo tiene una meningitis porque presenta fiebre y dolor en el cuello. Sin embargo, este último síntoma, no es específico de la meningitis, es decir, lo vemos con frecuencia en otras patologías como las anginas o en algunas neumonías. Lo que sí es importante es la exploración de los signos meningeos por parte del pediatra, esas maniobras que hacemos en la consulta en la que doblamos el cuello del niño estando tumbado o le elevamos las piernas. Con ello, somos capaces de evaluar si es probable que un niño tenga una meningitis o no.

¿Cómo se diagnostican la meningitis?

Cuando los pediatras vemos a un niño con un cuadro clínico que encaja con una meningitis y presenta signos en la exploración física compatibles con ella, realizamos lo que se conoce como punción lumbar.

Esta técnica consiste en pinchar con una aguja muy fina la espalda para extraer del canal medular el líquido que recubre las meninges y poder analizarlo. Esta prueba, a la que muchos padres tienen pavor, es la única forma que existe en este momento de poder diagnosticar de forma fehaciente una meningitis.

El líquido que extremos, conocido como líquido cefaloraquídeo, se analiza en el laboratorio de manera urgente para determinar si el niño presenta una meningitis o no. Y solo analizando el líquido cefaloraquídeo se puede diagnosticar si un niño padece una meningitis, por eso decimos que una punción lumbar es imprescindible para llegar al diagnóstico. Además, junto con la historia clínica del niño y la analítica de sangre que habremos hecho, podemos diferenciar con bastante exactitud si la meningitis de ese niño concreto es de las «buenas» o de las «malas». Siempre se procede al cultivo de ese líquido, el cual nos confirmará en unos días si finalmente la causa es una bacteria o un virus.

¿Cuál es el tratamiento de la meningitis?

Dependiendo de la causa de la meningitis el tratamiento varía ostensiblemente.

En le caso de las meningitis provocadas por virus, el tratamiento es sintomático. Se utilizan analgésicos para el dolor y, en caso de que el niño vomite mucho o no quiera comer, se pueden utilizar sueros intravenosos. Normalmente requieren ingreso que no suelen durar más de 3 o 4 días.

En el tratamiento de las meningitis bacteriana, además del tratamiento sintomático, se emplean antibióticos. En ocasiones se comienza con dos y posteriormente, dependiendo del germen que crezca en los cultivos, se ajusta el espectro del tratamiento a la bacteria que causa el cuadro clínico. La duración del tratamiento varía desde una semana hasta 15 días, ya que no todas las bacterias se tratan igual. En un primer momento, estas meningitis se atienden en las unidades de cuidados intensivos para vigilar de cerca que no requieran otros tratamientos de mantenimiento más avanzado como respiradores o medicación para mantener la tensión arterial. La duración total del ingreso dependerá de la respuesta al tratamiento y de las secuelas que pueda presentar el niño.

¿Qué secuelas provocan las meningitis?

Como dijimos al principio, las meningitis que habitualmente dan secuelas son las provocadas por bacterias, de ahí que se las conozca como meningitis «malas».

Si os acordais de cuando hablábamos de las bacterias que las pueden provocar, mencionábamos dos: el meningococo y el neumococo. Ambas son meningitis muy graves, pero las secuelas y la evolución puede variar enormemente de una a otra.

El menigococo es una bacteria que provoca meningitis de forma muy rápida. Es decir, el cuadro clínico ocurre en unas pocas horas. Por eso suele decirse que si no se coge a tiempo puede dar lugar lugar a un cuadro clínico devastador en el que aparece un fallo multiorgánico que puede desencadenar la muerte, hasta en un 10% de los casos. En el 90% restante puede aparecer algún tipo de secuela grave como insuficiencia renal crónica o amputación de algún miembro, pero en muchos casos el tratamiento es eficaz y el cuadro clínico se resuelve sin secuelas.

Por el contrario, la meningitis por neumococo suele ser algo más larvada, aconteciendo en dos o tres días. La mortalidad por esta infección ronda también el 10%, pero lo que la diferencia de las provocadas por meningoco es que las secuelas son muchos más frecuentes: uno de cada cuatro supervivientes. Entre las secuelas de la meningitis por neumococo destacan la sordera y, en menor frecuencia, el daño cerebral que puede manifestarse como epilepsia (convulsiones) o parálisis cerebral.

¿Cómo se contagian las meningitis?

Tanto las provocadas por virus como por bacterias se contagian por contacto estrecho con las secreciones del paciente que la padece o de algún portador asintomático.

Cuando hay un brote de meningitis bacteriana, las autoridades sanitarias suelen evaluar el caso clínico para establecer qué personas estuvieron en contacto con los enfermos y son candidatas a tomarse una profilaxis, una medicina que intentará que sea menos probable que esas personas que han estado en contacto con un niño con meningitis desarrollen la enfermedad.

Sin embargo, muchas personas son portadoras de estas dos bacterias sin que desarrollen nunca una meningitis y, de hecho, muchas otras se colonizan sin desarrollarla tampoco. Esto habla a favor de que padecer una meningitis es una «lotería» ya que entran en juego a menudo muchos factores que no podemos controlar.

¿Cómo podemos prevenir las meningitis?

Como la gran mayoría de las infecciones, poco podemos hacer más allá de extremar las medidas de higiene como el lavado de manos o animar a los niños a toser tapándose con la zona del codo.

Sin embargo, y por fortuna, existen vacunas contra el meningococo y el neumococo por lo que, gracias a ellas, podemos prevenir que nuestros hijos padezcan una meningitis de las «malas». Existen varios tipos de meningococo (tipo B, C, A, W, Y…) y para todos ellos existen vacunas que han demostrado ser eficaces, como ya os hablamos de ellas en esta otra entrada del blog. De momento, salvo para el tipo C, no están financiadas por el Sistema Nacional de Salud aunque el Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría recomienda la vacunación contra estos microorganismos para todos los niños. También existe una vacuna eficaz contra los serogrupos del neumococo que provocan meningitis con más frecuencia y, en este caso, la vacuna esta subvencionada por el estado y se emplea ya de forma rutinaria en todos los niños españoles.


Si te interesa la meningitis existe una ONG que se llama Asociación Española Contra la Meningitis que comparte noticias e información sobre esta patología.

¿Para qué sirve el antibiótico de tres días (azitromicina) en niños?

Fuente: Pixabay

Seguro que muchos la conocéis, incluso algún pediatra os la habrá recetado alguna vez porque vuestro hijo estaba enfermo. Hablamos, nada más y nada menos, que de la Azitromicina. Un antibiótico que se emplea en exceso en la edad infantil ya que sus indicaciones son muy limitadas.

¿Qué es la Azitromicina?

La Azitromicina es un antibiótico que pertenece al grupo de los Macrólidos, en el cual podéis encontrar algún otro antibiótico que quizá os suene como la Claritromicina.

Se le conoce como el «antibiótico de los tres días» porque su posología es muy cómoda: 1 dosis cada 24 horas durante 3 días (en ocasiones se emplea una pauta similar pero de 5 días). Esta posología es muy apreciada por los padres ya que, a diferencia de las pautas clásicas de otros antibióticos -como la amoxicilina- que en general se emplean cada 8 horas durante una semana, no es necesario administrárselo durante el horario escolar y en menos que canta un gallo han terminado con el tratamiento.

Sin embargo, la Azitromicina no es un antibiótico mágico que sirva para todo. Que no os engañe esa predilección por un antibiótico tan fácil de administrar.

¿Para qué NO sirve la Azitromicina?

Como cualquier antibiótico, la Azitromicina fue diseñada para tratar infecciones provocadas por ALGUNAS bacterias. Por tanto, no es efectivo para el tratamiento de ninguna infección provocada por virus, los cuales suelen provocar catarros, mocos y toses varias.

Si nos centramos en las enfermedades habituales provocadas por bacterias en niños, las más frecuentes son las otitis, las neumonías y las faringitis por estreptococo. Basta repasar los protocolos de la Asociación Española de Pediatría sobre estas infecciones para darse cuenta de que la Azitromicina y los demás Macrólidos, no son nunca la primera opción de tratamiento y se reservan para aquellos niños que son alérgicos a los diferentes antibióticos de elección en cada una de ellas.

La Azitromicina es un antibiótico que sirve para tratar algunas infecciones por bacterías. No es efectiva contra infecciones por virus, como los catarros.

Para entender por qué esto es así debemos fijarnos en cuál es la bacteria que provoca con más frecuencia cada tipo de infección. Por ejemplo, la gran mayoría de  otitis y neumonías de los niños están provocadas por una bacteria que se llama Neumococo. El antibiótico de elección en ambos casos es la Amoxicilina, ya que el Neumococo es muy sensible a este antibiótico. En el caso de las faringitis provocadas por Streptococo pyogenes (las únicas que hay que tratar con antibiótico), este germen es sensible a la penicilina por lo que debemos emplearla en primer lugar.

En España, el Neumococo y el Streptococo son resistentes a la Azitromicina y resto de Macrólidos en el 30% y 20% respectivamente, por lo que, como ya hemos comentado, no deben emplearse nunca como primera opción y deben reservarse para situaciones especiales.

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Entonces, ¿para que SÍ sirve la Azitromicina en niños?

Pues bien, aunque hace un momento hayamos dicho que la Azitromicina no tiene casi papel en las infecciones habituales en pediatría, sí que tiene un hueco en un par de infecciones concretas.

La Azitromicina es el antibiótico de primera elección para el tratamiento de la tosferina. Esta enfermedad está provocada por un bacteria que se llama Bordetella pertussis y es altamente sensible a la azitromicina, motivo por el que se emplea como primera opción.

Este antibiótico también es muy efectivo como tratamiento del Mycoplasma pneumoniae, bacteria que da lugar a un tipo de nuemonía especial que se denomina Neumonía Atípica. Cursa con fiebre de bajo grado (incluso hay niños que no llegan a tener fiebre) y tos en niños de entre 5 y 15 años. A diferencia de la neumonía típica, la clínica es más insidiosa lo que hace que en general se tarde en diagnosticar varios días, incluso algunas semanas.

Por tanto, si tu pediatra te pauta este antibiótico de tres días, debería decirte que está sospechando alguna de estas dos infecciones: una tosferina o una nuemonía atípica. De lo contrario, no tiene mucho sentido administrar Azitromicina a un niño por cualquier otro motivo.

Excepcionalmente también se utiliza en caso de diarrea por Campylobacter. La gran mayoría de las gastroenteritis se curan solas, incluidas las provocadas por este patógeno. En caso de que la diarrea fuera persistente y siempre con un cultivo en heces para este patógeno, la Azitromicina estaría indicada. Sin embargo, esta situación escapa del día a día de la consulta del pediatra.

Pero es que, cuando mi hijo tiene tos y mocos y su pediatra se lo pauta, siempre mejora en 2-3 días…

En el caso de que tu pediatra te pautara la Azitromicina porque esté sospechado una tosferina o un neumonía atípica, es normal que el cuadro clínico mejore en unos días. Pero, ¿cuántas veces puede tener un niño una infección de este tipo durante la infancia?, ¿una vez? Me atrevería a decir que dos como muchísimo.

Otra cosa bien distinta es que, ante un catarro vulgar, tu hijo mejore con este antibiótico. Como ya hemos dicho en varias ocasiones, un catarro es una infección que está provocada por un virus y que da lugar a fiebre, tos y mucosidad. Debido a que es una infección provocada por un virus, mejorará sola en unos días y en el caso de que le estés administrado Azitromicina a tu hijo tendrás la falsa sensación de que mejora por el antibiótico y no porque tenía que mejorar ella sola. No os debéis quedar con esa sensación de que tu hijo mejora de sus fiebres, toses y mocos cada vez que recibe Azitromicna ya que los catarros se curan igual con y sin antibiótico.

Sin embargo, y sin poner en duda la profesionalidad de vuestros pediatras, hay que desconfiar de la indicación de este antibiótico si cada vez que vuestro hijo tiene fiebre, tos y mocos, acaba con un ciclo de tres días de Azitromicina.

Bueno, tampoco pasará nada porque mi hijo lo tome de vez en cuando aunque lo que tenga sea un virus, ¿no?

Esta es un pensamiento que tienen muchos padres y que me preocupa.

La Azitromicina, como cualquier antibiótico, debe prescribirse con una sospecha clara y fundada de que lo que está padeciendo un niño va a mejorar cuando se lo tome.

Si mandamos antibióticos «por mandar algo» estaremos cayendo en dos gravísimas situaciones. Por un lado estaremos exponiendo al niño a los efectos secundarios de un fármaco que no necesita. Por otro, y quizá más importante, estaremos contribuyendo al aumento de las resistencias bacterianas a los antibióticos al prescribirlo en infecciones que no se necesitan. Éste es un problema muy grave a nivel mundial que puede dar lugar a que antibióticos que ahora son excelentes para tratar cierto tipo de infecciones dejen de ser eficaces y no sirvan para nada en el futuro.


Resumiendo, la Azitromicina tiene unas indicaciones muy claras en pediatría. Tu pediatra debe conocerlas y hacer una prescripción adecuada y responsable en el caso de que esté sospechando una de las infecciones que requiere este tratamiento. Así que por favor, no acudáis a la consulta pidiendo el antibiótico de tres días como si fuera la solución a todos los problemas del vuestros hijos. Ya os lo mandará el pediatra en el caso de que esté indicado.


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NOTA: queremos dedicar este post a nuestra amiga Verónica Bernabéu, una de las grandes defensoras de la adecuada prescripción de este antibiótico.

¿Paracetamol o ibuprofeno?, ¿qué es mejor para mi hijo?

Pastillas

Fuente: Pixabay

Cuando un niño tiene fiebre o le duele algo siempre surge la misma duda: ¿qué será mejor para mi hijo: el paracetamol o el ibuprofeno?. De hecho, hay padres que afirman que a sus hijos el paracetamol «no les hace nada» y siempre optan por el ibuprofeno o al revés.

Cierto es que ambos sirven para calmar el dolor y bajar la fiebre pero presentan algunas diferencias que es bueno conocerlas. En este post os contaremos cuáles son para que podáis elegir uno u otro en función de lo que les pase a vuestro hijo.

¿Qué es el paracetamol?

El paracetamol es el fármaco más empledado a nivel mundial para tratar la fiebre y el dolor. Tiene la ventaja de que puede emplearse a cualquier edad, incluso en recién nacidos.

Tras su administración, empieza a hacer efecto a los 30-60 minutos, consiguiendo un efecto máximo a las 3-4 horas. Si nos fijamos en la fiebre, el paracetamol consigue descender entre 1 y 2ºC de temperatura en la gran mayoría de los niños (por lo que tampoco esperes que tu hijo se quede en 36ºC si partía de 40ºC…) Dependiendo de la dosis administrada, se puede repetir cada 4-6 horas.

A pesar de que es un fármaco muy seguro si se emplea a la dosis correcta, el paracetamol es la primera causa de intoxicación en la edad pediátrica (tanto accidental como voluntaria) por lo que debemos estar muy atentos a qué cantidad le damos a nuestros hijos, ya que sus efectos pueden ser graves.

¿Qué es el ibuprofeno?

El ibuprofeno pertenece al grupo de los llamados antiinflamatorios no esteroideos por lo que, además de bajar la fiebre y calmar el dolor, actúa como antiinflamatorio. A diferencia del paracetamol, su empleo suele reservarse para los mayores de 6 meses de edad.

Los tiempos de acción son similares al paracetamol con un pico en torno a la hora de su administración y un efecto máximo al cabo de 3-4 horas. Su intervalo entre dosis es de 6 a 8 horas.

Los efectos secundarios del ibuprofeno son algo más frecuentes que los del paracetamol aunque suelen ser de carácter leve.

¿Y qué es mejor: paracetamol o ibuprofeno?

La Asociación Española de Pediatría recomienda el paracetamol como primera opción para tratar la fiebre y el dolor. En el caso de que además de estos dos síntomas existiera inflamación, el empleo del ibuprofeno como primera opción estaría justificado.

Aunque existen estudios que han observado que el ibuprofeno es ligeramente superior para bajar la fiebre frente al paracetamol, sin embargo, pocos de ellos valoran la mejoría en el estado general del niño. Por ello, a la hora de elegir un antitérmico en un niño concreto debemos basarnos en la preferencia del niño y si existe o no cierto grado de inflamación asociada.

Por el contrario, en procesos en los que existe un componente importante inflamatorio, como en un esguince o una una otitis, debemos utilizar el ibuprofeno en primer lugar.

¿Y si no le baja, puedo alternarlos?

Cuando un niño tiene fiebre, el objetivo principal de todos lo padres es volver a los 36ºC como si con ello consiguieran que la infección que está provocando el cuadro clínico se solucionara antes. En ese intento, muchos padres se plantean la opción de dar de forma combinada el paracetamol con el ibuprofeno. Sin embargo, tenéis que saber que esto es un error.

El objetivo de tratar la fiebre en los niños es mejorar su estado general. Cuando un niño tiene fiebre suele estar decaído e irritable y por eso, bajarle la temperatura, es lo adecuado para que se encuentre mejor. Por ello no está recomendado alternar paracetamol con ibuprofeno en un intento de bajar a toda costa la fiebre ya que lo que buscamos siempre es mejorar el estado general del niño y no la cifra que nos marca el termómetro. En el caso de que a las 3-4 horas de haberle administrado paracetamol o ibuprofeno el niño continúe con una temperatura mayor de 38ºC y persista decaído, de forma puntual se podría administrar el otro fármaco, pero esto no sería alternarlos como la mayoría de la gente entiende, sería más bien darle un rescate.

Si quieres saber más sobre la alternancia de paracetamol e ibuprofeno puedes consultar este otro post de nuestro blog.

¿Y es mejor darlo en jarabe o comprimidos?

Las dosis en pediatría se calculan por peso y luego se decide, dependiendo de si el niño es capaz de tomar una pastilla, si se administra de una forma u otra. Los jarabes existen porque los niños pequeños no suelen ser capaces de tomarse los comprimidos, en general hasta los 10-12 años, por lo que hasta que llegue ese momento, los padres soléis emplear los jarabes.

Sin embargo, comprimidos y jarabes son equivalentes por lo que no existe un limite de edad para emplear unos u otros, teniendo en cuenta que la dosis siempre debe estar ajustada al peso.

Debido a que una de las causas principales de errores en la administración de este tipo de fármacos se debe a que los padres recuerdan de memoria la última cantidad que le dieron a su hijo de paracetamol o ibuprofeno, de forma deliberada, hemos decidido no incluir en este post las dosis por peso de cada uno de los fármacos para que sea vuestro pediatra el que os indique qué cantidad debéis dar a vuestros hijos en cada momento. Tambien podéis calcular la dosis de uno y otro según el peso y la marca comercial del jarabe en esta calculadora de la Comunidad de Madrid (Link).

Fuente: Dos Pediatras en Casa G.O

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Además, en septiembre de 2021 echó a rodar «Sin Cita Previa», un podcast del que somos presentadores y que seguro que también te pude gustar. Puedes escucharlo en:

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Fuentes:

  • Effectiveness of paracetamol versus ibuprofen administration in febrile children: A systematic literature review (Link).
  • Manual de Intoxicaciones de la SEUP (Link).
  • Pediamecum Paracetamol (Link) e Ibuprofeno (Link).

Mi hijo se marea en el coche, ¿qué puedo hacer?

Que un niño se maree en el coche es una de las grandes preocupaciones que tienen los padres cuando salen de viaje, ya que, en el mejor de los casos, implica varias paradas a lo largo del recorrido para que el crío se recupere de esa sensación desagradable, aunque nunca se está a salvo de una buena vomitona que nos impregne el coche de un olor inconfundible para el resto del trayecto.

En este post encontrarás información útil sobre los mareos y algunos consejos para evitarlos.

¿Por qué se produce el mareo?

El mareo por movimiento, o cinetosis por su nombre médico, es un trastorno benigno que consiste en una sensación desagradable en la que la persona que lo sufre puede presenta malestar, dolor de cabeza, nauseas, sudores fríos y, en última instancia, vómitos. Es frecuente que se produzca cuando viajamos en coche, tren, avión y, sobretodo, en barco.

El porqué ocurren es fácil de entender. Para ello debemos saber que las señales que nos hacen mantener el equilibrio en nuestra vida diaria son recogidas por el oído interno, la vista y la posición del cuerpo; el mareo ocurre cuando el cerebro no integra de forma adecuada estas señales, produciéndose los síntomas que hemos comentado.

Piensa, por ejemplo, en alguien leyendo un libro en el coche. Por un lado, su vista está fija en la lectura mientras que su oído y su cuerpo reciben otra señal, la del movimiento del vehículo. Cuando el cerebro intenta integrar esas señales contradictorias, le resulta muy difícil y, en ocasiones, entrará en un cortocircuito que dará lugar al mareo.

¿Es más frecuente en niños?

El mareo por movimiento puede producirse a cualquier edad. Sin embargo, los niños son los pacientes estrella. Es poco habitual en los niños pequeños, pero entre los 2 y los 12 años ocurre con bastante frecuencia. También existe una cierta predisposición individual, ya que hay niños que no se llegan a marear nunca en su vida y adultos en los que sigue siendo muy frecuente.

Fuera de la infancia, los mareos por movimiento son muy habituales en mujeres embarazadas.

¿Qué puedo hacer para evitar el mareo?

Lo que vas a leer a continuación es la parte más importante de todo este post.

Una gran mayoría de niños deja de marearse o lo hace en menor medida, si empleas una serie de medidas preventivas muy fáciles de aplicar:

  • Los asientos delanteros de los coches son el mejor sitio para que no se produzca el mareo. Si tu hijo es pequeño para ocupar este lugar, le puedes animar a fijar la vista en el horizonte o en la carretera «a lo lejos».
  • Evita que tus hijos fijen la mirada en un objeto, como por ejemplo, un libro o un dispositivo móvil.
  • Realiza paradas frecuentes durante el trayecto para que tus hijos puedan descansar. Además es conveniente no realizar comidas copiosas.
  • El calor empeora el mareo. Puedes emplear el aire acondicionado y abrir la ventana mientras el vehículo esté en marcha.
  • Realiza una conducción suave sin volantazos.
  • Lo ideal para evitar el mareo es que los niños se duerman durante el viaje, ya que durante el sueño el cerebro desconecta y no se producen.

En caso de mareo en un barco, acude a la cubierta, y en caso del avión, ponte en los asientos cercanos a las alas. En estos lugares, al igual que en los asientos delanteros de los coches, es menos frecuente el mareo. El resto de medidas que te hemos explicado también se aplican para estos vehículos.

¿Existen medicinas para el mareo?

En le caso de que hayas aplicado todos los pasos anteriores y tu hijos sigan mareándose en todos los viajes, puede ser conveniente consultar a tu pediatra por si tu hijo pudiera beneficiarse de un tratamiento farmacológico.

Los más conocidos son los antihistamínicos de primera generación, y de ellos, con el que más experiencia hay es el Dimenhidrinato (seguro que todos conocéis su nombre comercial…), aceptándose su uso por encima de los dos años.

Estas fármacos utilizan su efecto secundario más frecuente: el sueño y con ello disminuir los síntomas de mareo. En el caso de que creas que tu hijo se puede beneficiar de su uso, consulta con tu pediatra para que te aconseje.

Puede que hayas leído por ahí que otro fármaco, la escopolamina, también se emplea para prevenir los mareos por movimiento. Sin embargo, no están autorizados en niños menores de 12 años, así que ni te plantees usarlo en tus hijos.

Por ultimo, habrás escuchado que existen remedios naturales que podrían ser útiles. Por desgracia, estos remedios no son eficaces y no están exentos de efectos secundarios, así que mejor ni pensamos en emplearlos…


Esperamos que estos consejos te hayan sido útiles. Si a pesar de todo tu hijo se sigue mareando en el coche…. ten a mano una bolsa de plástico por si las moscas, y ¡¡buen viaje!!

A modo resumen os dejamos por aquí uno de nuestras infografías con unos #Pediconsejos para que los tengáis en cuenta cuando viajéis con niños en coche.

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¿Debo alternar Paracetamol con Ibuprofeno? La respuesta es No

Termómetro

Fuente: Pixabay

No, esa es la respuesta. Rotundamente No. Lo sentimos si esto te parece un spoiler de lo que vas a leer a continuación, pero por si solo tienes unos segundos para echar un vistazo a esta entrada queríamos dejártelo claro, pero si realmente quieres saber el porqué de esta respuesta lee hasta el final del post. Cuando inauguramos este blog hace unos meses lo hicimos con una entrada que se titulaba «Mi hijo tiene fiebre, ¿y ahora qué?». En esa entrada os dábamos consejo sobre qué cosas podías hacer cuando vuestros hijos tuvieran fiebre y qué debías vigilar para saber cuándo acudir a ver al pediatra. También escribimos un post de nuestras sección Mitos y Leyendas sobre las Convulsiones Febriles en las que exponíamos, entre otras cosas, que la fiebre no hace daño al cerebro. Sin embargo, una de las preguntas que más nos hacen los p/madres en la consulta es si deben alternar Paracetamol con Ibuprofeno mientras sus hijos tiene fiebre. Para poder dar respuesta a esta pregunta nos debemos plantear antes una serie de cuestiones y dar algunas explicaciones. A ver si conseguimos convencerte.

¿Qué es la fiebre?

La elevación de la temperatura corporal por encima de 38ºC es lo que los pediatras denominamos fiebre. Si la temperatura se mantiene entre 37-38ºC lo llamamos febrícula. Esta elevación de la temperatura ocurre cuando los leucocitos (células de la sangre que nos defienden de las infecciones) actúan contra algún microorganismo (virus o bacterias). Estas células secretan a la sangre una serie de moléculas las cuáles dan la orden al cuerpo humano de elevar la temperatura. Por tanto, la fiebre es una respuesta fisiológica que ocurre normalmente durante una infección. Un síntoma más como los mocos de un catarro o la diarrea de una gastroenteritis.

Y entonces, ¿para qué sirve la fiebre?

La elevación de la temperatura tiene un papel en la defensa de las infecciones ya que ayuda a destruir a los microbios que los provocan. La fiebre además desencadena una serie de respuestas en el cuerpo de los niños como que el corazón lata más rápido, el niño respire a más velocidad o presenten dolor de cabeza y muscular. Todos estos cambios no tienen trascendencia en un niño sano pero provocan disconfort e incomodidad.

Por tanto, ¿cuál es el objetivo al tratar la fiebre?

Después de lo que has leído esperamos que haya quedado claro que la fiebre no provoca daño a los niños (ni en su cerebro ni de ninguna otra forma) y, parece evidente, que el tratamiento debe ir encaminado a mejorar el malestar que provoca. Es decir, cuando administramos un antitérmico (medicina para la fiebre) lo hacemos con el objetivo de que nuestros hijos se encuentren mejor, si además desciende la temperatura pues fantástico, pero lo importante es observar como el niño se espabila, vuelve a comer y retoma el juego.

¿Cuándo debo dar un antitérmico a mi hijo?

La administración de un jarabe a un niño para tratar la fiebre debe hacerse de forma individualizada. Habrá niños que con 38ºC solo quieran estar en brazos de sus padres y otros que seguirán corriendo por el salón. En el primero la indicación para administrar la medicación es obligada mientras que en el segundo niño podríamos esperar. A medida que la temperatura de la fiebre asciende es más probable que el estado general del niño empeore, lo que casi garantiza que haya que darle algo al niño para que se encuentre mejor. Por tanto, lo que te debe importar para decidir si le administras un antitérmico a tu hijo es el estado general y no el grado de temperatura de la fiebre.

Y qué es mejor ¿Paracetamol o Ibuprofeno?

Pues ni uno ni otro, simplemente son diferentes aunque sirvan para lo mismo. El Paracetamol es antitérmico y analgésico y puede repetirse cada 4-6 horas. El 80% de los niños a los que se les da un jarabe de paracemol reducen su temperatura en 1 o 2ºC. Sus efecto se suele empezar a notar a los 30-60 minutos con un máximo de acción a las 3-4 horas. El Ibuprofeno, además de antitérmico y analgésico, es antiiflamatorio. Se puede repetir cada 6-8 horas, y al igual que el paracetamol, desciende la temperatura corporal 1-2ºC a los 60 minutos con un máximo de acción a las 3-4 horas. La mayoría de las asociaciones de pediatría (la americana, la española…) recomiendan el empleo de paracetamol como primera opción para tratar la fiebre. Sin embargo, puede estar justificado utilizar el ibuprofeno en algunos casos como primera opción (sobre todo cuando se busca además un efecto antiinflamatorio). Ambos fármacos tienen efectos secundarios aunque son raros. La mayoría de estos efectos no deseados están relacionados con un mal ajuste de la dosis al peso del niño o por un error al administrárselo. Por ello debes pedir a tu pediatra que te especifique qué dosis debes dar a tu hijo y con qué intervalo.

¿Y cómo sé si estás medicinas están siendo efectivas?

Como has podido entender, el objetivo de los antipiréticos es que los niños se encuentren mejor. Ten en cuenta que estas medicinas no las damos para que el niño se cure de la gastroenteritis o de la otitis, sino que se las damos para que mientras la enfermedad se cura (unas veces con antibiótico y otras no) lo pasen lo mejor posible. Por tanto, lo que debes hacer es vigilar su nivel de actividad (si vuelve a jugar, si te pide salir a dar un paseo), la cantidad de líquidos que toman y otros signos asociados a enfermedades más graves (manchas en la piel, letargia, dificultad respiratoria…). Es frecuente que muchos padres nos enseñen un papel donde han ido apuntando la temperatura de sus hijos tras un antitérmico cada 15-20 minutos. Los pediatras a eso no le damos importancia, en serio, no lo miramos, porque sabemos que la respuesta de la fiebre a estas medicinas no nos da pistas sobre qué microorganismo las provoca o si la infección que tiene el niño es más o menos grave. Repetimos, el estado general es lo más importante.

Y por fin, ¿por qué no debo alternar Paracetamol con Ibuprofeno?

No existe ningún estudio que haya demostrado que dar primero paracetamol y 3-4 horas después ibuprofeno mejore el control de la fiebre en los niños. Teniendo esto en cuenta y basándonos en que lo importante es que el estado general del niño mejore, no tiene sentido estar dando a nuestros hijos primero paracetamol y después ibuprofeno. Lo suyo es elegir uno de los dos y cada 6 horas (siempre que la fiebre le vuelva a subir y el niño vuelva a estar incómodo) darle el mismo. Algunos autores recomiendan que de forma puntual (es decir, no habitualmente) y en el caso de que 3-4 horas después de haber dado paracetamol o ibuprofeno y el niño siga con fiebre y siga estando incómodo, se puede administrar el otro con el objetivo de que el niño se encuentre mejor. Es lo que a nosotros nos gusta llamar «un rescate», que nada tiene que ver con estar alternando antitérmicos. En el momento en el que la fiebre se controle, lo indicado sería seguir con solo paracetamol cada 6 horas o solo ibuprofeno cada 6 horas mientras dure la fiebre.
Esperamos que después de todo lo que habéis leído comprendáis mejor porqué se produce la fiebre y cuál es el objetivo al tratarla. Entender que la fiebre no es mala, que solo es incómoda y un síntoma más de una infección, nos dará la seguridad suficiente para saber que eso de alternar paracetamol-ibuprofeno no tiene ningún sentido. Te dejamos en este link la hoja de padres de la Sociedad Española de Urgencias de Pediatría con consejos sobre la fiebre y en este otro link el decálogo sobre la fiebre de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria. Por último, si en alguna ocasión necesitas calcular la dosis de antitérmico de tu hijo porque ha cambiado de peso puedes entrar en este Link en el que encontrarás una calculadora. Esa herramienta ha sido desarrollada por pediatras y puedes confiar en su uso.

Fuente: Dos Pediatras en Casa G.O

Si te ha gustado lo que has leído, hemos publicado un libro con explicaciones sencillas y amenas sobre las cuestiones de salud más importantes de la infancia. Podéis adquirirlo en puntos de venta habituales o a través de los siguientes enlaces: Además, en septiembre de 2021 echó a rodar «Sin Cita Previa», un podcast del que somos presentadores y que seguro que también te pude gustar. Puedes escucharlo en:
NOTA: la información que has leído en este post esta extraída de la última actualización del UpToDate del tema Fever in infants: Pathophysiology and management. Esta plataforma on-line actualiza sus contenidos de forma frecuente en base a las nuevas evidencias científicas.

Mi hijo tiene fiebre, ¿y ahora qué?

La fiebre. Un síntoma más de una infección.

La fiebre es uno de los motivos de consulta más frecuentes en las consultas de pediatría y suele ser un síntoma acompañante de las infecciones que tienen los niños, tanto por virus como por bacterias.

Los padres suelen preocuparse cuando sus hijos tienen fiebre y suelen considerar que es el síntoma más importante de todo el cuadro clínico. Sin embargo, los pediatras lo consideramos un síntoma más y damos importancia a otros signos como el estado general, la dificultad respiratoria o la aparición de manchas en la piel.

¿Qué puedo hacer si mi hijo tiene fiebre?

  • No abrigues en exceso al niño. Es mejor quitarle algo de ropa y que la temperatura ambiental sea agradable.
  • Si está incómodo y la temperatura supera los 38ºC adminístrale un antitérmico. Respeta las dosis y el intervalo que te ha pautado tu pediatra. Ya sabes que no debes alternar paracetamol e ibuprofeno.
  • Ofrécele agua de forma frecuente para que esté bien hidratado.
  • Observa el estado general del niño y la forma de respirar. En caso de que esté alterado es el momento de ir a ver al pediatra.

Mientras esperas a que la infección ceda es prudente que los niños se queden en casa y no acudan a la guardería o al colegio.

¿Qué puedo esperar de la visita al pediatra?

Muchos padres cuando salen de la consulta se van con la idea de que el pediatra les ha dicho que su hijo «no tiene nada» cuando realmente lo que les ha comentado es que la fiebre  por el momento «no tiene foco».

El foco de la fiebre es lo que establece si ésta se debe a un catarro, una otitis o una gastroenteritis… Para ello el pediatra realiza una historia clínica y una exploración física en busca de otros síntomas o signos.

En muchas ocasiones atendemos a niños en las primeras horas de la fiebre, momento en el que es pronto para encontrar el foco y saber de dónde viene la fiebre. Lo prudente en estas ocasiones es que el pediatra te recete un antitérmico y revise al niño en 24-48 horas si persiste la fiebre.

Si por el contrario la fiebre tiene foco, el pediatra te dirá lo que tienes que hacer en función de la infección que tenga tu hijo. La mayoría de las veces serán infecciones sin importancia (los famosos virus) y el tratamiento consistirá en un antitérmico y esperar 2-3 días a que ceda el cuadro clínico.

¿Cuándo debo ir al hospital si mi hijo tiene fiebre?

Como habrás podido leer la mayoría de las infecciones que provocan fiebre son benignas y ceden al cabo de unos días. Sin embargo, hay ocasiones en las que los niños con fiebre deben ser atendidos en el hospital cuando presentan ciertos síntomas:

  • Cuando tu hijo tenga menos de 3 meses.
  • Cuando esté muy adormilado, decaído o muy irritable.
  • Presente dificultad respiratoria o haga ruido al respirar.
  • Tenga manchas en la piel.
  • En caso de que haya convulsionado.
  • Presente vómitos que no le permitan beber a pequeños sorbos.
  • Se acompañe de dolor de cabeza intenso.

Si quiere leer más sobre la fiebre te recomiendo que consultes el Decálogo de la Fiebre (de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria) y la Hoja Informativa de Padres sobre la Fiebre (de la Sociedad Española de Urgencias de Pediatría).