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No es la edad, es el karma

El concepto budista de karma encapsula el poder de nuestras acciones para condicionar nuestro presente y futuro. A grosso modo, al karma lo caracterizan dos tipos de acciones. Acciones puntuales, algo que hicimos en un momento dado, cuyas consecuencias positivas o negativas se manifiestan más tarde. Por ejemplo, pongamos que mentiste una vez a tu pareja y cuando esta mentira vio la luz, vuestra relación se hizo trizas. Sin embargo, tú no eres un mentiroso compulsivo.

El otro tipo de karma, mucho más común, es el karma de nuestros hábitos. Aquellas acciones positivas, neutras o negativas que hacemos de forma repetida. Se puede tratar de una forma de pensar, un tipo de conducta o un modo de hablar. Por ejemplo tomemos el hábito de Luis Rubiales de querellarse con periodistas y medios contrarios a él, según informa El Confidencial. Mientas que este hábito no le causó mayor problema durante bastante tiempo, después del beso a Hermoso, este forma de hacer  puso de relieve su tendencia al acoso, contribuyendo al hundimiento de su posición.

Los hábitos son fuerzas creadoras formidables, pues al repetirlos cada día generan enormes consecuencias. Fijémonos por ejemplo en el hábito de mantener cierta postura corporal. El hecho de encarnarla durante innombrables horas afecta al estado de nuestro cuerpo, forma de hacer y actitud ante la vida.

(Manan Chhabra, UNSPLASH)

Al considerar un cambio de hábito podemos enfocarnos en dejar de hacer, lo que nos conecta con la privación y nos pone en lucha contra una parte de nosotros. Este enfoque a menudo crea un efecto rebote, cuando después de unos días de gran restricción como por ejemplo en la dieta, volvemos desbocados a lo de antes.

Una forma más efectiva consiste en iniciar un nuevo hábito que remplace progresivamente al antiguo. Por ejemplo, si quieres dejar el hábito de criticar a todos y a todo, puedes plantearte desarrollar el hábito de apreciar. Al empezar a apreciar situaciones, personas y cosas, la mirada crítica seguirá emergiendo, sin embargo si perseveras, la mirada apreciativa poco a poco irá tomando espacio, transformando así tu forma de ser.

Crear un nuevo hábito tiene que ver con generar cambios neuronales profundos, por lo que resulta un proceso arduo. Sin embargo, si queremos evolucionar no nos queda otra puesto que “somos lo que hacemos repetidamente” como decía Aristóteles. La cuestión entonces se convierte en ¿Qué hábito necesitas iniciar para ser la mejor versión de ti mismo? Y ponerte manos a la obra 😉

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¿Cómo gestionar tu propia negatividad?

Según la espiritualidad celta1 cuando nacemos, además de nacer nuestro cuerpo y alma, también nace con ellos otra presencia: nuestra muerte. Esta presencia está con nosotros toda la vida y se muestra en los momentos en los que nos dejamos dominar por la negatividad.

Como constato cada día en mis programas de coaching, la negatividad aprovecha los momentos de mayor vulnerabilidad para mostrarse. Como coach no tengo una varita mágica para transformar la negatividad en sus múltiples formas: miedo, victimismo, enojo, agresión, crítica, remordimiento, preocupación…de las personas a quienes acompaño. Sin embargo, cuento con efectivas prácticas para desactivarla. Hoy te comparto cuatro pautas de base budista:

1-TOMAR CONSCIENCIA

Una práctica esencial consiste en tomar consciencia de que estamos presos de un estado negativo dominado por el pesimismo, pensamientos críticos, quejas, etcétera. Aunque parece evidente, en un gran número de casos no nos damos cuenta de lo que nos pasa. Estamos tan acostumbrados a hacernos la víctima, quejarnos, enfadarnos o lo que sea que nos domine, que nuestro cuerpo y mente son adictos a ese estado emocional y a la consciencia se le escapa.

2-ARREPENTIRSE

La negatividad nos daña, nos quita energía y nos enfoca en cosas improductivas como la culpabilidad cuando nos flagelamos a nosotros mismos por nuestros errores o en el deseo de venganza. Arrepentirse significa darnos cuenta del daño que nos estamos haciendo a nosotros mismos cuando nos dejamos llevar por la negatividad.

(Ben Hershey, UNSPLASH)

3-COMPASIÓN HACIA QUIENES HEMOS DAÑADO

La negatividad se cuela por cualquier rendija y cuando estamos presos de ella se manifiesta en una salida de tono, en una falta de respeto, en una actitud agresiva o de cualquier otra forma. Sentir compasión hacia los otros por el daño que les hemos hecho nos permite ampliar la consciencia sobre los efectos de la negatividad.

4-INTENCIÓN

Tomar la intención de no volver a caer en las redes de la negatividad consiste en decirse a uno mismo: “Magda, no volverás a caer en la queja y el victimismo”. Para afianzar cualquier intención aconsejo realizar un pequeño ritual o gesto que la refuerce como por ejemplo: escribirlo en tu diario, hacer un dibujo, encomendarse a la vida, a Dios o a una figura significativa para uno o cualquier otra forma creativa.

APRECIACIÓN Y GRATITUD

En paralelo al proceso anterior, la apreciación y la gratitud son prácticas fundamentales para transmutar la negatividad en vitalidad. Para el escritor, también de raíces celtas, David Whyte la gratitud consiste en: “comprender que muchos millones de cosas se unen, se mezclan y respiran juntas, para que nosotros podamos tomar una respiración más, que el regalo fundamental de estar vivo y haber encarnado como un ser humano vivo y participativo es el privilegio de milagrosamente formar parte de algo, en lugar de nada. Aunque ese algo sea temporalmente dolor o desesperanza, habitamos un mundo vivo, con caras de verdad, voces de verdad, risas, el color azul, el verde de los campos, la frescura de un viento frío, o el tono rojizo de un paisaje invernal2

Cuanto más practiques las pautas citadas, más del lado de tu alma vas a estar y menos del lado de tu muerte.

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(1) Anam Cara: el libro de la sabiduría celta, John O’Donohue.

(2) Consolations, David Whyte. Mi traducción.

¿Estás dando o tomando? Transforma tu actitud a través de la apreciación

En un taller de coaching grupal en el que participé hace años, nos pusieron a todos los participantes en círculo y nuestra labor consistía en decir en voz alta por turnos, si cada persona del círculo estaba dando o tomando, según la propia experiencia. Al final del mismo cada uno tenía un recuento sobre la percepción que tenían de él, y si su balanza se inclinaba más hacia el dar o el tomar.

El dar o tomar en cualquier espacio grupal se articula con nuestra actitud. ¿Y qué es nuestra actitud? Pues la actitud la componen nuestro cuerpo, nuestros pensamientos y lo que decimos. Cuerpo, mente y habla. Según la calidad de estos y su carga energética, estaremos dando o tomando.

Después de un encuentro con alguien, a uno siempre le queda cierto sabor de boca. O mejor dicho, cierto sabor del ser. Hay encuentros en los que uno se siente desvalijado internamente. En otros, uno se siente libre, animado, mejor. Y entre los dos, existe toda una gama de colores. Aunque a menudo no seamos conscientes de ello, la influencia que tenemos los unos en los otros es tremenda.

CUIDAR LA ACTITUD

Si quieres convertirte en una persona que suma y aporta a los demás, puedes empezar por cuidar tu actitud responsabilizándote de tu cuerpo, mente y habla. Cuidar tu actitud corporal no significa que tengas que controlar tu cuerpo o tus gestos, sino más bien tiene que ver con mantener a tu templo limpio, relativamente cuidado y sobretodo receptivo. Si estás a gusto en tu casa interior, se transmitirá hacia fuera.

Tomar responsabilidad de nuestra mente significa poner atención a nuestra forma de pensar. ¿Qué pensamientos albergas? ¿Cuál es su efecto en ti? ¿Cómo te relacionas con ellos? ¿Su carga es positiva, negativa o neutra?  En la medida en que puedas relacionarte con tus pensamientos de forma desapegada, mayor será tu espacio interior lo que facilitará tus interacciones.

El poder de las palabras es enorme. Cuidar la propia habla, es decir aquello que decimos y cómo lo decimos es fundamental, pues las palabras pueden dar, pueden robar, pueden condenar, pueden liberar.

Dos personas conversando

(Etienne Boulang, UNSPLASH)

CULTIVAR LA APRECIACIÓN

En mi trabajo de coach y consultora de organizaciones uno de los enfoques que más disfruto es el de la Indagación Apreciativa de David Cooperrider, llevado a nuestro país por Míriam Subirana entre otras personas. Consiste en preguntarse por las fortalezas de la organización, aquello que hace realmente bien, sus oportunidades y aspiraciones, y sostener conversaciones alrededor de estas cuestiones. Las preguntas se centran en descubrir aquello que da vida, y asume que existe un núcleo positivo en toda organización y persona.

A nivel personal, cultivar la apreciación se logra empezando por uno mismo, preguntándote por aquello que te esfuerzas en hacer bien, por aquello que estás logrando, por lo que te inspira y lo que anhelas. Cultivar la apreciación nada tiene que ver con recuperar, como quién consulta un archivo viejo o mira una foto aquello que ya sabes de ti o de otros, sino todo lo contrario, es un proceso vivo a realizar momento a momento.

Para poner en marcha la apreciación hacia otra persona pregúntate: ¿Qué me aporta esta persona que nadie más lo hace? ¿Cómo es diferente mi vida gracias a ella? ¿Qué valoro de ella? ¿Qué me aporta su presencia?

Apreciar significa descubrir el núcleo positivo de otra persona. Apreciar magnifica lo bueno, transformando en el proceso tu actitud y lo que se deriva de ella. Es decir, prácticamente todo.

 

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