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Por fin luce el sol en España

El 5 de octubre de 2018 ya figura, por méritos propios, en la historia reciente del sector energético español. Tras 1.092 días de vigencia era derogado un ignominioso “impuesto al sol” que nos ha convertido en hazmerreír internacional.

Compartir energía pasaba de ser una opción casi quimérica, por el vacío existente que supuso la anulación por el Supremo de su prohibición, a un concepto integrado directamente en la definición del autoconsumo. Se establecía, por ley, que no se puede gravar la energía que uno produce para sí mismo, lo que en la calle se había venido a denominar “impuesto al sol”. Se simplificaba notablemente el papeleo requerido para ponerse unos paneles en el tejado con el fin de ahorrar unos euros en el recibo de la luz y que en ocasiones suponía gastos y tiempo inasumibles en las instalaciones domésticas. Se contemplaba la compensación directa en la factura de los excedentes que uno pudiera tener cuando sus paneles estuvieran produciendo y el consumo eléctrico de su vivienda no fuera suficiente para asumir la energía proveniente del sol.

Todo ello sin necesidad –como hasta ahora– de convertirse en empresario y pasar a liquidar IVA o a integrar en la declaración de la renta unos ingresos que en muchos casos no llegan a 10 euros al mes. Se eliminaban limitaciones absurdas como que la capacidad máxima de generar energía de los paneles fuera menor que la del contrato de suministro de energía. Se racionalizaban, por último, las sanciones, despejando definitivamente la amenaza que se ceñía sobre los audaces autoproductores que, por el simple hecho de dejar de rellenar un papel, podían verse sometidos a sanciones desproporcionadas de hasta 60 millones de euros confiando, eso sí, en que un juez posteriormente las moderase.

En resumen, la normativa sobre el autoabastecimiento de electricidad daba un giro copernicano, pasando de ser la más restrictiva del mundo a una de las más avanzadas.

Pero la ley aprobada no se quedaba ahí, también abordaba, entre otros aspectos importantes, una eliminación temporal de dos impuestos a las centrales eléctricas que estaban contribuyendo a sobrecargar innecesariamente los recibos de la luz, ampliaba (tímidamente, eso sí) las coberturas sociales para aquellas familias que se ven en serias dificultades para encender la luz o mantener su vivienda a una temperatura digna en invierno, incorporaba medidas de protección al consumidor, como la prohibición de que las eléctricas realicen visitas sin cita previa, las cuales derivaban frecuentemente en engaños según venían denunciando reiteradamente las asociaciones de consumidores; la posibilidad de afinar la contratación de la parte fija del recibo y la obligatoriedad de que las eléctricas nos informen sobre cuál sería el importe de nuestro recibo en la modalidad de facturación con discriminación horaria, esa que permite ahorrar fácilmente más del 10% de la factura sin necesidad de cambiar de hábitos de consumo.

La reforma está incompleta. Hay aspectos esenciales que desarrollar sobre el autoconsumo compartido o sobre la compensación de excedentes

Se trata, al fin y al cabo, de una boya en el mar de la profusa normativa del sector energético que marca, sin lugar a dudas, un cambio de rumbo a los que navegamos en el mismo. La reforma está incompleta. Hay aspectos esenciales que desarrollar sobre el autoconsumo compartido o sobre la compensación de excedentes y otros que modificar en profundidad como el mecanismo de fijación de precios del mercado eléctrico o una ayuda social que extermine definitivamente la pobreza energética de nuestro país, pero el camino emprendido es el correcto.

Queda por ver, en primer lugar, que el Congreso de los Diputados convalide la norma y, en segundo lugar, que apoye las reformas siguientes que la ministra Ribera ya ha anunciado. Confiemos en que, por una vez, se imponga la racionalidad y se tomen medidas rápidas y eficaces para transformar radicalmente nuestro sistema energético. Nuestros bolsillos, nuestra salud y nuestro planeta bien lo merecen.

Por Jorge Morales  – Director General de Geoatlanter

¿Por qué sube la energía? ¿Complot o mercado?

La volatilidad del precio es una señal de que la energía renovable no viene acompañada de potencia flexible capaz de equilibrar oferta y demanda. Alemania, por ejemplo, el 8 de septiembre de este año contó con 47 GW renovables (25 GW solares), tenía 64 GW de demanda. El efecto son dos picos de precio: a las 8.00 horas a 55 €/MW y a las 20.00 horas a 72 €/MW; en cambio, a las 13.00 horas tenía 26 €/MW y a las 4.00 horas 46 €/MW.

¡En España tenemos esos 73 euros/MW todo el día! En Alemania obedece a picos cubiertos con centrales que entran menos de una hora al día. La diferencia en España entre las 13.00 horas y las 20.00 horas es de 3 euros; en Alemania es de 47 euros. Hace un año tenía mayor volatilidad, más exportaciones y precios negativos.

Mercado marginal

Alemania y España tienen el mismo mercado marginal. El precio lo determina la última tecnología en entrar en el mercado. Los mercados marginales, en condiciones de competencia perfecta, algo ideal, permite transferir rentas a las tecnologías más eficientes. De modo que las más ineficientes obtienen, como premio por el acierto, el precio de la menos eficientes y caras. Este esquema permitió superar una década de sequía de inversiones, fruto de las deudas de las nucleares, creando casi 30 GW nuevos de Centrales Térmicas de Ciclo Combinado (CTCC).

Dos décadas después, los retos y los desafíos son  otros. Emergen como opción de futuro las renovables. Partían de algo ilusorio, operar las CTCC (Centrales Térmicas de Ciclo Combinado) 5.500 horas permitía ofrecer precios por debajo de 36 euros/MW. Incluso se garantizó a la nuclear un ingreso base. Pero la baja de la demanda, entrada de energía renovable y un precio de carbón más bajo reduce las horas de funcionamiento a menos de 1.000 horas con el precio cuatro veces superior (por eso han de ofertar a precio cero por el coste que supone salir y volver a entrar en el mercado) ¿Cómo centrales de gas que operan 24 horas dan la misma señal de precio que la que opera menos de una hora al día para cubrir picos?

Natalia Fabra propone reducir el impuesto del 7% a centrales de carbón y gas y, dado que estas son las que marcan el precio marginal, el efecto para el consumidor sería una caída por encima del 7%. Internalizar el coste del CO2 afecta sólo a unas determinadas tecnologías, en cambio, ahora que sube el precio de los mercados de carbono, como señalaba José Mota en El País, se traslada multiplicado a los consumidores ¿Basta alterar el coste de esa última tecnología para trasladar una rebaja de precio multiplicada a los consumidores?

¿Cómo lograr una deflación de precios?

No son las centrales de gas las que nos llevan a los precios más caros sino la hidráulica. No todos los kWh son iguales. No solo por el coste fijo y marginal que puedan soportar. La hidráulica juega con la ventaja de poder entrar y salir del mercado sin costes; en cambio, una central de carbón o gas ofrecerán precios negativos (caso de Alemania) por el coste que supone salir y luego entrar. La energía solar tendría que ofertar a cero por su nula capacidad negociadora.

Paradoja: 2018 con embalses a rebosar, achacando a la sequía los elevados precios, llueve y la hidráulica oferta a precios astronómicos. Solo están obligadas a soltar agua si los embalses superan el 85%. Los ciclos combinados donde hacen caja es en los mercados de ajustes. Tenemos un mercado eléctrico cuyos costes están desacoplados del precio que pagan los consumidores. Una regulación que solo obedezca a abaratar costes nos alejaría de los desafíos de la transición energética. De aquí la urgencia de una reforma de mayor calado que la abordada en 1997. Exige, como señalaba un artículo previo, repensar propuestas descartadas en el inicio de actual modelo energético.

El mercado de carbono apareció como lo opuesto a las energías renovables. Se ha acusado a las energías renovables de impedir el eficiente funcionamiento del mercado marginal eléctrico y el mercado de carbono. El mercado de carbono es, como dije, inflacionista; afectando a tecnologías fósiles el coste marginal se traslada al consumidor de forma multiplicada. La ley de Cambio Climático británica proponía una “personal carbón card” sin ese efecto multiplicador y, por consiguiente, inflacionista para el consumidor.

España, ¿un país sin sol?

Tenemos 2,8 GW de solar mientras que Alemania tiene 28 GW. Los precios en Alemania muestran el carácter deflacionista que tiene la energía renovable sobre el precio incluido en horas de máximo consumo.

El 21.9 a 14.00 a 26€/MW, el 22.9 a 14.00 a menos 6,79 €/MW, el 24.9 a 27,57 €/MW, etc.

¿Por qué sube el precio? Internalizar el coste de carbono afecta a unas tecnologías concretas, en cambio, sobretodo el carbón, repercute en el precio que cobra el resto. Sería razonable que fuera así si ello atrajera inversiones en tecnologías bajas en carbono. Las energías renovables han sido estimuladas, dado que no incurren en costes variables ni son capaces de negociar su entrada, por unos precios garantizados y predecibles, las llamadas primas.  En 2004 cuando el Bundestag votó introducir el mercado de carbono contó con dos votos en contra: H. Scheer y H-J. Fell. Advertían del efecto inflacionista de coste del carbono y la nula efectividad climática; decían que sería una trampa conceptual que supone valorar las medidas energéticas en el coste de reducir las emisiones de CO2 sin percibir los riesgos de carbono al priorizar inversiones fósiles por encima de renovables. La tasa EEG (siglas de la ley de energía renovables en alemán) al kWh (que no superó los 2 céntimos € hasta 2009, entrada de gobierno liberal-conservador) impulsó inversiones masivas en renovables.

En la gráfica de arriba, en el azul marino, muestra la evolución de la “tax EEG” por kWh en céntimo de €/kWh. El azul celeste indica la suma de mercado de eléctrico más el recargo de las renovables (tax EEG). En Alemania la Gran Coalición (CDU-SPD) desde 2014 estabiliza el precio de la EEG y el precio que paga el consumidor. En España el precio del kWh ha subido un 55% en una década.

Hambach se sala de convertirse una mina a cielo abierto.

Hermann Scheer describió el conflicto estructural que vive Alemania; el gobierno roji-verde evitó tomar una decisión promoviendo, a la vez, un mercado marginal (para la energía convencional) y un sistema de precios regulados (FiT para atraer inversiones en energías renovables); ahora tenemos dos trenes en dirección opuesta. El gobierno con las “subastas competitivas” que sustituyeron los precios regulados puso freno al desarrollo de las renovables: limita la entrada, el volumen subastado es inferior al licitado e inferior al ejecutado y  limita la “competencia” expulsando iniciativas ciudadanas.

 

Marco Bülow, diputado del  SPD, votó en contra de la reforma de la ley de renovable por el freno que suponen las subastas. Entre el 30-40% de las licitaciones no son ejecutadas. La experiencia piloto mostró graves deficiencias. Se han frenado las dinámicas de expansión de eólica (caída de 50% en 2018) y solar (de 8,7 GW en 2012 a menos de 0,7 GW en 2017). Un molino de viento en una hora reemplaza 3 toneladas de carbón, el kWh de una turbina eólica cuesta a 3 centavos, una central eléctrica de carbón 7,  por lo que llega en la red 27. Es la reflexión de arranque de la película que se estrena el 27 de septiembre: “Autark: ¿Por qué más y más personas son independientes?” Podemos producir energía y almacenarla a 11 céntimos kWh. Bajando costes.

 

Complot en la subida del precio de la electricidad.  

En Alemania el debate está encendido. Transición energética es lo opuesto a una transición ordenada, predecible, planificada, consensuada, etc., es transición conflictiva. Seis libros son una muestra de ese conflicto estructural. Krautzfeldt analiza el complot en la escalada de precios, Kemfert la feroz lucha por la electricidad, Becker la crisis de los consorcios energéticos. Es falsa la idea de que el conflicto desaparecería cuando la tecnología madurara. Las tecnologías que conservan enormes tentáculos arremeten con violencia contra la transición energética.

Claudia Kemfert escribió “El imperio fósil contraataca”. Malter Kreutzfeldt “El complot del incremento del precio”; denuncia la agresiva campaña llevada a cabo por el Instituto Social de Nueva Economía ( INSM) contra las energías renovables. No es nueva. Ya en 2004 unos de sus colaboradores, Christoph M. Schmidt, director de RWI (Instituto de Investigación Económica), más que hacer un análisis riguroso habla de “subsidios de locura” y otras descalificaciones insultantes ¡Se debe dejar de desarrollar la energía solar!, proclama para luego culpar a RWI y a la transición energética de colapso de la industria solar. Desde 2004 reclama derogar la ley de renovables por ir en contra de la “neutralidad tecnológica”.

Malter Kreutzfeldt denuncia el incremento como los costes de la electricidad sin que tenga relación con una escalada del precio de los combustibles, dice que es tan solo una conspiración. Por su parte, Peter Becker describe como la transición energética está golpeando a los gigantes energéticos alemanes; RWE y E.ON acumulan récord de pérdidas. El DICE (Instituto de Economía de Duseldorf) habla de un coste de la transición energética de 520 mil millones de euros. Es una impactante campaña publicitaria. INSM articula este tipo de estudios académicos en favor de la energía fósil. Agora Energiewende, más neutral, ha calculado el coste de descuidar del clima.

El pilar de la política climática son las energías renovables, el comercio de carbono y otras medidas que son, para Hans-Josef Fell, ineficientes. Y vemos que, además, es una carga para el consumidor, pues este no paga sólo por el coste de las emisiones de las tecnologías que usan lignito, se transforma en un coste marginal que obtienen todas las tecnologías. El consumidor paga el coste del carbono multiplicado. Es un coste que no revierte en favor de las energías renovables como si lo hace la “tax EEG”  (cuando el objetivo de la fiscalidad ecológica no era “internalizar el coste” sino lograr una transición energética acelerada, adelante en décadas la caída de costes por la evolución tecnológica).

¿Nos hemos de habituar a que la electricidad internalice costes del clima?

Hay quien justifica la subida de precios. El informe de expertos del transición energética establece un 2030 “distributed generation” con 39 €/t CO2: tendría un efectos multiplicador para el consumidor. ¿Y confiar en las subastas para lograr el 32% de renovables en 2030? “Podemos prescindir de la ley de renovables si tenemos un señala de precio del carbono”, dijo el diputado de Los Verdes, Dieter Janecek en unas jornadas de INSM en que se defendía una “política competitiva de transición energética”. El falso dilema de la FAES entre “mercado” y “política”. INSM calcula en 650 euros de subvenciones por segundo a las renovables. Es delirante. Nadie, en su sano juicio, diría que los medicamentos cuyo precio pactan gobierno con farmacéuticas sea una “locura de subsidios”. Es ese lenguaje agresivo de la escolástica de economistas contra la exitosa ley de renovables. Incluso diputados verdes están capturados por esos esquemas mentales fósiles como denunció Hermann Scheer. ¿Se imaginan que el precio de medicamentos lo fijara el mercado? Serían prohibitivos y, algo peor, se retrasarían décadas tener nuevos fármacos por el coste de financiación astronómicos de la investigación.

Hablar de 4.000 subsidios diferente a las energías renovables suena a desconcertante. Spiegel, en su versión en inglés (no alemán), calificaba la ley de renovable de Hermann Scheer (SPD) de “monstruo burocrático”. Craig Morris invitaba a traducir “burócrata” por “mente brillante”. ¿Por qué en California, con el triple de sol que Alemania, tenía 10 veces menos fotovoltaica? ¡El precio era, inexplicablemente, 4 veces mayor en California! Allí sí que existía un “monstruo burocrático”; la fobia a los precios regulados conduce a un sistema cruza de subsidios, ayudas, desgravaciones; lleva a esperar 6 meses de consultoría para obtener en, tras complejas fórmulas, la retribución. Luego falta la larga travesía para obtener financiación, contratar prima de riesgo, etc. En Alemania se llama “burocrático”, un simple y transparente archivo XLS con dos matrices. Permitía una feroz competencia entre fabricantes. Todo fue sustituido por una opaca y poco competitiva subasta. El coste al consumidor son unas cuantos céntimos por kWh para lograr más de un 40% de la energía de origen renovable.

Hoy no se requiere el rodeo anti-económico de las redes de distribución para ser consumida en los propios edificios. Antes de la ley de renovables (2000) se desarrollaron los programas, inspirados en los de Japón, de “100.000 techos solares”. En 2004 fue abolido. Hasta entonces se instalaron 400 MW en viviendas ¿Cómo evitar ¾ parte de subsidios? Ernst Ulrich von Weizsäcker muestra, en “Factor 4”, cómo la corriente alterna permitía subir y bajar potencia cuando es necesario la distribución a largas distancias ¿Por qué no redescubrir las ventajas que vio Tesla en la corriente continua? En lugar de treinta metros cuadrados de paneles solares sería necesario 8 con corriente continua de 24 V. La Ley de renovables marginó la energía renovable distribuida por una retribución de la red que ha abaratado el precio de la renovable. Hoy supone un rodeo innecesario cuando resulta más barata generar, in situ, en las viviendas. Pero tiene factores de mejora de la productividad no elevar la potencia a 230 V. La industria de electrodomésticos tiene un papel como la del automóvil o química en la transición energética. Desarrollamos las renovables dentro de modelo centralizado generando disonancias cognitivas respecto el potencial de las energías renovables. Para liberarnos de estas trampas, el sociólogo Oskar Negt apelaba a la “fantasía sociológica y aprendizaje ejemplar”.

Por Jordi Ortega – Experto en Energía jordi ortega

Una política energética para enfriar precios y no hogares

Por Hugo Morán – Exdiputado

La tomadura de pelo del ministro Nadal, recitando la letanía inaugurada por su antecesor Soria, de una imaginaria bajada del precio de la luz a los consumidores que sólo era real en sus notas de prensa y en sus argumentarios, ya venía siendo desmontada facturación tras facturación en los recibos que puntualmente llegan a los millones de hogares de este país. Pero fue definitivamente enterrada por el INE en su última comparativa anual de evolución de precios: la luz cerró 2016 con una subida del 3´7%, lejos de la bajada del 11% que el Gobierno enarbolaba en su discurso triunfalista de la salida de la crisis.

Y aún no había llegado este enero, que se encarama a la cima de los precios más altos históricamente registrados tras aquel infausto episodio de diciembre de 2013 en el cual, en un alarde de sobreactuación, el ministerio decidió invalidar una subasta que amenazaba su campaña de imagen, asegurando después que se habían tomado medidas que garantizaban en adelante un correcto control del sistema. Otro embuste más que el tiempo se encargaría de desmontar.

Hoy, con unos precios del crudo en el mercado internacional sustancialmente más contenidos que en el pico registrado en 2011, la factura eléctrica se dispara hasta las cotas más altas que haya conocido el país. Y lo único que se le ocurre argumentar al ministro del ramo es que la culpa la tienen el mucho frío y el poco gas.

Pues bien, no se espera del Gobierno que despache el asunto con la típica conversación de ascensor sobre lo fresco que amaneció el día; lo que cabe exigirle es el catálogo de medidas adoptadas para paliar los efectos de situaciones coyunturales como ésta, que golpean con inusitada dureza a unas economías familiares ya muy depauperadas tras el vendaval de la crisis y de las devastadoras políticas arbitradas para hacerle frente.

Poco más cabe esperar de quien se quita de en medio a la primera de cambio, como si la cosa no fuese con él, a aguardar a ver si escampa. La climatología influye, claro que sí, y seguirá haciéndolo con mayor intensidad si cabe espoleada por un cambio climático que ha venido siendo relativizado hasta hace bien poco por el propio Presidente del Gobierno. Dicho esto, parece querer esconder el ministro que nuestra dependencia exterior sigue manteniéndonos cautivos de las fluctuaciones del petróleo también cuando la cotización del Brent sube; que hemos abandonado la senda del aprovechamiento de unas renovables a las cuales se les reconoce ya –trabajo costó- la virtud de atenuar los precios finales al consumidor; que seguimos manteniendo un mercado dolosamente ineficiente, que retribuye muy por encima de sus costes de generación a tecnologías convencionales como la nuclear o la gran hidráulica; que la Administración sigue cargando sobre el recibo de la luz toda suerte de políticas territoriales, sectoriales o sociales, que deberían ser presupuestarias; que se han puesto todas las barreras imaginables a la libertad de autogeneración; que se ha cercenado la capacidad de ahorro de cualquier hogar, al disparar en el recibo el peso del pago fijo por potencia contratada frente a la libertad de reducir u optimizar los consumos reales; o que seguimos esperando a que España se incorpore a la senda de una transición energética que otros países de nuestro entorno decidieron abordar hace ya un tiempo.

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Frío + abuso eléctrico = cambio en el sistema de fijación del precio

Por Joan Herrera – Abogado

España: un país grande, con un mix energético variado y con una potencia instalada muy superior a la que se necesita. Y sin embargo, sube la demanda un 12% por las bajas temperaturas y la fijación del precio se incrementa un… 110% tal y como nos recordaba Sergio de Otto. Cuanto más frío, más posición de dominio del oligopolio, más saqueo eléctrico.

  • ¿Qué está pasando? Algo tan simple como que, 20 años después de la pretendida liberalización del sector eléctrico, el oligopolio marca sus reglas y esconde detrás de la complejidad de su sistema un modelo opaco. El Ministro de Energía atribuye a causas meteorológicas el aumento del precio de la electricidad, al aumento del precio del petróleo y a los problemas de seguridad de las centrales nucleares francesas. Pero la realidad, la cruda realidad, es que opera una ecuación bien simple: a más frío, más demanda y a más demanda, más posición de dominio, mayor aprovechamiento de las circunstancias y mayor saqueo eléctrico. 
  • ¿Dónde estamos? En el rincón de Europa con la electricidad más cara para el pequeño consumidor, las eléctricas más ricas en términos relativos y con límites y fronteras absolutas para impedir que consumidor pase a ser consumidor y productor (prosumidor) en contra de lo que marca el “Winter package” presentado de forma reciente por la comisión.
  • ¿Dónde está la trampa? Como casi siempre el diablo está en los detalles. En muchos detalles: los pagos por capacidad que se perciben de forma arbitraria, los Costes de Transición a la Competencia cobrados de más, la posición de dominio de las empresas distribuidoras que hacen que aquellos que no forman parte del oligopolio lo tengan más complicado para entrar. Pero entre todos los detalles hay uno que llama poderosamente la atención: la fijación del precio. El modelo de fijación de precios hace que el precio se fije no tecnología por tecnología, sino todas las tecnologías juntas. Y de esta manera, en el marco de la ley, se consigue una extraordinaria alteración del precio. El precio que en cada hora percibirán todas las centrales acopladas a la red, será el precio de la electricidad ofertado por la última central que satisfaga la última unidad de electricidad demandada. De esta manera, centrales que han ofertado precios inferiores acaban percibiendo un precio superior, sin perjuicio de la central que cierra el precio de mercado (la tecnología más cara) que percibirá su propia oferta. Así, tecnologías amortizadas desde hace años ganan mucho, y lo hacen a costa de consumidores y a costa del funcionamiento del conjunto de la economía. Ejemplo: los costes de nucleares e hidroeléctricas pueden estar en torno a 10 y 22 euros por megavatio hora. El pasado jueves, la electricidad la cobraron a 85 euros, llegando a multiplicar por 8 o por 4 el coste de generación y el coste cobrado. Mientras, los precios los marcan los ciclos combinados, con precios indexados en el precio del petróleo.

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El Ministro y el precio de la luz

Por Fernando Ferrando – Vicepresidente de la Fundación Renovables

factura eléctrica

Llevamos una semana en la que el incremento del precio de la electricidad ha sido y seguirá siendo “trending topic”, motivado por una subida de la demanda de electricidad hasta alcanzar algo más de 42.000 MW, récord de los últimos años, que ha supuesto que el precio final de casación del kWh supere los 9 céntimos de euro.

Frente a este clamor, el Gobierno, a pesar de las múltiples apariciones en los medios del Ministro Nadal, no solo no ha sabido explicar cuáles eran las razones y las acciones que habían tomado e iban a tomar, sino que además ha contribuido a incrementar el temor de la consolidación de una subida desorbitada de la electricidad. Cifrar en declaraciones a los medios un incremento de 100€/año de la factura eléctrica para 2017, sin explicar cómo, ni a quien le va a afectar, cuándo se va a producir, o por qué son 100€ y no otra cifra, solo vale, al margen de crear alarma social, para habilitar un marco de actuación empoderando a un Ministerio que, aunque esté empezando, ha dado ya claras muestras de su inactividad.

Hablemos claro, el primer problema del Gobierno actual y de la política energética que se ha desarrollado en los últimos cinco años, es haberse atribuido como un logro de su gestión cuando los precios de la energía eléctrica estaban por los suelos y no como consecuencia de un sistema de fijación de precios perverso que cierra precios muy bajos cuando no hay anticiclón y no hay demanda y los dispara en situaciones contrarias como la actual.

El problema no es que al subir un 12% la demanda, el último kWh que cierre precio supere los 9 céntimos, sino que este precio se aplique, no a esa última unidad, no a ese 12%, sino a toda la energía consumida, incrementando el precio para el resto de tecnologías que ofertaron precios inferiores en relación con sus costes de generación, lo que lleva implícito un sobrepago con respecto a lo ofertado. Si el modelo no fuera marginalista el efecto sobre el precio final de la electricidad sería asumible o al menos no sería portada de todos los periódicos.

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