¿Qué madre o padre reciente no ha tenido que desandar lo andado buscando como un buho el zapato perdido? Y no sólo vas mirando el suelo, por si algún alma compasiva lo ha visto y lo ha dejado en alguna ventana.
Seguro que os suena la escena.
Lo peor es cuando en la escena hay lluvia.
Aún así lo buscas, porque los zapatos de bebé valen una pasta aunque no anden. Y seguro que lo ha perdido cuando apenas lo había estrenado.
Pero claro, no aparece. Lo hacen pocas veces. Y en casa tienes una colección de zapatos desparejados nuevos y relucientes para recordarte que la ley de Murphy es aplicable también a los bebés.
Y no siempre son zapatos. También sucede con calcetines, chupetes, gorros, juguetitos, guantes…
Aún nos recuerdo recorriendo media Sevilla en busca de un dinosaurio de plástico.
Ser padre te convierte de vez en cuando en un David Crocket urbano experto en localizar (o no) archiperres infantiles.
Es lunes tras la semana santa y vuelven a abrir las tiendas. Habrá que visitar alguna zapatería de niños…