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La emoción de esperanza y sus extraordinarios efectos

La esperanza es un estado emocional secundario o social, no es una emoción primaria, por tanto no tiene una expresión facial específica y universal, se detecta y se interpreta en el lenguaje corporal según el contexto.

No por ello deja de ser fundamental para nuestra salud mental e incluso para la supervivencia de nuestra especie ya que es el motor que nos impulsa a mantener la ilusión y a conseguir lo que deseamos. Es el antídoto de la depresión.

Se trata de una emoción ambigua porque, en ocasiones, aflora cuando uno lo está pasando mal, pero confía en superarlo y salir reforzado de la situación. Se mueve entre la dimensión de la tristeza y la alegría, actúa como un puente de transición emocional de una a otra y por tanto es fundamental para superar el pesimismo y reintegrarnos después de cualquier experiencia negativa.

Los beneficiosos efectos de la esperanza han sido ampliamente estudiados por investigadores del ámbito de la salud y la educación y determinan, tomando como ejemplo los resultados de Snyder, que las personas con niveles altos de esperanza se comprometen más con conductas y hábitos saludables.

Además, cuando padecen una enfermedad, las personas con niveles altos de esperanza tienen una mejor adherencia a los tratamientos y presentan mejores estrategias de afrontamiento y ajuste a la enfermedad.

Por otra parte, la esperanza ha demostrado ser un fuerte mediador entre los efectos negativos del estrés y la satisfacción con la vida, disminuyendo los efectos negativos que el estrés tiene sobre ésta. Las personas con mayores niveles de esperanza presentan menores niveles de afecto negativo (ansiedad, tristeza, etc.); es decir, presentan un mejor ajuste psicológico general.

Finalmente, hay una amplia evidencia en diferentes poblaciones y culturas que apoya la relación positiva entre la esperanza y la felicidad, así como con el desarrollo psicológico óptimo (Alarcon, Bowling y Khazon, 2013 ; Peterson, Ruch, Beermann, Park y Seligman, 2007). Por tanto, las personas con buenos niveles de esperanza tienen una mejor salud mental.

Los efectos beneficiosos de la esperanza también se han demostrado en el ámbito educativo con estudiantes de diferentes niveles de escolarización.

Tanto los estudios de Snyder y sus colaboradores, como los de otros autores han mostrado que los estudiantes con buenos niveles de esperanza tienen mayor éxito académico, se comprometen más con sus estudios y con las tareas escolares, presentan menor tasa de abandono escolar, tienen mejores relaciones sociales con sus compañeros y presentan mayor motivación hacía el estudio y las tareas escolares (Day, Hanson, Maltby, Proctor y Wood, 2010; Flores-Lucas y Martínez-Sinovas y Choubisa, 2018).

 

 

*Fuente: TheConversation