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Hacer el menor daño posible a tus hijos

Eva de casi ocho años lleva varios días trasteando con la grapadora y hojas de papel. Se encuentra en la etapa de la industriosidad1. Todavía no hay mucho control ni precisión pero hay producción. Y la práctica repetida va generando competencia y seguridad2.

Hacía unos días que había fabricado libretitas para todos sus compañeros de clase. Quería regalarles una a cada uno el primer día de clase. Eva tiene un gran corazón y disfruta compartiendo. Tras unas toscas primeras muestras, a ojos de Lucía su madre, su padre y hermana menor le echaron una mano en la tarea. Primero seleccionaron el papel de distintos colores. Después cortaron las distintas hojas para que tuvieran el mismo tamaño. Después las graparon. Después escribieron el nombre de cada niño en la portada. Y por último, las decoraron con dibujos y pegatinas. Toda una empresa para una niña de su edad. Cuando estaban todas listas, las apilaron y las pusieron delicadamente en una bolsa, listas para ser repartidas. Eva resplandecía.

(Juliane Lieberman, UNSPLASH)

Llegó el primer día de clase y entregó las libretas. Sus compañeros encantados. Algunos le escribieron dibujos de agradecimiento. Eva era toda sonrisas. Ha llegado la hora de empezar otro proyecto, se dijo. Al mediodía, mientras su madre arreglaba la cocina le dijo, “mamá por favor, no mires que estoy preparando una sorpresa”. Y se puso manos a la obra. Se hizo la hora de volver al cole. Su madre la vio y dijo: “¿Qué estás haciendo?” “¿Ya andas otra vez grapando y tirando papel?” Ella respondió “Estoy haciendo un diario”. “Ah”, dijo la madre, “un diario para…” Eva no dijo nada. Lucía tomó carrerilla: “¿para tus compañeros?… ya tienen la libreta, así que olvídate, esta será para ti y ya basta de grapar y tirar hojas. El papel es para dibujar o escribir. Y para que no gastes más, el paquete de hojas lo retiro – puso las hojas en un estante alto. Ahora vamos al cole que llegamos tarde.” dijo airada y bastante impaciente, otra vez tocaba correr para llegar puntuales. La niña se ofuscó. Cogió las hojas grapadas, hizo una mueca de fastidio a su madre y corrió al cuarto a esconderlas. Llegaron puntuales.

Por la tarde en el trabajo, Lucía se sintió mal, para sus adentros se decía “Vaya bronca le he pegado a Eva, cuando su iniciativa era buena… ¿Qué importa si usa más o menos papel? La he desmotivado, como hacía mi madre conmigo de pequeña.” Al salir del trabajo Lucía fue al fisio a rehabilitar el menisco que recién le habían operado. En plena sesión le vino de nuevo la situación del mediodía: “Un diario…pero ¿quien escribe un diario? pues yo…oh dios, entonces la sorpresa era para mi. Se le caió el alma al suelo. Al salir del fisio fue corriendo a buscarla a música aunque hoy la recogía la abuela. Sus palabras brotaron nada más verla: “Lo siento cariño, he sido injusta contigo al regañarte este mediodía. Mamá ha metido la pata.” Silencio. “Entonces el diario ¿era para mi?” “Sí”, dijo la niña. “Muchas gracias cariño, es el mejor regalo,… tengo muchas ganas de escribir en él”, dijo Lucía. Eva se iluminó y dijo “claro mamá, casi lo tengo acabado. Quedará chulísimo, ya verás.”

De camino a casa, las palabras de una madre que había leído hace años, reverberaron en Lucía: “aspiro a hacer el menor daño posible a mis hijos”.

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(1) Según teoría de desarrollo humano de Erik Erikson en «El ciclo vital completado».

(2) Para Erikson es fundamental apoyar las iniciativas de esta edad hasta la pubertad. Si no se hace, en lugar desarrollar confianza en sus empeños y una mayor competencia, los niños desarrollan sentido de inferioridad y pierden el interés en explorar y desarrollar su potencial.