Si hay un acto especial en la rutina diaria que rodea a un bebé, es el momento del baño.
Hablando con distinta gente, todo el mundo tiene sus pequeñas costumbres en torno al remoje diario del niño.
Os voy a contar cómo es en nuestro caso y, si os apetece, pues hacéis lo propio.
Para nosotros el baño ha variado bastante desde su nacimiento hasta ahora, que tiene dos años y medio.
La primera razón es bastante obvia: su tamaño creciente. Primero le bañábamos en el lavabo. Al poco tiempo le pasamos a una bañera de plástico muy apañada que compramos en los chinos. Y cuando ya no cabía tocó el turno de nuestra bañera grande. Normalmente en esta última etapa me baño yo con él y sus juguetes.
El baño también ha variado en frecuencia: recién nacido le bañábamos a diario. En cuanto empezó a ser un bebé mayor empezamos a distanciar los baños, pueden pasar uno o dos días entre uno y otro, algo que nos recomendó la enfermera de pediatría ya que tiene la piel algo atópica y que le vino muy bien.
Pero hay algo que siempre hemos conservado: es un momento en el que estamos los tres: padre, madre y niño.
También la hora ha permanecido estable. Hay quien prefiere bañar a los niños por la mañana, cuando se despiertan, pero me da la impresión de que son los menos. Nosotros siempre le hemos bañado por la noche, antes de ponerle el pijama y cenar, cuando su padre ha llegado ya de trabajar.
Su padre es el encargado de que la toalla esté calentita en invierno y el receptor. También lo seca. Y a mí me toca el masaje con crema hidratante y vestirle.
No se quién disfruta más del baño, si él o nosotros.
Imagino que la rutina cambiará de nuevo cuando llegue la niña (hoy comienzo la semana 39), pero procuraremos que siga siendo un momento placentero para todos.