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Desplazados en Yemen: en huida constante

Por Cecilie Nilsen, enfermera de Médicos Sin Fronteras en Yemen

Me encuentro al noroeste de Yemen, no lejos de la frontera con Arabia Saudí. La población civil vive una crítica; los ataques aéreos son continuos y miles de desplazados se mueven por el país en busca de refugio y seguridad. Aunque es difícil saber el número exacto de desplazados se estima en más de un millón el número de personas que han tenido que abandonar sus hogares desde que empezó el conflicto. Y cada día hay más.

Dos familias de 23 miembros que viven juntas en una pequeña tienda de campaña en Khamer, Yemen. Las dos familias huyeron de sus casas en Sada hace dos semanas. Los padres de las dos familias cuentan que sus condiciones empeoran cuando llueve.  Fotografía: Malak Shaher/MSF
Dos familias de 23 miembros que viven juntas en una pequeña tienda de campaña en Khamer, Yemen. Las dos familias huyeron de sus casas en Sada hace dos semanas. Los padres de las dos familias cuentan que sus condiciones empeoran cuando llueve. Fotografía: Malak Shaher/MSF

Algunos han huido a casas de familiares y conocidos, otros viven en tiendas de campaña, mientras que la mayoría, los más vulnerables, viven a cielo abierto. Los bombardeos son aleatorios y, cada día, varían las zonas donde se producen los ataques. Por eso, muchos desplazados se ven obligados a estar en continuo movimiento, en una huida constante.

Un día tratamos a un hombre y a dos de sus hijos. El padre tenía heridas leves, pero su hijo, de unos nueve años, sufría quemaduras en la cara y en la garganta. Cuando llegó estaba inconsciente. Su hermana, de seis años, padecía graves lesiones en la mano y el brazo, heridas que, probablemente, obligarían a amputárselo. Aunque el padre llegó en un estado de gran desconcierto y confusión fue capaz de contarnos que nueve de sus hijos habían muerto tras sufrir un bombardeo la ciudad en que vivían. Solo él y dos de sus niños habían sobrevivido.

Desde Médicos Sin Fronteras (MSF) nos aseguramos de que los desplazados que están en cuatro campos de refugiados tengan agua suficiente. También distribuimos kits de higiene, utensilios de cocina y colchones. Operamos una clínica de emergencia abierta las 24 horas del día y estamos realizando el seguimiento de la situación alimentaria y sanitaria. Contamos con una ambulancia que recoge a los heridos y los traslada hasta nuestro centro de salud donde son estabilizados en primera instancia y luego son transferidos a hospitales.

En la sala de urgencias asistimos entre 100 y 150 personas cada día. Atendemos todo tipo de pacientes, desde personas con lesiones muy graves a enfermos crónicos que no tienen acceso a medicamentos para tratar su patología. Es el caso de los pacientes con diabetes que no tienen acceso a algo tan básico y vital para ellos como la insulina.

 

Niños y personas del distrito de Khamer van a  buscar agua, ya que la escasez de combustible ha provocado que los camiones de agua no sean capaces de llevar de agua hasta la región.  Fotografía: Malak Shaher/MSF
Niños y personas del distrito de Khamer van a buscar agua, ya que la escasez de combustible ha provocado que los camiones de agua no sean capaces de llevar de agua hasta la región. Fotografía: Malak Shaher/MSF

Desde marzo, el acceso a la ayuda humanitaria y a bienes que resultan esenciales como combustible, agua y fármacos está siendo extremadamente limitado. Entrar en Yemen ya es muy complicado y la distribución de artículos de primera necesidad dentro del país resulta una carrera de obstáculos que hace imposible que éstos lleguen a todas las zonas donde se requieren.  Además estamos viendo un número creciente de personas traumatizadas, tanto niños como adultos. Tratamos de centrarnos en su salud mental, a pesar de que esto no es fácil en un contexto como el del conflicto yemení.

Me integro en un equipo médico de diez personas, cinco trabajadores de enfermería y cinco médicos. Todos mis colegas médicos son de Yemen. Junto a ellos trabajamos tanto en esta emergencia como en la atención a personas refugiadas con las que llevamos cabo actividades de promoción de la salud y en la detección de casos de desnutrición infantil. En esta zona podemos ver, por lo general, bastantes niños con desnutrición y creemos que la situación empeorará en el futuro.  Me impresiona trabajar con compañeros yemeníes. La mayoría proceden de la capital, Saná, ciudad que recibe el martilleo constante de las bombas y en la que se producen víctimas a diario. Mis colegas viven en un constante temor por sus seres queridos, y muchos de los miembros de su familia están viviendo como refugiados en su propio país. Sin embargo, siguen luchando día y noche para que la gente en esta parte del país tenga acceso a una atención médica esencial.

Los días en los que las temperaturas se mantienen por debajo de 38 o 40 grados nos alegramos. La situación es extrema y es inevitable pensar en los desplazados que viven en condiciones lamentables. En mi caso estaré trabajando en el país durante poco tiempo; sin embargo, estas personas saben que su futuro va a ser muy duro y lo va a ser durante mucho tiempo.

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