Estábamos muy mal acostumbrados con el tema comidas. El peque fue siempre como un túnel de metro. Entraba casi de todo y en cantidades importantes. Es verdad que tardó mucho en masticar como es debido, pero ya está superado.
Pero su hermana no va por los mismos derroteros. Aún toma toda la teta que quiere, pero ya hace todas sus comidas: desayuno (cereales), comida (purés, arroz, macarrones en cachitos…), merienda (fruta espachurrada) y cena (cereales o purés).
Además lleva ya tiempo masticando estupendamente: aspitos, trocitos de galleta, pan, pasta, arroz….
¿Cuál es el problema? Pues por un lado las cantidades. Raro es que se tome la ración entera. A veces con tres cucharadas se da por satisfecha. Y es frecuente que no quiera más que probarlo. Por otra parte que no todo le gusta o le apetece en ese momento.
Además, lo suyo es comer con los ojos y con las manos.
Con los ojos por que quiere lo que hay en nuestros platos y no en el suyo. Y no siempre puede ser. Y con las manos por que cada vez más se niega a aceptar la cuchara. Pero tampoco quiere usarla ella. Quiere comer con sus manitas. Y no es que me importe en absoluto que se reboce (de hecho me divierte verla). Pero los purés y cereales son francamente difíciles de comer al estilo medieval..
Los casi cuatro kilos y el percentil elevadísimo que tenía al nacer se han quedado en nada. Ahora es un piojillo. Un comino que dice su padre. Pero su peso no me preocupa. Su enfermera de pediatría lo tiene controlado y es una niña sana y espabilada.
Lo que sí estoy descubriendo es esa inclinación oculta dentro de las madres de desear ver zampar a sus hijos como osos pardos.