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Todos los bebés son Cenicienta alguna vez, todos los padres sabuesos

¿Qué madre o padre reciente no ha tenido que desandar lo andado buscando como un buho el zapato perdido? Y no sólo vas mirando el suelo, por si algún alma compasiva lo ha visto y lo ha dejado en alguna ventana.

Seguro que os suena la escena.

Lo peor es cuando en la escena hay lluvia.

Aún así lo buscas, porque los zapatos de bebé valen una pasta aunque no anden. Y seguro que lo ha perdido cuando apenas lo había estrenado.

Pero claro, no aparece. Lo hacen pocas veces. Y en casa tienes una colección de zapatos desparejados nuevos y relucientes para recordarte que la ley de Murphy es aplicable también a los bebés.

Y no siempre son zapatos. También sucede con calcetines, chupetes, gorros, juguetitos, guantes…

Aún nos recuerdo recorriendo media Sevilla en busca de un dinosaurio de plástico.

Ser padre te convierte de vez en cuando en un David Crocket urbano experto en localizar (o no) archiperres infantiles.

Es lunes tras la semana santa y vuelven a abrir las tiendas. Habrá que visitar alguna zapatería de niños…

«Lo más parecido posible a un calcetín»

Lo prometido es deuda.

Acabo de llegar del pediatra, de la revisión de los 18 meses de mi peque, y he ido con los dos zapatos en el bolso: el de Pablovsky y el extremadamente blandito que la zapatera, mi madre y mi suegra no veían con buenos ojos porque dicen que el zapato debe sujetar mejor el pie del niño.

Pues bien, el veredicto de la pediatra ha sido claro: el ganador es el blandito.

Los que lleva de Pablovsky son buenos. Me ha mostrado como el niño flexiona el zapato con el pie por el sitio correcto, la zona superior del empeine. Y que le sujeta bien el talón. Es un buen zapato.

Pero es mucho mejor el otro, que se parece más a lo que ella dice que debe ser un zapato para bebés: «lo más parecido posible a un calcetín, a andar descalzo».

De hecho, me ha dicho que en casa le ponga calcetines con suela de goma y que deje los zapatos únicamente para salir a la calle.

Los pies de los bebés ¿libres o sujetos?

PRIMERA EXPERIENCIA

Hace un tiempo compré en una tienda unos zapatos para mi peque, que ya comenzaba a andar.

Adquirí unos zapatos carísimos, todo fuera por el bien de los pies de mi bebé, de una marca inglesa. Con una piel suavísima y una suela firme pero muy blanda. Similar a la de los zapatos 24 horas de los adultos que se puedne curvar hasta formar un círculo casi perfecto.

La dependienta de la tienda especializada me aseguró que no había zapato mejor. Me convenció. Lo compré.

Con esos zapatos ha estado hasta ahora, que ya le empiezan a estar justos. Así que hoy me he acercado a otra tienda de zapatos infantiles. No he ido a la misma por que me pilla a 500 kilómetros.

SEGUNDA EXPERIENCIA

La dependienta número dos me echa una charla asegurando que los zapatos que lleva mi peque y yo creía excelentes son malísimos.

Que es como ir en zapatillas y eso es malísimo para el pie en desarrollo. Que el niño necesita una suela firme y el tobillo bien sujeto.

Le pruebo otros zapatos mucho más recios, también bastante caros, de esta otra escuela de pensamiento zapatero-infantil.

La marca, presente en todas las zapaterías infantiles que he visto por mi ciudad, es Pavlovsky.

Superado la impresión inicial, mi peque parece andar igual de bien (o de mal) con éstos que con los otros.

Y yo lo único que recuerdo es haber leído en algún libro y que la matrona en los cursos post-parto nos contó que lo mejor para los niños es andar descalzos.

¿Con qué teoría zapateril debo quedarme? ¿Con la de los zapatos duros o blandos?

La semana que viene tengo la revisión de los 18 meses, preguntaré a la pediatra.

Hasta entonces: ¿Qué me podéis aconsejar vosotros?