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¿Cerebro de placenta?

En mi anterior embarazo iba al trabajo en transporte público. Pero entre uno y otro nos trasladaron y ahora vengo a trabajar en coche.

Y no tengo plaza de garaje ni en el trabajo ni en casa.

Siempre, a lo largo de más de dos años, he recordado sin problemas dónde había aparcado. Suelo tener buena memoria a corto y medio plazo.

Pues ayer me pasó por vez primera salir de casa a las siete de la mañana y lloviendo en dirección al sitio en el que había creído haber aparcado y encontrarme que no estaba mi coche.

¿Dónde demonios lo había aparcado? Tuve que esforzarme para recordarlo.

Y ese mismo día al salir de trabajar, nada más pisar la calle tuve que volver en busca de mi móvil. Cosas así últimamente me pasan más a menudo.

Son sólo despistes sin importancia. Pero me han recordado eso que los guiris bautizaron como «cerebro de placenta«.

En castellano no lo he oído nunca, pero en foros y páginas de maternidad inglesas y estadounidenses es habitual que se refieran a ello como una de las características del tercer trimestre.

Con esa expresión tan poco afortunada de cerebro de placenta (al menos a mí me lo parece) se refieren a que al final del embarazo estamos más despistadas, nos cuesta más concentrarnos y es más fácil vernos pensando en las musarañas.

Según Ros Crawley de la University of Sunderland, entre el 50% y el 80% de las embarazadas aseguran tener problemas de memoria y concentración, aunque no de importancia. Como los míos vamos.

¿Creéis que es cierto? ¿Os pasó?

Por otro lado, hay otro informe circulando por ahí de la Universidad de Richmond que dice que la maternidad tiene efectos positivos sobre la pérdida de memoria en la vejez.

Vete a saber.

Accidentes y despistes fatales

Ayer no daba crédito a la noticia que nos llegó al final de la mañana: un bebé de 25 días moría por accidente después de que su padre metiera la canastilla con él dentro en el maletero del coche sin darse cuenta de que estaba allí.

Un despiste terrible que ese hombre arrastrará dentro toda su vida.

Pero es que los accidentes fatales de bebés por falta de atención o vigilancias son una moneda demasiado corriente.

Para muestra, unas cuantas noticias:

Un bebé muere deshidratado en Sevilla tras permanecer varias horas al sol en un coche

Fallece ahogado un bebé de 14 meses tras caerse a una piscina privada

Los Mossos salvan a un bebé que se ahogaba tras tomar un fármaco en Granollers

Dos agentes reaniman a un bebé que se había atragantado con un trozo de pan

Fallece un bebé de 18 meses por ahogamiento en una piscina de El Campello

La Policía investiga la muerte de un bebé de 16 meses que se cayó de una ventana

Un bebé muere en Pontevedra intoxicado por el polvo de comida para conejos

Fallece el bebé 19 meses que se cayó desde un balcón a 12 metros en Tenerife

Un bebé de 18 meses, en estado crítico tras caer accidentalmente desde el balcón de un cuarto piso

Muere un bebé de 2 años al atragantarse con una golosina en Valencia

Prisión para la empleada del hogar que cuidaba a un bebé que se ahogó en la bañera tras dejarlo solo unos instantes

Aquí os dejo enlazados un par de artículos con recomendaciones para evitar accidentes infantiles. La mayoría son cosas del más puro sentido común.

Todas las recomendaciones se pueden resumir en que hay que tener mil ojos con ellos.

Y por experiencia sé que es difícil alcanzar el justo equilibrio de dejar espacio al bebé y oportunidad para que experimente sin vivir angustiada temiendo que le van a suceder todos los males del mundo.

Pero puestos a elegir, en este caso prefiero pecar por exceso de celo que por defecto.

El post con el que estrenaba este blog se titulaba Ser madre es vivir con miedo. Ya lo tengo asumido.