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Los animales no son juguetes, pero la mitad de los niños reconoce haber pedido un perro o un gato a los Reyes

Hoy, diez de diciembre, es el Día Internacional de los Derechos de los Animales, así que vamos a hablar de animales y también de niños.
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En casa tenemos dos gatos y un perro. Formaban parte nuestra familia antes de que llegaran nuestros hijos, son ya animales mayores, con menos necesidad de actividad y mayores gastos veterinarios. Parte de nuestra familia como os contaba. A mis hijos jamás se les ocurriría pedir un animal a los Reyes Magos. Jaime porque por su autismo está lejos de entender ese concepto. Julia porque desde hace bastante sabe bien que los animales no son juguetes y que no se compran, que se adoptan. Hemos estado con ellos con frecuencia en protectoras y eventos relacionados con la adopción (que os recomiendo si tenéis niños).

Pero según un estudio de la Fundación Affinity, la mitad de los niños reconoce haber pedido un perro o un gato en navidades. Afortunadamente el 98% de los niños tiene claro que los animales no son juguetes.

¿Por qué los niños piden perros y gatos? Según el II Análisis Científico de esta fundación sobre el vínculo entre personas y animales de compañía, en un 60% de los casos los niños asocian al perro o gato con un ‘compañero de actividades y juegos’ e incluso, 8 de cada 10 niños de entre 9 y 12 años prefieren jugar con su gato o su perro antes que con videojuegos. Además, para uno de cada dos niños el animal, después de sus padres, representa la principal fuente de apoyo emocional.

Ahora os voy a dar otro dato: un tercio de los perros que hoy están en un centro de acogida llegaron a su casa en forma de regalo. En España se calcula que se abandonan 150.000 perros y gatos al año.

¿Qué es lo que está fallando entonces? Está claro. Somos, nosotros, los adultos, que tal vez en un plano teórico también sabemos de sobra que los animales no son juguetes, que son una responsabilidad para toda la vida y un miembro más de la familia por muchos años y que implica gastos y tiempo. Pero aun sabiendo de sobra todo eso con lo que nos han machacado, a veces tendemos a lanzarnos a la piscina sin reflexionar sobre la profundidad del agua cuando al otro lado de la balanza esta la ilusión de nuestros hijos.

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La mano verde, la mano blanca y el anillo del rey Salomón

Hay gente que tiene la mano verde y gente que tiene la mano blanca. Los hay que incluso tienen ambas. La primera describe el don para cuidar las plantas, la segunda la buena mano en la cocina.

¿Cómo se llamaría el don para atender y entender animales? Debería tener un nombre. Se me ocurre la mano marrón, pero no me acaba de gustar y seguro que os podéis imaginar el motivo. Imagino que se podría decir que alguien tiene el anillo del rey Salomón, pero es demasiado críptico (os recomiendo, por cierto, la lectura de ‘Hablaba con las bestias, los peces y los pájaros’ de Konrad Lorenz).

En cualquier caso tengo comprobado que ese don existe. Igual que hay personas capaces de revivir cualquier planta mustia y de tener en su terraza el una versión doméstica del Amazonas, igual que hay gente que con cuatro cosas sueltas que encuentra en la nevera improvisa un plato riquísimo en diez minutos, también los hay que tienen una sensibilidad especial con los animales.

Va mucho más allá de que les gusten o no. Se trata de gente que les entiende, sabe interpretar de manera inconsciente y natural su lenguaje corporal y percibir su estado de ánimo y sus intenciones. Es gente ante la que los animales responden de forma positiva, siendo más dóciles, deseando complacerles.

Un don con el que se nace, pero un don que se puede ‘matar’. Por eso cada vez que veo a un adulto que niega el contacto de un niño pequeño a los animales por puro prejuicio, se me parte el alma.

¿Y si ese niño tuviera ese hermoso don?

Dejad que los niños se acerquen a los animales. Por supuesto hay que hacerlo con animales bien atendidos y en los que se pueda confiar. Claro que hay que hacerlo con seguridad, enseñando al niño a preguntar primero y tocar después, hay que explicarle que hay que tratar a los animales con dulzura, sin subirse al lomo de los perros ni tirar de la cola a los gatos. Aquí hay bastantes consejos al respecto.

Pero son tantos los beneficios que puede tener el amor a los animales en los niños, en cualquier persona, que negárselo a nuestros hijos por nuestros miedos y desconocimiento es muy injusto.

¿Perros y gatos como sustitutos de los hijos?

Os pego un fragmento de un teletipo de EFE en el que Evo Morales vuelve a hacer una de esas declaraciones que hacen que se me pongan los ojos del revés (seguro que no soy la única).

El presidente de Bolivia, Evo Morales, criticó hoy que en algunos países, sobre todo europeos, la gente prefiera tener mascotas antes que niños, y también expresó sorpresa porque en otras naciones está prohibido tener más de un hijo, como en China.

«En algunos países, por ley, está prohibido tener más de un hijo. Y en otros, ya no quieren tener hijos, solo cuidan al ratón, gato, perro. Eso también me sorprende», dijo Morales en un discurso en la ciudad oriental de Santa Cruz.

«Los perros y gatos también tienen derechos, pero más derechos tienen los niños. El niño tiene que ir a la escuela, pero el perro y el gato no, tienen menos derechos que el niño. Por tanto, prefieren tener como acompañantes al perro y al gato y no al niño, la niña. Eso está pasando en el mundo», aseguró.

Moraladas aparte sí alguna vez me he planteado que hay gente en nuestra sociedad moderna para las que sus animales de compañía son en parte, probablemente de manera no consciente, sustitutos afectivos de los hijos.

Sabéis que yo tengo perro y dos gatos. Los tres llegaron a nuestra vida antes que los niños. Los tres son parte importante de la familia y lo serán siempre. Me habéis oído decir en el pasado que creo firmemente que es muy saludable para los niños crecer en compañía de animales. Pero si me autoanalizo es probable que, de haber tenido niños nada más irme de casa de mis padres, el panorama hubiera sido distinto. Con toda seguridad también tendría animales en mi casa, pero no sé si en el mismo número y si habría sido de la misma manera. Y si sigo autoanalizándome es probable que mi manera de sentirles, si me permitís la expresión, haya variado con mi maternidad.

En cualquier caso caso creo que un poco sí, que proyectamos algunos roles y sentimientos de la maternidad/paternidad en los perros y gatos que amamos, que comparten nuestras vidas y nuestras casas.

Y también creo que en algunos casos sí llegan a mitigar, desviar o sustituir la necesidad de sentirnos padres y madres.

Aunque como todo lo relacionado con los sentimientos y deseos más íntimos, es un tema sutil y con muchas facetas.

¿Cómo lo veis vosotros?

Niños pequeños y gatos, perfectamente compatibles

Demasiadas veces me he encontrado con gente que cree que mezclar gatos y bebés o niños pequeños es como mezclar tigres con corderos.

Por desgracia todos los años son abandonados gatos al llegar un niño a la casa. Ya sea durante el embarazo por un injustificado temor a la toxoplasmosis (aquí expliqué en su momento por qué no tener miedo) o después por creer que el pobre minino que pasa la mayor parte del día durmiendo en nuestro sofá va mutar y empeñarse en arrancar los ojos a nuestro retoño.

Ya os he contado alguna vez que yo tengo una perra y dos gatos en casa, todos adoptados.Y que cuando me quedé embarazada escuché muchas veces la pregunta ¿Y ahora qué vas a hacer con los gatos?

Mis hijos han convivido con ellos desde el primer día sin el menor problema.

Mis dos gatos representan muy bien los dos tipos de reacciones que suelen darse con los gatos caseros cuando llega un niño a la casa.

La gata, bastante tímida, se encarga de no ponerse al alcance de las atenciones de mi hija.
El gato, que es como un peluche ronroneador y llega a ponerse muy pesado buscando amor, es su juguete favorito. Julia tiene clarísimo que es SU gato. Le da más besos que a nadie de la familia. De hecho si le preguntas si prefiere a la perra o al gato la respuesta es inmediata: se queda con el gato sin dudarlo.

Desde el primer día hemos estado encima de ella para enseñarla cómo tratarle: básicamente con suavidad, no montarse encima y respetarle cuando se quiere ir.

Y todo ha ido como la seda. Tienen una relación estupenda.

Por cierto, si no tenéis niños en casa y vuestro gato ha sido un poco cardo con un niño que pasaba de visita por casa, no penséis que su reacción es extrapolable a vuestros hijos. No es lo mismo esa visita que el niño que verán a diario crecer en la casa.

¿Vosotros tenéis gatos? ¿Cómo es su relación con vuestros hijos?

Otra cosa, si necesitáis terapeuta felino o tenéis interés en aprender más sobre gatos, os recomiendo Terapiafelina.com

Los animales no son juguetes

Creo que hoy es un buen momento para recordar que los animales no son juguetes, que no deben regalarse, aceptarse, adoptarse o comprarse sin el consentimiento de toda la familia.

Son una responsabilidad muy grande
, que en algunos casos dura muchos años. Pueden suponer un gasto económico importante, no sólo hay que pensar en su mantenimiento, también en que pueden enfermar o tener un accidente.

Mis hijos comparten su hogar con una perra, que ya ronda los 13 años, dos gatos y un par de grandes acuarios.

Creo sinceramente que a los niños pequeños les beneficia mucho y en muchos aspectos convivir con animales, les educa en muchos sentidos, les enseña el ciclo de la vida, la responsabilidad el respeto a todos los seres vivos.

Y les divierte: deberíais ver a mi hija abrazando al gato, jugando con la perra o dando besos a los peces a través del cristal.

Pero es de los adultos la responsabilidad final. Y debemos ejercerla a conciencia.

Así que estas Navidades cuidado con los caprichos. Meditad bien pros y compras. Y por favor, en caso de perros y gatos, mejor siempre la adopción que la compra.

Los animales no son juguetes

Los animales no son juguetes

¿Tienes un bebé-perro o un bebé-gato?

Mi marido y yo hemos desarrollado nuestra propia teoría sobre los bebés: hay bebés-perro y bebés-gato.

En casa convivimos desde hace año tanto como perros como con gatos, así que conocemos bien las diferencias primordiales de carácter y comportamiento entre unos y otros.

Un bebé-gato tiende a ser pasota e independiente. Se entretetiene la mar de bien solito, te busca para recibir cariño y jugar cuando a él le apetece, pero pasa completamente la mayor parte de las veces si eres tú quién le busca. No es especialmente zalamero, pero sí encantador cuando quiere serlo. Si ve que te vas, ya sea de la habitación o de la casa, pues adiós muy buenas.

Un bebé-perro te recibiría cuando llegas a casa moviendo la colita si pudiera, busca constantemente tu contacto, siempre está dispuesto a jugar y darte cariñitos, no sólo cuando él quiere, te sigue por toda la casa y no se permite alejarse mucho de tí en la calle.

A nosotros nos ha tocado un bebé-gato.

La cosa ha cuajado tanto que cuando últimamente alguien decide practicar el deporte favorito con los bebés: el de encontrarles parecido con mamá o con papá, lo zanjamos diciendo: «ni a papá ni a mamá, en realidad el peque ha salido al gato».

¿Tú que tienes, un bebé-perro o un bebé-gato?