Llegó el día que mi vida era más sedentaria de lo que quería. Y seguidamente, también llegó la decisión de que tenía que cambiar el sedentarismo por actividad. Pues sí, otra vez. La enésima etapa que me propongo cambiar de hábitos.
Creo que el problema está en que siempre me vuelvo comodona. De ahí, que siempre tenga que volver a empezar una y otra vez. Pero siempre llega el día que me doy cuenta que algo estoy haciendo mal, que tengo que cambiar. Eso sí, cuando deje de llegar ese día, me empezaré a preocupar. Entonces habré entrado en el peligroso estado de constante vagueo. No es necesario que hacer deporte sea un sufrimiento, pero sí que requiere un poco de esfuerzo por mi parte, algo, que por lo visto, se me olvida con cierta facilidad.
Pero he vuelto a empezar hace unas semanas. Mi cambio se puede resumir en más deporte y menos dormir. Me levantaba tan tarde de la cama, que entre lo que hacía por la mañana y el trabajo apenas descansaba. Y también, dormía demasiado. Ahora, con mi nuevo horario, me levanto a las 8:00h, me voy a andar por lo menos media hora. Después una ducha, hago lo que tenga que hacer y descanso un buen rato antes de irme a trabajar.
De momento, solo voy a la piscina los días que no voy a trabajar. Porque el agua me cansa de tal manera, que luego no me veo con la fuerza suficiente para afrontar una tarde de trabajo. Pero no lo descarto hacerlo en un futuro, aunque seguramente para entonces, ya habrá acabado el curso.
Por ahora, lo llevo bien y me siento genial. Sin agujetas, sin grandes dolores ni cansancio. Solo me pregunto, ¿por qué no habré empezado antes con esta rutina?
1decada1000.