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¡Pide refuerzos! Crónica de una urgencia en Haití

Ahmed Fadel, coordinador del proyecto de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el hospital de Chatuley, en Leogane, Haití.

 

Son más de las diez de la noche en el hospital Chatuley. Un niño de dos años está recibiendo oxígeno. Se encuentra en un coma profundo después de recibir un fuerte golpe en la cabeza. Está a punto de dejarnos. El pediatra y las dos enfermeras hacen todo lo que está en sus manos, pero saben que no saldrá adelante. Otra enfermera lo acaricia tiernamente y lo calma durante sus últimos momentos.

La jefa de enfermeras, con lágrimas en los ojos, lo abraza y se lo lleva a su madre, que también está recibiendo atención médica. Hicimos todo lo posible para salvarlo, pero finalmente se ha ido. No se oye nada. Debido al estado de shock en el que se encuentra, la enfermera se tiene que tomar un momento para explicarle lo que ha sucedido. Cuando finalmente la madre logra comprenderlo, comienza a llorar desconsoladamente.

Todo el personal del hospital guarda un respetuoso silencio mientras trata de arroparla y de acompañarla en ese duro momento. Sentimos como si el mundo hubiera dejado de girar y todo a nuestro alrededor se detiene, a excepción de las lágrimas que ruedan por nuestras mejillas.

A principios de ese día…

Es una hermosa y soleada mañana de martes en Léogâne. Por delante tengo un día completo y lleno de trabajo: largas reuniones con los equipos para debatir sobre nuestras metas y los objetivos alcanzados hasta el momento, la organización de tareas para el mes siguiente y las estrategias claves para el próximo año; un día rutinario.

Cuando acaba la jornada, cogemos un atajo en nuestro camino de regreso hacia la base. Pasamos junto a una familia que vive en un refugio improvisado y un hombre nos pide que paremos el coche. Doy por hecho que nos va a pedir ayuda médica, pero me siento aliviado porque justo en este momento me acompaña un médico (yo soy coordinador de proyecto y no tengo un perfil sanitario). Sin embargo, no es eso lo que quiere. Sólo pretende mostrarnos su gratitud por el trabajo que hacemos y ofrecernos unas frutas de regalo.

Regresamos a la base contentos por este pequeño pero conmovedor gesto y compartimos la fruta con el equipo. Parece que será una tarde agradable…

A las 7:45PM escucho unas sirenas a lo lejos. Antes de tener la oportunidad de preguntar qué es lo que está pasando, un guardia se apresura y nos informa de que nos han enviado un mensaje por radio desde el hospital: ha habido un accidente de tráfico y hay un número importante de heridos con lesiones leves.

El equipo del hospital debería ser capaz de manejar esta situación, así que no perdemos la calma. Pocos minutos después, a las 8:00PM, dos cirujanos, una enfermera y el anestesista entran en la sala de operaciones

A las 8:25M me informan de que el número de heridos podría ser mayor de lo que pensamos.

Llego al hospital a las 8:33PM. En las puertas de la sala de urgencias hay filas de camiones y ambulancias pertenecientes al servicio de salud del Gobierno y de la Cruz Roja de Haití. Todos ellos están llenos de heridos. Los camilleros se sienten abrumados. Más de 30 heridos acaban de llegar y hay más ambulancias en camino.

Urgencias. Hospital de Médicos Sin Fronteras en Leogane. Haití.

Urgencias. Hospital de Médicos Sin Fronteras en Leogane. Haití.

¡Pide refuerzos!

Rápidamente, me pongo a trabajar. Empiezo por ordenar los vehículos con el objetivo de hacer hueco para los demás y luego me hago cargo de la dirección de la sala de urgencias.

En todas partes hay personas con lesiones a la espera de ser atendidas. El cirujano me dice que necesitan más ayuda para recibir a los heridos, que van a llegar en cualquier momento. Cojo el móvil para marcar el número de la base y veo decenas de mensajes enviados por el equipo preguntando si nos pueden ayudar.

Les respondo a todos: «¡Emergencia” Muchos heridos graves. Apoyo necesario. Todas las manos son bienvenidas«. La respuesta: «Mensaje recibido, todo el equipo está en camino».

Vuelvo a la sala de urgencias y me encuentro con un compañero de otra organización que me comenta lo que ha sucedido. Dos grandes camiones han chocado. Iban llenos de pasajeros, hacinados unos encima de otros. Es posible que el número de heridos supere los 50.

El accidente ha ocurrido cerca de Gressier, en la carretera principal entre Puerto Príncipe y Léogâne. La circulación se ha cortado para permitir que todos los heridos sean evacuados y poder mover los camiones. Esto significa que Chatuley, nuestro hospital, es el único centro de salud accesible en estos momentos.

A las 8:38PM el camión de MSF llega con nuestros refuerzos: médicos, enfermeras, matronas y especialistas en logística. Todo el equipo está ahí. «¡Infórmanos sobre la situación y dinos lo que tenemos que hacer!».

Se lo resumo rápidamente: «Hay gente con todo tipo de lesiones. Unas 30 personas más están en camino. El médico de urgencias y los cirujanos serán vuestra principal referencia, seguid sus instrucciones. Los logistas venid conmigo».

Apenas he acabado de hablar cuando veo que llega más gente: nuestro personal de salud haitiano. Estaban descansando en sus casas, pero han lo dejado todo y han venido hasta aquí en cuanto han oído la noticia. Están esperando mis instrucciones y no he tenido ni siquiera que avisarles.

A partir de entonces comienza la actividad: sin estrés y sin pánico, pero sin descanso. Todo el mundo sabe cuál es su papel y su lugar. No hay gritos, ni prisas, sólo acción.

Tratamos de calmar a los heridos y a sus familiares, que tienen que esperar fuera y están muy preocupados. Pero me reconforta ver que la gente confía en nosotros.

 

Por un momento el mundo se para

A las 10:30PM una nueva oleada de heridos llega. Vamos tomando decisiones y trabajamos con determinación. Alrededor de las 11:00PM perdemos los casos más graves, un total de cuatro personas hasta ese momento. No podemos dejar que eso nos derrumbe, así que seguimos trabajando.

A las 11.15PM el niño de dos años muere mientras es acariciado por una enfermera. Silencio. Veo las lágrimas de la enfermera mientras se lo lleva a su madre para que ella lo pueda abrazar por última vez.

A las 11.30PM el médico de urgencias nos tranquiliza: «Los pacientes están estables y listos para ser transferidos a las salas de observación». Todo el mundo se pone de nuevo manos a la obra. No importa si uno es camillero, cirujano, médico o incluso un miembro del personal no médico: todos ayudamos a trasladar las camillas.

 

Sala de espera del centro quirúrgico de Médicos Sin Fronteras en Tabarre, al este de Puerto Príncipe. En este centro se proporciona asistencia en traumatología de emergencia, cirugía ortopédica y abdominal para las víctimas de atracos, violencia de género y se atiende a las personas heridas en accidentes de tráfico.

Sala de espera del centro quirúrgico de Médicos Sin Fronteras en Tabarre, al este de Puerto Príncipe. En este centro se proporciona asistencia en traumatología de emergencia, cirugía ortopédica y abdominal para las víctimas de atracos, violencia de género y se atiende a las personas heridas en accidentes de tráfico.

La recta final de un largo día

Son más de las 12 de la noche y ponemos todo en orden antes de regresar a la base. En el coche, todo el equipo va en silencio y apesadumbrado. Intercambiamos miradas. De repente, uno de los compañeros levanta la voz para tratar de levantarnos el ánimo: «¡Amigos! Había 43 heridos, la mitad de ellos graves y en riesgo de morir, y los hemos salvado a casi todos. Tenemos que estar contentos con el trabajo realizado». «¡Sí, es cierto, tenemos que quedarnos con eso!», responde otro.

Mañana será otro día complicado: vamos a tener que hacernos cargo del seguimiento de las personas heridas y de las transferencias a otros hospitales de MSF en Puerto Príncipe. También tendremos que pasar por el proceso de identificar a los fallecidos con el Juez de Paz y encargarnos de la recepción y del apoyo a sus familias. Todo esto sin que el hospital deje de funcionar.

Desde 2010, MSF dirige el hospital de Chatuley en Léogâne, a unos 30 km de la capital de Haití, Puerto Príncipe. El hospital ofrece atención médica gratuita las 24 horas al día.

Camas hasta en el último rincón

Por Brigitte Breuillac (Costa de Marfil, Médicos Sin Fronteras)

El hospital de Abobo Sur, en Abidján, se ha transformado. Esta estructura, que se parecía a una clínica de 20 camas antes de que Abiyán fuera presa de la violencia en los últimos meses, está ahora abarrotada de pacientes. Nuestro equipo ha utilizado hasta el último rincón para colocar camas. Hasta los «halls» de entrada se han convertido en habitaciones y se han montado dos tiendas en el patio. La capacidad es ahora de 130 camas.

El director del hospital describe con humor la hiperactividad que caracteriza al centro. “¡Es como una epidemia de trabajo!”, bromea. Efectivamente, el personal lleva trabajando sin parar desde el 28 de febrero, cuando un equipo internacional de MSF y ocho voluntarios nacionales reabrieron el hospital. Ahora que los enfrentamientos han terminado en este barrio del norte de la ciudad, ya hay 250 personas trabajando aquí.

El servicio de obstetricia nunca está vacío. Sophie, la comadrona francesa que supervisa la unidad, dice que es como estar en otro planeta. En su país, está acostumbrada a asistir cinco partos al día, pero aquí son más de 40 las mujeres que dan a luz en una sola jornada. «Sí, claro, ¡aquí ‘se hacen’ muchos bebés!”, dice riendo otra comadrona del hospital, marfileña. La presión es tal que las madres jóvenes y sin complicaciones son dadas de alta a las tres horas de tener el bebé, dejando su cama libre para otra parturienta.

El quirófano también hierve con una actividad febril. El régimen de Laurent Gbagbo fue derrocado el 11 de abril. Hasta ese momento, que marcó el punto álgido de los enfrentamientos, este hospital atendió a más de 100 heridos de bala cada día. Aunque vuelve a reinar la calma en casi todos los barrios de Abiyán, a estas alturas siguen llegando unos 3 o 4 heridos de bala al día.

Muchos hombres armados merodeando por las calles supone muchos «accidentes». Una mañana, una pequeña de apenas dos años estaba jugando delante de su casa cuando fue alcanzada por una bala en el tórax. Otra bala le rozó la cabeza. Hay muchas más urgencias quirúrgicas típicas también, como cesáreas y peritonitis.

Afortunadamente, ya no faltan medicamentos ni material médico. Resultaba muy difícil transportar suministros hacia Abiyán finales de marzo y principios de abril: el hospital se encontraba en la línea del frente, los empleados no podían salir y los suministros quedaron bloqueados.

Los inventarios se redujeron a niveles peligrosos y hubo que improvisar: en lugar de desechar los guantes después de cada procedimiento, el personal los lavaba con jabón y cloro para poder reutilizarlos.

No se rindieron. Trabajaban con guardias de 48 horas, dormían en el hospital y comían allí, esto último gracias a Patricia, una chica que llegó en febrero para ofrecerse a echar una mano, y que se encargaba de ir al mercado a buscar provisiones, arriesgando la vida cada vez.

“El equipo estaba muy motivado”, recuerda el doctor Chibu Okanta, coordinador médico de MSF. Y todo el mundo hacía de todo: “los médicos limpiaban las camas, los enfermeros hacían también de celadores”.

Y todo en condiciones de gran estrés ya que las balas silbaban por todas partes y los tanques iban y venían al otro lado del muro del hospital. Y en medio de todo ello, había que explicar a los combatientes que debían dejar sus armas en la puerta cuando traían a heridos.

Aunque ahora la presión se ha relajado, el equipo todavía no tiene mucho tiempo para respirar. La vida diaria se ha reanudado y los pacientes abarrotan el hospital. Tras permanecer escondidos en casa durante días, e incluso semanas, ya se atreven a buscar atención médica. Esto se traduce en largas colas en la puerta del hospital…

Los pacientes empiezan a formarse a las 5 de la mañana, cuando las consultas no empiezan hasta las 7:30. Vemos a entre 350 y 400 pacientes cada día, entre ellos como os decía muchas mujeres embarazadas y niños con malaria severa, a veces complicada con anemia. Algunos llegan al hospital cuando ya es demasiado tarde y mueren aquí.

(Continuará)

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Foto superior: Servicio de pediatría, instalado parcialmente bajo tiendas de campaña en el hospital Abobo Sur de MSF, Abiyán.

Foto central: Pizarra de intervenciones en el servicio quirúrgico del hospital de Abobo Sur, Abiyán.

Foto inferior: Largas colas desde la madrugada para la consulta en el hospital de Abobo Sur, Abiyan.

Todas: © Brigitte Breuillac