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Hafefobia: el nuevo miedo de la pandemia

Una fobia es un tipo de trastorno de ansiedad. Esto significa que causa un gran sufrimiento para las personas que lo padecen cuando deben enfrentarse al estímulo fóbico, o simplemente cuando lo imaginan; habitualmente el estímulo ‘culpable’ no suele estar muy presente en la vida diaria (determinados animales, grandes alturas…), pero en otras ocasiones ocurre todo lo contrario y resulta bastante limitante para quien lo padece.

La hafefobia es uno de estos casos, ya que se describe como un terror desmesurado y persistente al contacto físico con los demás, a pesar de que este miedo ha existido antes de la pandemia, es ahora, por el miedo al contagio, cuando más se está manifestando su incidencia.

Este trastornos desencadena una serie de respuestas tanto cognitivas (pensamientos de muerte u otros asociados a consecuencias que se perciben como catastróficas), fisiológicas (taquicardias, sensación de ahogo, sudoración, sensación de tener una “bola en el estómago”, tensión muscular, entre otros) o conductuales (evitación del estímulo, huida o escape) para reducir la sensación desagradable.

Es importante aclarar que no todas las personas que actualmente mantienen distancia física y evitan el contacto con los demás, padecen o padecerán en el futuro hafefobia.

La mayoría evitamos el contacto físico pero deseamos tenerlo y volveremos a la interacción habitual cuando la situación se normalice y sea segura para todos, lo cuál no quiere decir que nos aislemos socialmente ni limite nuestra actividad diaria, simplemente ahora las interacciones deben ser de otra forma para mantener nuestra seguridad y la de los demás ante un posible contagio.

Sin embargo, a pesar de que las personas que padecen hafefobia también desean tener contacto, el miedo que experimentan es tal que su única manera de gestionarlo es evitando por completo la interacción social incluso aunque ésta pueda ser segura. Y esta es una conducta muy peligrosa que puede desencadenar en otros trastornos más severos, como la depresión.

En este último caso es fundamental solicitar la ayuda de un profesional para gestionar de manera más adaptativa esta ‘nueva realidad’ pandémica.

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El insólito comportamiento de los tripulantes del Apolo 11 tras pisar la luna

El 20 de julio de 1969, Neil Armstrong se convirtió en el primer ser humano en pisar la luna. La transmisión de este evento histórico fue visto por un quinto de la población mundial, era “el pequeño paso para un hombre y un gran salto para la humanidad”.

Pero resultó que ese paso que él consideraba pequeño no resultaría tal. Fue grande para él, quizás demasiado. Y es que una de las cuestiones más interesantes sobre estos hombres trasciende lo biográfico para convertirse en un auténtico reto para la psicología humana: tras llegar, literalmente, más lejos que nadie, tras ver a lo lejos tu propio planeta desde la luna, y tras ser considerado por el mundo entero como un héroe … ¿qué sucedió cuando volvieron a su casa, se sentaron en su sofá y se preguntaron “y ahora qué”?

El equipo del Apolo 11 (conformado por Armstrong, Aldrin y Collins) fue seleccionado, por supuesto, por su experiencia y capacidad técnica, pero parece que la personalidad de Armstrong fue un factor decisivo en la elección del ‘primer hombre’ que pisaría la superficie lunar. En el libro publicado por Chris Kraft se tuvo en cuenta la personalidad de ambos astronautas.

Mientras Aldrin era de carácter muy expansivo, autosuficiente y excesivamente extrovertido, Armstrong era mucho más fiable, serio y discreto. Armstrong representaba mejor el ideal del norteamericano medio y podría llevar durante toda su vida el privilegio de haber sido el primer hombre en la Luna con mucha mayor calma y discreción. Y así fue, nunca se dejó llevar por la embriaguez del éxito, pero también le pasó factura a nivel emocional y personal.

El mundo entero esperaba expectante el relato de Armstrong tras su inverosímil aventura espacial y lo que realmente nos encontramos en su rueda de prensa, pocas semanas después de su regreso, es un lenguaje corporal muy tenso e incoherente con las emociones esperadas. Es más interesante destacar lo que no vemos que lo que se aprecia. No hay visos de alegría, ilusión, orgullo, euforia, ni alivio. Nada de eso. Se ven muy malhumorados, cabizbajos, tristes, descolocados

Armstrong es el responsable de inaugurar la presentación, su cuerpo está totalmente rígido, de hecho, en los minutos iniciales se encoge de hombros fuertemente y permanece así durante minutos, no es duda, ya que no es momentáneo, se convierte en una postura de perturbación abrumadora. Respira estrés por cada poro de su lenguaje corporal.

La posición de las manos es de automanipulación, se aprieta una contra otra, se acaricia los dedos, inconscientemente el cerebro ejerce su función y le ayuda a relajarse y rebajar la ansiedad. Su discurso es excesivamente pausado, se atasca, traga saliva visiblemente de forma constante, su mirada está perdida y cabizbaja.

¿Corresponde está actitud a alguien que acaba de conseguir uno de los mayores desafíos para el hombre tras años de trabajo e implicación personal? ¿Por qué su lenguaje corporal es incoherente con la situación vivida?

Yo plantearía varias hipótesis, comenzaré con la que personalmente más me convence: Miedo escénico. Su comunicación no verbal es propia de una persona que sufre un leve ataque de pánico ante un público desconocido que espera que brilles. Aparecen emociones de miedo y vergüenza por un estímulo presente, se ve disperso, torpe.

Sí, ya lo sé. Este hombre estuvo al borde de la muerte en decenas de ocasiones, combatió en la guerra, vivió situaciones de alto estrés psicológico, su entrenamiento fue inimaginablemente duro, pero todo ello se relaciona con lo que mejor sabía hacer y más le gustaba: estudiar estrategias, investigar, volar, tripular… pero no con enfrentarse hábilmente a una audiencia sabiendo que millones de personas están pendientes de lo que dices y cómo lo dices.

A todos nos puede resultar increíble que Armstrong, visto como un super hombre, un héroe, una mente brillante con nervios de acero en maniobras de pilotaje extremas, se ponga nervioso y entre en pánico cuando habla en público, pero no está reñido, no es difícil teniendo en cuenta su patrón de personalidad altamente racional e introvertido.

También es posible, y puede darse esta hipótesis junto con la primera, que tras el desorbitado nivel de tensión experimentado durante ‘el viaje’ y días posteriores, Armstrong y sus compañeros se encontraran en una fase inicial de depresión. El cuerpo siempre intenta compensar para estabilizarnos y conseguir el equilibrio, tras una activación aguda de nuestro organismo, la balanza se inclina hacia el sentido contrario para promediar el exceso, entrando en un estado de tristeza, afectación, letargo y pensamientos negativos.

De hecho, los dos hombres que pisaron la luna admitieron un tratamiento psicológico posterior para atajar la depresión que sufrieron. Aldrin además para tratar el alcoholismo en el cayó. En esa entrevista ya puede apreciarse el comienzo de un camino emocional difícil de gestionar para dos hombres sabios y valientes, pero al fin, solo dos hombres.

La tercera posibilidad es que mintieran, todos conocemos las teorías conspiratorias alrededor de los viajes a la luna, posible fraude, etc. Yo también me lo he planteado, y es cierto que hay una línea muy delgada que separa la ansiedad de la mentira. Pero cuestiono lo siguiente:

Imaginaos que sí, todo fue un engaño, rodaron las escenas en un desierto terrestre, en un plató televisivo y no fueron a la luna. Y ahora tienen que dar una rueda de prensa para contar una historia inventada (y muy difícil de crear)… ¿No podrían disimular mejor? Quiero decir, la primera premisa y la más importante para mentir bien es creerte tu propia mentira para que tu comportamiento parezca honesto. Los mentirosos simulan decir la verdad en el contenido y en las formas. Mantienen más contacto visual con la audiencia para controlar las reacciones de los presentes, por ejemplo, y no es el caso.

Si hubiera sido así, si mintieran, creo que mostrarían más entereza, mantendrían más el tipo y su discurso verbal estaría más estructurado, encorsetado, preparado, no hubiera dejado nada a la improvisación. Si fuera yo, directamente leería un guion, y me prepararía a conciencia, porque lo que está en juego (que te crean con un tema así) era bastante importante. No me rendiría al estrés, al nerviosismo, a un alegato inicial improvisado, simularía credibilidad y esto sí que se podría detectar; en este blog lo hemos hecho en numerosas ocasiones.

Hay un detalle más que me hace descartar esta opción de la mentira:

Están mucho más nerviosos al inicio, cuando tienen que ‘presentarse’ e introducir el discurso con un contenido sin importancia, banal y protocolario, que cuando entran a explicar los pormenores, puntualizaciones y tecnicismos del viaje. En esa parte del relato, la más crítica si es que vas a mentir, se relajan y fluyen mucho más de forma natural, se sienten más seguros y hablan con mayor convicción, hay nervios y tensión aún, pero no hay miedo. 

Estoy deseando de conocer vuestras opiniones, ¿estáis de acuerdo conmigo? 🙂

 

 

Lenguaje corporal: El miedo de Pedro Duque

Surge una nueva polémica en el actual Gobierno, según ‘Okdiario’, el actual ministro de Ciencia tiene una propiedad inmobiliaria a nombre de una sociedad para eludir impuestos. Pedro Duque ha dado una rueda de prensa para aclarar tal afirmación y creo que es una de las comparecencias más inverosímiles que he analizado hasta ahora.

Ante todo hay que puntualizar algo importante y es una variable determinante a la hora de interpretar el lenguaje corporal: la tipología de personalidad. Hay estilos de personalidad más extrovertidos, emocionales, otros más introvertidos, racionales y con más o menos habilidad para comunicarse en público. En el caso de Duque, parece claro que no es su fuerte esto de aparecer ante el público, más en un caso de fuerte impacto emocional, cuando se es cuestionado y cuando peligra tu cargo político.

Creo que decir que estaba muy nervioso se me queda corto. Realmente se aprecia fuera de sí, he contabilizado más de una treintena de expresiones como la que aquí os adjunto. Es el rostro propio del pánico más absoluto. La expresión emocional más repetida e intensa ha sido la del miedo. 

Esta reacción puede explicar su descontrol. El miedo se produce ante una amenaza que atenta contra nuestra integridad física, psicológica, social, laboral, personal, etc. Esta emoción nace por la ausencia de
estrategias de afrontamiento apropiadas y reduce la eficacia de los procesos cognitivos, realmente el miedo te obnubila y la sensación que experimenta la persona es de pérdida de control, esto se proyecta y se transmite inevitablemente. Con esta explicación creo que quedan claras las imágenes de su declaración. A nivel corporal, el gesto protagonista de su comparecencia ha sido el encogimiento de hombros constante. Es un gesto que se asocia a la duda, la inseguridad y la falta de convencimiento o conocimiento sobre lo que uno mismo dice.

El estímulo objetivo de este miedo no podemos saberlo, puede ser porque le han ‘pillado’ y está aterrado o puede ser porque le da pánico enfrentarse a una situación así, exponerse ante los medios y no sentirse capacitado para comunicarse como quisiera. Solo las pruebas y el tiempo responderan a estas dos hipótesis. Eso sí, os invito a que no os perdáis el vídeo y saquéis vuestras propias conclusiones y comentéis vuestras impresiones.

El contenido verbal es vago, ambiguo e incluso, en muchos momento, carente de sentido. Utiliza un lenguaje evasivo, titubeante y descontrolado, en consonancia con su lenguaje corporal, a veces hasta infantilizado, utiliza expresiones poco racionales y maduras, llegando a justificar sus acciones por si a ‘mamá’ o a ‘papá’ les ocurre algo, en un intento por dulcificar el discurso y rebajar la importancia y la transcendencia de sus palabras. Normaliza el hecho de crear una sociedad, argumenta que muchos lo hacen para escudar su implicación y desvincular su responsabilidad.

Sin más, os dejo el vídeo, ¿qué os parece?

 

 

Bloquea tú al miedo (y no al revés)

Uno de los efectos del miedo es el bloqueo emocional y mental. Ante un suceso traumático nuestra mente inmoviliza la nitidez de los detalles del hecho en cuestión para poder ‘autoprotegernos’, por ello, es habitual que una persona que haya sufrido un episodio de intenso pánico no pueda relatar con fluidez lo padecido, se denomina shock postraumático.

Un novedoso estudio (publicado en 2018) ha hipotetizado sobre una posible solución a este fenómeno y parece haber dado con una medida… un tanto peculiar. No apta para todos los públicos, ya que este resultado pasa por presuponer que la persona conocerá una segunda lengua distinta a su idioma nativo.

La conclusión del experimento que plantearon  los autores afirmaba que «la adquisición del miedo puede verse directamente afectada por el contexto lingüístico«. Cuando la persona hablaba en una lengua extranjera los dos registros fisiológicos más asociados a la respuesta de miedo (dilatación de la pupila y sudoración de la piel) disminuían notablemente.

“La idea del estudio ha sido intentar entender cómo las personas pueden regular sus emociones de una mejor manera a través de una lengua foránea, una lengua que puede que no dominen demasiado y con la que tienen cierta distancia emocional”, explican los investigadores a La Vanguardia.

Según los autores del estudio la reactividad emocional del miedo es menor en un idioma foráneo. Al hablar en otro idioma el sujeto tomará distanciamiento emocional del hecho y podrá expresarse mucho mejor desbloqueando la experiencia crítica.

Lo destacable de este hallazgo es que sus resultados pueden tener una aplicación práctica en el campo de la psicología y la psiquiatría, pudiendo ayudar a aquellos “pacientes que tengan problemas para expresar su experiencia emocional ante hechos traumáticos”.