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‘Inmune’, ‘municipio’ y ‘remunerar’, tres términos que provienen de la misma raíz etimológica

Quienes sois asiduos lectores de este blog, sabéis mi especial predilección hacia las etimologías y cómo voy publicando de vez en cuando algunas entradas en las que explico el curioso origen y vínculo que existe entre algunas palabras que aparentemente no tienen nada que ver entre sí pero que provienen de una misma raíz etimológica. En esta ocasión os voy a hablar de los términos ‘inmune’, ‘municipio’ y ‘remunerar’.

‘Inmune’, ‘municipio’ y ‘remunerar’, tres términos que provienen de la misma raíz etimológica

La ‘remuneración’ o ‘remunerar’ hacen referencia al acto de pagar, gratificar o recompensar a alguien normalmente por un servicio que ha prestado, siendo sinónimo de términos como ‘paga’, ‘sueldo’, ‘salario’, ‘jornal’

Un ‘municipio’ es un territorio o división administrativa, de otro más grande, y en el que se gestiona o gobierna a través de unos representantes (alcalde, regidores y concejales) que han sido escogidos entre sus habitantes.

El término ‘inmune’ se utiliza para señalar a quien queda exento de ciertas obligaciones o castigos gracias a los privilegios que le otorgan su cargo o rango (por ejemplo, la ‘inmunidad parlamentaria’).

Etimológicamente, estos tres términos provienen del vocablo latino ‘munus’/’muneris’ el cual hacía referencia a un cargo u oficio que desempeñaba alguien que trabajaba para la comunidad.

Por un lado dio ‘remunerāre’, el cual se formó con el prefijo ‘re-’ (en este caso para hacer referencia a ‘intensidad’) dando como resultado el término ‘remunerar’ para indicar el salario que cobraban aquellos representantes de la comunidad (munus) por la labor que desempeñaban.

El término ‘munus’ junto al verbo latino ‘capere’ (tomar, coger) dio lugar al vocablo ‘municipium’ (municipio), para hacer referencia al conjunto de representantes de un territorio.

Por último, la formación del vocablo ‘inmune’ proviene de la unión del prefijo ‘in-‘ (negación) junto al mencionado ‘munus’ y, originalmente, hacía únicamente referencia a aquellos ciudadanos de un territorio (municipio) que estaban libres del pago de tributos, realizar el servicio militar o de cualquier deber de carácter oficial. Con el tiempo también se utilizó el término para referenciar a los representantes de servicios públicos que quedaban exentos de ciertas obligaciones (incluso judiciales).

Quizás estás pensando que el término ‘inmune’ también es utilizado (sobre todo en los últimos tiempos) para hacer referencia a un ser vivo (persona o grupo, animal o planta) que no es atacable por ciertas enfermedades, que no se contagia y que está protegido frente a estas. Pero en este caso, nos encontramos frente a un ejemplo de palabra homófona (que suena igual que otra, pero que tiene distinto significado), debido a que esta proviene del vocablo latino ‘munire’, cuyo significado es ‘reforzar, fortificar’) y fue acuñada para tal uso por Louis Pasteur en el último cuarto del siglo XIX.

 

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Fuente de la imagen: wordart

¿Cuál es el origen del término ‘inmunidad’?

¿Cuál es el origen del término ‘inmunidad’?

Conocemos como inmunidad a la resistencia (tanto natural como adquirida a través de vacunas, de forma natural o farmacología) hacia ciertos patógenos y enfermedades (por ejemplo, ser inmune a un virus).

Pero también es usado este mismo término para hacer referencia a cierto privilegio que poseen algunos individuos a consecuencia de su rango, cargo o estatus, que los puede librar de ser juzgados o que están exentos del pago de un tributo (por ejemplo, la inmunidad parlamentaria).

Ambos vocablos, a pesar de ser idénticos no significan lo mismo ni proceden de la misma raíz etimológica (es lo que se conoce como palabras homófonas).

El uso de la forma ‘inmune’ (en relación a la excepción de un pago, castigo u obligación de cumplir algún requerimiento) es muchísimo más antiguo que el que hace referencia al de estar protegido de una enfermedad o contagio.

Antiguamente, a algunos lugares de culto (como templos, conventos o iglesias) se les concedía ciertos privilegios y dispensas, por el cual las personas que allí dentro se encontraran no sufrirían la persecución o castigo de las autoridades, motivo por el que algunos delincuentes y criminales allí se refugiaban. Muchos de estos acababan teniendo esa inmunidad frente a la justicia gracias a estar resguardados en ese lugar y un gran número acababan redimiendo sus pecados y delitos convirtiéndose a la vida religiosa.

También se aplicaba a aquellas personas que servían al pueblo a través de un estamento de carácter gubernamental (como por ejemplo los parlamentos o las embajadas), además de disfrutar de esa inmunidad frente a la justicia los miembros de una Corte Real.

Para encontrar la aplicación del vocablo en referencia a la protección frente ciertas enfermedades, debemos ir hasta Louis Pasteur, quien, durante el último cuarto del siglo XIX,  le dio ese otro sentido a los términos ‘inmune’ o ‘inmunidad’, debido a que en esa época centró gran parte de sus estudios e investigaciones científicas a las vacunas y la eficacia de estas.

La primera aparición del término ‘inmune’ en el diccionario fue en la edición de 1780 (Academia Usual) con la única acepción de: ‘Libre y exênto de algun riesgo, peligro, cargo, ó pension, ó el que tiene el privilegio de inmunidad. Immunis’.

No fue hasta la edición de 1925 cuando ya apareció un segundo significado: ‘No atacable por ciertas enfermedades’.

 

 

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Fuente de la imagen: Arne Müseler / arne-mueseler.com / CC-BY-SA-3.0 (vinculado a:  https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/de /deed.de ) a través de Wikimedia commons

¿Quién acuñó el término ‘vacuna’?

Fue Louis Pasteur, en 1881, quien acuñó y popularizó el término  ‘vacuna’, como referencia al preparado orgánico conteniendo un virus y que es inoculado a personas y animales como modo de defensa ante una determinada enfermedad.

¿Quién acuñó el término ‘vacuna’?

Le puso ese nombre en honor al trabajo desarrollado un siglo antes por el médico rural inglés Edward Jenner, quien fue el primero en descubrir el remedio eficaz para combatir la ‘viruela bovina’ que afectaba a numerosos granjeros del condado de Gloucester, pero casualmente no a las personas que ordeñaban a las vacas.

Al provenir la enfermedad de las vacas le dio al remedio un término en latín referido a esos rumiantes: ‘vaccine’ (que provenía de ‘vacca’).

 

 

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Cuando Louis Pasteur probó por primera vez en un humano (y con éxito) la vacuna contra la rabia

Cuando Louis Pasteur probó por primera vez en un humano (y con éxito) la vacuna contra la rabia

La década de 1880 fue muy prolífica para el químico y bacteriólogo francés Louis Pasteur, quien se encontraba inmerso en su trabajo de laboratorio tratando de buscar diferentes vacunas que pudiesen salvar la vida a miles de ciudadanos que morían a diario a causa de múltiples infecciones y enfermedades.

El 6 de julio de 1885 se presentaron, en el pequeño laboratorio que tenía Pasteur en la parisina calle de Ulm, tres personas a las que un perro rabioso había mordido. Entre ellos se encontraba Josef Meister, un niño de nueve años de edad que parecía ser el que se había llevado la peor parte.

El científico, en colaboración con Émile Roux, llevaba tiempo trabajando en el desarrollo de una vacuna contra la rabia pero ésta, hasta el momento, solo había sido probada en algunos animales (sobre todo perros y conejos) por lo que, al no tener la titulación de médico y la vacuna no estar reconocida por el organismo oficial correspondiente, se arriesgaba a tener serios problemas si los trataba y vacunaba con lo que de momento tenía elaborado. Tras consultarlo, y aconsejado por su colega, Pasteur se animó a hacerlo.

De los tres pacientes a los que atendió el único que logró sobrevivir fue el pequeño Josef, a quien estuvo suministrando el compuesto antirrábico durante los siguientes diez días. Pasado este tiempo el investigador vio con satisfacción que había hecho efecto y que el niño estaba totalmente curado y fuera de peligro. Había nacido la vacuna contra la rabia con la que, debido a su éxito, en los siguientes años Pasteur trataría y salvaría la vida a cerca de tres mil personas que habían sido víctimas de mordeduras de perros rabiosos.

Como nota anecdótica cabe destacar que, años más tarde y siendo ya adulto, Josef Meister entró a trabajar en el Instituto Pasteur que se crearía unos años después y allí ejerció de vigilante hasta el día de su muerte, el 16 de junio de 1940, fecha en la que se suicidó tras la entrada en París de los nazis y tras haber intentado impedir que miembros de la Wehrmacht (fuerzas armadas del Tercer Reich) accediesen a la cripta en la que reposaban los restos mortales de Louis Pasteur, fallecido en 1895.

Lo que no queda muy claro en las crónicas de la época, ya que hay mucha información contradictoria, es el motivo real por el que Josef decidió suicidarse. Algunas fuentes señalan que fue tras la impotencia de ver que no había podido impedir el paso a los nazis y otras que indican que fue por la pena de haber enviado a su familia lejos de París, imaginando que éstos acabarían muriendo a manos de los alemanes.

 

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El día que Louis Pasteur convenció a los médicos para que se lavaran las manos

El día que Louis Pasteur consiguió que los médicos se lavaran las manos

Desde la antigüedad una gran cantidad de científicos e investigadores estaban convencidos de que la mayoría de las enfermedades, así como muchos de los organismos (como moscas, mosquitos, plantas…) surgían espontáneamente a partir de la materia orgánica (conocido como teoría de la generación espontánea).

El 7 de abril de 1864 Louis Pasteur se presentó ante los académicos de la Universidad de la Sorbona de París y les ofreció una conferencia en la que pudo exponer, argumentar y demostrar, lo muy equivocados que habían estado hasta aquel momento en cuanto al conocimiento de cómo se originaban los microbios y microorganismos.

Utilizó novedosas técnicas para realizar la exposición que dejaron boquiabiertos a la inmensa mayoría de los presentes y les convenció de cómo estaban rodeados de todo tipo de bacterias, instándolos a ser lo más higiénicos posible en sus operaciones y tratamientos con los pacientes con el fin de conseguir quirófanos y consultorios lo más asépticos posibles.

Buena parte de los estudios y pruebas presentadas por Pasteur se basaban en el trabajo realizado durante varias décadas por el médico húngaro Ignác Semmelweis, uno de los primeros en demostrar la necesidad de lavarse las manos y mantener limpios los lugares en los que se realizaban intervenciones quirúrgicas y/o se asistían los partos. A pesar de sus advertencias sus consejos fueron desoídos por la mayoría de sus colegas.

A partir de aquella fecha, gracias al aporte de Pasteur y a las posteriores investigaciones de muchos otros científicos (entre ellos Joseph Lister inventor del antiséptico para desinfectar los quirófanos y que sirvió como base del enjuague bucal) las recomendaciones de Semmelweis se llevaron a cabo por los médicos, quienes tomaron conciencia y empezaron a lavarse las manos antes de cada intervención.

 

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El curioso origen de las ‘vacunas’

Durante el último cuarto del siglo XVIII, Edward Jenner estuvo ejerciendo como médico rural en el condado de Gloucester, al oeste de Inglaterra.

Una labor que, a menudo, le hacía visitar a familias de granjeros que contraían diferentes enfermedades por el hecho de estar en contacto con los animales así como otras de índole vírico; pero se dio cuenta que aquellas mujeres que se dedicaban a ordeñar vacas se infectaban con la viruela bovina pero sin embargo quedaban inmunes a la viruela que padecían los humanos, algo que en aquella época era muy común que se transmitiese con cierta facilidad.

Tras comprobar todo el proceso de cómo las ordeñadoras en contacto con vacas que padecían la viruela bovina quedaban innocuas a la enfermedad de los humanos, se puso a investigar y realizó varios ensayos con un niño de ocho años al que le inyectó la ‘viruela vacuna’ publicando en 1798 un informe que tituló ‘An enquiry into the causes and effects of Variolae Vaccinae, known by the name of cow pox’ (Una investigación sobre las causas y efectos de Variolae Vaccinae, conocida por el nombre de la viruela de la vaca) y en el que determinaba que si se inoculaba dicho virus a una persona ésta quedaba preservada de sucesivos contagios.

 

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