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Escatología acuático-infantil

Hoy ha vuelto a suceder. Creo recordar que es la quinta vez que nos pasa con alguno de los dos. Hacía ya mucho tiempo de la última, la verdad.

Submarino. Baño interrumpido a toda velocidad. Limpiado exprés de niño/s y bañera.

Es como lo de que tu recién nacido se le orine (o algo peor) encima a la pediatra o a la enfermera en plena revisión.

No es algo de lo que se hable con frecuencia, pero esos momentos escatológicos (u otros semejantes) son un anexo inevitable a la maternidad/paternidad reciente.

La guerra de lavar la cabeza, la guerra de cortar las uñas

Hay dos actividades cotidianas, una para cada uno de mis hijos, que suponen toda una variedad de luchas y lloros.

Y me da la impresión de que debe haber muchos más niños pequeños por ahí en la misma situación.

En el caso de Jaime sacar del cajón la tijera para cortarle las uñas es como desenterrar el hacha de guerra. No hay manera. No se deja. Y como tiene cuatro años y medio, mucha fuerza y es una tarea delicada, al final hemos decidido cortárselas dormido.

Es algo que sucede sólo desde hace unas pocas semanas. Antes, sin ser plato de su gusto, se dejaba. Tal vez le hicimos daño en alguna ocasión. Imposible saberlo.

En el caso de Julia la guerra surge cuando toca lavarse la cabeza, algo que afortunadamente sólo hay que hacer una vez por semana. «¡Nooo! ¡Lavar la cabesa noooo!». Lo que no soporta es que le moje la cabeza. Enjabonar y desenredar el pelo no supone ningún problema. Pero mojarlo y aclararlo es siempre causa de llantos.

Y claro, a ella no podemos lavarle la cabeza dormida.

Recuerdo que cuando yo era pequeña tampoco me gustaba nada, pero mis quejas iban por el jabón en los ojos «¡Mamá, picaaa!» y por el desenredado.

Para intentar quitarle hierro estoy jugando con frecuencia con ellos a cortar las uñas y a lavar la cabeza a un muñeco, con los mismos utensilios que uso con ellos. Y les encanta hacérselo al muñeco. Pero no parece que esté ayudando mucho cuando les toca a ellos.

Imagino que nos tocará aguantar. Como a tantos otros padres recientes. A veces es imposible evitar que lloren.

¿Qué acto cotidiano y necesario es el que hace llorar y quejarse a vuestros hijos?

El momento del baño

Si hay un acto especial en la rutina diaria que rodea a un bebé, es el momento del baño.

Hablando con distinta gente, todo el mundo tiene sus pequeñas costumbres en torno al remoje diario del niño.

Os voy a contar cómo es en nuestro caso y, si os apetece, pues hacéis lo propio.

Para nosotros el baño ha variado bastante desde su nacimiento hasta ahora, que tiene dos años y medio.

La primera razón es bastante obvia: su tamaño creciente. Primero le bañábamos en el lavabo. Al poco tiempo le pasamos a una bañera de plástico muy apañada que compramos en los chinos. Y cuando ya no cabía tocó el turno de nuestra bañera grande. Normalmente en esta última etapa me baño yo con él y sus juguetes.

El baño también ha variado en frecuencia: recién nacido le bañábamos a diario. En cuanto empezó a ser un bebé mayor empezamos a distanciar los baños, pueden pasar uno o dos días entre uno y otro, algo que nos recomendó la enfermera de pediatría ya que tiene la piel algo atópica y que le vino muy bien.

Pero hay algo que siempre hemos conservado: es un momento en el que estamos los tres: padre, madre y niño.

También la hora ha permanecido estable. Hay quien prefiere bañar a los niños por la mañana, cuando se despiertan, pero me da la impresión de que son los menos. Nosotros siempre le hemos bañado por la noche, antes de ponerle el pijama y cenar, cuando su padre ha llegado ya de trabajar.

Su padre es el encargado de que la toalla esté calentita en invierno y el receptor. También lo seca. Y a mí me toca el masaje con crema hidratante y vestirle.

No se quién disfruta más del baño, si él o nosotros.

Imagino que la rutina cambiará de nuevo cuando llegue la niña (hoy comienzo la semana 39), pero procuraremos que siga siendo un momento placentero para todos.