Todo empezó en este último brote. Después de los habituales corticoides, me llamaron para una cita con el oftalmólogo. No le conocía. La cita se dividió en dos días.
El primer día le expliqué lo que pasaba y empezó con su exploración. Empezó con que tenía que mirar una letra minúscula a unos cinco metros de distancia, luego me miro el ojo con esa luz que te deslumbra y no ves nada, y finalmente hicimos la prueba de colores.
Soy miope, como mucha gente. Lo único que me dijo es que veía mejor con media dioptría más. Entiendo que se preocupe por mi miopía, pero para mí es el menor de mis problemas. ¿Es necesario que yo pueda ver la letra más pequeña a cinco metros de distancia? De hecho, es que me da igual, no ver una letra tan pequeña. Lo que no me da igual es no ver letras más grandes con un fondo distinto al blanco y un color de letra distinto al negro. Pero a esto último, parece que no le dio importancia.
Según mis síntomas (descritos en el post «Lo que mi ojo izquierdo ve«), la prueba de colores era la única que yo creía que no podía estar del todo bien. A veces, me cuesta un poco hacerla, sobretodo en la gama de los verdes. Esta vez me tocó hacer la de los numeritos. Existe otra que consiste en ordenar una serie de colores. En mi situación, esta me cuesta más porque también tengo la percepción espacial un poco difusa.
Fue curioso ver como el oftalmólogo me animaba para que dijese los números bien, y mi respuesta correcta, en algunos casos fue al tercer, cuarto o quinto intento. Pero mi sorpresa fue que, según él, la había hecho muy bien. Acertaba por pura potra. Claro que él es el médico, pero me dieron ganas de decirle: «Oiga que he acertado muchos números después de varios intentos, ¿eso es estar bien?«.
El segundo día, me hicieron la campimetría. Esa cueva que te metes y tienes que apretar a un botón mientras van apareciendo lucecitas. Con el ojo izquierdo dí más veces al botón de las que debería haber dado. Algo que el oftalmólogo no dio importancia y siguió diciendome que tenía el ojo bien. Yo le insistí en que algo tenía que ir mal, pero el me volvió a decir que estaba todo bien y lo zanjó con un discurso bien aprendido sobre la esclerosis múltiple. Me dio el informe de la campimetría y me largó de su consulta.
¿Me estaba llamando mentirosa? ¿Estaba diciéndome que soy una exagerada? ¿O que me estoy inventando todo? Pasé muy mala tarde, sintiéndome incomprendida. No entendía nada, no es que quiera estar mal. POR SUPUESTO QUE NO. Pero algo estaba fallando, y en mis humildes conocimientos sobre el cuerpo humano, no sabía que era.
En realidad, a partir de aquel día, no tengo muy buena estima a los oftalmólogos.
Totalmente de acuerdo. Mis sintomas visuales son como los de tu ojo izdo. Muy bien explicado. Gracias
05 octubre 2012 | 23:21
Muchas gracias! Espero que te sirva de ayuda el blog! No dejes de visitarlo, quizá entre todos aprendamos algún truco para mejorar la vista! Un saludo,
06 octubre 2012 | 13:20
Después de ir al neuroftalmólogo, que me vino a decir «que no me queje, que de lejos veo bien», y que «convergencia tenemos todos», tan desesperada estaba con la dioplía y la fotofobia (me aprendí como se llaman aunque parece a veces que son invenciones), que me decidí a ir a un optometrista. Estamos haciendo ejercicios de enfoque y desenfoque, que me cansan una barbaridad, pero tengo que reconocer que me vienen bastante bien. Aunque por supuesto, no los cubre la seguridad social, pero al menos me están ayudando, y no me tratan como si estuviera inventándome los síntomas.
30 enero 2015 | 11:08
A mí me costó un montón encontrar a un oftalmólogo que no me pusiese cara de «estás loca». Anda que no he derramado lágrimas hasta que no la encontré a ella, por cierto, por recomendación de mi neurólogo. Y estoy encantada, pero hasta entonces, he tenido que ver a muchos imbéciles. Aunque lo importante es que has encontrado a alguien que te entiende y que te está ayudando.
Un abrazo!
30 enero 2015 | 20:20