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Haití en el corazón de Colombia

Por Javier Fernández Espada (Colombia, MSF)

Llevo muchos días sin escribir en el blog, al punto que ya no sé si esto que estoy haciendo es un blog o un informe mensual. Unas veces ha sido por falta de inspiración, otras por falta de tiempo, y el caso es que hoy que estoy a punto de salir para Haití acuden a mí las musas, que no el tiempo, y a horas intempestivas me dedico a escribir estas líneas.

La Colombia que yo conozco se queda dormida durante las Navidades, el Diciembre que se dice por aquí; el país se paraliza y durante un par o tres de semanas se entra en un estado similar a una hibernación donde los impulsos vitales se reducen a la mínima expresión y el país entra en fase de aletargamiento, pero esta vez el despertar del sueño ha sido dramático. A no muchas millas al norte, en medio del Caribe un terremoto ha devastado el país más pobre de esta parte del mundo y uno de los más necesitados del planeta.

No puedo hablar de Haití porque no lo conozco todavía, pero puedo hablar de cómo los colombianos han sufrido este desastre. ¿Anonadados? ¿Estupefactos? ¿Aterrorizados? Probablemente no exista el adjetivo, y si existe yo no lo conozco, pero son increíbles las muestras de afecto y de solidaridad que he vivido en la última semana, gente llamando a las puertas de Médicos Sin Fronteras ofreciéndonos comida o dinero para que lo llevemos a Haití; médicos, psicólogos, enfermeros brindándose voluntarios para ir a Puerto Príncipe a apoyar a este pueblo caribeño; empresas privadas colaborando hasta límites insospechados…

Pero lo que más me ha puesto los pelos de punta no han sido estas señales de indiscutible solidaridad ni tampoco las acciones de instituciones oficiales en apoyo de Haití. Lo que me ha erizado la piel han sido los humildes, los más parias del país, que sin recursos para sobrevivir ellos mismos, se hacen cruces y claman al cielo un poco de paz y de tranquilidad para sus hermanos haitianos. Sí, “hermanos”. Así me los han definido muchas veces, una gente de color e idioma diferente pero que, por el simple hecho de habitar el mismo continente o el mismo planeta, son para ellos sus hermanos.

Me resulta conmovedor ver a gente tan terriblemente pobre compungirse de esta manera por el desastre haitiano, colombianos que han sufrido guerras, desplazamientos, masacres, confinamientos… personas que saben lo que es el dolor, la desesperación, lo irreversible.

Existe una tendencia general a pensar que las clases acomodadas sufren más con las desgracias ajenas porque no están acostumbrados al dolor. No estoy en absoluto de acuerdo.

Quienes sufren con el dolor son aquellos que lo han vivido en sus carnes, que han perdido a sus seres queridos y no los han visto nunca más regresar, los que vieron cómo les abandonaban sus amigos porque no había ese médico que les ayudara a quedarse, los que trabajaban de sol a sol por un puñado de arroz o para pagar unos antibióticos, los que no han tenido una segunda oportunidad. Aquellos que, como decía el poeta, “valen menos que la bala que los mata”.

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Foto superior: El hospital Trinité de MSF en Puerto Príncipe resultó gravemente dañado por el terremoto y tuvo que ser evacuado (con © Julie Rémy).

Foto inferior: Paciente ingresado en el hospital Trinité de MSF en Puerto Príncipe, Haití (© Julie Rémy)

1 comentario

  1. Dice ser porlajeta güeb

    Espero que la sociedad en general no olvide Haiti en unas semanas…Un saludo y gracias por tu bloghttp://www.porlajeta.es

    25 enero 2010 | 11:09

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