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No me gusta salir de fiesta, ¿por qué nadie lo entiende? #Introversión

La introversión, ese gran desconocido y maltratado rasgo de personalidad que genera una enorme incomprensión en el mundo social. Parece que está más aceptado ser extrovertido que introvertido, que lo primero tiene una imagen asociada más positiva, más optimista, más líder, exitosa, carismática… Y que la segunda ha adquirido injustamente un significado negativo, inferior a la primera en todos los sentidos. Nada más lejos de la realidad.

Disfrutas de la soledad, eres reflexivo, independiente, te agrada la tranquilidad, en lugar de grandes fiestas prefieres encuentros más íntimos y cenas entre amigos, no te gustan las conversaciones banales… Sí, probablemente seas introvertido. Quizás también es probable que durante toda tu vida hayas deseado ser más extrovertido/a o que incluso tus padres intentaran que lo fueses, también tu pareja o amigos en la etapa adulta, y que te hayan tachado de ser tímido en muchas ocasiones.

El cerebro de un introvertido funciona de manera diferente. Saber esto es fundamental para entender que ser introvertido no es una elección, un estado de ánimo, una característica que se pueda revertir. La persona que puntúa alto en el rasgo de introversión puede adaptarse con la edad y las circunstancias y moverse por la nube de puntuaciones de este rasgo pero jamás podrá ser extrovertido y viceversa (salvando hechos traumáticos o trastornos físicos o mentales de gravedad).

Nuestra anatomía cerebral y ese universo neuronal tan complejo y único de los seres humanos y mamíferos más evolucionados, también determina cómo somos y por qué somos como somos. Una de las diferencias del cerebro introvertido es una menor necesidad a la hora de buscar experiencias estimulantes. Este perfil de personalidad no ‘necesita’ socializar continuamente para sentir felicidad. La ‘culpable de ello es la dopamina.

Los introvertidos son mucho más sensibles a la dopamina y la acetilcolina que los extrovertidos. Les basta un nivel muy bajo para sentirse bien, para percibir motivación. Por el contrario, si hay un exceso de estimulación externa, lo que sentirá la persona introvertida es estrés y ansiedad.

Tal y como ya conocemos, nuestro sistema nervioso se divide en dos: sistema nervioso simpático, que se encarga de respuestas relacionadas con la acción gracias a la adrenalina, y el sistema nervioso parasimpático, que regula las funciones más relajadas (sueño, digestión, etc).

Todos hacemos uso de ambos en nuestra rutina diaria, pero la personalidad dominada por la introversión tiene una tendencia mayor activar el sistema parasimpático, regulado por el neurotransmisor de la relajación (acetilcolina). Por ello, se encuentran mejor en reposo, su bienestar depende de ‘actividades inactivas’ (cine, lectura, pintura, música relajante, museos, naturaleza…)

El cerebro de un introvertido tendrá un procesamiento del entorno con un ritmo más cauto, por un lado serán lentos en tomar decisiones y caigan en un laberinto de ideas y pensamientos excesivos que le impidan ser ágiles mentalmente, pero también tomarán determinaciones más meditadas, por lo que serán más certeros, firmes y se arrepentirán menos de sus actuaciones. ¿A qué se debe esto?

La doctora Inna Fishman, del Instituto Salk para Ciencias Biológicas de California, realizó un interesante estudio que demostró a través de resonancias magnéticas algo revelador: el proceso de pensamiento de la personalidad introvertida sigue un camino más largo que el de las extrovertidas. Es el siguiente.

  • Área frontal derecha de la ínsula, relacionada con la empatía, la autorreflexión y el significado emocional.

  • El área de Broca, encargada de regular el diálogo interno.

  • Lóbulos frontales derecho e izquierdo, responsables de planificar, evaluar ideas, expectativas, etc.

  • El hipocampo izquierdo, una estructura que media en nuestros recuerdos emocionales.

Las personas introvertidas no son, necesariamente, más inteligentes que los extrovertidos, al menos en lo que a cociente intelectual se refiere. Sin embargo, las investigaciones indican que son capaces de procesar una mayor cantidad de información, siempre y cuando estén en un entorno tranquilo, de lo contrario se bloquean y se produce el efecto contrario.

Y es que la actividad eléctrica en el cerebro de las personas introvertidas es mayor de la que se aprecia en los extrovertidos, lo que indica una mayor activación cortical, por tanto se ven obligados a limitar la cantidad de estímulos que provienen del medio para mantener un nivel óptimo de excitación cerebral y no colapsarse.

Se ha demostrado en cientos de investigaciones que la forma de ser está en nuestro ADN y no podemos estigmatizar al otro porque las características que le definan sean distintas, incluso opuestas, a las de uno.

La felicidad de un niño introvertido estará en que sus padres le acepten tal y como es y entiendan que no quiera tener sesenta amigos ni ir a fiestas de cumpleaños multitudinarias, y no por ello serán niños aislados, ni de adultos se convertirán en personas hurañas y desadaptadas. Ya de mayores, igual ocurre con las relaciones y vínculos que establecemos con los demás, no hay nada más bello que complementarse con tu pareja o amigos, admirar aquello que le hace único, especial y contrario a ti y que juntos encontréis el equilibrio que funcione, que os aportéis el uno al otro y que cada uno utilice sus habilidades cuando el otro no las tenga y más las necesite.

¿Y tú de quién eres? 🙂

 

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*Referencia: El cerebro de un introvertido – La mente es maravillosa.

 

 

El poder de los introvertidos

Ser introvertido está (injustamente) condenado socialmente. Ya desde niños somos sometidos a órdenes e imposiciones directas enfocadas a sonreír constantemente, a socializar, jugar con los demás, dar besos y ser cariñosos, a ser hablador, a dar grandes fiestas de cumpleaños… Yo soy extrovertida pero me pongo en la piel de quién es opuesto a mí, sobre todo porque he estado rodeada de ellos, enamorada de ellos incluso, y conozco de cerca la presión constante a la que son sometidos de pequeños pero también de adultos.

«Debes ser más extrovertido», ¿por qué?, no puede imponerse transformarse, ir contra nuestra propia carga genética, y sí, estos rasgos de la personalidad (extroversión/introversión) nacen con nosotros, podemos matizar y suavizar nuestro comportamiento a través de la experiencia y el aprendizaje pero es prácticamente imposible pasar de un polo a otro, y lo que es más, no es necesario.

Más o menos, la mitad de la población es introvertida, casi un tercio, y son descritos de una forma errónea, desvirtuándose así el concepto real del rasgo, En primer lugar, no es sinónimo de «timidez», que es el miedo al juicio social, la introversión está ligada a cómo se responde a la estimulación que nos rodea, se sienten más activos, capaces y seguros en ambientes tranquilos con menor estimulación. Este hecho, por supuesto, no ocurre siempre, pero sí existe esa tendencia, esa preferencia.

De acuerdo con la experta Susan Cain, la sociedad, la escuela, las universidades, las empresas están hechas a medida para los extrovertidos, diseñadas para ‘funcionar’ con estimulación diversa y constante, y que sostiene que toda creatividad y productividad nacen de un lugar sociable, del contacto, de la participación y el trabajo grupal y, lamentablemente, a los niños a los que no les gusta formar parte de ello se les tacha como atípicos, incluso como un problema; también a los adultos.

Existen cientos de estudios que reflejan los éxitos de los introvertidos en creatividad, puestos de liderazgo, en influencia y persuasión, en resolución de conflictos… pero también hay numerosas investigaciones sobre lo mismo asociadas al rasgo de extroversión y las habilidades sociales. En mi opinión, no es que haya contradicción, es que esta variedad de resultados demuestra que cada uno, con su forma de ser puede llegar donde quiera, conseguir sus metas y ser bueno en lo que se proponga, independientemente de su forma de relacionarse con el mundo.

Os dejo una charla TEDx de Susan Cain, con una duración de 20 minutos, cada segundo de su discurso merece la pena, espero que la disfrutéis tanto como yo, ya seáis introvertidos o extrovertidos 🙂