El lenguaje corporal de Donald Trump siempre trasciende. Su comunicación gestual es muy potente y suele gritar más que sus propias palabras. Habitualmente nos encontramos posturas de apertura que avasallan al resto de los presentes, orgullo, desprecio, agresividad en sus gestos y movimientos, y, sobre todo, los ya famosos apretones de mano, con la palma hacia abajo y una fuerza desproporcionada que transmite la dominación y el interés por la superioridad más absoluto de Trump.
En el momento del saludo, se produce un gesto regulador de los más importantes para marcar las relaciones interpersonales desde el primer contacto. Este sencillo gesto tiene la capacidad de mediar, potenciar o arruinar la futura relación entre dos personas, conectar o desconectar la vía emocional y los vínculos de confianza entre ambos. Es un gesto muy revelador para la formación de primeras impresiones, por ello, siempre requiere de una atención especial por parte de los analistas de conducta.
Sorprendentemente, todo esto cambia con el Rey de España, Felipe VI; la atmósfera de cordialidad ha sido la protagonista en su primer encuentro en la Casa Blanca, Trump hizo de anfritión y trató a su invitado como se debe, su gestos eran pausados, afectuosos, denotaba relajación, no estaba a la defensiva ni pendiente de demostrar nada. Sus emociones eran serenas, las sonrisas sinceras…
¿Y el momento del apretón de manos? ¡Sumiso! Este fotograma es clave; vemos cómo Trump ofrece su mano con la palma hacia arriba, relajada, dejando que el Rey sea quién la sujete con fuerza desde arriba, cediendo así la posición de poder. Bueno… parece que Felipe VI ha ganado (o le han dejado ganar) la batalla por el poder gestual, Trump le respeta, por el momento, seguiremos observando… 🙂