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Entradas etiquetadas como ‘alimentación terapeutica preparada’

Todo es relativo

Por Trish Newport (Chad, Médicos Sin Fronteras)*

Antes incluso de llegar a Chad, ya había oído hablar de las duras condiciones de vida de los trabajadores internacionales de MSF en el proyecto de Massakory. Cuando los expatriados curtidos enseñan por primera vez sus “aposentos” a los recién llegados, lo hacen con una mezcla de orgullo, incredulidad y anticipación por la reacción esperada en los novatos. Soy de las que generalmente se desenvuelven mejor en la falta de confort, pero incluso yo, que siempre he buscado maneras de vivir que otros jamás elegirían, quedé impresionada por las condiciones. Se podrían calificar como “desafío”… en el mejor de los casos.

Soy enfermera y trabajo en la vertiente de salud comunitaria del ambicioso proyecto de MSF contra la desnutrición infantil en Massakory. El componente de salud comunitaria del programa se centra en tratar la desnutrición severa dentro de la comunidad. Si bien disponemos de los clásicos programas ambulatorios fuera de los centros de salud, estamos probando también un nuevo enfoque para el tratamiento de la desnutrición severa en comunidades remotas.

Hemos formado a miembros de las comunidades más aisladas para que sepan reconocer los síntomas de la desnutrición. Los niños identificados son derivados a la consulta del programa ambulatorio local. Si se considera que no presentan complicaciones, regresan a sus casas y reciben, en sus pueblos, su ración semanal de alimentación terapeutica preparada, que es el tratamiento para la desnutrición sin complicaciones. Es una pasta a base de cacahuete que incluye todos los nutrientes de origen animal y vegetal que un niño con desnutrición aguda necesita para recuperarse. La distribuye la persona ‘formada’ de la comunidad, a la que ‘paga’ la comunidad misma, bien en metálico, bien con comida o con alguna otra retribución.

Al llegar, visité algunos de los pueblos que participaban en esta nueva iniciativa. En los últimos cuatro años he tenido la oportunidad de trabajar en algunos de los sitios más desamparados y remotos de este planeta. Recuerdo la primera vez que me adentré en las zonas más aisladas de Níger: me quedé descolocada por la nueva definición de ‘desamparo’ que se formó en mi mente en aquella ocasión.

Pues la de esta visita de que os hablo ha sido una experiencia similar, quizás no tanto debido al desamparo, sino más bien por lo remoto del lugar. Durante hora y media, el todoterreno atravesó el desierto por pistas arenosas que conducían desde la ya pequeña localidad de Massakory hasta un pueblo aún más pequeño si cabe, que cuenta con un centro de salud apoyado por un programa nutricional ambulatorio de MSF. Desde allí condujimos otra hora más, sobre una pista tremendamente incierta a través del bosque desértico más cautivador que haya visto jamás.

Vimos unas preciosas aves verdes, varios tipos de rapaces, camellos a la pata coja (les atan las piernas entre sí para que no escapen) y un sinfín de mulas y ganado un tanto escuálido. Dicen que este bosque lo atraviesan también elefantes pero, muy a pesar mío, no vimos ninguno.

Al cabo de una hora llegamos a un diminuto poblado compuesto por unas pocas chozas de barro con los tejados de paja. A nuestra llegada, salieron trastabillándose de las chozas, cual payasos saliendo de diminutos carromatos circenses, una cantidad impresionante de niños. En el poblado no había rastro alguno de vehículos motorizados.

Pregunté al jefe de la comunidad cómo iban al centro de salud y cuánto tardaban: me explicó que normalmente había que ir en una carreta tirada por un burro, lo que llevaba varias horas, o andando, lo que era incluso más largo. En la mayoría de los casos solo se dirigen al centro de salud en caso de urgencia médica y las mujeres dan a luz en casa, con la esperanza de que todo vaya bien. Al verme en este diminuto poblado, se me hizo más que evidente la importancia de nuestro nuevo enfoque para el tratamiento de la desnutrición.

Tras nuestra primera parada, viajamos a varios pueblos más de los que participan en el programa de desnutrición, cada uno igual de pequeño y remoto que el primero. Los jefes de los poblados nos agradecían sin cesar que hiciéramos más accesible el tratamiento de la desnutrición y nos contaron un sinfín de historias sobre la penuria que supone vivir tan lejos de un centro de salud.

 

En el último mes se había producido un aumento exponencial del número de casos de niños desnutridos en el conjunto del proyecto de MSF en Massakory, a pesar de que, en teoría, aún faltan algunos meses para que llegue la ‘brecha del hambre’ estacional, el llamado ‘huger gap’, es decir los meses en los que, a la espera de la nueva cosecha y consumida la del año anterior, aumentan los niveles de inseguridad alimentaria y las tasas de desnutrición.

Aunque las causas de la desnutrición a lo largo y ancho del mundo son extremadamente variadas, no cabe duda de que una de las principales es la falta de atención médica temprana para las enfermedades básicas de la infancia. Viendo aquí de primera mano las distancias que tantas familias deben recorrer para obtener un tratamiento básico, me preocupa lo que traerán los meses de la brecha del hambre, cuando se combinen los efectos de la inseguridad alimentaria y la falta de acceso a un tratamiento médico temprano.

Si bien los poblados que he visitado encajarían fácilmente en el estereotipo de ‘pintoresco pueblo africano’, estaba claro que su modo de vida implica un sinfín de retos y dificultades. Tras una larguísima ruta, volví a casa, al lujo de mi diminuta habitación, una más en una larga hilera de habitaciones con paredes y techos de paja trenzada. Me tumbé en mi cama, donde en la oscuridad de la noche puedo oír cada movimiento y cada respiración de los demás.

Escuché el cacareo de las gallinas en el gallinero, que tengo más cerca que las letrinas o las duchas exteriores. Encendí el ventilador, que hace circular el aire caliente, con la habitación impregnada de olor de gallinas y arena, y me sentí afortunada por todo ello. Una vez más, la relatividad me dio una lección de humildad, como sin duda lo seguirá haciendo durante los próximos meses.

 * Trish Newport, de nacionalidad canadiense, es enfermera. Esta es su quinta misión con MSF.

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Foto 1: Líderes comunitarios reunidos con un equipo de MSF en Kitchimarom, en el oeste de Chad, en febrero de 2012 (©Simon Petite/MSF).

Foto 2: Atención médica a un niño con desnutrición aguda severa en el centro de nutrición intensiva de MSF en Massakory, Chad, en mayo de 2012 (© Stephanie Christaki/MSF).