Mucha gente cuando se entera de que tengo dos hijos me pregunta cómo se llevan. Es una cuestión habitual por lo que estoy viendo y probablemente esperan respuestas que incluyan cosas como los celos, las peleas, la diversión y el amor.
Lo de ni contigo ni sin tí, versión fraternal.
Yo no tengo hermanos, así que carezco de experiencia propia, pero lo que he visto a mi alrededor me dice que incluso entre los hermanos que mejor se llevan hay cuando son pequeños momentos de cascarse, robarse juguetes, competir por lograr la atención y hacerse «putadillas».
En nuestro caso es bastante diferente. Una de las características del autismo, que muchos definen como una discapacidad social, es la habilidad de relacionarse y mostrar sus sentimientos. Sobre todo con sus iguales, es decir, con otros niños pequeños.
Jaime ignora a su hermana casi todo el tiempo.
Jamás le ha levantado la mano, nunca la hecho nada malo.
Tampoco la ha buscado para jugar jamás.
Cada vez más ella le persigue con insistencia. Y existen destellos de diversión. La mayor parte de las veces simplemente huye.
Tiene muy buen caracter, no hay rabietas, gritos o protestas. Simplemente indiferencia.
También ha habido destellos de celos hacia su hermana. Poca cosa realmente.
En alguna que otra ocasión la había sonreído, tocado o tomado la mano.
Por eso entenderéis nuestra emoción cuando os cuente que en sus dos últimos baños (les metemos juntos con media tonelada de juguetes en la bañera) se ha acercado por iniciativa propia para abrazar y besar a su hermana muy sonriente, con los ojos brillantes, completamente conectado.
Y ella encantada claro.
Pero nosotros aún más.