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Por qué al lidiar con tus sueños, la pregunta ¿me compensa? está fuera de lugar

Hoy en una sesión de coaching a Maya, pintora y diseñadora gráfica a principios de la treintena, comentábamos su visión de vida. Este ejercicio empieza por una meditación guiada en sesión, en la que la persona viaja con la imaginación a su futuro a pocos años vista. Después plasma lo visto en una hoja a través de imágenes o dibujos.

Saber visionar y sostener una visión propia es fundamental, porque como decía Walt Disney, “si lo puedes soñar, lo puedes crear”. Y también, si no lo puedes soñar, difícilmente lo crearás o vendrá a ti, como constato desde hace años en mi práctica de coaching. Esto es así porque aquello en lo que nos enfocamos modela nuestra percepción y determina aquello que recibe nuestra atención – la poderosa mecha que cataliza el futuro.

Maya podía imaginar una nueva residencia delicadamente decorada. Podía imaginar una profesión floreciente. Podía imaginar su arte conmoviendo a miles de personas. No obstante, aunque afirmaba quererlo, no lograba verse con hijos y una pareja.

Según mi experiencia de coach, y como expresaba Rilke1 el futuro ha de entrar en nosotros mucho antes de que suceda. Cuando esto no es posible, existe un bloqueo. Cuando le pregunté a Maya porqué no podía imaginarse con pareja e hijos me dijo, “bueno lo de la pareja,… es un fastidio ponerme a buscar, paso de Tinder… Y pensándolo bien, aunque no me veo como madre soltera, no sé si me compensa todo el esfuerzo de tener pareja.” ¡Bingo! Dimos con el bloqueo: No sabía si le compensaba tener pareja.

Pantalla con números

(Tyler Easton, UNSPLASH)

¿De dónde había salido aquella pregunta? De ella, claro, y también de la cultura en la que nadamos. Esa que afirma que todo, absolutamente todo tiene que compensarnos. Vivimos en una sociedad materialista y economicista. Parece que nada tiene valor por sí mismo a no ser que nos rinda. Tal vez por eso nos pasamos más tiempo negociando con la realidad que viviendo. Pues bien, hay cosas que simplemente no rinden. ¿Cuánto rinde tener hijos? ¿Lo medirás en función de las notas que saquen? ¿Cuánto rinde tener una pareja? ¿Lo medirás en función de cuánto sexo tengas? ¿Cuánto rinde ser honesto y tener la conciencia tranquila? ¿Lo medirás según lo bien que duermas por las noches? ¿Cuánto rinde cultivar una amistad?

Para algunas cosas, aunque ahora no consigo dar con ninguna, la pregunta ¿me compensa? tendrá sentido. Para muchas otras, y en concreto para tus sueños, olvídate de ella. Plantéate en su lugar: ¿Lo quiero de verdad? ¿Es bueno para mi y para el mundo? ¿Estoy dispuesto a comprometerme con ello? Si con tu vida, eres capaz de responder “sí” a estas tres preguntas, darás un paso gigante hacia tus sueños.

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(1) Cartas a un joven poeta. Rainer Maria Rilke

Del aborto a los tratamientos de fertilidad: el mindset maldito de la maternidad y cómo superarlo

Luisa tenía un niño de dos años con su actual pareja. Él tenía dos hijos de un matrimonio anterior. No querían más hijos pero Luisa se quedó embarazada. Tomaron la decisión de abortar. La noche antes del aborto Luisa soñó con el niño que llevaba en el vientre. La criatura le suplicaba sin palabras que no abortara. Luisa escuchó y ahora es madre de dos niños maravillosos. Al hablar con ella sobre lo ocurrido sus palabras se me quedaron grabadas: “menos mal que no aborté, de haberlo hecho, me habría quitado la vida.” Conociéndola, sabía que hablaba en serio.

Luisa anticipó el impacto que haber abortado hubiese tenido en su vida. Como coach he acompañado a un buen número de mujeres que han abortado, constatando que las cicatrices psicológicas a raíz de ello continúan a sangrar no importa cuántos años pasen. En demasiados casos, el trauma es tan grande que deriva en enfermedad mental.

El aborto y las políticas para facilitarlo son la punta del iceberg del mindset mayoritario que quedarte embarazada es lo peor que te puede pasar en demasiadas circunstancias: si eres joven, si no has terminado la carrera, si no tienes pareja estable, si no cuentas con muchos recursos, si quieres progresar en tu carrera profesional, y un largo e inconsciente etcétera. Cristina Pedroche en una entrevista decía que no quería ser madre de momento porque quería comerse el mundo. Sus palabras encarnan la visión dominante que la maternidad es un estorbo para la mujer. Un estorbo para su carrera, un estorbo para su independencia, un estorbo para su sexualidad, un estorbo para el disfrute. Pero la maternidad no es un estorbo, no necesariamente. En cualquier caso, esa misma mujer, llega a la treintena o más allá y se plantea ir a por el bebé. Entonces, más a menudo que menos, el bebé no llega y empiezan las pruebas, empiezan los tratamientos, maternidad subrogada y otras soluciones al “problema”.

¿Perdona? ¿No será que como sociedad se nos ha escapado algo? Cuando eres joven, quedarte preñada es lo peor que te puede pasar, y de madura, no te preocupes que si no puedes hay una industria dispuesta a medicalizarte para hacerte un bombo, pagando por supuesto, un buen peaje económico, físico y psicológico. Y ni se te ocurra negarte a pagarlo porque hoy día “todos lo hacen.”

El discurso dominante sobre la maternidad está sesgado hacia los aspectos negativos de ella. Lo sé porque bebí de él durante demasiados años. Es verdad que tener hijos te cambia la vida. Es verdad que no es fácil. Pero también es cierto que acompañar a otro ser a crecer y desarrollarse es de las cosas más bellas que se puedan vivir y que te hace madurar como persona como ninguna otra experiencia en la vida.

(Zach Lucero, UNSPLASH)

Entre las medidas para evitar embarazos no deseados – aborto incluido – y los tratamientos de fertilidad echo de menos un diálogo sincero sobre qué significa tener hijos y el valor de hacerlo. Una conversación en la que se hable sobre las dificultades pero también las bendiciones de ser madres y padres. En la que se aborde la necesidad de plantearse la propia maternidad y paternidad como una cuestión fundamental: ¿Qué significa formar una familia? ¿Deseo crearla? ¿Cuándo sabré que el momento de crearla ha llegado? ¿Qué tipo de vínculos son necesarios? ¿Cómo cultivarlos para que funcionen? ¿Qué apoyos vamos a necesitar? ¿Qué organización logística? ¿Cómo compaginaremos la maternidad/paternidad con el desarrollo profesional de ambos?

Mi deseo es que estas preguntas lleguen a las familias, a las aulas, a las políticas. Que te lleguen a ti y a través tuyo a todas las personas de tu entorno, para abordar la vida y su continuación con el cuidado, la honestidad, la creatividad y la responsabilidad que verdaderamente se merecen.

 

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