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Las primeras mentiras de nuestros niños

Un comic que recopila las viñetas de mi compañero Eneko.

Un comic que recopila las viñetas de mi compañero Eneko.

Julia tiene cuatro años y ya ha comenzado hace algún tiempo a soltar algunas mentirijillas. Normalmente para justificarse o para ‘enriquecer’ el mundo que le rodea o su mundo interior. Algunas son adorables, como cuando cuenta que algún muñeco le habla por la noche, otras completamente inocentes o comprensibles y a las que no hay que darles mayor importancia.

Solo una vez, en una única ocasión, la regañamos severamente por mentir. Pasó cuando quiso echar la culpa de algo que había hecho ella a su hermano, a Jaime. La dejamos muy claro que estaba muy mal acusar a su hermano, que no puede hablar para defenderse. Lo entendió, le entró una llantina muy sentida y muy típica suya de cuando realmente sabe que no ha obrado bien, y no ha vuelto a suceder.

Las mentiras sí, claro. De hecho creo que son incluso sanas. Os confieso que yo era bastante mentirosilla de pequeña. No culpando a otros ni intentando escabullirme, sino en esa vertiente ‘enriquecedora’ de la realidad.  Imaginación desbordante tal vez… Y lo cierto es que ahora, de adulta, no me gusta mentir y rara vez lo hago. Tal vez por eso no me preocupa demasiado esa etapa de las mentiras.

Os quiero dejar aquí un post sobre las mentiras que me ha gustado mucho. Hay una bloguera que me encanta, de las muchas existentes que tratan temas de maternidad (cómo me alegra que haya una comunidad tan grande e interesante para poder recomendaros algunas aquí con ). Hablo de la autora del blog, madre de dos niños pequeños, Mi mamá es psicóloga infantil.

Un buen día, sin saber cómo nuestro hijo nos salta con una «mentirijilla». Nada importante ni nada grave, algo intrascendente y totalmente inocente, porqué las primeras mentiras juegan un importante papel experimental y exploratorio y nada tienen que ver con un supuesto signo de maldad.

Cuando nos intentan engañar o juegan a mantener un secreto, nuestros niños están comprobando que su mundo interno y el nuestro son diferentes. Están constatando que sus pensamientos son suyos y que si quieren los comparten o no. Es aquí cuando descubren que el engaño es posible, que cuando se habla hay que tener en cuenta lo que el otro sabe y lo que no. Esto supone un hito muy importante en el desarrollo cognitivo, ya que constituye un primer paso hacia la superación del egocentrismo infantil y la comprensión del mundo interpersonal.

De los 3 a los 5 años deberíamos evitar llamarles mentirosos o ponerlos en ridículo, debemos tener cierta tolerancia y algo de complicidad con algunas «mentirijillas» como cuando nos dicen que su peluche preferido les ha dicho que hoy cenaríamos «chuches» y que luego dormiría con mamá. Este tipo de mentiras son parte de la fantasía del niño de esta edad.

En cambio, las mentiras que tienen por objetivo evitar ser regañado, el típico «yo no he sido, ha sido él» han de ser tratadas también sin ponernos nerviosos y llamarle mentiroso pero hemos de hacerle saber claramente que no aprobamos las mentiras, que hay que ser sincero y que es importante explicar siempre la verdad. Si nosotros no utilizamos nunca la mentira con nuestros hijos ellos aprenderán más rápido la importancia de este concepto.

Los padres, abuelos también, debemos evitar mentir o engañar a nuestros hijos ya que generan desconfianza e imitación, a parte de proporcionar una visión deformada de la realidad y del mundo en el que viven. Esto no significa que algunas informaciones no puedan darse de un modo diferente en función de la edad y que obviamente no siempre será posible explicarles todo, en algunas ocasiones tendremos que callar o ocultarles algunas informaciones.

Cuando el niño nos miente ocasionalmente no tiene excesiva importancia, es cuando estas mentiras se repiten una y otra vez. En estos casos los padres debemos preguntarnos el motivo, la causa, el porqué. ¿Utilizamos las mentiras o somos poco sinceros con nuestros hijos dándoles mal ejemplo? ¿Basamos su educación en el castigo, las reprimendas y la culpa? Ante estas preguntas debemos tener en cuenta que es muy difícil exigirle a un niño sinceridad si está creciendo en un ambiente que le genera temor o culpa, y le engañan frecuentemente.

Razones y razones para no dar el pecho

Hace apenas dos días nuestro fructífero becario recogía unas declaraciones de una modelo británica que puede que sea famosísima, pero que yo no conocía.

Tal vez ya habéis leído su post, aquí os dejo un fragmento por si acaso:

La modelo británica Nicola McLean dice que no le va a dar el pecho a su hijo porque sus «pechos son sólo para el sexo».

«No quiero que Rocky los chupe», decía en The Sun… ¿se puede ser más tonta?

Dice que si le diera el pecho a su hijo no podría tener sexo con su pareja e insinúa que sus mamas son, más o menos, su herramienta de trabajo.

Y me ha recordado una conversación con una prima mayor que también dio el pecho bastantes meses a su hijo. De hecho fue la primera persona a la que pude ver dando teta.

Ella me contó que la mayoría de las mujeres que conocía habían decidido no dar el pecho a sus hijos para que no se les estropease.

Y ellas no vivían de enseñarlos, como la modelo tontaina de arriba.

¿Respeto semejante postura? Pues sí. ¡Qué remedio! Pero también me da una idea de la escala de valores de esas madres recientes y me dice que tengo poco que ver con ellas.

Claro que probablemente no reconozcan los verdaderos motivos más que con sus íntimos. Al resto le dirán que no tenían bastante leche, que tuvieron grietas, mastitis…

Lo que sólo sirve para dar a la lactancia materna fama de difícil y dolorosa.

Y es que hay razones y razones para no dar el pecho. ¿No creéis?

¿Y a ti cuando te va a doler la espalda?

Cuando estaba embarazada de unos 5/6 meses acudí a visitar a un familiar cuyo hijo había sido padre hacía poco.

En un momento de la conversación me pregunta «¿Cuándo te vas a coger la baja?»

Y yo le explico que lo más tarde posible, que quiero trabajar hasta el último momento para poder estar con mi bebé el mayor tiempo posible.

«No esa baja con la que gastas días no, yo digo la baja de decir que te duele la espalda«, me responde.

De piedra me quedé.

«Sí, sí, como hizo mi nuera, que así como estabas tú ya dejó de trabajar»

«Es que llevo un embarazo muy bueno, no creo que lo haga» contesté.

Yo no soy yo de las que echan morro y mienten por obtener prebendas.

La pasada semana, por poner otro ejemplo, se quedaron las llaves dentro de mi coche en una ciudad a 30 kilómetros de mi casa. Tuve que pagar a un taxi que me llevara, coger las llaves de repuesto del coche, y volver en taxi. Una pasta vamos.

Y muchos, cuando cuento la aventura, me dicen que la mejor solución habría sido romper una ventanilla con un adoquín y poner una denuncia por intento de robo para que se hiciera cargo el seguro.

Pues no, no valgo yo para ir y mentirle a la cara a un policía. Tampoco para ir y mentirle a mi médico de cabecera.

Pero es que además, creo que es incorrecto.

Actuando así, probablemente estemos impidiendo que cuando una embarazada realmente merezca la baja tenga todas las facilidades y pueda obtenerla sin sentirse bajo la sospecha del médico y de sus jefes.

Tampoco ayuda a que determinados jefes y empresarios cambien de mentalidad sobre las madres jóvenes como trabajadoras.

Que le vamos a hacer. Soy una pringada para muchos.