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Más allá del negro de tus pulmones: el daño al planeta que causa fumar

Cuando pienso en tabaco, pienso en Santi mi abuelo paterno, una leyenda. Hijo payeses, luchó en la batalla del Ebro en la Quinta del Biberón, luego emigró a Guinea Ecuatorial a buscar fortuna. Se casó y tuvo seis hijos. Emprendedor, deportista, generoso y amante de la vida. Crecí bajo su carismático halo que me llegaba a través de familiares y conocidos. No, yo no le conocí porque mi abuelo también era fumador. Fumaba cuando no se sabía que fumar mataba. Y a los cincuenta años, en la plenitud de la vida contrajo un cáncer de pulmón que se lo llevó en seis meses, marcando trágicamente a la familia y al devenir de sus miembros. Su pérdida me ha mantenido lejos del tabaco de por vida.

Hoy es el Día Mundial Sin Tabaco según la Organización Mundial de la Salud. Al leer sobre el tema descubro algo que desconocía. Que la industria del tabaco, además de causar la muerte 7 millones de personas al año en todo el mundo, generar estragos en los países en vías de desarrollo y en las personas con menor nivel de recursos, también es mortífero para el planeta:

  1. DEFORESTACIÓN. Para elaborar 300 cigarrillos son imprescindibles 8 árboles, sin contar lo que se consume en la fabricación del papel y las cajetillas. El cultivo de tabaco provoca deforestación, mayormente en países en vías de desarrollo donde se sitúan los cultivos.
  2. POBREZA. El 90% de los cultivos se encuentran en países en vías de desarrollo o de rentas medianas/bajas. Mientras que el cultivo de tabaco favorece las ganancias a corto plazo, el daño causado a la tierra con pesticidas, herbicidas y demás compromete cualquier otro tipo de cultivo posterior, hipotecando el futuro de los cultivadores.
  3. CONTAMINACIÓN DEL AGUA. Los mismos fertilizantes y herbicidas que empobrecen la tierra, contaminan el agua y enferman a trabajadores de cultivos, cuya mayoría se exponen a estos químicos sin protecciones adecuadas.
  4. EFECTO INVERNADERO. La industria del tabaco emite en gases de efecto invernadero: 84 millones de toneladas anuales de dióxido de carbono, contribuyendo al cambio climático y reduciendo la capacidad de respuesta al mismo.
  5. IMPACTO DE COLILLAS. Tirar al suelo una colilla supone lanzar un residuo tóxico capaz de contaminar 50 litros de agua directamente al mar. Muchas las ingieren diferentes animales comprometiendo su salud y afectando a toda la cadena trófica.
  6. EXPLOTACIÓN HUMANA. Las plantaciones emplean a mano de obra infantil y no cualificada. Cuando un menor trabaja en plantaciones de tabaco, por un lado se reduce o se evita su escolarización y, por otro, daña su salud. Algunas organizaciones como Human Rights Watch (HRW) denuncian las enfermedades que los trabajadores de la industria sufren por la toxicidad del producto en sí mismo y por no estar protegidos debidamente.
Mano con cigarrillo

(Irina Iriser, UNSPLASH)

La próxima vez que vayas a fumarte un cigarrillo, además de pensar en lo oscuros que se están poniendo tus pulmones, en los años que dejarás de vivir o que vivirás precariamente por ese gesto, espero que también pienses en los niños explotados, los trabajadores enfermos, los animales muertos por consumir desechos del tabaco, la contaminación de las aguas afectando a la vida de millones de seres. Quiero que pienses en la deforestación de los bosques, en las tierras envenenadas por el cultivo del tabaco y en las emisiones de CO2 ensuciando el aire del mundo. Piensa en ello porque tú los estás causando.

Al igual que eliges ser el problema, puedes elegir ser la solución.

 

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¿Bebés digitales o huérfanos digitales? Porqué es una mala idea tirar de pantallas con tus hijos para estar tranquilo

Recuerdo las idas a restaurantes cuando mi hija era bebé. La palabra que me viene a la mente es: pringar. Pringaba yo y pringaba su padre, porque – excepto cuando se quedaba dormida – la posibilidad de comer tranquilos se había evaporado, ni qué decir de degustar cualquier cosa. Luego, llegaba otra pareja con bebé de la misma edad o más pequeño que la nuestra. Sus padres se sentaban, pedían y comían como reyes mientras su vástago, con un móvil delante suyo, tragaba contenidos digitales quedándose increíblemente quieto, como hipnotizado. Se “portaba bien”. Mi pareja y yo nos mirábamos cómplices mientras un pensamiento fugaz pasaba por nuestra mente: ¿somos imbéciles o qué? Pero soltábamos el pensamiento y seguíamos en lo nuestro.

El corto plazo y el largo plazo a menudo se contradicen. Y en el caso de la exposición a pantallas en niños edades de cero a seis años, la ciencia está demostrando que los efectos del consumo de contenidos digitales puede dañar su desarrollo de múltiples formas, tal y como articulan más de cincuenta expertos en el Manifiesto Infancia y Pantallas:

  • EFECTOS EN EL DESARROLLO CEREBRAL. Los niños sobreexpuestos a contenidos digitales pueden tener dificultades en la adquisición del lenguaje, menor capacidad lectora y reducción de la función ejecutiva, es decir tener una mayor impulsividad.
  • EFECTOS EN LA SALUD Y EL DESARROLLO FÍSICO. Los niños sobreexpuestos a contenidos digitales son más vulnerables a padecer sedentarismo, cefalea, trastornos del sueño (lo que afecta a múltiples facetas) y a trastornos visuales.
  • EFECTOS EN LA SALUD EMOCIONAL. Los niños sobreexpuestos a contenidos digitales tienen menos oportunidades de interaccionar con otras personas, algo fundamental para su desarrollo, están en mayor riesgo de TDAH, de padecer aislamiento social y de desarrollar una personalidad depresiva.

(Charles Deluvio, UNSPLASH)

Aunque cada vez hay más evidencias de los efectos adversos del exceso de pantallas en niños y adolescentes, existen discursos que refuerzan lo contrario, como la idea de “nativos digitales” es decir los niños que de estar tan expuestos a las pantallas son más capaces con la tecnología que otros que no lo han estado. Sin embargo, se está viendo que los niños que han estado sobreexpuestos a contenidos digitales desde que nacieron, son más bien “huérfanos digitales” por todas las consecuencias negativas que se manifiestan en su desarrollo a medida que van creciendo. Contrarrestar estas falsas creencias con estudios serios es responsabilidad de todos y especialmente de padres y madres.

En este sentido, las recomendaciones de la OMS tras revisar múltiples estudios sobre el tema son tajantes. Antes de los dos años, el tiempo de exposición a pantallas tiene que ser cero. Y de los dos a los cuatro años, el tiempo máximo delante de una pantalla de una hora al día y cuanto menos mejor.

Si eres padre o madre de un niño, no solamente puedes criarlo sin sobrexposición a pantallas sino que es tu responsabilidad hacerlo. Y sí, estás pringando. Y sí, puede ser duro. Pero el tiempo pasa rápido. Y es mejor que pringues hoy mientras evitas la sobrexposición a pantallas de tu hijo, que mañana con los problemas graves que esta sobreexposición habrá causado, tal vez de forma irreversible.

 

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