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Querido lector, no sé cómo hacer para llegarte…¿me echas una mano?

El enfoque que he venido usando con este blog es el de trabajar grandes temas e irlos desgranando semana a semana: valores, creencias, el duelo, el cuerpo. Este año empecé hablando de propósitos de año nuevo, seguí con valores y quería continuar con ellos,…hasta que mi editora me dio un toque con las estadísticas del mes, las más bajas desde que lanzamos el blog.

Así que decido no publicar el artículo sobre valores y la perspectiva budista de la mente que tenía preparado para esta semana y publicar algo de actualidad. Abro el 20 Minutos digital y busco algo que me inspire y sea a la vez de actualidad. Porque lo que vale hoy es la inmediatez, lo actual,…lo que no sucedió ayer está muerto y parece que nada tiene que aportarnos.

Topo con la noticia de María Casado que rompió a llorar en la entrevista a Pedro Ruiz por los datos de audiencia de su programa. A lo que Pedro le comparte «Te he dicho más de una vez que es mucho más difícil desintoxicar que intoxicar. Los medios ahora ofrecen más dinero por ensuciar que por limpiar, lo cual es imposible de tragar. Te ofrecen un montón de dinero por meterte en una isla y hacer no sé qué tipo de cosas, o promoción por hacer cosas… Y no, es mucho más difícil limpiar que ensuciar. Y este programa limpia. Luego tendrá la audiencia que sea (···) pero los números no son el alma de la vida”.

Aunque nuestra situación es diferente, no puedo evitar simpatizar con la situación de María Casado. Estoy de acuerdo en que los números no son el alma de la vida, pero en estos momentos son el alma de los medios de comunicación. Dicho esto, asumo total responsabilidad por la parte que me toca: la de generar audiencia sobre el desarrollo personal en este medio.

Hace unos días fui a la peluquería. Voy siempre a la misma, cuando no lo hago me arrepiento, pues Ana me conoce y me trata a mi y a toda su clientela con su única mezcla de simpatía, profesionalidad y cariño. Uno sale de la pelu mejor de lo que ha entrado, y no solo estéticamente. Mientras me cortaba íbamos charlando, “¿Qué tal vas con tus cosas? ¿el coaching, los artículos, tus libros?” A lo que le contesté que bien, que no me quejaba. Luego me dijo, “Chica te tengo que decir que yo no te sigo. No te termino de entender. Al final he llegado a la conclusión que tenemos distintos niveles socioculturales. No te lo tomes a mal.”

No me lo tomé a mal para nada, al contrario se lo agradecí. Lo que le pasa a Ana, le pasa a la mayoría. Porque, aunque cada semana me esfuerzo para dar lo mejor de mi, querido lector, te confieso que no sé como hacer para llegarte. Para inspirarte. Para darte herramientas que te ayuden a crecer, a ser mejor persona y a vivir una vida más plena y llena de sentido. De modo que si tienes ideas para lograrlo, te agradeceré de corazón que las compartas en los comentarios al pie del artículo. Por ejemplo, qué temas te interesan, sobre qué te gustaría que escribiera…

No voy a ponerme dramática. Que se cierre un blog no tiene mayor importancia. La vida es puro cambio y por suerte tengo otros e interesantes frentes abiertos. Sin embargo, no soy de las que se rinden a la primera, ni a la segunda. Así que voy a darme otra oportunidad para conectar contigo en este medio y tus sugerencias serán muy bienvenidas.

Gracias.

 

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Mi hijo es diferente y lo llevo fatal

EL HIJO QUE ME GUSTARÍA VERSUS EL HIJO REAL

En el curso preparatorio a la adopción de mi hija, recuerdo el testimonio la madre de un niño adoptivo que decía, he tenido que soltar mi idea del hijo que yo quería, para poder recibir plenamente al hijo que me ha sido dado. Con la crianza y en conversación con otros padres y madres, he constatado que esta tarea no es exclusiva de padres adoptivos.

Los humanos tenemos ideas preconcebidas de casi todo. Y los hijos no son una excepción. Llamémosle agenda inconsciente, expectativas, suposiciones o asunciones. Cuando éstas chocan con la realidad del ser humano que ha encarnado en el seno de nuestra familia, se origina el sufrimiento.

…¿Y SI EL PROBLEMA ERES TÚ?

En una sesión sobre maternidad y espiritualidad de un retiro budista en el que participé, la madre de una mujer con síndrome de down, compartió que su hija trabajaba, vivía en pareja y hacía de modelo cuando se lo pedían. Mi hija es feliz y no tiene ningún problema, decía, soy yo quién lo tiene. Se daba cuenta de que había llegado el momento de dejar de preocuparse por su hija. Como padres es fácil caer en la trampa de problematizar a nuestros hijos por qué son diferentes. Olvidando que el mayor problema no lo tienen ellos, sino nosotros.

Niño inclinado

(Jordan Whitt, UNSPLASH)

TU SUFRIMIENTO ES REAL

Sea el que sea el grado de diferencia de tu hijo por TDH, altas capacidades, autismo, discapacidades, etcétera, como padres es natural sufrir, preocuparnos. Esta preocupación es sana en la medida en que nos empuja a movilizarnos para acompañar a nuestros hijos y encontrar así recursos y espacios que les ayuden. Sin embargo, como madres y padres debemos aprender a neutralizar al sufrimiento innecesario que emerge de pensamientos del tipo: Mi hijo es diferente. Todos los demás son normales y no tienen problemas. ¿Por qué mi hijo no puede ser como ellos? Cada vez que pienses así, cuestiónalo como la mayor milonga que te has contado. ¿De verdad que crees que los otros niños no son de algún modo diferentes? ¿Crees que alguien en esta vida está cien por cien libre de problemas (de salud, psicológicos, relacionales,…)?

SEGUIR ADELANTE

La experta en autocompasión y madre de un niño con autismo Kristin Neff, explica que hacer las paces con los momentos de sufrimiento de la crianza es el primer paso para superarlos. Neff te invita a no mirar hacia otro lado cuando te amarga algo que le pasa a tu hijo. Puedes buscar el espacio para sentir y aceptar este sufrimiento. Puedes tomar la determinación de ser amable contigo misma. Y ahora llega el momento clave: reconoces que el sufrimiento es el pan de cada día de la humanidad, sorteas el victimismo y te encuentran las fuerzas que necesitas para seguir adelante.

 

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