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Nigeria: educación en pleno conflicto

Por Gerida Burikila y Geoffrey Njoku de UNICEF Nigeria

Hace hoy justo un año, 276 niñas fueron secuestradas en Nigeria y el #BringBackOurGirls encendió las redes sociales, donde personas de todo el mundo pedían su liberación. La mayoría de ellas continúan desaparecidas.

Hemos querido aprovechar este triste aniversario para recordar que la infancia de este país sigue sufriendo las consecuencias del conflicto abierto entre Boko Haram, los grupos de autodefensa y las fuerzas gubernamentales.

Acabamos de visitar los campos de desplazados en Maiduguri, en Nigeria, donde los niños se reúnen ansiosos en pequeños espacios, con su mirada muy atenta hacia el frente. Están aprendiendo a leer, contar y escribir. Para muchos, esta es la primera vez que lo hacen.

Estos niños son parte de las miles de familias que han huido del conflicto y han buscado refugio en Maiduguri. La situación de inseguridad es extrema. La mayoría de colegios cerraron después de los ataques a profesores y edificios. A otros niños no se les permite asistir a colegios que imparten una educación de tipo más occidental.

En resumen, se está negando el derecho a la educación a miles de niños.

 Aisha, de 13 años, en un campamento para personas desplazadas en Yola, la capital del estado de Adamawa. (UNICEF/NYHQ2015-0477/Esiebo)

Aisha, de 13 años, en un campamento para personas desplazadas en Yola, la capital del estado de Adamawa. (UNICEF/NYHQ2015-0477/Esiebo)

AL COLE EN LOS CAMPAMENTOS DE REFUGIADOS

En el estado de Borno, los colegios solo están abiertos en 8 de las 27 zonas gubernamentales y están cerrados en los lugares donde el conflicto entre el ejército y los grupos armados se recrudece.

UNICEF ha puesto en marcha clases de recuperación para los niños que viven en los campos de Maiduguri. Profesores formados dirigen las clases en aulas que se montan y desmontan. Más de 30.371 niños de 6 a 15 años están participando en la iniciativa.

En una de las clases, en la que hay 106 niñas de 6 a 15 años, solo 6 habían ido antes al colegio. Cuando llegamos al aula, las alumnas nos muestran orgullosas cómo han aprendido a contar de 0 a 100. Las clases les dan una oportunidad para aprender. Las clases les dan una oportunidad para jugar, cantar y socializar. Las clases las mantienen a salvo.

LA HISTORIA DE HADIZA

Hadiza (nombre modificado para proteger la identidad de la niña) es una de las alumnas de esta clase. Tiene solo 13 años y ya ha sido testigo de cosas que la mayoría de la gente no sufre en toda su vida. Vio cómo su padre moría de un tiro en la cabeza y luego tuvo que ayudar a enterrarlo. Estuvo retenida en un campo de detención, donde cada día presenciaba la ejecución de hombres y adolescentes. Escaló una alambrada de púas para escapar de allí. Después tuvo que asistir a la boda de su hermana con un miembro de Boko Haram.

Ahora, en la seguridad que le proporciona Maiduguri, Hadiza se encarga de cuidar de su madre, que sufre hipertensión a causa de los traumas, y de sus dos hermanas pequeñas. Por la noche, cuando descansa, revive en sueños todos los malos momentos. “Veo cómo mi padre recibe el disparo y se desangra. También tengo pesadillas con las personas a las que vi morir en prisión. También con que Boko Haram me persigue y me detiene”.

Todos los días, Hadiza busca un lugar tranquilo en el campo para repasar el alfabeto y practicar las matemáticas básicas que le han enseñado en clase. Está muy emocionada por esta oportunidad. “Nunca antes había ido al colegio. Aquí he podido ir a clase por primera vez. Solo llevo dos meses en clase y ya puedo leer algo y puedo contar. Lo que mejor se me da son las matemáticas y el inglés.

“Me encanta el cole. Ahora tengo nuevos amigos”.

UNA OPORTUNIDAD PARA LOS NIÑOS

Hadiza está en buenas manos. Según Fatma, una de las profesoras, “los alumnos están entusiasmados. Están felices de poder ir al colegio por primera vez en su vida. En un mes, son capaces de reconocer las letras del alfabeto, contar y escribir cartas. Es muy emocionante”.

Y el entusiasmo se extiende más allá de los niños. “Las madres traen a sus hijas a clase para que puedan recibir la educación a la que ellas mismas no pudieron acceder cuando eran niñas. Incluso ya hay algunas madres que nos piden que les enseñemos a leer y escribir a ellas también”, dice Fatma.

Hadiza tiene planes de futuro, planes que UNICEF y sus aliados quieren favorecer a través de su apoyo a la iniciativa de Escuelas Seguras para mitigar el impacto del conflicto en la educación. Ya se han llevado a cabo evaluaciones detalladas sobre las comunidades, colegios, niños y profesores que están siendo afectados.

La iniciativa trabaja por la seguridad de los colegios para que niños como Hadiza puedan alcanzar sus sueños. “Cuando crezca, quiero ser profesora, para poder enseñar a leer y escribir a los niños. También quiero ser profesora para ganar dinero con el que cuidar a mi madre y mis hermanas pequeñas”.

 

Niños atendiendo a una clase de aritmética en la escuela del campamento de desplazados por el conflicto causado por Boko Haram (UNICEF/NYHQ2015-0496/Esiebo)

Niños atendiendo a una clase de aritmética en la escuela del campamento de desplazados.  (UNICEF/NYHQ2015-0496/Esiebo)

 

La historia de Nu: superación del acoso escolar

Por Plan Internacional Vietnam

* Plan Internacional ha lanzado el informe «Promoción de la igualdad y la seguridad en los colegios», elaborado junto al Centro de Investigaciones de la Mujer, sobre violencia escolar en 32 colegios de Camboya, Nepal, Indonesia, Pakistán y Vietnam.

Niñas en un instituto de Vietnam

Varias adolescentes en clase en un instituto de Vietnam

Estoy en el 9º curso de secundaria en un instituto de los suburbios de Ha Noi, en Vietnam. Se me da bien el colegio y tengo bastantes amigos. Pero todavía recuerdo cuando llegué a la pubertad, mi apariencia comenzó a cambiar y empecé a diferenciarme de las otras chicas de la clase. Por los cambios de mi cuerpo, los chicos de clase comenzaron a mirarme y a hacer comentarios. Me hacían sentir muy miserable.

Hai era uno de aquellos chicos. Durante el recreo, Hai y sus amigos me señalaban y hacían comentarios sobre mi apariencia. Me hacían sentir incómoda, me intimidaban y llamaban a otros chicos para reírse de mí. Empecé a tener miedo de él y desea estar sola, pero como estudiábamos en la misma clase no había manera de escapar de sus burlas.

Aunque le temía, nunca pude contarle a nadie cómo me trataba. Me preocupaba que mis amigos también se fijaran en mi cuerpo si les decía algo sobre el comportamiento de Hai. Estaba tan asustada que pensé en dejar el colegio.

Infografía sobre violencia escolar en Asia

Infografía sobre violencia escolar en Asia

Después me enteré de que en el colegio se ofrecían servicios de asesoría psicológica. No me atrevía a visitar la sala de los orientadores porque pensaba que mis amigos se darían cuenta. Entonces un día me di cuenta de que había un buzón al lado de la sala. Animaba a la gente a depositar preguntas o a compartir sus opiniones. Escribí una carta al orientador de mi colegio, Ms. Cuc.

La sala de orientación es una barrera psicológica porque los estudiantes son reacios a cruzar la puerta para visitar al asesor. Muchos quieren vernos para contarnos sus experiencias, pero son tímidos. Como solución, instalamos el buzón para animarles a compartir sus problemas por escrito. Hemos recibido varias cartas de nuestros estudiantes. Nu es una de ellos”, explica Ms. Cuc.

Un día Ms. Cuc vino a verme. Me pidió que la ayudara a escribir en su diario porque yo tenía buena caligrafía. Con esta tarea específica encomendada, estaba feliz de poder ir al centro de orientación sin preocuparme de los rumores. Después de hablar con ella, empecé a sincerarme y le conté sobre la situación con Hai y mis ideas sobre dejar la escuela. Ella me prometió trabajar conmigo y me dijo que se tomarían las acciones necesarias para que este tipo de comportamiento no se repitiera de nuevo.

Después de leer la historia de Nu, le pedí que viniera a mi despacho para poder ayudarla y ofrecerle apoyo. También me di cuenta de que el comportamiento de Hai se debía a sus miedos personales y sus inseguridades. Tuve una conversación privada con Hai y le expliqué las consecuencias de sus actos, desde una perspective legal pero también desde cómo estaban afectado a Nu”, dice Ms. Cuc.

Después de esa conversación, pude ver que Hai estaba arrepentido de su comportamiento. Aunque no me pidió disculpas directamente, se disculpó en una carta. Todavía temía encontrarme con él, pero siguiendo los consejos de Ms. Cuc, empecé a leer y a aprender sobre formas positivas de enfrentarme a mi miedo.

“Para ganarse la confianza de Nu, los profesores la animaron a participar en otros grupos estudiantiles y en actividades extraescolares. También le recomendé leer libros como “Simpatía y perdón”, para que pudiera superar su angustia con la situación. Me alegro de ver que aceptó mi consejo con una actitud positiva”, explica Ms. Cuc.

Semanas después del incidente, devolví los libros que había cogido prestados. Ahora me siento segura y me atrevo a enfrentarme a Hai. Ya no pienso en dejar la escuela. De hecho, ahora hablo con mis amigos y les he dicho que si alguna vez tienen que enfrentarse a estos problemas, pueden hablar con los asesores escolares.

La historia de Nu se repite en muchos otros países, ya que por desgracia la violencia y el acoso escolar son problemas muy extendidos. Según el informe «Promoción de la igualdad y la seguridad en los colegios», publicado ayer por Plan Internacional, el 70% de los alumnos y alumnas sufren violencia en los colegios de Asia. Además, el 43% de los escolares que sufren violencia en las aulas no se atreven a denunciarlo.

El instituto de Nu está involucrado en un proyecto con enfoque de género apoyado por el Fondo Fiduciario de las Naciones Unidas para el Fin de la Violencia contra la Mujer, que pretende llegar a unos 30.000 adolescentes de entre 11 y 18 años. El modelo promociona espacios para la infancia seguros y responsables donde los adolescentes reciban una educación de calidad en un ambiente libre de violencia.

Basándose en este modelo de éxito, el departamento de educación de Hanoi pretende replicar la iniciativa en 766 colegios de la ciudad para llegar a más de 500.000 adolescentes, lo que supone una oportunidad única para promocionar otras normas de género y relaciones interpersonales en las ciudades de Vietnam.