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Despertar en el paraíso

Por Ferry Schippers (MSF, República Democrática del Congo)*

Son las cinco de la mañana. Todo está tranquilo, muy tranquilo. En la cama sin moverme, con los ojos todavía cerrados, intento recordar dónde estoy. Un soplo de aire frío pasa rozando mi cara y me despierta lentamente como el suave susurro de la voz de mi madre cuando yo era pequeño y ella me despertaba para ir a la escuela. Tengo la sensación de que este momento va a durar siempre. Me gusta y dejo que la suave brisa de la mañana siga con su dulce juego.

De repente, rompe el silencio el ya familiar cacareo de un gallo, que sin duda tiene un erróneo concepto del tiempo. Debería saber que es demasiado pronto para despertarse, pero ahora ya es demasiado tarde para volverse a dormir, y poco a poco abro los ojos. Siempre duermo con la ventana abierta y siempre disfruto intensamente del cielo nocturno y de los tenues sonidos de la aldea de Marungu cuando decide irse a dormir.

Marungu, una pequeña comunidad en la cima de las montañas de Hauts-Plateaux, en Kivu Sur (en el este de la República Democrática del Congo), a una altitud de 2.900 metros, es una aldea muy aislada formada por un par de docenas de casas tradicionales hechas de bambú y excrementos de vaca mezclados con arcilla, la mayoría de ellas con un techo de paja.

Paseo la mirada por mi habitación de tres metros por tres. A la izquierda, una estantería con demasiadas notitas recordatorias de lo que tengo que hacer hoy. Como si me pudiera olvidar… Delante, al lado de la puerta, algunos estantes más con mi reserva personal de cosas de comer. La comida aquí no se sale mucho del arroz y las alubias tradicionales, el pollo, la cabra, el pescado salado y ahumado, y una pasta de maíz llamada bugali. Así que de vez en cuando necesito algo distinto. Una vez al mes bajo al valle, a Uvira, una ciudad a orillas del lago Tanganyka y me compro alguna cosa. Me doy cuenta de que tengo que comprar más queso y algunos sandwiches, que acabé ya hace una semana.

Decido levantarme despacio. Todavía está oscuro y hace frío. La estación de lluvias empezó hace un par de semanas, por lo que la temperatura ha bajado por la noche a 5 grados centígrados. Mi babula, un pequeño hornillo de carbón tradicional, está aparcado en un rincón de la habitación, frío y olvidado. Le pediré al guarda que lo reavive lo antes posible. La vida es mucho más agradable cuando tienes un hornillo caliente.

Pongo mi cafetera en el ya reavivado y ahora caliente babula, anticipando con paciencia el buen café que me voy a tomar, y salgo a escuchar los sonidos de Marungu desperezándose. Ya puedo ver el humo saliendo de los tejados de paja. La población local empieza la mañana encendiendo una hoguera dentro de sus casas sin chimenea. Algunos gallos más siguen el ejemplo del nuestro, y no parecen aceptar un no por respuesta. El despertar de un nuevo día en el paraíso.

Paraíso. Lo llamo paraíso por diferentes motivos. En primer lugar porque se parece a lo que en la imaginación de la gente debería ser el paraíso, sereno, tranquilo. Aunque esto último no podría distar más de la verdad. Aquí arriba, en mi montaña, se encuentra el escondrijo de múltiples facciones militares enfrentadas a las autoridades congoleñas y entre sí. Los enfrentamientos armados entre éstos y el ejército congoleño son frecuentes, haciendo que los habitantes de las aldeas huyan en busca de un lugar seguro, dejando todo lo que han aprendido a querer y proteger tras de sí.

Debido al aislamiento de esta zona (un área de 3.500 km2), a la inseguridad y al difícil acceso, el sistema de salud, cuando lo hay, es muy deficitario. La gente tiene que caminar durante horas e incluso días para llegar a un centro de salud cuando necesita asistencia médica. En el centro de salud tienen que pagar por la asistencia que reciben, cosa que a menudo no pueden permitirse. Incluso cuando están graves, a veces optan por quedarse en casa porque no pueden permitirse pagar por la atención sanitaria que necesitan o tienen que andar largas distancias hasta las estructuras de Médicos Sin Fronteras, donde saben que pueden conseguir atención médica gratuita. MSF apoya de momento a seis centros de salud en esta zona.

A mí me resulta muy obvio responder a la pregunta de por qué MSF ha decidido ayudar a esta población que sufre. Como coordinador de terreno, no tengo la menor duda de por qué estoy aquí. Tenemos que ayudar a estas personas. Ayudarles a construir un buen sistema de salud con buen acceso a la atención sanitaria gratuita de calidad. Ayudar a la población desplazada y proporcionarle abrigo y material básico de supervivencia, junto naturalmente a asistencia médica en su sentido más amplio.

Todos nuestros esfuerzos, incluyendo la sensibilización de la población, se centran en detectar a las víctimas de la violencia sexual dentro de las primeras 72 horas de haber sido agredidas, que es el límite para poder ofrecer medidas preventivas contra el VIH/sida y los embarazados no deseados por ejemplo. Otra de las tareas importantes que llevan a cabo nuestros equipos es el aporte de apoyo psicológico y el seguimiento de estas víctimas y de los desplazados.

Exceptuando la carretera que conduce hasta nuestra base en Marungu, no hay más caminos aquí en Hauts-Plateaux. Tenemos que andar durante horas, cruzando incluso montañas más altas, para llegar a la población. Nuestra segunda base en Kihuha se encuentra a 10 horas a pie. Mi equipo está dividido entre las dos bases, lo que supone todo un reto en materia de gestión.

Son las seis y ya es de día. Ya empieza a haber movimiento. Pueden verse personas seguidas de montones de cabras. Las mujeres van a la fuente a por agua. Las más mayores cargan unos 20 litros y los niños de 5 a 10. Mirando a estas mujeres, recuerdo una conversación con una de ellas.

Vino al centro de salud por la noche. Había sido violada el día anterior y venía en busca de ayuda, en plena noche, para evitar el estigma y la repulsa por parte de su marido, su familia y el resto de la comunidad. En ausencia de su marido, había sido violada por cuatro hombres. Tuvo que reunir todas sus fuerzas para acudir en busca de ayuda. Fuimos corriendo al centro de salud con una enfermera especializada en violencia sexual y nuestra psicóloga para tratarla de la mejor forma que pudimos. Nos dijo que necesitaba nuestra ayuda pero lo más triste es que no creía que pudiésemos hacer nada por ella. “¿Por qué? ¿Por qué?… mañana todo será igual”, nos dijo.

No, no necesito ninguna motivación externa para trabajar con MSF. Vivo aquí desde hace más de un año, escucho, veo y hago todo lo que está en mis manos para ayudar a estas personas que necesitan de una asistencia que nunca habían recibido antes de la llegada de MSF, aquí, en su propio “paraíso”.

(Continuará…)

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* Ferry Schippers es coordinador de proyecto de MSF en Hauts-Plateaux.

Fotos: todas © Ferry Schippers.

4 comentarios

  1. Dice ser antonio larrosa

    Escribe usted muy bien, se le nota maestria . Por favor no deje de escribir aunque el mundo a su alrededor se hunda.

    Clica sobre mi nombre

    21 noviembre 2011 | 15:27

  2. Dice ser myredwardrobe

    Me ha gustado mucho… : )

    21 noviembre 2011 | 16:12

  3. Gracias.

    Por estar allí.

    Por hacer que la vida sea un poco menos amarga para muchos.

    Por explicarnoslo, para que veamos que hay mucho más mundo más allá de nuestros cómodos sillones, nuestras coloridas televisiones, nuestros animados restaurantes y nuestros rápidos autos.

    Por Marungu, por la RDC, por África y por el mundo.

    22 noviembre 2011 | 13:53

  4. Dice ser ricardo rodriguez cid

    Gracias por tus increibles palabras y tu testimonio…

    En un mundo sumergido en una crisis económica y mediática, en la que solamente parecen importar las cosas superfluas y la crispación, donde en los países desarrollados millones de personas pierden su empleo, parece como si el resto del mundo ya ni existe. Es por ello que tu testimonio adquiere mayor peso especifico, mayor valor absoluto, ya que tal vez, muy pocos son los que reflexionan en los millones de personas afectados por hambrunas, enfermedades olvidadas, conflictos armados que ni tan siquiera vienen mencionados de refilón por los medios de comunicación.
    Al mismo tiempo, si que hay medios que recogen blogs y testimonios de personal expatriado de MSF en contextos difíciles, muy difíciles como es el caso de vuestra misión, que tienes la gran responsabilidad de coordinar.
    A ti en primera persona agradecerte tu labor, y como no, a MSF organización a la que pertenezco, pero en la que mi labor ha sido una gota de agua en un inmenso océano… MSF estáis ahí, y en muchos otros lugares llevando y a la máxima expresión el humanitarismo independiente, salvando vidas, dando testimonio, día a día, mes a mes…
    Y como no agradecer a los medios que recogen esos testimonios, sea en forma de noticia, o de blog, o como quiera que sea, ya que demuestran que no todos los oídos son sordos, y que sin ellos muchas veces (la mayoría) el testimonio desde el terreno no llegaría a tantas personas. Gracias de todo corazón a 20 minutos, La Razon, El Mundo… Y a tantos otros, sin olvidarme de TVE… Gracias por cada testimonio, por cada espacio cedido, por cada blog, por cada entrevista…
    Y como no, un gran abrazo para ti Ferry y todo el personal de MSF alla en República Democrática del Congo, que podáis vencer las dificultades del día a día, y nada impida que sigáis ayudando a todos aquellos que os necesitan.

    22 noviembre 2011 | 16:01

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