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Filipinas. Jason y otras personas que impresionan.

por Yann Libessart, Unidad de Emergencia de Médicos Sin Fronteras en Tacloban, Filipinas

No conseguimos llegar a Tacloban hasta el pasado jueves. Los tres días que estuvimos esperando en Cebú fueron muy frustrantes. Todos los días amanecíamos con la esperanza de llegar a las zonas más afectadas por el tifón, y cada tarde, esta se evaporaba en el último momento. El lunes, porque el aeropuerto aún estaba lleno de escombros. El martes, por las horribles condiciones meteorológicas. El miércoles, la prioridad la tenía el ejército filipino ya que era urgente restablecer el orden.

Supervivientes del tifón esperan a ser evacuados en el aeropuerto de Tacloban (© Yann Libessart)

Supervivientes del tifón esperan a ser evacuados en el aeropuerto de Tacloban (© Yann Libessart)

Por fin, el jueves, un helicóptero trasladó a Audrey (coordinadora de emergencias), Damien y Adrien (logistas), Morpheus y Joey (médicos filipinos). Aterrizaron en Palo, una pequeña ciudad situada a unos pocos kilómetros de Tacloban. Y al reanudarse los vuelos comerciales regulares desde Cebú a Tacloban, yo mismo me uní a ellos: Damien vino a buscarme al aeropuerto, donde estuve seis horas esperándole, entre una enorme multitud de supervivientes que aguardaban entre toneladas de escombros a ser evacuados.

Como ya se estaba haciendo de noche, nos apresuramos a llegar al centro de la ciudad para buscar un sitio donde dormir. El personal humanitario y los periodistas se han instalado en un polideportivo requisado por el ejército. Un reportero australiano nos avisó de que había un hotel donde podíamos quedarnos: el edifico había sufrido daños, pero el propietario había conseguido retirar bastantes escombros y hacer sitio. Estábamos exhaustos y terriblemente hambrientos: la sopa de ‘noodles’ de Damien nos supo a gloria. Cada uno de nosotros se buscó un rincón, un sillón, algún afortunado incluso una cama, y caímos rendidos.

A primera hora de la mañana, el equipo cruzó la ciudad para buscar un emplazamiento en el que instalar el hospital hinchable que está a punto de llegar. Al final, el Hospital Bethany resultó la mejor opción: no hay otro lugar en toda la ciudad con suficiente espacio. Empezaremos a montarlo este martes, así que esto es una carrera contra el tiempo: tenemos que limpiar esta parcela que, como el resto de Tacloban, está cubierta de escombros.

El Hospital Bethany está frente al mar, y todo en su interior ha sido destruido. Ha quedado algo de material médico utilizable, y poco a poco esperamos que sea posible ir rehabilitando el edificio en colaboración con el Ministerio de Salud.

Al lado del hotel, conocemos a Jason, propietario de un centro de escalada y renombrado espeleólogo: este es un deporte muy popular en la isla, ya que hay muchas cuevas. Sus colegas, ‘los hombres de las cavernas’ como se les ha apodado, han venido de todo el archipiélago, incluso de otros países, para ayudar.

Se han puesto a disposición de la comunidad: la gente les avisa si no encuentran a algún familiar, y ellos se movilizan en moto por toda la zona para intentar encontrarlos, a veces incluso poniendo en riesgo su propia vida. Jason compara el tifón con la película ‘Guerra Mundial Z’: su miedo es muy real, y siempre lleva encima un arma, incluso aunque ahora hay un despliegue masivo de soldados.

En un muro, Jason me enseña la marca dejada por la crecida del agua: está a 2 metros de altura. Él y sus amigos se han ofrecido de inmediato para ayudarnos a despejar los terrenos del Bethany. Toda esta gente nos impresiona por su valor y su dedicación. Hasta ahora, hemos de reconocer, humildemente, que ellos nos ayudan más a nosotros de lo que nosotros podemos ayudarles a ellos.

Terrenos del Hospital Bethany donde se instalará el hospital hinchable de MSF el martes (© Yan Libessart)

Terrenos del Hospital Bethany donde se instalará el hospital hinchable de MSF el martes (© Yan Libessart)

Todo el mundo entiende la urgencia de restablecer el hospital. Las heridas que los supervivientes del tifón puedan haber sufrido se infectan, y de hecho en los hospitales militares ya han tenido que realizarse algunas amputaciones. También es una gran preocupación la falta de sangre para trasfusiones. La falta de electricidad, y por tanto de refrigeración, impide cualquier tipo de almacenamiento de material que necesite cadena de frío. Y lo mismo pasa con los laboratorios, las vacunas, las incubadoras…

Así que establecer un hospital de referencia es nuestra prioridad: aunque una significativa parte de la población ha sido evacuada, Tacloban tenía 300.000 habitantes antes del tifón. El equipo que instalará el hospital hinchable ya está llegando y me encuentro, con gran alegría, con algunos viejos amigos, como Eric, de Québec, con el que he trabajado en Burundi y en Haití. O Daniel, el mecánico de Nigeria. Damien, el australiano de Níger. Aurélie, la electricista de la campaña de vacunación del verano pasado en un campo de refugiados de Sudán del Sur.

Los equipos de emergencias están formado por personas de gran experiencia. Todos hemos tenido nuestra buena ración de crisis y catástrofes. Pero ninguno de nosotros había visto este grado de destrucción. El Haiyan cruzó el archipiélago como una colada de lava, dejando detrás una estela de desolación de cientos de kilómetros de ancho. Uno sólo puede sentirse pequeño al ver lo que el viento puede hacer; o mejor dicho, quizás es el viento el que nos humilla.

(Sigue en este blog más testimonios de los equipos de MSF en Tacloban)

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