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Arya, Khalessi y otros nombres nacidos de series de televisión

Os voy a hacer una confesión, mi nombre proviene de una serie de televisión muy popular en los años 70. Mi madre la veía, estando embarazada, y decidió que el nombre de dos de las actrices (coincidía) era muy bonito si se castellanizaba un poquito.

Esa misma serie fue la responsable de la popularización del nombre «Laura» en España en los años setenta. Mi madre buscó la opción menos obvia. Y siempre me ha gustado mi nombre. Es poco común aquí, rara vez me he encontrado tocayas, pero nunca me ha incomodado que no fuera usual.

Es curioso ver las listas por años de los nombres más puestos a los niños y niñas en España que tiene el INE. En esas listas fue en las que mi santo y yo nos enamoramos del nombre de Jaime para el bebé que íbamos a tener (teniendo en cuenta nuestras cinco normas a la hora de elegir nombre).

Los nombres de moda varían mucho de unos años a otros, y en muchos de los nuevos que aparecen se intuye la influencia de famosos cantantes y deportistas.

Series de televisión no, la verdad, de esos se ven pocos. Tal vez más de actores de cine. Recuerdo a alguna niña bautizada como Cristal, por aquel famoso culebrón. Pero poco más. No sé si es que en España somos mas convencionales que en Estados Unidos buscando nombres o si en los registros son más estrictos, probablemente ambas cosas.

Menciono a Estados Unidos porque allí la influencia de Juego de Tronos es tal que Arya ha sido el nombre de niña más popular el año pasado. Es un nombre que ya existía, pero ha crecido un 450% desde 2011. Solo espero, como dijo un amigo cuando se lo conté, que esas pobres niñas no acaben teniendo la misma suerte en la vida que el personaje al que deben su nombre.

Otro nombre que ha comenzado a aparecer en Estados Unidos es Khalessi. 146 niñas en ese país ya se llaman así.

Yo he oído algún nombre procedente de Juego de tronos a gritos en el parque, sí. Pero iba dirigido a perros. Igual que abundan las Leias, Dexters y Frodos a cuatro patas.

¿Conocéis a algún niño que deba su nombre a alguna serie de televisión? ¿Le pondríais un nombre así a vuestros hijos?

 

 

La importancia de no llamarse Kevin

Me congratula, como dicen algunos por ahí, que Superwoman esté retomando de nuevo con brío su diario online.

En su última entrada habla de la importancia de no llamarse Kevin en Alemania. Cuyo equivalente en España imagino que podría ser llamarse Jonatán, Micky, Jessica o Melodi en cualquiera de sus variantes escritas.

Así comienza su post:

Me ha hecho gracia que una noticia que no tendría porque tener mayor repercusión fuera de las fronteras alemanas, haya llegado a la prensa española y sea una de las más leídas del día. El tema es «la importancia de llamarse Kevin». O más bien, la poca importancia.

Resumiendo (y leo entre renglones en la página web de la investigadora alemana que ha dirigido el cotarro): hace unos años en una encuesta anonima, el departamento de Pedagogía de la Universidad de Oldenburg descubrió que los profesores asocian determinados prejuicios a los nombres propios de las criaturas. En una de las encuestas se llega a leer que «Kevin no es un nombre, sino un diagnóstico». Y continuando con esta línea de investigación, han mandado ejercicios infantiles escaneados a 200 profesores y los mismos ejercicios, bajo distinto nombre, eran calificados de distinta manera (hasta 9 puntos de diferencia en una escala del 1 al 10). Y los que salían siempre perdiendo eran los niños con nombres «socialmente» mal vistos.

Y así comienza la noticia de El Mundo a la que Superwoman hace referencia en su diario:

La idea de que las notas escolares no siempre son objetivas no es nueva, pero que el nombre propio de un alumno sea un factor para su éxito escolar es un resultado algo sorprendente de un estudio de la Universidad de Oldenburg (norte de Alemania), dirigido por la profesora Astrid Kaiser.

Según el estudio, un trabajo firmado por un niño llamado Kevin, Mandy o Cedric -nombres que en Alemania están ligados a estratos sociales inferiores- suele tener una peor calificación que un trabajo idéntico firmado por Maximilian, Jakob o Simon.

De nuevo nos encontramos con las profecías autocumplidas en el caso de nuestros hijos.

Así que ya sabéis, poner nombres de empollones puede ayudar si queréis que vuestros peques hagan carrera. Lo que no sé es qué se considerarían nombres bien vistos por el profesorado en España: ¿Tal vez Vicente, Fernando, Ana María? Ni idea…

«La madre de»

Hoy estaba en la sala de espera del centro de atención temprana al que acudo con mi peque dos veces por semana charlando con otra madre.

Llevo meses hablando con ella. Sé que es una buena lectora (precisamente por los libros comenzamos a hablar), qué tipos de libros le gustan, su edad, dónde vive, la música que le gustaba hace quince años, como fueron sus embarazos…

La conozco bien. Y ella a mí. Hoy se ha acordado de felicitarme por mi cumpleaños. Pero hasta hoy no hemos sabido como nos llamábamos.

Parece increíble. Pero es totalmente cierto.

Yo soy la madre de Jaime, ella es la madre de (pongamos por ejemplo) Daniel.

Y no nos hizo falta más.

No es la primera vez que me pasa. Durante los dos primeros meses coincidí camino del cole con una mamá cuyo hijo va a la clase del mío.

Una mujer encantadora, inteligente, que me escuchaba. Nos dimos los teléfonos y los correos electrónicos. Nos hemos pasado fotos…

Ahora no coincidimos, tenemos horarios diferentes. Pues no fue hasta que un día en el cole otra «mamá de» que la conoce desde hace tiempo me pregunta «¿Has visto algo de Beatriz? ¿Sabes qué tal la va?» que deduje que ese era el nombre de la mamá de Alejandro. Rápidamente cambié en la agenda de mi móvil «mamá de Alejandro» por «Beatriz».

Por un lado puede ser hasta terrible, pero para mí es simplemente curioso, incluso divertido.

Cuando me casé no pasé a ser la señora de nadie (¡faltaría más!), pero con los hijos sí que pierdes el nombre.

Ella, que tiene más experiencia que yo en esto de la maternidad reciente y la relación con otras madres, dice que es lo habitual. Que en la puerta del cole puedes pasar años hablando con otras madres y siendo «la madre de» en lugar de Ana, Gemma, Raquel, Montse o Marga.

No estoy segura de si merece la pena luchar contra eso.

¿Qué opináis?

Los niños de los mil nombres

Hoy debo estar un poco ñoña, por que me ha dado por pensar en la multitud de apelativos cariñosos que aplicamos a nuestros hijos cuando son pequeños.

Reuniendo tanto los que usamos su padre y yo como la familia cercana, me salen así de pronto unos cuantos.

Al peque por ejemplo se le ha llamado o se le llama campeón, pajarito, ratón, truhán, ladrón, pirata, ojazos, truli (algo así le llama mi abuelo, vete a saber qué es), pieza e incluso talibán y terrorista en alguna circunstancia que seguro imagináis. Y más, pero ahora no caigo…

A Julia de momento ya le ha caído el típico princesa, el mucho menos común mandarina, también pajarita, periquita, ranita e incluso gusarapilla.

No sé en qué momento dejamos de ser los niños de los mil nombres para pasar a ser Manuel, Rebeca, Emma, Daniel, Héctor, Jaime o Sofía.

Pero es algo que sucede en algún momento indeterminado de la infancia.

Seguro que mis padres, tíos y abuelos también me dedicaban un buen número de epítetos de los que ahora no se acuerdan.

Sólo recuerdan uno: Benitina. Un anciano familiar, incapaz de recordar mi verdadero nombre, usaba ese, que no se asemeja en nada al mío. A mi prima Raquel la llamaba Benguel.

Y como es posible que a nosotros también se nos acaben olvidando, dejarlos en un blog para que los peques los conozcan cuando crezcan no me ha parecido mala idea.

Talula hace el Hula en Hawai y otros nombres terribles


Un juez de Nueva Zelanda ha retirado la custodia de una hija a sus padres porque la llamaron «Tahula hace el hula de Hawai» (‘Talula does the Hula in Hawaii’) recoge la prensa internacional. Según el fallo del juez, ese apelativo somete a la niña al ridículo.

Este magistrado está indignado por los nombres que reciben algunos niños, entre ellos Fish and Chips (Pescado con patatas fritas), o la marca de cigarros Benson and Hedges, o incluso nombres de paradas de autobús, Number 16 Bus Shelter, o Sex Fruti.

Lo contábamos hace tiempo en esta noticia.

Y he recordado los nombres ridículos o directamente terribles que me he ido encontrando a lo largo de mi vida.

Creo que el peor fue un compañero de la universidad que se llamaba «José Estalin» de nombre de pila.

No era español, aquí creo que limitan bastante ese tipo de nombres.

Aunque en España teníamos la costumbre de tirar del santoral, que era casi peor. Una de mis abuelas se llama Fredesvinda y la abuela de mi marido se llamaba Quirina.

El marido de una amiga se llama Jorge de nombre y Washington de apellido.

Tengo otro amigo que se apellida Pescador y que siempre cuenta que sus padres estuvieron muy tentados de llamale Martín. Afortunadamente al final reinó la cordura.

Y todos conocemos algún Fernando Fernández o Gonzalo González.

Elegir el nombre de una persona es una de las primeras decisiones importantes que tomamos por nuestros hijos. Creo que deberíamos abstenernos de hacer chistes.

Por cierto, que aún estamos dando vueltas a qué nombre pondremos al segundo peque si resutla ser varón (el 10 de octubre lo sabremos).

¿Con qué nombres estultos os habéis encontrado vosotros?

Nuestras cinco normas para elegir un nombre

Insisto con los nombres. Ayer mismo os prometí contaros las reglas que nos pusimos mi santo y yo para elegir un nombre para nuestro peque.

La verdad es que si hubiera sido niña, no hubiéramos tenido problemas. Desde hace años y años decíamos que, de tener una niña, la llamaríamos Leonor.

Eso era así hasta que, cuando yo ya estaba embarazada pero aún no lo sabía, nuestros príncipes tuvieron a su primogénita y decidieron llamarla Leonor.

No me lo podía creer. Me habían chafado el nombre. A partir de ese momento las leonores abundarían como setas y todo el mundo pensaría que se lo habíamos puesto en honor a la realeza.

Así que nos pusimos a buscar otro. Y dimos con Julia, un nombre muy romano que también nos gustó.

Pero en la ecografía de las 20 semanas nos dijeron que lo que iba a llegar era un niño, así que nos tocó estrujarnos las meninges de nuevo.

Buscar nombre a un niño es más difícil que a una niña. Me he encontrado estos años a más padres y madres recientes que están de acuerdo.

Parece que hay menos nombres para niños, que son más comunes, que los que se salen un poco de la norma suenan raro. A mi me gustaba Ulises, pero creo que me aguantaré hasta tener un perro.

En fin la cosa es que nos impusimos unas cuantas reglas:
1- No será un nombre compuesto
2- No será un nombre que tenga un familiar cercano o un amigo íntimo.
3- No será un nombre con «R» fuerte. Tenemos un amigo y un tío a los que les costaría pronunciarlos.
4- No será un nombre con un diminutivo fácil: Manuel puede ser bonito, pero es difícil que se acabe llamando así. Será Lolo, Manu, Manolo…
5- Será un nombre que pegue con los apellidos. Tengo un amigo con dos apelligos compuestos larguísimos que siempre agradecerá a su madre que le llamase Pablo y no Alberto Alfonso, por ejemplo.

Y al final dimos con un nombre estupendo, pero no en esas páginas web llenas de nombres para bebés y su significado, sino en la web del Instituto Nacional de Estadística.

La verdad es que nos costó bastante. Pero es que es una decisión importante.

Si el siguiente es niña, será Julia. Si es niño, tendremos que volver a las viejas reglas de nuevo. Y al INE.

Aquí tenéis los nombres más puestos desde el año 2000.






La guerra de los nombres

No hace mucho contaba que una de las primeras grandes decisiones que tomamos por nuestros hijos es escoger su colegio.

Pues otra, tal vez la primera, es elegir su nombre.

Y es difícil. Ya os hablaré en otra ocasión de las reglas que nos impusimos nosotros y cómo al final dimos con un nombre que nos gustaba a ambos.

Este fin de semana me contaban la pelea por el nombre de unos conocidos, que están esperando su primer hijo.

Voy a contaros la historia, obviamente con nombres ficticios.

Él tiene el empeño de llamarle Antonio, como un querido familiar suyo que murió. Ella detesta ese nombre y quiere llamarle Julio.

Ninguno de los dos ha dado su brazo a torcer, y a pocos días del parto ya han decidido que le llamarán Julio Antonio.

Pero su padre se dirigirá a él como Julio y su madre como Antonio.

Y digo yo. ¿No podían haber buscado un tercer nombre que les gustara a ambos?

Conozco otro caso de un niño que iba a llamarse Jesús (por ejemplo), así lo creía hasta su madre cuando lo parió, pero cuando su padre fue al registro se le cruzó la vena y decidió llamarle igual que él.

Es que lo del nombre es a veces una aventura.

¿Conoces alguna?