En mi penúltimo post os hablaba de la gran cantidad de madres que somos activas en Internet, ya sea en blogs o redes sociales. Hemos creado el equivalente digital a esos corrillos de mujeres que, en los pueblos, hablaban y debatían sobre todas las facetas de su maternidad creando de paso lazos de amistad.
Pero también hay muchos papás blogueros y tuiteros por ahí a los que merece la pena seguir. Esto de la crianza de los hijos, de contar concepciones, embarazos, desarrollo infantil y anécdotas relacionadas ha dejado de ser patrimonio femenino. Por suerte. Me encanta encontrarme con papás recientes en formato digital.
Se acerca el día del padre, así que me ha parecido buena idea traer aquí (con su permiso) un post de uno de mis últimos descubrimientos para de paso recomendaroslo: El papá de Teo. Me gustan especialmente cuando leemos lo que la paternidad les hace sentir, como en este posts:
Para un niño no hay territorio más prohibido que la noche. Éramos “bebés buenos” si dejábamos dormir a nuestros padres. Éramos niños obedientes si nos íbamos a la cama sin protestar, cuando empezaban las películas con rombos y las conversaciones de adultos.
Nos quedaba un as en la manga: fingir dormir y permanecer despiertos. Ocultos en la oscuridad de nuestro cuarto, activábamos el oído para cazar una frase de nuestros padres o un extraño sonido en el pasillo, con el que construíamos dulces sueños o espantosas pesadillas.
Casi siempre me dormía pronto, pero alguna vez logré aguantar hasta tarde. El premio era mayúsculo: oír los últimos sonidos de la familia. El clic de la calefacción apagada. El interruptor del baño. Mis padres entrando en su destartalada cama.
Ahí ya podía dormir y construir el día siguiente: el partido del recreo, las respuestas al examen o qué le diría (luego nunca lo decía) a una chica de mi clase. Para mis padres, el resto: discusiones sobre el trabajo, la preocupación por llegar a fin de mes o la incertidumbre de cómo crecería su hijo.
La vida lo ha cambiado todo. Soy yo el que apaga la calefacción, visita por última vez el baño y se arroja a la cama agotado. Pero algunas veces, insomne, cierro los ojos y trato de prestar atención: confío en que otros hagan ruido en el salón y apaguen la tele. Porque ellos dictarán que la noche ha empezado, los que vendrán a besarme y quienes resolverán los problemas.
No siempre, pero mi santo suele ser también el responsable de la ronda nocturna apagando luces, comprobando temperatura. ¿Esa ronda de seguridad será algo ancestral del animal masculino humano?
Por último, os dejo una lista con los papás tuiteros que sigo, muchos de ellos con blog o página web propia. Tengo pendiente ir ampliándola: