Subir a un avión con un niño con autismo

imageLa primera vez que subimos con Jaime en un avión tenía cuatro años largos y nos dirigíamos a Disney. Fuimos al aeropuerto sin saber bien qué nos encontraríamos. Para los niños con autismo, a los que sensorialmente les puede afectar todo mucho, los viajes en avión pueden ser excesivos, sobrepasarles en muchos sentidos. Nosotros nos arriesgamos tras comprobar que en coche, tren y autobús Jaime disfrutaba y nos cargamos de chuches y de juguetes que le gustaban. No hicieron falta. Aquella primera vez, que corresponde a la fotografía, fue un éxito. Julia, que tenía dos años, se durmió todo el viaje, él fue atento y feliz, riendo incluso cuando tuvimos algo de turbulencias y en el aterrizaje, como si aquello fuera una divertida atracción de feria. Teníamos a toda la familia pendiente de cómo le sentaría a Jaime el viaje, así que todos respiraron aliviados cuando, tras tomar tierra, les mandé fotos en las que se le veía tan contento.

No nos creíamos la suerte que teníamos. Sabíamos bien que para muchos niños el avión suponía lloros, terror, querer salir del aparato a toda costa, rabietas… durante todo el trayecto. También sabíamos, sabemos, que muchas familias de niños con autismo ni siquiera se atreven a intentarlo, anticipando ya el mal trago.

Al año siguiente volamos de nuevo, también una distancia corta, y otra vez Jaime fue feliz y tranquilo. Ya nos estábamos planteando atrevernos con viajes más largos en unos cuantos años más, hasta que volamos de nuevo un tercer año. A la ida no hubo problema, no podríamos decir que fue feliz, pero al menos fue tranquilo. El problema fue el regreso. No sé qué cambio, tal vez le molestaron los oídos, tal vez estaba cansado, puede que simplemente se percatara por primera vez de los extraños sonidos del avión o de la sequedad ambiental que le resultara intolerable. No puedo saberlo. Jaime no habla, no puede contármelo. Solo sé que durante todo el viaje lloro, protestó, me pedía «se acabó» sin que estuviera en mis manos obviamente detener el avión para que bajásemos. A nuestro alrededor todo el mundo era consciente de que pasaba algo, nos miraba, la azafata se acercó con un chupa chups y el mejor talante del mundo y expliqué que tenía autismo. Imagino que se corrió la voz, porque nadie protestó, no hubo un mal gesto, ni siquiera del hombre joven que se sentaba a mi lado y, al que siendo sinceros, le dimos el viaje. Eran filas de tres asientos y Julia iba con su padre en el asiento de atrás. Fue aterrizar y bajar del avión, y todo pasó, pero el mal rato de todos, Jaime el primero, mi santo y yo después, fue de los de recordar toda la vida. No hemos vuelto a intentar subir a un avión, y dudo que lo hagamos en un tiempo. No sin consultar antes a los profesionales que llevan a Jaime.

Recuerdo nuestra experiencia con Jaime en los aviones después de que un compañero me pasara la carta que otra madre de un niño con autismo escribió a una aerolínea australiana agradeciendo su amabilidad, su comprensión cuando su hijo se asustó tanto que se negaba a embarcar.

La entiendo perfectamente. Subir a un avión con un niño con autismo es un viaje a lo desconocido. También entiendo su agradecimiento, en esos momentos necesitas de los demás empatía a raudales, que se pongan en el pellejo de tu hijo, en el tuyo, que entiendan que no pretendes molestar, que los que peor lo estáis pasando sois vosotros.

Mi experiencia me dice que si eres sincero y cuentas abiertamente y desde el primer momento que tu hijo tiene autismo, que tiene una discapacidad aunque no se aprecie ninguna a simple vista, es más fácil encontrar comprensión que si no das explicaciones. Tal vez hemos tenido suerte, pero con esa estrategia tenemos mucho más que agradecer que reprobar.

Esta es la carta que la madre publicó en el muro de Facebook de la compañía aérea (perdón si la traducción no es perfecta):

Querido Jetstar… Quiero expresar mi agradecimiento máximo a su personal de Melbourne, con el que he estado hoy.

Yo viajaba en el JQ733 a las 10.10am desde Melbourne hasta Launceston con mi hija de nueve años y mi hijo de diez, que tiene autismo. Después de mucho planificar y anticipar, él no quería salir del edificio a la pista para coger el avión. El personal allí, dos azafatas de pelo oscuro, fueron muy amables tratando de ayudarme y un hombre de control de tierra llamado Glen incluso vino y habló con mi hijo, ofreciéndole su chaqueta para intentar conducirle dentro del avión.

No tuvimos ninguna suerte y el avión tuvo que partir, yo asumí que había perdido mis billetes y todo estaba perdido, pero la azafata dijo que nos cambiaría al siguiente vuelo disponible y que nos sentaría al frente. También dijo que intentaría que usáramos el ascensor esta vez. Esperamos a embarcar en el vuelo JQ735 a las 11.55am y lo intentamos de nuevo. Otra vez el personal hizo todo lo posible para ayudarle a subir al avión. No nos metieron prisa, nos dieron todo el tiempo para hablar con él y estuvieron apoyándonos constantemente a mí, mi hija y mi hijo. Lo metimos en el ascensor y subimos a la puerta de la cabina, pero de nuevo no hubo suerte. Estaba muy estresado y molesto. No quería entrar en el avión. Entonces el piloto, Camerón, dedicó tiempo a salir, hablar con mi hijo y ofrecerle sentarse en la cabina una vez llegásemos a Launceston. Yo estaba completamente emocionada con su comprensión, ayuda y ánimos. En ningún momento me sentí como si estuviera sosteniendo a alguien.

Y quiero hacer una mención especial a la azafata rubia que viajó en el ascensor arriba y abajo con nosotros. Me gustaría saber su nombre, ella sintió mi dolor como madre, teniendo que decidir que teníamos que cancelar ese viaje y diciendo a mi hija que no podíamos visitar a su abuelo en Tas… Ver su valiente carita según bajaba las escaleras y volvíamos a la terminal, partía el corazón.

Pero esa azafata, ella estuvo con nosotros todo el tiempo. Se ofreció a llevar a mi hija a Tas ella misma, pero esa no era una opción y ella vino, cogió nuestras tarjetas de embarque y nos aseguró que conseguiría que nos devolvieran todo el dinero. Algo totalmente inesperado. Y entonces ella fue a comprar una limonada para mi hijo (su favorita).

Yo estaba tan sobrepasada y agradecida por tanta comprensión de los trabajadores ayudándome durante una experiencia desgarradora que te deja la mente exhausta y rota…

Solo quería decir «gracias».

Shelley Baudoux.

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4 comentarios

  1. Dice ser tren

    buen escrito, gracias

    17 enero 2016 | 09:18

  2. Dice ser Aspito

    Buenas. Yo soy asperger.

    Las primeras veces que volé me encantaba e incluso me reía a carcajada limpia con tremendas turbulencias en medio de una tormenta mientras la gente gritaba.

    Como me dijeron que era el medio de transporte más seguro y que no pasaba nada iba despreocupado.

    Al cabo de los años le fuí cogiendo miedo. Al fin y al cabo no era el trasporte infalible que me hicieron creer.

    Ahora cualquier cambio de funcionamiento del motor en vuelo que escucho, cualquier turbulencia o bolsa de aire caliente ya me pone en alerta y me agarro al asiento como una lapa.

    Recuerdo que este miedo empezó despues de un aterrizaje muy brusco y en el que perdió mucha altura muy rápido y me hizo daño oídos, aparentemente solo a mi.

    Un saludo

    17 enero 2016 | 18:56

  3. Dice ser Oriol Torres

    Es importante que los padres y madres de niños y niñas con nee sean conscientes que viajar no está reñido con ellos. Como tú muy bien compartes y demuestras en este artículo son niños que pueden realizar viajes como cualquier otro niño/a pero planificando el viaje con un porción adicional de aspectos a tener en cuenta. Aunque esto mismo también se da cuando realizamos un viaje con nuestros niños y niñas.

    Ya en su momento, en Kangapp, escribimos sobre viajar con niños con necesidades especiales (http://blog.kangapp.com/es/viajar-con-ninos-con-necesidades-especiales/) dando especial atención a todos aquellos recursos tecnológicos y estamentos (asociaciones, agrupaciones, estamentos oficiales) de los que disponemos y que pueden ayudarnos a planificar y realizar nuestro viaje.

    También escribimos, en este caso centrándonos en las apps y webs que hay disponibles si queremos realizar un viaje con un niño/a con autismo (http://blog.kangapp.com/es/viajando-con-ninos-con-autismo-diferencia-no-significa-indiferencia/) donde, por ejemplo, citabamos el caso de un padre de un chico con autismo que estaba desarrollando una app que pemite (está en fase beta) a las personas que tengan relación con el autismo añadir, valorar y comentar sus experiencias en restaurantes, museos, parques, patios y otros lugares ‘autism friendly’.

    ¡Saludos!

    17 enero 2016 | 19:42

  4. Dice ser antonio gonzalez

    mi comentario real mente es una pregunta …..pensamos mi esposa e hijo y yo hacer in viaje por autobus de unas 10 horas …es necesario llevar algun permiso del doctor de mi hijo para poder realizer el viaje ?

    espero respuesta a mi correo por favor

    15 agosto 2018 | 04:57

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