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Hacer el menor daño posible a tus hijos

Eva de casi ocho años lleva varios días trasteando con la grapadora y hojas de papel. Se encuentra en la etapa de la industriosidad1. Todavía no hay mucho control ni precisión pero hay producción. Y la práctica repetida va generando competencia y seguridad2.

Hacía unos días que había fabricado libretitas para todos sus compañeros de clase. Quería regalarles una a cada uno el primer día de clase. Eva tiene un gran corazón y disfruta compartiendo. Tras unas toscas primeras muestras, a ojos de Lucía su madre, su padre y hermana menor le echaron una mano en la tarea. Primero seleccionaron el papel de distintos colores. Después cortaron las distintas hojas para que tuvieran el mismo tamaño. Después las graparon. Después escribieron el nombre de cada niño en la portada. Y por último, las decoraron con dibujos y pegatinas. Toda una empresa para una niña de su edad. Cuando estaban todas listas, las apilaron y las pusieron delicadamente en una bolsa, listas para ser repartidas. Eva resplandecía.

(Juliane Lieberman, UNSPLASH)

Llegó el primer día de clase y entregó las libretas. Sus compañeros encantados. Algunos le escribieron dibujos de agradecimiento. Eva era toda sonrisas. Ha llegado la hora de empezar otro proyecto, se dijo. Al mediodía, mientras su madre arreglaba la cocina le dijo, “mamá por favor, no mires que estoy preparando una sorpresa”. Y se puso manos a la obra. Se hizo la hora de volver al cole. Su madre la vio y dijo: “¿Qué estás haciendo?” “¿Ya andas otra vez grapando y tirando papel?” Ella respondió “Estoy haciendo un diario”. “Ah”, dijo la madre, “un diario para…” Eva no dijo nada. Lucía tomó carrerilla: “¿para tus compañeros?… ya tienen la libreta, así que olvídate, esta será para ti y ya basta de grapar y tirar hojas. El papel es para dibujar o escribir. Y para que no gastes más, el paquete de hojas lo retiro – puso las hojas en un estante alto. Ahora vamos al cole que llegamos tarde.” dijo airada y bastante impaciente, otra vez tocaba correr para llegar puntuales. La niña se ofuscó. Cogió las hojas grapadas, hizo una mueca de fastidio a su madre y corrió al cuarto a esconderlas. Llegaron puntuales.

Por la tarde en el trabajo, Lucía se sintió mal, para sus adentros se decía “Vaya bronca le he pegado a Eva, cuando su iniciativa era buena… ¿Qué importa si usa más o menos papel? La he desmotivado, como hacía mi madre conmigo de pequeña.” Al salir del trabajo Lucía fue al fisio a rehabilitar el menisco que recién le habían operado. En plena sesión le vino de nuevo la situación del mediodía: “Un diario…pero ¿quien escribe un diario? pues yo…oh dios, entonces la sorpresa era para mi. Se le caió el alma al suelo. Al salir del fisio fue corriendo a buscarla a música aunque hoy la recogía la abuela. Sus palabras brotaron nada más verla: “Lo siento cariño, he sido injusta contigo al regañarte este mediodía. Mamá ha metido la pata.” Silencio. “Entonces el diario ¿era para mi?” “Sí”, dijo la niña. “Muchas gracias cariño, es el mejor regalo,… tengo muchas ganas de escribir en él”, dijo Lucía. Eva se iluminó y dijo “claro mamá, casi lo tengo acabado. Quedará chulísimo, ya verás.”

De camino a casa, las palabras de una madre que había leído hace años, reverberaron en Lucía: “aspiro a hacer el menor daño posible a mis hijos”.

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(1) Según teoría de desarrollo humano de Erik Erikson en «El ciclo vital completado».

(2) Para Erikson es fundamental apoyar las iniciativas de esta edad hasta la pubertad. Si no se hace, en lugar desarrollar confianza en sus empeños y una mayor competencia, los niños desarrollan sentido de inferioridad y pierden el interés en explorar y desarrollar su potencial.

Sumisión química: la nueva cara de las violaciones. ¿Cómo protegerte (y proteger a las mujeres de tu entorno)?

“Soy una estudiante Erasmus en Vigo y el sábado fui con unos amigos a Ferré una discoteca cerca del Arenal. Recuerdo que estaba bailando con unas amigas y de repente no recuerdo nada. Hasta la mañana siguiente, cuando me desperté con un chico, pregunté al tío que estaba pasando, y él me dijo que tenía que tomar la píldora del día después porque el condón se rompió.” Ferré. Arenal – Vigo.

“Fui a un concierto de rock con muy poca gente. Fui con un colega, cenamos, bebí dos copas de vino y en la sala un camarero nos invitó a un chupito. Todo bien. Al ratito nos llamó para un segundo chupito. Bebí tan feliz, a los diez minutos si llega me fui al baño, no veía más allá de un metro, fatal…mi colega se dio cuenta y en la puerta del baño de chicas, dos maromos que no lo dejaban pasar, mi amigo es un pan pero intimida, los amenazó y lo dejaron sacarme de allí”. Razzmatazz- Barcelona

“ Llevo con este sentimiento y pensamientos desde la noche de Halloween. Sentimiento de culpabilidad, de quizás haber bebido de más, pero no es la primera vez que bebía, me tomé dos copas, a partir de las 3 de la mañana tengo una laguna de doce horas hasta las tres de la tarde. Ni un solo recuerdo, no me ha pasado nunca. Me despierto desnuda, sin constancia de absolutamente nada de lo que ha pasado, al menos estoy en mi casa pero tengo la sensación de que no he dormido sola y así es.” Malababa. Alpedrete – Madrid

Llego a estos testimonios reales después de topar con un alarmante dato del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses: de las 2.054 agresiones sexuales a mujeres registradas en España, más del 70% (1.520 casos) se cometieron con la víctima bajo sumisión química. Más de un 70%!!!! Al menos 7 de cada 10 mujeres agredidas sexualmente, lo ha sido bajo sumisión química.

Existen dos tipos de sumisión química la primera es cuando el agresor aprovecha que la víctima está bajo los efectos del alcohol o las drogas para agredirla sexualmente. La segunda es premeditada, agresor quien proporciona a la víctima sin su consentimiento alguna sustancia, normalmente en la bebida que esté tomando. Aunque no existen datos exactos de porcentajes de un tipo de agresión u otra, las agresiones por sumisión química premeditadas están en aumento.

Frente a esta dura realidad han nacido distintas iniciativas. Inspirada en el movimiento belga #balancetonbar ha nacido la inciativa #denunciatubar que recoge testimonios de mujeres que han sufrido este tipo de agresión y pretende denunciar, sensibilizar, prevenir que vuelvan a ocurrir.

(Hermes Rivera, UNSPLASH)

En Inglaterra, la iniciativa Ask for Angela ha creado un protocolo en bares según el cual las mujeres que se encuentran en una situación vulnerable con alguien en un bar o discoteca, pueden ir a la barra, preguntar por Ángela lo que activa un protocolo de ayuda para que pueda regresar a casa sin ser agredida. En Barcelona veinticinco discotecas han implementado los vasos con tapa para prevenir las agresiones por sumisión química y hay empresas que se dedican a fabricar estos tipos de vasos como My Secure Cup.

Todas estas iniciativas son necesarias. La sensibilización, endurecimiento de la ley y penas por este tipo de agresiones también lo son. Y al mismo tiempo tenemos que tomar consciencia de este riesgo y actuar AHORA. Por ello te propongo tres sencillos pasos a poner en práctica en tu entorno más inmediato:

  1. REFLEXIONA: deja que esta realidad impacte en tu interior. Date cuenta de la gravedad del riesgo para mujeres y jóvenes. ¿Qué personas de tu entorno cercano están en riesgo?
  2. HABLA DE ELLO: comparte tu visión con tu entorno sobre las agresiones por sumisión química. Háblalo con tu familia, amigos, compañeros de trabajo. Escucha lo que tienen que decir. Pregunta aquello que te genere curiosidad. Deja que tu visión se amplíe fruto de estas conversaciones.
  3. PASA A LA ACCIÓN: si eres mujer toma nota de los riesgos y considera tu exposición y cómo protegerte cada vez que salgas de noche. Si eres madre o padre de hijos adolescentes o jóvenes, asegúrate de tratar este tema en varias ocasiones y equiparlos para que puedan protegerse. En función de los grupos a los que pertenezcas, considerad juntos qué medidas colectivas se podrían tomar para minimizar estos riesgos.

Al comentar estos datos con una amiga que tiene una hija en plena adolescencia, me decía, “por favor, no me digas eso, no quiero ni pensarlo, justo ahora que Luisa descubre la noche”. Confrontar estos hechos es incómodo y nada apetecible. Sin embargo, no conozco otra forma para evitar que la maldad continúe germinando, a menos que sea identificándola y tomando cartas en el asunto.

Los tres roles que como padre o madre no puedes dejar de asumir (en relación al mundo digital y más allá)

Hace unos días, en una reunión de la escuela, un maestro comentaba que unos padres por no atreverse a pedir la contraseña del google classroom de su hijo, se la pedían a él. El maestro explicaba que si estos padres tenían problemas para pedirle la contraseña a su hijo ahora, todavía en la escuela, más adelante las cosas se podían complicar y mucho.

Esta anécdota encapsula algunas dinámicas que confluyen en la forma en cómo ejercemos la maternidad y paternidad actualmente. La primera es la de no querer hacer de padres/madres como lo hicieron con nosotros. A menudo, para contrarrestar el exceso de autoridad que vivimos algunos, hemos basculado hacia la permisividad o laxitud. La segunda es la corriente de la hiperpaternidad en la que los hijos se ponen en un altar, se les presiona para que encajen en nuestro ideal, generando elevados índices de frustración y ansiedad para ambas partes. La tercera, en relación al mundo digital e internet, es que a menudo, padres y madres nos sentimos torpes respecto al uso de nuevas tecnologías comparados con nuestros hijos, con lo que es fácil caer en la trampa de que esto no va con nosotros.

(Helena Lopes, UNSPLASH)

Como antídoto a todo ello, propongo recordar los tres roles fundamentales a desarrollar como padres o madres, que desde que los descubrí siguen siendo un potente faro en el sorprendente camino de la crianza. Los comparto a continuación, a la luz de lo que significa ejercerlos en relación al mundo digital:

1- EL PADRE / LA MADRE COMO GUÍA. Este rol consiste en actuar de interface entre el mundo y nuestro hijo. Asemeja al rol que hace un guía de viaje cuando lleva a un grupo de personas a un país lejano. El guía traduce por ellos, explica las costumbres de lugar y ayuda a los viajeros a actuar con respeto y consideración en ese nuevo país. Al igual que el guía, nosotros acompañamos a nuestros hijos a conocer y practicar las formas y usos sociales. Traducimos lo que es adecuado en cada situación y les acompañamos a aprender comportamientos sociales.

En el caso del mundo digital, ejercer este rol tiene que ver a estar con orientar a nuestros hijos a contenidos adecuados para su edad. Acompañarles cuando consumen contenidos digitales, por ejemplo viendo una serie con ellos, y comentándola juntos. Interesarse por los youtubers que siguen y por qué. Sin olvidar explicar los riesgos y precauciones que hay que tomar en el uso de las redes sociales y contenidos digitales. En este sentido, en lugar de avasallarlos con riesgos abstractos es mejor compartir historias reales de niños y jóvenes como ellos, que pongan de manifiesto los riesgos invisibles de estos espacios.

2- EL PADRE / LA MADRE CÓMO MODELO. En mi práctica de coaching es frecuente escuchar de la boca de las personas a quienes acompaño: “estoy preocupado porque mi hijo se está volviendo tan apático como yo y esto me duele, quiero evitarlo. ¿Qué puedo hacer?”. A lo que yo respondo que están en el lugar adecuado, porqué la respuesta está en su propia transformación y no en la de sus hijos. Esto es así porque nuestros hijos nos observan todo el rato. Al hacerlo absorben de forma inconsciente nuestras formas: todo aquello que hacemos y cómo lo hacemos. La crianza es uno de los motores de transformación personal más potentes que existen. ¿Quieres que tus hijos mejoren? Entonces esfuérzate tú para ser la mejor versión de ti mismo.

En el caso del mundo digital, ¿Quieres que tus hijos estén menos enganchados al móvil? Pues desengánchate tú, apárcalo durante más horas o déjatelo en casa cuando salís. ¿Quieres que tus hijos hagan otras cosas además de ver series? Ponte a leer, acude a un gimnasio, pinta, invítales a jugar juntos a juegos de sobremesa…

3- EL PADRE / LA MADRE CÓMO GUARDIÁN (gatekeeper). Esta función es una de las más erosionadas por las influencias mencionadas anteriormente. La palabra en inglés es mucho más visual: gatekeeper, guardián del portón. El guardián decide lo que entra y quién entra en la vida de nuestros hijos y lo que no. Así de poderoso es este rol. Y aunque no podemos poner puertas al campo, si que podemos y debemos marcar unas directrices y hacerlas valer.

En el caso de redes sociales y mundo digital, pues tiene que ver con reflexionar y decidir sobre la edad a partir de la cual tendrán móvil, cuántas horas se podrán conectar, a qué hora se apaga el wifi…También consiste en seleccionar los contenidos audiovisuales adaptados a su edad y en comentarlos con ellos. Explicar lo que les puede pasar si se exponen a contenidos que no son apropiados, ayudándoles a que poco a poco vayan desarrollando su capacidad de discernimiento y hábitos de “higiene digital”.

La forma en cómo desarrollamos cada una de estas funciones marcará la diferencia. Tomar conciencia de ellas y practicarlas son las claves para hacerlo cada vez con mayor gracia y fluidez. Por todo ello, te invito a considerar estas preguntas:

¿Con qué roles te sientes más cómodo? ¿Qué rol te resulta más difícil y puedes crecer practicándolo? ¿Cómo os habéis dividido los roles con tu pareja? ¿Qué apoyo necesitáis del otro para desarrollarlos de una mejor forma?

Recientemente Liliana Arroyo doctora en sociología y experta en redes sociales, explicaba que en una de sus charlas sobre los retos del mundo digital para niños y jóvenes, un padre declaraba al final de la misma: “esto de gestionar el mundo digital con los hijos es demasiado difícil, presento la dimisión”. A lo que ella le respondió, sonriendo pero en serio “lo siento pero no te la acepto”. Porque no, como madres y padres no podemos dimitir. Así de grande es el compromiso que hemos adquirido para con nuestros hijos. Tenemos que encarar o encarar, no nos queda otra.

 

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¿Bebés digitales o huérfanos digitales? Porqué es una mala idea tirar de pantallas con tus hijos para estar tranquilo

Recuerdo las idas a restaurantes cuando mi hija era bebé. La palabra que me viene a la mente es: pringar. Pringaba yo y pringaba su padre, porque – excepto cuando se quedaba dormida – la posibilidad de comer tranquilos se había evaporado, ni qué decir de degustar cualquier cosa. Luego, llegaba otra pareja con bebé de la misma edad o más pequeño que la nuestra. Sus padres se sentaban, pedían y comían como reyes mientras su vástago, con un móvil delante suyo, tragaba contenidos digitales quedándose increíblemente quieto, como hipnotizado. Se “portaba bien”. Mi pareja y yo nos mirábamos cómplices mientras un pensamiento fugaz pasaba por nuestra mente: ¿somos imbéciles o qué? Pero soltábamos el pensamiento y seguíamos en lo nuestro.

El corto plazo y el largo plazo a menudo se contradicen. Y en el caso de la exposición a pantallas en niños edades de cero a seis años, la ciencia está demostrando que los efectos del consumo de contenidos digitales puede dañar su desarrollo de múltiples formas, tal y como articulan más de cincuenta expertos en el Manifiesto Infancia y Pantallas:

  • EFECTOS EN EL DESARROLLO CEREBRAL. Los niños sobreexpuestos a contenidos digitales pueden tener dificultades en la adquisición del lenguaje, menor capacidad lectora y reducción de la función ejecutiva, es decir tener una mayor impulsividad.
  • EFECTOS EN LA SALUD Y EL DESARROLLO FÍSICO. Los niños sobreexpuestos a contenidos digitales son más vulnerables a padecer sedentarismo, cefalea, trastornos del sueño (lo que afecta a múltiples facetas) y a trastornos visuales.
  • EFECTOS EN LA SALUD EMOCIONAL. Los niños sobreexpuestos a contenidos digitales tienen menos oportunidades de interaccionar con otras personas, algo fundamental para su desarrollo, están en mayor riesgo de TDAH, de padecer aislamiento social y de desarrollar una personalidad depresiva.

(Charles Deluvio, UNSPLASH)

Aunque cada vez hay más evidencias de los efectos adversos del exceso de pantallas en niños y adolescentes, existen discursos que refuerzan lo contrario, como la idea de “nativos digitales” es decir los niños que de estar tan expuestos a las pantallas son más capaces con la tecnología que otros que no lo han estado. Sin embargo, se está viendo que los niños que han estado sobreexpuestos a contenidos digitales desde que nacieron, son más bien “huérfanos digitales” por todas las consecuencias negativas que se manifiestan en su desarrollo a medida que van creciendo. Contrarrestar estas falsas creencias con estudios serios es responsabilidad de todos y especialmente de padres y madres.

En este sentido, las recomendaciones de la OMS tras revisar múltiples estudios sobre el tema son tajantes. Antes de los dos años, el tiempo de exposición a pantallas tiene que ser cero. Y de los dos a los cuatro años, el tiempo máximo delante de una pantalla de una hora al día y cuanto menos mejor.

Si eres padre o madre de un niño, no solamente puedes criarlo sin sobrexposición a pantallas sino que es tu responsabilidad hacerlo. Y sí, estás pringando. Y sí, puede ser duro. Pero el tiempo pasa rápido. Y es mejor que pringues hoy mientras evitas la sobrexposición a pantallas de tu hijo, que mañana con los problemas graves que esta sobreexposición habrá causado, tal vez de forma irreversible.

 

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Del aborto a los tratamientos de fertilidad: el mindset maldito de la maternidad y cómo superarlo

Luisa tenía un niño de dos años con su actual pareja. Él tenía dos hijos de un matrimonio anterior. No querían más hijos pero Luisa se quedó embarazada. Tomaron la decisión de abortar. La noche antes del aborto Luisa soñó con el niño que llevaba en el vientre. La criatura le suplicaba sin palabras que no abortara. Luisa escuchó y ahora es madre de dos niños maravillosos. Al hablar con ella sobre lo ocurrido sus palabras se me quedaron grabadas: “menos mal que no aborté, de haberlo hecho, me habría quitado la vida.” Conociéndola, sabía que hablaba en serio.

Luisa anticipó el impacto que haber abortado hubiese tenido en su vida. Como coach he acompañado a un buen número de mujeres que han abortado, constatando que las cicatrices psicológicas a raíz de ello continúan a sangrar no importa cuántos años pasen. En demasiados casos, el trauma es tan grande que deriva en enfermedad mental.

El aborto y las políticas para facilitarlo son la punta del iceberg del mindset mayoritario que quedarte embarazada es lo peor que te puede pasar en demasiadas circunstancias: si eres joven, si no has terminado la carrera, si no tienes pareja estable, si no cuentas con muchos recursos, si quieres progresar en tu carrera profesional, y un largo e inconsciente etcétera. Cristina Pedroche en una entrevista decía que no quería ser madre de momento porque quería comerse el mundo. Sus palabras encarnan la visión dominante que la maternidad es un estorbo para la mujer. Un estorbo para su carrera, un estorbo para su independencia, un estorbo para su sexualidad, un estorbo para el disfrute. Pero la maternidad no es un estorbo, no necesariamente. En cualquier caso, esa misma mujer, llega a la treintena o más allá y se plantea ir a por el bebé. Entonces, más a menudo que menos, el bebé no llega y empiezan las pruebas, empiezan los tratamientos, maternidad subrogada y otras soluciones al “problema”.

¿Perdona? ¿No será que como sociedad se nos ha escapado algo? Cuando eres joven, quedarte preñada es lo peor que te puede pasar, y de madura, no te preocupes que si no puedes hay una industria dispuesta a medicalizarte para hacerte un bombo, pagando por supuesto, un buen peaje económico, físico y psicológico. Y ni se te ocurra negarte a pagarlo porque hoy día “todos lo hacen.”

El discurso dominante sobre la maternidad está sesgado hacia los aspectos negativos de ella. Lo sé porque bebí de él durante demasiados años. Es verdad que tener hijos te cambia la vida. Es verdad que no es fácil. Pero también es cierto que acompañar a otro ser a crecer y desarrollarse es de las cosas más bellas que se puedan vivir y que te hace madurar como persona como ninguna otra experiencia en la vida.

(Zach Lucero, UNSPLASH)

Entre las medidas para evitar embarazos no deseados – aborto incluido – y los tratamientos de fertilidad echo de menos un diálogo sincero sobre qué significa tener hijos y el valor de hacerlo. Una conversación en la que se hable sobre las dificultades pero también las bendiciones de ser madres y padres. En la que se aborde la necesidad de plantearse la propia maternidad y paternidad como una cuestión fundamental: ¿Qué significa formar una familia? ¿Deseo crearla? ¿Cuándo sabré que el momento de crearla ha llegado? ¿Qué tipo de vínculos son necesarios? ¿Cómo cultivarlos para que funcionen? ¿Qué apoyos vamos a necesitar? ¿Qué organización logística? ¿Cómo compaginaremos la maternidad/paternidad con el desarrollo profesional de ambos?

Mi deseo es que estas preguntas lleguen a las familias, a las aulas, a las políticas. Que te lleguen a ti y a través tuyo a todas las personas de tu entorno, para abordar la vida y su continuación con el cuidado, la honestidad, la creatividad y la responsabilidad que verdaderamente se merecen.

 

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El difícil arte de soltar (cada vez más) a tus hijos

Hoy es el día internacional de las familias, esa institución fundamental. Una lectora me compartía hace poco que su hijo recién graduado había decidido cursar un máster en el extranjero. Me decía que a pesar de entender el crecimiento que estudiar en el extranjero significaría para su hijo, le dolía que se fuera lejos y temía por los riesgos a los que estaría expuesto. Explicaba cómo le gustaría poder disfrutar de esta experiencia pero no lo conseguía.

Como expone Laura Gutman en su clásico, La maternidad y el encuentro con la propia sombra, los hijos son seres fusionales. Buscan la fusión con la madre o con la persona que desempeñe ese rol, en el seno de la familia. A través de la fusión que se va aflojando a medida que crecen y mediante un vínculo de apego seguro, los hijos se desarrollan y si cierto número de cosas va bien, conseguirán llegar a la edad adulta con éxito.

(Artem Kniaz, UNSPLASH)

Cuando un nuevo ser se funde con la madre, la madre también se funde con él. Cuando esto ocurre, la identidad, la concepción de la vida y la experiencia del progenitor se ven alterados para siempre. Es por eso, que a medida que el proceso fusional se invierte en mayor desapego de los hijos, lo normal es sufrir,  al igual que la madre que me escribió y con la que empatizo.

La historia bíblica de Abraham y su hijo Isaac nos aproxima a la hazaña que como madres y padres nos enfrentamos. Relata que gracias al Señor, Abraham y su mujer Sarai consiguieron engendrar a su hijo Isaac ya de ancianos. Siendo Isaac joven, Dios llamó a Abraham y le pidió que subiera al monte Moriá y que sacrificara a Isaac. ¿Cómo, el hijo que tú me diste? ¿Ahora me pides que lo mate?, se preguntaría Abraham.  Contrariado casi a la locura, Abraham hizo caso y se dispuso a subir al monte Moriá con Isaac. Tardaron tres días en llegar. Puesto que Isaac llevaba la leña, le pidió que hiciera un fuego para el sacrificio. ¿Sacrificar a quién preguntaba Isaac, si no llevamos ningún animal? Justo en el momento en el que iba a sacrificarlo, bajó un ángel y dio un carnero a Abraham, que sacrificó en lugar de a su hijo.

Esta parábola del Génesis  encapsula crudamente la compleja labor a la que cada día nos enfrentamos las madres y los padres: arrojar a nuestros hijos al mundo. No queremos que se lastimen, ni perderlos, pero el riesgo, como apuntaba la madre del joven en el inicio del artículo es real. Las distancias difieren pero los riesgos laten ocultos. Por ejemplo, ahora es tiempo de colonias. Los niños y niñas marchan felices, anticipando esa degustación de independencia, anticipo de las muchas que vendrán. Muchos padres y madres se sienten orgullosos y también… temerosos. Y cuanto más crecen, más aumentan las distancias, el vuelo que emprenden los hijos es más alto y riesgoso, y menos podemos hacer los padres. Excepto confiar y bendecir. Porque hacer lo contrario es equivocarse. Es cortar sus incipientes alas. Es privarles el libre albedrío, por el que encarnaron. Y también, es crear un saco de problemas futuros mucho peores.

Podemos entonces acudir a las palabras del poeta Khalil Gibran (1),  y recordar que «nuestros hijos no son nuestros hijos, son hijos e hijas de la vida, deseosa de sí misma. No vienen de nosotros, sino a través nuestro, y aunque estén con nosotros, no nos pertenecen.» Seamos padres y madres «el arco del cual nuestros hijos, como flechas vivas son lanzados». «Dejemos que la inclinación, en nuestras manos de arqueros» a medida que practicamos el difícil arte de soltar a nuestros hijos, «sea para la felicidad».

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(1) De El profeta. Gibran Jalil Gibran (1923)

¡Vivan las vacaciones! Cuatro pautas para (sobre)vivirlas

Por fin, llegaron las tan ansiadas vacaciones. 

El sitio… peor que en las fotos, siempre.

El tiempo… un frío de bufanda.

Los niños… unos plastas.

Diantre, ¿es eso lo que he estado esperando tantos días…?

Niña con helado

(Patricia Prudente, UNSPLASH)

Una versión de esto es lo que vivimos muchos de nosotros, cuando empiezan las vacaciones. Personalmente vivo el principio de las “vacas” como una bofetada a traición. Una pequeña prisión infierno. Me pregunto ¿quién me ha mandado meterme en esto? No hay a quien culpar, sino a la menda. Si esto te suena y quieres darle la vuelta, estas cuatro invitaciones a reflexionar son para ti. Te animo a responderlas en días sucesivos, en un papel o en tu diario:

1- SIENTE LAS EMOCIONES

Recibe las emociones que afloren en ti por inesperadas y desagradables que sean. ¿Qué emociones son? ¿Enfado, tristeza, alegría, miedo o una variante de cualquiera de ellas? Aunque no te parezcan apropiadas, siéntelas. Exprésalas libremente y con toda su intensidad en tu diario. Tal vez sean el paisaje más dramático e impresionante que descubras estos días. Como tal, evita asignarles ninguna historia e interpretación, más allá del significado que pueda tener avistar a un animal salvaje o que a uno le sorprenda una tormenta de verano.

2- ¿QUÉ TE DESPIERTA CURIOSIDAD?

Si te invaden voces internas que critican y juzgan, simplemente obsérvalas. En paralelo, conecta con tu curiosidad. ¿Qué te despierta interés sobre el sitio? ¿Qué es aquello que te llama? ¿Qué deseas explorar estos días? La curiosidad abrirá un espacio receptivo en ti, y los días que vengan lo llenarán de respuestas en forma de experiencias.

3- UNA TRIBU EN MOVIMIENTO

En este nuevo escenario, obsérvate en relación con las personas con quienes compartes estos días y date permiso para verlos con nuevos ojos. ¿Cómo “sois” juntos en este nuevo contexto? ¿Si tuvieras que poner un nombre a vuestra tribu, cuál sería? ¿Qué aprecias especialmente de tu pareja, tus hijos, familiares o amigos? ¿De qué forma les ves diferentes o descubres dimensiones de ellos antes desconocidas?

4- IDENTIDAD FLUIDA

Estos días sin rutina o de nuevas rutinas nos proporcionan una ventana a facetas de nosotros que se quedan en ángulo muerto durante el año. Te gusten o no, evita juzgarlas o culpabilizarte por ellas.  Observa tu sentido de identidad pre-vacacional. ¿Quién eras antes de irte? ¿Qué estás descubriendo de ti estos días? ¿Qué has soltado? ¿En quién te estás convirtiendo?

Voy a indagar en estas cuatro dimensiones yo misma….quien sabe, ¡puede que funcione! Te cuento dentro de unos días 😉

 

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Mi hijo es diferente y lo llevo fatal

EL HIJO QUE ME GUSTARÍA VERSUS EL HIJO REAL

En el curso preparatorio a la adopción de mi hija, recuerdo el testimonio la madre de un niño adoptivo que decía, he tenido que soltar mi idea del hijo que yo quería, para poder recibir plenamente al hijo que me ha sido dado. Con la crianza y en conversación con otros padres y madres, he constatado que esta tarea no es exclusiva de padres adoptivos.

Los humanos tenemos ideas preconcebidas de casi todo. Y los hijos no son una excepción. Llamémosle agenda inconsciente, expectativas, suposiciones o asunciones. Cuando éstas chocan con la realidad del ser humano que ha encarnado en el seno de nuestra familia, se origina el sufrimiento.

…¿Y SI EL PROBLEMA ERES TÚ?

En una sesión sobre maternidad y espiritualidad de un retiro budista en el que participé, la madre de una mujer con síndrome de down, compartió que su hija trabajaba, vivía en pareja y hacía de modelo cuando se lo pedían. Mi hija es feliz y no tiene ningún problema, decía, soy yo quién lo tiene. Se daba cuenta de que había llegado el momento de dejar de preocuparse por su hija. Como padres es fácil caer en la trampa de problematizar a nuestros hijos por qué son diferentes. Olvidando que el mayor problema no lo tienen ellos, sino nosotros.

Niño inclinado

(Jordan Whitt, UNSPLASH)

TU SUFRIMIENTO ES REAL

Sea el que sea el grado de diferencia de tu hijo por TDH, altas capacidades, autismo, discapacidades, etcétera, como padres es natural sufrir, preocuparnos. Esta preocupación es sana en la medida en que nos empuja a movilizarnos para acompañar a nuestros hijos y encontrar así recursos y espacios que les ayuden. Sin embargo, como madres y padres debemos aprender a neutralizar al sufrimiento innecesario que emerge de pensamientos del tipo: Mi hijo es diferente. Todos los demás son normales y no tienen problemas. ¿Por qué mi hijo no puede ser como ellos? Cada vez que pienses así, cuestiónalo como la mayor milonga que te has contado. ¿De verdad que crees que los otros niños no son de algún modo diferentes? ¿Crees que alguien en esta vida está cien por cien libre de problemas (de salud, psicológicos, relacionales,…)?

SEGUIR ADELANTE

La experta en autocompasión y madre de un niño con autismo Kristin Neff, explica que hacer las paces con los momentos de sufrimiento de la crianza es el primer paso para superarlos. Neff te invita a no mirar hacia otro lado cuando te amarga algo que le pasa a tu hijo. Puedes buscar el espacio para sentir y aceptar este sufrimiento. Puedes tomar la determinación de ser amable contigo misma. Y ahora llega el momento clave: reconoces que el sufrimiento es el pan de cada día de la humanidad, sorteas el victimismo y te encuentran las fuerzas que necesitas para seguir adelante.

 

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El legado de Barbie, mi pesadilla

Papá Noel le ha regalado una Barbie a mi hija. Para ser exactos, un caballo que baila con una Barbie montada en él. El caballo emite música a todo dar, a la vez que mueve las patas de delante que parpadean con luces de color de rosa e inclina la cabeza.

Desde que soy madre que he intentado gestionar el tipo de juguetes que llegan a sus pequeñas manos. Preferencia por poco, por la madera, por lo educativo. Llegó un familiar el día de Navidad y le dijo, ¡mira que te ha dejado el Papá Noel en mi casa! Mamá ayúdame a desenvolverla, dijo ella. Me puse blanca al ver la monstruosa caja de plástico y papel de aquel juguete que yo también había tenido. Leí hace poco que habían sacado Barbies morenas, pelirrojas y de proporciones no estándar. Sin embargo, la que nos llegó era la típica Barbie de toda la vida: rubia y delgada.

Muñecas Barbie

(Skitterphoto, Pexels)

Aquí no va a entrar una Barbie, me decía mi madre cuando de pequeña yo la pedía. Y a su pesar también se coló una de ellas, gracias a mi abuela que durante unos Reyes se desquitó con sus nietas, con una muñeca para cada una. Recuerdo tenerla en mis manos y no sentir nada. Como todas las cosas, algunos juguetes tienen alma y otros no. Nunca llegué a jugar con ella y pasó sus días aburrida en el rincón de una estantería. Sin embargo, algo de ella me llegó. Recuerdo un deseo ferviente – hacia los siete u ocho años- de ser rubia. Tanto, que mi madre un día me llevó a la peluquería y dijo: ¡hacedle algo a esta niña por favor, quiere ser rubia! La peluquera la miraba atónita, cuestionando sin palabras que mi pelo negro azabache y mi tez morena fueran a admitir tal cosa. También me llegó la época de obsesionarme con mi cuerpo comparándolo con modelos de revista, o lo que es lo mismo, con Barbie. Ansiedad, complejos y mucha energía desperdiciada.

La muñeca Barbie puede gustar o no, pero es difícil engañarse sobre lo que representa. En su escuálido y puntiagudo cuerpo, Barbie es el prototipo de capitalismo vacío, blanco y excluyente. El del tener y aparentar, en contraposición a ser o contribuir. Barbie es una mujer diez, con un cuerpo diez, y juguetes diez: coche, casa, hombre, caballo… Barbie está en las antípodas de la diversidad de ningún tipo, y también de la verdadera felicidad. Tiene la perfección del plástico, no envejece, no tiene arrugas, no se convierte en nada. Su legado son complejos psicológicos y la contaminación del planeta con su cuerpo, sus accesorios y sus envoltorios.

Nos ha tocado tomar conciencia del daño planetario que estamos causando con nuestros hábitos y esto implica preguntarnos qué hay detrás de cada elección. Al comprar cada juguete, cada regalo, pregúntate: ¿Qué le transmite al niño o niña que va a jugar con él? ¿Qué le va a enseñar como persona? ¿Cuál es su legado para el medioambiente?

Confieso que esta noche he tenido deseos de tirar a la muñeca a la basura. Pero no caí en la trampa. Sé que prohibir algo es hacer que se convierta en lo más deseado. Por ello Barbie sigue cabalgando desnuda por mi casa a sus anchas, y mi hija no parece cansarse de jugar con ella. Es solo una muñeca me digo. Ahora resulta que Barbie será mi maestra. Reyes Magos os advierto: ni se os ocurra atreveros con otra.